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Ecologismo
Es la hora de lo verde
Los magníficos resultados de la coalición entre Más Madrid y Verdes Equo en las recientes elecciones en la comunidad de Madrid son, entre otras cosas, fruto del trabajo constante que muchas personas vienen haciendo desde la ecología política. Eso que de forma popular se denomina “lo verde”.
El 5 de junio se cumplen diez años de la fundación de Verdes Equo que, a su vez, nace de la unión de una miríada de pequeños partidos ecologistas que llevaban trabajando en España unos cuantos años y de muchas otras personas que, sin militar en ninguno, también estaban en esa clave política.
La elecciones en Madrid se dan en el contexto de ola verde que recorre Europa, que ha llevado a los verdes al gobierno en muchos países y regiones y que ahora puede aupar a los verdes alemanes a la Cancillería. Ola que también está movilizando a muchas personas en favor del clima, especialmente a la juventud.
La ecología política es, en último término, una nueva propuesta de sentido para las personas y sus relaciones sociales que centra su crítica al actual modelo al señalar, precisamente, el sinsentido que este nos propone
Todos estos acontecimientos están poniendo lo verde en el foco de la atención mediática y del análisis político. Con este artículo, queremos contribuir a enfocar mejor, señalando algunas de las claves esenciales que aporta la ecología política en este momento clave de la historia, por qué creemos que ha llegado la hora de lo verde, y por qué seguimos trabajando para ello.
La ecología política es, en último término, una nueva propuesta de sentido para las personas y sus relaciones sociales que centra su crítica al actual modelo al señalar, precisamente, el sinsentido que este nos propone. Se trata de una crítica radical al modelo completo, no solamente a alguna de sus consecuencias, es una propuesta alternativa, una enmienda a la totalidad.
Una propuesta de sentido que comprende lo humano desde la fragilidad y la vulnerabilidad. Nacemos vulnerables, hiperdependientes, a lo largo de la vida nadie está exento de riesgos vitales de mayor o menor severidad y, si todo transcurre según lo esperable, terminaremos nuestros días de nuevo vulnerables y dependientes. Somos seres con necesidad de cuidados y con la capacidad de procurarlos. Una imagen diametralmente opuesta a aquella que nos dibuja como seres autosuficientes, reflejada en aquel axioma de “yo me he hecho a mí mismo, y no le debo nada a nadie”.
Así, la vida y su cuidado se tornan el centro de atención de las propuestas de la ecología política. La vida de todas y cada una de las personas que habitamos el planeta, lo que lleva a la necesidad de replantear el modelo de la “igualdad de oportunidades”. Vivir no tiene por meta llegar el primero a algún lugar en una carrera. Nadie llega a donde está solo, ni fundamentalmente por méritos propios. No; vivir es otra cosa. Se trata entonces de construir un modelo de “diversidad de integraciones”, tantas como da de sí la pluralidad humana y todas ellas, eso sí, en condiciones de dignidad material y relacional.
La hora de lo verde es la hora de reinventar el sentido a la vida, de volver a hablar de la felicidad, que no debe ser una utopia postergada sino una realidad concretada y experimentable
Nuestro modelo actual concibe la niñez y la juventud como la etapa de preparación para la vida adulta, que se convierte en el momento para trabajar y acumular cosas y dinero para poder disfrutar de una vejez, que en la práctica termina socialmente arrinconada por improductiva y dependiente. Todo un sinsentido que experimenta quien resulta integrado además de otro peor que sufren quienes no lo logran.
Vivir debería significar otra cosa, desarrollarse de manera integral para ir siendo lo más importante que podemos llegar a ser: personas. Ir transitando por las diversas etapas del crecer, disfrutando a tope de las posibilidades de cada una de ellas, que incluyen pero no se agotan en la preparación para la siguiente.
El modelo educativo, de organización del trabajo, de disfrute de la vejez y el modelo de ocio que subyacen en la ecología política suponen una vuelta de calcetín sobre la propuesta imperante. Así, un modelo educativo centrado en la persona y sus potencialidades y no en la demanda del mercado de trabajo: un empleo repartido verde y de cuidados; una renta básica que permita el desarrollo de las actividades no rentables; un envejecimiento activo y protagonista, con unos cuidados humanizados; y un ocio participativo, en el que somos actores y no espectadores, creadores y no consumidores… se convierten en la necesaria novedad política.
Hacer políticas verdes supone también comprendernos de manera inseparable como individuos en relación. La condición humana no se entiende bien si se exacerban alguno de estos dos polos. Lo individual y lo colectivo son dos caras de la misma y única moneda. Y esa relación que nos define llega más allá de las fronteras de lo social. Somos seres en relación con otros seres vivos, que juntos habitamos una misma casa (un planeta) que no nos pertenece, al contrario, pertenecemos a él.La ecología política ofrece entonces una visión novedosa de lo social, al comprender que no se puede elegir entre lo individual y lo social, lo que implica un reposicionamiento radical en muchos de los debates tradicionales que hoy polarizan la vida política. Otorgando un papel central a la recreación de los vínculos y las prácticas de tipo comunitario, en el marco de la sostenibilidad.
La hora de lo verde es la hora de reinventar el sentido a la vida, de volver a hablar de la felicidad, que no debe ser una utopia postergada sino una realidad concretada y experimentable. Es tiempo de poner lo humano, lo de todas y lo de cada una a la vez, en el centro de la práctica política y económica. No se trata, en definitiva, de miedo al apocalipsis climático y de recursos, sino de evitarlo con la vista puesta en una sociedad mejor para todas, más justa, más verde, más feminista… una sociedad y un plantea a escala humana.