Filosofía
Colectivizar el malestar

En los debates acerca del malestar, prima una consideración individual del mismo, ya sea ética o médica. Frente a las soluciones individuales, es conveniente plantear su relación con procesos colectivos que pueden permitir una politización del malestar.
Bloques proletarios
https://gedar.eus
Profesora de Filosofía. Universidad de Zaragoza.
30 nov 2021 08:27

Sentimos el malestar de mil modos diferentes, no llegamos, no tenemos tiempo, fracasamos, intuimos que nunca seremos los mejores, nos hundimos, colapsamos, nos sentimos sujetos radicalmente vulnerables, agotados, enfermos, inadecuados, como si el contorno de nuestras mentes y cuerpos fuesen plásticos, moldeables por una realidad inapelable que siempre marca el ritmo acelerado de lo que es, de lo que somos, de lo que deberíamos ser. Hasta que esa dureza nos rompe y todo se vuelve líquido como si nos instalaran en la necesidad inmanente de continuar, de nunca parar, de no llegar y, frente a tal interpelación, nuestra respuesta se hurta, desbordados ante la tarea imposible. Incapaces ya de formular nada que no sea silencio y detención.

Owen Jones, en su Chavs, se preguntaba por el sentido y el alcance de lo que denominaba “la demonización de la clase obrera”, es decir, por el proceso a través del cual se comenzó a desprestigiar la pertenencia a la clase obrera hasta el punto de vaciarla de contenido en la actualidad. En un sentido, la reflexión de Jones tiene que ver con el peligro de abandonar la noción de clase y la urgencia de revisitarla atendiendo a las diferencias específicas que la componen. Pero, al mismo tiempo, su texto contiene otra reflexión paralela que tiene que ver con el proceso concreto a través del cual el neoliberalismo desarrollado a partir de la época Thatcher estableció las condiciones de posibilidad de la desaparición de la noción de clase obrera. Y gran parte de esas estrategias tuvieron que ver, según Jones, con el trabajo realizado sobre la autopercepción del individuo y sus procesos subjetivos de identificación. Se asentó la idea de que la pobreza, el desempleo, en definitiva, el fracaso del sueño del emprendedor era debido a defectos individuales. Si la gente era pobre o no tenía empleo, era culpa suya, de su carácter, de su falta de aspiraciones, de su mala gestión: se lo merecía.

Filosofía
Vida y productividad: la existencia humana como capital
En la conversión de lo humano en capital propia del neoliberalismo es nuestra existencia la que acaba convirtiéndose en útil o inútil

La responsabilidad individual del fracaso

Para Jones la clave está en la ruptura de la sintonía entre los procesos de identificación y los procesos materiales. Y en la consecuencia de todo ello: vaciada la noción de clase obrera, los integrantes de esta clase, que pasan a identificarse como clase media, carecen de los medios de protección y respuesta política que la noción de clase les confería. Dicho rápido: la clase se vacía porque es un contrapeso a la responsabilización individual de la pobreza. La noción de clase obrera impedía entender que la culpa de la pobreza fuese meramente individual, que el desempleo fuese debido al carácter o a la falta de gestión de los individuos. Lo que puede resultar interesante, más allá de la reflexión acerca del papel de la clase en el desarrollo neoliberal, es que Jones plantea la pérdida de comunidad como una de las estrategias que conduce a la responsabilización individual del fracaso y a la proliferación de discursos de odio hacia esa clase por parte incluso de sus integrantes materiales. Nadie quiere que se le atribuya la responsabilidad individual del fracaso. El odio es la puesta en práctica de una distancia cínica con los perdedores.

La clase se vacía porque es un contrapeso a la responsabilización individual de la pobreza.

Pero, pese a todo, perdemos el trabajo, perdemos la salud, la batalla contra la enfermedad, las competiciones y las oportunidades. Siempre perdemos. Convertidos en seres electivos y aspiracionales, la pérdida pasa a ser, por un lado, inasumible —signo de fracaso individual— y, por otro, consustancial a nuestras vidas. Vivimos presos en la contradicción que se da entre la aspiración a ser los mejores individuos y las profundas e inexorables estructuras materiales que determinan tales puestos. La competitividad, la meritocracia o la excelencia son las palabras torcidas que laten en el corazón de ese extraño casino que estamos recorriendo y que acaba rompiéndonos, porque, por muchas fichas que lancemos al tablero, estamos solos ante la inmensidad de la banca.

Cambiar las mentes

A finales de los 70, Stuart Hall dibujó con precisión un horizonte teórico que, en cierto sentido, todavía es el nuestro. Manifestando una honda preocupación teórica por la debacle de la izquierda inglesa frente al thatcherismo, reconoció la capacidad profunda del nuevo neoliberalismo para determinar el pensamiento popular y alcanzar una posición hegemónica. La economía era solo el método, se trataba de cambiar las mentes, afirmaba Thatcher. Dos estrategias principales del neoliberalismo que Hall determinó tenían que ver, por un lado, con la proliferación del odio hacia un supuesto enemigo interno que se traduce en ideología conservadora —nación, ley, tradición— y, por otro, con la creación de una nueva subjetividad basada en un radical individualismo competitivo. Si tuviéramos que definir con dos trazos gruesos a esta nueva subjetividad que ha ido perfilando la hegemonía cultural neoliberal, éstos podrían ser la conversión del sujeto en empresario de sí y la privatización de la vida.

Nuestra vida es nuestra, privada, empleamos el tiempo, lo hacemos empleo, lo trabajamos, hasta el punto de que nada de nuestra vida se vuelve ajeno al imperio de lo útil. Moldeamos, sin ser demasiado conscientes, nuestros actos, elecciones, nuestros recorridos, gestos y relaciones sociales como si fueran las inversiones del empresario de sí que somos. Sumidos en una constante campaña de autopromoción, la relación con los otros es esencialmente competitiva, como si el reconocimiento pasase por imponer exitosamente nuestra marca, como si ahora ya solo fuésemos una marca que debe ocultar su fragilidad, que debe evitar las mil formas del fracaso con una cosmética perfecta. Pero el malestar profundo que arraiga en el quicio de nuestra marca y que se nos aparece como amenaza también es, a la vez, el elemento más propio que se levanta contra esa vida, intentando interrumpirla, forzándonos a parar. La rebelión de la vida contra nuestra vida.

La competitividad, la meritocracia o la excelencia son las palabras torcidas que laten en el corazón de ese extraño casino que estamos recorriendo y que acaba rompiéndonos.

En Los fantasmas de mi vida, Mark Fisher nos trasladaba algunas reflexiones sobre ese malestar liminar que parece que se ha convertido en uno de los fantasmas que nos acechan. Incide en el hecho de que se entienda el malestar en términos de interioridad. Una de las exitosas estrategias de la subjetividad neoliberal es precisamente haber impuesto una comprensión privativa del malestar. Como si el estrés fuese meramente una afección psicológica que no tuviera la raíz de su comprensión en las condiciones laborales y sociales que nos rodean. La privatización del estrés, la privatización de la enfermedad, del malestar en general, son, para Fisher, el signo de la despolitización de nuestros tiempos. Los individuos se culpan a sí mismos más que a las estructuras sociales. Y han sido inducidos a creer que tales estructuras no tienen ningún papel en una vida que es tan sólo una cuestión de actitud, de lucha, de esfuerzo, de sana competencia. Por lo tanto, el malestar deviene individual y ha de tratarse únicamente desde una perspectiva interna —psicológica, farmacológica, mindfulness. En el límite, es considerado como una responsabilidad del individuo, que queda investido como culpable, obviando las condiciones materiales de su arraigo.

Filosofía
La lenta cancelación del futuro (II). De Jameson a Fisher
Puede entenderse la obra de Fisher sobre el “realismo capitalista” desde esta clave: el neoliberalismo ha generado una 'restauración' conservadora

Vulnerables

Pero, como Judith Butler nos recuerda en “Repensar la vulnerabilidad y resistencia”, la vulnerabilidad que nos asedia, que podríamos relacionar con ese malestar difuso, no es constitutiva del ser humano. Ni pertenece a nuestra naturaleza ni es una cuestión antropológica de primer orden. La vulnerabilidad tan sólo aparece en el marco de una relación desigual de fuerzas. La vulnerabilidad, como el malestar, es la consecuencia de unas relaciones de poder ante las que estamos en una posición subalterna —frente a la policía, frente a la judicatura, frente a la medicina, frente al profesorado. Es, de algún modo, la marca que prefigura una posición de resistencia frente a esta vida que arrastramos. El gran problema del malestar es que no logramos comprenderlo desde la perspectiva colectiva de relación de fuerzas porque, precisamente, la ruptura de su gradiente colectivo es la causa de que se nos presente como algo solo nuestro. Y, por lo tanto, se convierte en un abismo insalvable para el que únicamente se nos ofrecen soluciones conductuales. Sin embargo, a través del análisis material del malestar, quizás sea posible hallar otras causas, abrir el camino hacia su colectivización, dar el paso a poder compartirlo, entenderlo como una posible red contraconductual.

Colectivizar el malestar no querrá decir tan solo hallar las condiciones materiales de su arraigo. Colectivizar el malestar supondrá entender que el fracaso nunca es meramente individual, sino colectivo. Tener una colectividad que asuma el peso del malestar específico supondrá compartir desazón, dolor, cuidados, diferencias, soluciones, ansiedades. Colectivizar el malestar implicará politizarlo y, politizar el malestar, pasará también por ejercer la crítica contra la autoridad de todas esas verdades y relaciones de fuerza que nos han forjado, pidiéndoles credenciales. Por interrumpir colectivamente algunos mecanismos que lo propician. Y también por desactivar algunas de esas inercias del odio que no eran sino la distancia cínica que nuestra visión de marca pretendía imponer con respecto al fracaso.

Sobre este blog
La filosofía se sitúa en un contexto en el que el poder ha buscado imponerse incluso en los elementos más básicos de nuestro pensamiento, de nuestras subjetividades, expulsando así de nuestro campo de visión propuestas teóricas y prácticas diversas que no son peores ni menos interesantes sino ajenas o directamente contrarias a los intereses del sistema dominante.

En este blog trataremos de entender los acontecimientos del presente surcando –en ocasiones a contracorriente– la historia de la filosofía, con el objetivo de poner al descubierto los mecanismos que utiliza el poder para evitar cualquier tipo de cambio o de alternativa en la sociedad. Pero también de producir lo que Deleuze llamó líneas de fuga, movimientos concretos tanto del presente como del pasado que, escapando del espacio de influencia del poder, trazan caminos hacia otros mundos posibles.
Ver todas las entradas
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Islas Canarias
Movilizaciones en Canarias Rebelión Científica se manifiesta ante un hotel en Tenerife y avisa con huelgas si no se escuchan sus demandas
Colectivos sociales, sindicatos y científicos crean un frente común para pedir un cambio de modelo tras las movilizaciones históricas en abril y octubre de este año.
Análisis
Análisis El pueblo mozambiqueño: la unidad del colectivo como respuesta a los desafíos presentes y futuros
Tras los primeros días de huelgas y manifestaciones, ganaba fuerza la pregunta “¿Hasta cuándo podrá aguantar la gente?”. Pues esta pregunta sigue sin respuesta.
Relato
Relato 39663A y 41288B
Un relato de Iban Zaldua sobre infiltraciones policiales.
Sobre este blog
La filosofía se sitúa en un contexto en el que el poder ha buscado imponerse incluso en los elementos más básicos de nuestro pensamiento, de nuestras subjetividades, expulsando así de nuestro campo de visión propuestas teóricas y prácticas diversas que no son peores ni menos interesantes sino ajenas o directamente contrarias a los intereses del sistema dominante.

En este blog trataremos de entender los acontecimientos del presente surcando –en ocasiones a contracorriente– la historia de la filosofía, con el objetivo de poner al descubierto los mecanismos que utiliza el poder para evitar cualquier tipo de cambio o de alternativa en la sociedad. Pero también de producir lo que Deleuze llamó líneas de fuga, movimientos concretos tanto del presente como del pasado que, escapando del espacio de influencia del poder, trazan caminos hacia otros mundos posibles.
Ver todas las entradas
Literatura
Gustavo Faverón Patriau “Quizá la novela sea ahora mismo más relevante que nunca”
El escritor peruano Gustavo Faverón Patriau quería narrar en su nueva novela la historia de un boxeador que no sabía boxear pero tumbaba a sus rivales recitándoles al oído versos de César Vallejo. ‘Minimosca’ acabó siendo un cuentacuentos inagotable.
Que no te cuenten películas
Comunidad El Salto Suscríbete a El Salto y llévate seis meses de regalo a Filmin
Estas navidades, haz posible que El Salto llegue más lejos con sus contenidos críticos y llévate de regalo medio año de Filmin. Y si ya tienes Filmin, suscríbete a El Salto y regala el acceso a esta plataforma a quien quieras.
Galicia
Memoria histórica Así fue como el Patronato de Protección a la Mujer transformó Galicia en un convento de clausura
Las mujeres que cayeron en las redes del Patronato iniciaron un periplo de encierro, humillaciones, abusos y explotación que es desconocido para la mayor parte de la población. Queda hoy en la impunidad de un silencio que tenemos el deber de romper.
Pensamiento
Sarah Jaffe “En realidad tenemos que hacer menos. E impedir que algunas cosas sucedan”
La escritora y periodista Sarah Jaffe aborda el desengaño cotidiano al que nos aboca el mundo laboral e investiga cómo, a pesar de todo, las personas se organizan colectivamente en sus empleos para que “trabajar apeste menos”.

Últimas

Palestina
Eyad Yousef “No cuentes lo que queremos ser, cuenta lo que nunca hemos dejado de ser: un pueblo que quiere la paz"
Eyad Yousef es profesor en la Universidad de Birzeit, Cisjordania, y comparte su experiencia en una universidad que “representa el pluralismo y la libertad que tanto anhela la sociedad palestina”
Opinión
Tribuna Todas las razones para decir ‘Altri non’
Aquí van unos cuantos motivos para juntarnos este domingo en Compostela y dejar clara nuestra postura frente a un expolio que nos están tratando de imponer disfrazado de progreso, pero que sólo trae beneficio económico a unos cuantos indeseables.
Análisis
Análisis El independentismo se reorganiza, pero ¿sigue siendo independentista?
Los partidos independentistas han sufrido la crisis del procés y el posprocés, y todavía no la han resuelto, sino, a lo sumo, la han aplazado. El PSC aparece como el ganador de una carrera con corredores agotados.
Opinión
Opinión Sobrevivir pagando en el Álvaro Cunqueiro
Una de las victorias ideológicas del PP de Feijóo en Galicia ha sido hacernos creer que pagar por servicios esenciales en los hospitales durante el cuidado de nuestros enfermos es lo natural, que no hay otra manera de abordarlo, pero es mentira.
Más noticias
Siria
Oriente Próximo Israel impone hechos consumados sobre Siria para condicionar la transición según sus intereses
“Está escrito que el futuro de Jerusalén es expandirse hasta Damasco”, dijo este octubre el ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich, uno de los exponentes ultras del Ejecutivo.
Ocupación israelí
Ocupación israelí Un tercio de los asesinatos de periodistas en 2024 fueron obra del ejército de Israel
Reporteros Sin Fronteras documenta la muerte de 18 periodistas en Palestina y Líbano este año “asesinados deliberadamente por hacer su trabajo” y habla de una “masacre sin precedentes” de profesionales del periodismo.
Crisis energética
Análisis Los aerogeneradores no son molinos, son gigantes
El megaproyecto eólico del Clúster Maestrazgo, punta de lanza del capitalismo verde, destruirá un área natural de alrededor de 1325 campos de fútbol.

Recomendadas

Ocupación israelí
Palestina Vivir en alerta: la resistencia palestina frente la ocupación israelí
La cruda realidad de las feministas palestinas que, ante la represión y las detenciones arbitrarias, continúan su lucha por la libertad, la justicia y los derechos humanos.
Madrid
Ciudades Fake Madrid, un paseo por los hitos del simulacro
Un recorrido por los grandes éxitos de la conversión de Madrid en una ciudad irreal.
Fronteras
Túnez Túnez endurece la represión contra las ONG de ayuda a las personas migrantes
Mientras el presidente Kaïs Saied se prodiga en discursos racistas, el estado persigue a las entidades solidarias con quienes llegan al país, bajo el silencio cómplice de la Unión Europea.