Educación
Crecer con rabia

Madres de afrodescendientes se unen para encontrar estrategias contra el racismo en la escuela. En la adolescencia, el racismo se recrudece en otros escenarios y, debido a la acumulación de malestar, las reacciones en las víctimas se agudizan.

Las madres que batallan contra el racismo se sienten peleando en soledad contra un monstruo que muchos no reconocen. Saben que viven en un entorno que tiende a normalizar y a quitarle hierro a actitudes que para sus hijos e hijas son intolerables. Intentan reforzar su identidad, empoderarles. Observan su juego simbólico, sus relaciones sociales. Si están tristes, si baja su rendimiento escolar o si no quieren ir a clase, salta el piloto de alerta. Algunas han decidido unirse para explorar estrategias conjuntas. Bajo esta filosofía ya se han organizado dos encuentros sobre racismo en la escuelas de Madrid, amparados por la Asociación Antirracista de Madres de Afrodescendientes UKUAJI. En ellos, las madres han compartido sus experiencias, han desgranado qué es el acoso escolar, han elaborado un listado de indicadores para detectar racismo y han esbozado las primeras estrategias para combatirlo.

“Ya sabes, esta piel huele un poco mal” (una profesora). “Ya sabías que ibas a encontrar racismo” (una profesora). “A tu hija la van a llamar negra muchas veces, es normal entre niños” (directora de colegio). El acta de una de estas jornadas recoge estos ejemplos de experiencias vividas en el entorno escolar y que reflejan la impunidad con la que se tratan estos temas en muchos claustros. Como ejemplo de buenas prácticas hablan de las Comisiones de Diversidad, mecanismo que han activado algunas asociaciones de madres y padres de alumnos (AMPA) de colegios de Barcelona. Esta comisión hace revisiones del racismo en el centro tanto en las aulas como en la estructura y el programa de aprendizaje. Así, se analizan los referentes que aparecen en los libros de texto y se añaden materiales con referentes diversos. El objetivo es que los niños crezcan en un entorno diverso y que esa diversidad genere respeto y tolerancia para que la rabia no sea una compañera en su aprendizaje.

Panorama racismo en las aulas Entrevistas Álvaro Madre hijos
Ana tiene dos hijos afrodescendientes de 13 y 15 años. Sus hijos llevan sufriendo racismo en la escuela desde los 6 años. Álvaro Minguito

Ana es una de estas madres que hoy buscan herramientas para luchar contra el racismo, ahora en la adolescencia. “Tengo dos hijos afrodescendientes de 13 y 15 años. Mis hijos han sufrido racismo en la escuela desde los 6 años”, cuenta Ana en un encuentro informal de madres de adolescentes al que asiste El Salto. Sus hijas e hijos han sufrido un pesado estigma en la escuela por su color de piel y hoy padecen las consecuencias en otros ambientes.

Ana explica que en el recreo una niña mandó a su hija a que se fuera a su país. Le decían que su culo era de silicona y que sus rastas eran chorizos. “Para el colegio todo quedó como una cosa de niños. Nunca se abrió un protocolo”, recuerda Ana. “Hoy mi hija sufre acoso callejero. Los hombres en el barrio siempre que va sola le dicen cosas, la persiguen, y no se siente segura en la calle como mujer, y como mujer negra tampoco”, relata Ana, quien señala que su hija es considerada a ojos de los hombres como un objeto exótico.

Además de en el entorno escolar, Ana ha tenido que poner el foco en las actividades extraescolares. “Últimamente mi hijo ha sufrido racismo en una escuela de fútbol de Usera, donde ha habido comportamientos racistas hacia cuatro niños afrodescendientes. Han sufrido insultos muy graves por sus rasgos y por su color”, prosigue Ana. “El compañero de mi hijo, afrocolombiano, estaba muy ofendido y su padre le dijo que se defendiera, puesto que el entrenador no hacia nada. El niño afrocolombiano pegó al niño racista y, al final, el niño que fue víctima fue expulsado del equipo de fútbol”, explica, tras lo que señala que aún sigue esperando una respuesta del entrenador. “Señalé los insultos, pero no creyó en mi palabra y me dijo que tenía que investigarlo”.

Educación
Racismo en la escuela: asignatura pendiente

El bullying relacionado con el color de piel aumenta en las estadísticas mientras en los colegios se sigue minimizando. La ausencia de protocolos específicos hace más dura la batalla de madres, hijos e hijas que sufren este acoso.

Este tipo de situaciones, en las que se acaba por condenar a la víctima por su respuesta, son frecuentes. “Cuando son pequeños, saben que les molestan las cosas que les dicen, pero no las comprenden en su magnitud. Te molesta que te digan negro o que te toquen el pelo. Cuando esto continúa, el malestar aumenta, y este malestar a veces acaba por convertirles en agresores”, expone Lila Parrondo, psicóloga y coordinadora de Adoptantis. “A medida que crecen se dan cuenta que les están dejando de lado, cuando son más mayores ya saben lo que es el racismo. Hay quien contesta con la palabra y hay quien contesta con el gesto”, avisa Parrondo, quien alerta sobre la importancia de la actitud que tomen los adultos para frenar estas situaciones, ya que “si no hay reacción y se deja pasar, el que discrimina se hace cada vez más fuerte” y la víctima “siente cada vez más rabia”.

Así lo confirman Tania y María, otras dos madres de afrodescendientes adolescentes que asisten al encuentro con una pesada mochila de vivencias. “Mi hijo, que tiene 16 años, en la actualidad está en una situación de riesgo, se ha refugiado en pandillas. Ante las agresiones ya responde con mucho más impulso, mucha más rabia. Ha acumulado mucha rabia y al final ha estallado. Donde él ahora mismo encuentra protección es entre iguales”, se lamenta María.

Panorama racismo en las aulas Entrevistas Álvaro niño futbol
En la foto el hijo de Ana, que ha sufrido ataques racistas en su equipo de fútbol Álvaro Minguito

Racismo institucional y extrema derecha

Tania añade otro ingrediente a la ecuación: el racismo institucional. “El problema se agrava cuando empiezan a salir solos. Ahí es cuando viene el acoso de la policía”, asegura esta madre. “Si mi hijo está con sus amigos en el parque y viene la policía a hacer cualquier tipo de control, pueden registrar a todos, pero a mi hijo más. A mi hijo se le aparta, se le dice que tiene que quitarse los calcetines. Si no lleva el DNI encima porque se le ha olvidado, a pesar de mandar nosotros los datos, puede acabar en comisaría”, relata. Tania se lamenta de que su hijo “ha tenido que vivir siempre en estado de alerta. Y eso mina mucho tu autoestima. Eres el apartado siempre, eres el diferente”, concluye.

Esta madre cuenta que su hijo ha sido agredido en el instituto por el profesor de música, que le dijo que “debería estar en su país subiéndose a los árboles”. “Reclamé y lo único que conseguí es que el profesor no volviera a dar clases de música. Sigo esperando una respuesta desde [la Consejería de] Educación y hace ya tres años de esto”, se queja. “Cuando denuncias, las represalias no van hacia ti como adulto, sino que van al niño o niña. Entonces, al final, lo cambias de colegio o de instituto y, además, sin apoyo, porque, cuando he querido denunciar la actitud de un profesor, yo no he recibido apoyo de ningún padre ni del AMPA”, se queja.

Las madres miran con incertidumbre el futuro, y más si en el horizonte vislumbran el auge de la extrema derecha. El hijo de Tania, que hoy tiene 17 años, ya ha pasado una noche en el calabozo acusado de delitos de odio por un altercado con militantes de Vox. “Mi hijo estaba sentado con un amigo. Pasaron varios militantes de Vox con la bandera de España riéndose. Pasaron varias veces hasta que les preguntaron qué hacían por ahí con tanta risa”, detalla Tania. “Venimos de buen rollo, no te agobies, nosotros tenemos un negrata como tú en el partido”, respondieron los militantes ultraderechistas, según el testimonio de Tania. “Mi hijo reaccionó. Les llamó racistas y les dijo que se fueran de allí”.

Al día siguiente, el hijo de Tania descansaba en el mismo banco en compañía de su amigo. De repente apareció una pareja de policías acompañados de uno de los militantes. “Identificaron a mi hijo y a su amigo y quedaron detenidos por un presunto delito de odio. Se los llevaron directamente y mi hijo pasó una noche entera en el calabozo”. Los militantes de Vox afirmaban que les habían llamado racistas, fascistas y maricones, y que habían pisoteado la bandera de España. El caso acaba de ser archivado, pero el miedo en el cuerpo no prescribe tan rápido. “Esto es lo que nos espera”, expresa Tania mirando al horizonte mientras Ana, María y el resto de madres hacen piña para que ningún afrodescendiente más vuelva a crecer con rabia. 

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