Editorial
Cabanyal Zona Zero

Cada vegada són més les veus que reclamen el nostre dret a gaudir d’un país amb un turisme sostenible i menys nociu per a la nostra realitat física i social.

Cabanyal
Penúltima casa, ja desapareguda, al solar del Clot. En l’actualitat, horts urbans han substituït per un verger l’abocador en què l’havia convertit el Partit Popular. Sergi Tarín
23 jul 2018 12:54

El Cabanyal és un barri peculiar. Està situat en el front marítim de la ciutat, pròxim al port de València i a les dues universitats públiques valencianes ubicades en l’avinguda dels Tarongers. És un dels barris més actius socialment, amb un alt nivell de participació i associacionisme. És reconeguda l’activitat d’agrupacions musicals, associacions veïnals, plataformes reivindicatives, col·lectius socials, associacions falleres, col·lectius relacionats amb la Setmana Santa Marinera, etc., que li proporcionen un contrastat dinamisme social.

Forma part dels Poblats Marítims i comptava amb unes dues-centes barraques en el segle XVIII. Després de l’incendi de 1796 va adquirir, a poc a poc, una planta urbanística ortogonal, reticular, avui una singularitat espacial; cases amb elements artesanals i vistosos com el trencadís, taulells trencats enfilats amb guix i de colors vius, formant figures geomètriques a l’estil modernista.

En l’època de Rita Barberá, el Cabanyal es va convertir en el gra incòmode del model de ciutat de grans infraestructures: Copa Amèrica, Fórmula 1, Ciutat de les Arts i de les Ciències, la “grandesa” inútil de Calatrava... gens semblava impossible per a l’ambició de Rita, fins que va topar amb la resistència a ampliar l’avinguda Blasco Ibañez.

Els plans de la difunta exalcaldessa passaven per derrocar la majoria de cases en el que es va conèixer com a Zona Zero. Va crear una empresa municipal, Plan Cabañal, que va començar a comprar immobles en un barri que mostrava signes de deterioració social i econòmica. L’estratègia de Rita va xocar frontalment amb el teixit associatiu del barri, que des de la mobilització, va aconseguir arrancar, en el 2009, una ordre ministerial que paralitzava qualsevol enderrocament en el barri en haver sigut declarat Bé d’Interés Cultural en 1993. Anys de lluita i resistència per conservar l’essència arquitectònica del barri van donar els seus fruits.

En l’actualitat el barri presenta millores visibles. S’ha connectat amb la ciutat —i la ciutat amb ell— i s’han reurbanitzat les zones abandonades a la deterioració durant l’època del PP. Encara que no ha perdut del tot la seua idiosincràsia, el barri rescatat, no obstant això, s’enfronta a dos reptes per la seua privilegiada situació: la gentrificació i la turistificació. La gentrificació és el procés mitjançant el qual els habitants originals d’un districte són gradualment desplaçats. Primer va arribar l’onada de joves atrets per lloguers barats i una vida bohèmia en el barri, que va portar amb si nous negocis i locals, que al seu torn van atraure gradualment a persones de major capacitat adquisitiva. La turistificació, més recent, té a veure amb la proliferació d’apartaments turístics i negocis orientats al turisme, que comencen a desplaçar tant als agents gentrificadors com a la població originària del barri. 

El turisme és la principal indústria d’aquest país, i emparat en eixa posició, les nostres institucions han permés que reordene i/o destruïsca els entorns tradicionals. Tant a nivell ecològic –en el cas de les poblacions costaneres que han multiplicat les seues edificacions destruint el paisatge litoral– com a social –creant una pressió a l’alça en els preus de l’habitatge i generant grans borses de treball precari i estacional–, el tradicional model de turisme té impactes negatius i, segons sembla, irreversibles. Cada vegada són més les veus que reclamen el nostre dret a gaudir d’un país amb un turisme sostenible i menys nociu per a la nostra realitat física i social. Eixa partida és la que s’està jugant ara en el Cabanyal.

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