15M: materializar el Acontecimiento, desterritorializar la organización

El 15M fue un Acontecimiento al que no hemos sido capaces de dar una respuesta política adecuada. La novedad que expresa, la fluidez que le caracteriza, no han encontrado una forma organizativa capaz de encarnarlo.

15M en las Setas de Sevilla
15M en las Setas de Sevilla. Imagen de Pablo (Creative Commons)
Profesor de Filosofía, Universidad de Zaragoza
15 may 2018 10:30

Marx, cuyo bicentenario conmemoramos este año, nos advirtió de que un fantasma recorría Europa, el del comunismo. Acaso su esfuerzo más denodado, tal como en alguna ocasión ha apuntado José Luis Rodríguez García, fuera la pretensión de materializar ese fantasma, de dotar de consistencia al Acontecimiento, tarea que él entendió como un trabajo de trazos organizativos al que llamó Partido. Quizá ahora, ciento setenta años después de la publicación del Manifiesto que conminaba a su materialización, podamos advertir que ese gesto, en lugar de materializar el fantasma, contribuyó a su exorcización. De tal modo que la organización se impuso, y acabó por destruir, ese “movimiento real que va superando contradicciones”, al que Marx y Engels denominaron comunismo. Pero esto es solo una hipótesis.

La historia se manifiesta, intempestiva, a través de Acontecimientos, de imprevistas rupturas que quiebran la ajustada lógica de lo cotidiano. Inopinadamente, todo convulsiona y perfila horizontes hasta entonces impensados. O pensados en ese tiempo que configura “lugares sin peso ni sitio”, como nos decía Octavio Paz. El 15M fue uno de esos Acontecimientos que llegó y dibujó sonrisas en los rostros, pobló de gentes nuestras plazas e hizo de la acampada una aventura urbana. Multiplicó los encuentros, propició los debates, generó complicidades. Y se extinguió. A pesar de que, una y otra vez, nos empeñamos en repetir ese gesto, que en sus aniversarios volvíamos a poblar las plazas y calles, el Acontecimiento ya no estaba presente, su magia nos había abandonado.

En lo que sigue, quisiera atender a dos cuestiones, intensamente políticas, que, a mi modo de ver, resultan cruciales para abordar una política del Acontecimiento: su materialización y su desterritorialización.

Materializar el Acontecimiento

Sin ninguna duda, el 15M fue una fiesta de la participación. No solo las movilizaciones, sino las asambleas, talleres, debates, concitaron la presencia de miles de personas, muchas de las cuales no tenían experiencia alguna en procesos colectivos de participación. Al grito de “no nos representan”, las maneras asamblearias se impusieron, y, por la vía de la práctica, la idea de la toma de acuerdos por consenso comenzó a funcionar como si debiera ser la lógica implícita de una nueva forma de hacer política. El resultado práctico fue el bloqueo constante en la toma de decisiones, dada la imposibilidad de encontrar, en la mayoría de los casos y temas, posiciones unánimes, lo que fue erosionando la participación, ante la ineficacia de unas discusiones que se eternizaban. De este modo, el Acontecimiento difícilmente se materializaba en iniciativas o acuerdos y solo aparecía en todo su esplendor en el proceso de discusión y movilización.

La historia se manifiesta, intempestiva, a través de Acontecimientos: todo convulsiona y perfila horizontes hasta entonces impensados. O pensados en ese tiempo que configura “lugares sin peso ni sitio”, como nos decía Octavio Paz. El 15M fue uno de esos Acontecimientos.
Actuar de ese modo tenía su origen, desde mi punto de vista, en una posición filosófica teñida de idealismo e implicaba consecuencias muy problemáticas desde un punto de vista organizativo. Idealismo filosófico, pues exigir la unanimidad que acompaña al consenso implica partir, como lo hace toda la tradición filosófica idealista, de la idea de existencia de una naturaleza humana común que, trabajada racionalmente, nos debe llevar a adoptar un mismo punto de vista sobre la realidad. Nada más alejado de una analítica materialista de la diferencia, que es consciente de la singularidad de los sujetos y de su irreductible perspectivismo. De ese modo, lo que se presentaba como una propuesta avanzada, superadora de la lógica de mayorías y minorías, se convirtió en una dinámica de bloqueo que impedía, constantemente, la materialización de propuestas. Sin embargo, el problema, a mi juicio, no son, en sí, las mayorías y minorías, sino su cristalización, el hecho de que se constituya una misma mayoría que siempre se impone a una misma minoría. Pero cuando las mayorías y minorías son fluidas, heterogéneas, cuando se generan diferentemente en cada debate, no son sino la expresión de la riqueza y pluralidad de un movimiento que no debiera sentirse amenazado por la discrepancia, que no es sino expresión de nuestra diferencia constitutiva. Desde una perspectiva organizativa, el Acontecimiento no fue capaz de encontrar una forma que lo expresara adecuadamente, atrapado en un evidente problema: la apuesta por la asamblea como única forma capaz de exorcizar las dinámicas de representación que, con razón, se habían puesto en el punto de mira del movimiento, y la incapacidad de la misma para dar cuenta de su pluralidad al pretender, sin éxito, reconducirla en un acuerdo unánime. Un problema que, evidentemente, queda encima de la mesa y sobre el que es preciso reflexionar, no en vano la de la organización es una de las principales cuestiones políticas que el 15M deja abiertas.

Desterritorializar la organización

El 15M tuvo, sin duda, sus consecuencias organizativas. El malestar político del que fue efecto y que contribuyó a amplificar y sintonizar, estuvo en el origen de la aparición de Podemos, de las mareas, de los diferentes comunes, es decir, de experiencias políticas que querían recoger el hilo de indignación ciudadana para darle forma política, una nueva forma política. Fueron meses de efervescencia, de experimentación, de reuniones, de confluencias, de manifiestos, de encuentros que se imponían a los desencuentros históricos. Incluso en la mirada de los más experimentados militantes, un destello hablaba del deseo de confluencia. Y sin embargo…

Sin embargo, analizando el que sin duda ha sido el efecto político más potente del 15M, Podemos, es posible llegar a la conclusión de que, habiendo nacido al calor del Acontecimiento, su prematuro y acelerado envejecimiento le ha llevado a dejarse arrastrar por las inercias de formas caducas de hacer política. Podemos, que nació como reacción a las lógicas cupulares y jerárquicas de los partidos, que fue un grito ilusionado contra sus dinámicas sectarias y sus pugnas internas, se ha convertido en un partido al uso. No solo no ha sido capaz de recoger el espíritu del 15M sino que, en demasiadas ocasiones, se ha convertido en un obstáculo para procesos políticos de desborde ciudadano, privilegiando sus intereses de organización frente a los intereses sociales. El 15M exigía imaginación y audacia, capacidad para no dejarse reterritorializar en unas siglas, si acaso en un proyecto en constante proceso de redefinición. Los comunes entendieron mejor esa exigencia y ampliaron los procesos de convergencia, aunque su evolución ha puesto de manifiesto los límites de la participación ciudadana, dándose la paradoja de que iniciativas que querían apoyarse en una amplia participación ciudadana han acabado por convertirse en coto privado de sectores hipermilitantes.

Dada la imprevisibilidad del Acontecimiento, una respuesta a la altura de las circunstancias exige poner en juego esa imaginación instituyente de la que nos habló Castoriadis. Porque el Acontecimiento nace del pasado pero nos exige mirar a un futuro que aún está por escribir.

¿Y ahora, qué?

Hemos descrito un proceso circular, en el que la búsqueda de la participación vuelve a dejarla en manos de grupos profesionalizados o hipermilitantes y en el que la crítica de la representación cristaliza en organizaciones que se ajustan de nuevo a la forma partido. La materialización del Acontecimiento se ha realizado en un forma territorializada, como es el partido. ¿Una ocasión perdida?

Quién sabe. El 15M nos habla, una vez más, de una historia intempestiva, en la que el Acontecimiento sucede sin previo aviso. Si hemos aprendido esa lección, la de la imprevisibilidad del Acontecimiento, sabremos que se trata de estar preparados para el mismo, para darle una respuesta a la altura de las circunstancias. Lo cual exige abordar los problemas que deja abiertos, poner en juego esa imaginación instituyente de la que nos habló Castoriadis. Porque el Acontecimiento, aunque nace del pasado, nos exige mirar a un futuro que aún está por escribir.

Sobre este blog
La filosofía se sitúa en un contexto en el que el poder ha buscado imponerse incluso en los elementos más básicos de nuestro pensamiento, de nuestras subjetividades, expulsando así de nuestro campo de visión propuestas teóricas y prácticas diversas que no son peores ni menos interesantes sino ajenas o directamente contrarias a los intereses del sistema dominante.

En este blog trataremos de entender los acontecimientos del presente surcando –en ocasiones a contracorriente– la historia de la filosofía, con el objetivo de poner al descubierto los mecanismos que utiliza el poder para evitar cualquier tipo de cambio o de alternativa en la sociedad. Pero también de producir lo que Deleuze llamó líneas de fuga, movimientos concretos tanto del presente como del pasado que, escapando del espacio de influencia del poder, trazan caminos hacia otros mundos posibles.
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