¿Qué le pasa a la izquierda extremeña?
Víctor Casco: "En Extremadura, el régimen del 83 nunca ha estado en crisis"

Desde El Salto Extremadura creemos en la necesidad de construir espacios para una discusión serena, rigurosa y propositiva sobre las cuestiones que, a nuestro juicio, organizan la realidad extremeña tal y como se da en el presente. Con este objetivo, lanzamos un primer espacio de reflexión en torno a la pregunta “¿Qué le pasa a la izquierda extremeña?”, una sección que se extenderá desde el presente mes de noviembre hasta las puertas de la próxima cita electoral, allá por mayo del año próximo.

Estrenamos sección con la opinión de Víctor M. Casco, ex diputado de Izquierda Unida en la Asamblea de Extremadura y activista por los derechos de las personas LGBTI. 

¿Qué fue, en Extremadura, de la oportunidad de cambio que se vislumbró a partir de 2011? ¿Puede hablarse de una crisis orgánica del Régimen extremeño del 83, o solo de una reconfiguración del sistema regional de partidos?
Comencemos por responder a la segunda pregunta, que nos permite establecer los cimientos que expliquen –lo adelanto ya– el fracaso de la oportunidad de cambio que se abrió en 2011. También es importante que las legislaturas VIII y IX (la actual) puedan analizarse en paralelo, obteniendo así la perspectiva del contexto, de las debilidades y fortalezas para levantar un movimiento alternativo y popular y tal vez poder enfrentarte a la gran pregunta: “¿qué hacer?”.

En Extremadura, el régimen del 83 nunca ha estado en crisis y el sistema de partidos –con dos grandes partidos– se ha mantenido inalterable. Pensemos en el Congreso, donde el régimen tradicional sustentado en la alternancia entre Partido Socialista y Partido Popular perdió la mayoría y, por primera vez desde 1982, PP y PSOE no llegaban a sumar el 51% de los sufragios, aunque sí los escaños por el reparto provincial de estos. Entre 1982 y 2012 el bipartidismo siempre ha cosechado entre el 70 y el 80% de los votos populares. Añadamos, además, que candidaturas del cambio lograron hacerse con las alcaldías de grandes ayuntamientos: Madrid, Barcelona, Valencia, Cádiz, A Coruña… Unas alcaldías que pueden servir para proyectar otra forma radicalmente distinta de hacer política. “Pueden”, repito.

En nuestra tierra, sin embargo, la suma de los votos del PP y del PSOE supera de largo el 70% y todas las ciudades medianas y grandes están en manos de alcaldes del PP o del PSOE. No hay, pues, ninguna estructura de poder alternativo que enfrentar al modelo bipartidista, aunque sí puedan traerse a colación la experiencia de algunos pequeños municipios; pero esos reductos, por mucho que queramos amplificar la épica, tienen un impacto limitado en el imaginario popular.

Solo en tres ocasiones el Parlamento Extremeño ha carecido de un partido con mayoría absoluta: en la IV Legislatura (1995-1999), en la VIII (2011-2015) y en la presente, la IX (2015). Solo en una de esas ocasiones el Partido Socialista no era el mayoritario, en la VIII cuando el Partido Popular se alzó con 32 diputados. En la IV, frente a Ibarra había 6 diputados de IU. En la VIII, con Monago, nos sentamos 3 diputados y en la IX con Vara hay 6 diputados de Podemos. Esa es la horquilla: 3/6 frente a 30/32 diputados. Compárese con el Congreso: 71 diputados de Unidos-Podemos-Compromís y 84 del Partido Socialista.

Cuando el Partido Socialista pierde la mayoría, las fuerzas alternativas deben decidir si lo sustenta o lo derriba, si “gestiona” para beneficio de la mayoría social o “construye contrapoder”, o si intenta una difícil conjugación de las dos: gestión y contrapoder

Y otro dato más: el resultado de la gestión de esa ausencia de mayorías absolutas se saldó con el fracaso, la ruptura y la crisis de las fuerzas de izquierdas que las gestionaron. El grupo parlamentario de IU se rompió en 1998 con dos diputados adscritos a Nueva Izquierda que ingresaron en el grupo mixto e IU perdió 3 diputados en las siguientes elecciones; y la VIII legislatura fue convulsa para IU en todos los escenarios: enfrentamientos, disensos graves con las asambleas de Cáceres, Plasencia y Badajoz y desaparición final del hemiciclo. ¿Qué hicimos mal desde 2011?

El escenario se repite: cuando el Partido Socialista pierde la mayoría, las fuerzas alternativas deben decidir si lo sustentan o lo derriban, si “gestiona” para beneficio de la mayoría social o “construye contrapoder”, o si intenta una difícil conjugación de las dos: gestión y contrapoder, con un pie en la Asamblea y el otro en la calle, decía Manuel Cañada. Y enfrente está un régimen sustentado en una eficaz red clientelar, medios de comunicación dóciles, asociaciones verticales afectas a la Junta y su titular y caciquismos variados.

Manuel Cañada, Teresa Rejas, Ricardo Sosa o José Antonio González “Pai” pueden contar –y mucho– qué les costó, en todas las dimensiones que tenemos como personas (lo político, lo íntimo, lo social…), intentar crear un contrapoder frente a Ibarra. Fue dramático. La lucha contra la refinería, uno de los grandes triunfos logrados en esta tierra por la gente frente al poder, aunque triunfo, se saldó –y conviene retenerlo– con activistas literalmente destrozados. Esa es la cara del contrapoder. Es duro. Es necesario.

Y luego está la cruz de la gestión. Pactar los presupuestos. Dejar que alguien gobierne. IU vivió una auténtica revolución en 2011 cuando las asambleas locales dijeron “es el momento de poner fin al ibarrismo” (gobernaba Vara, pero la sombra de Ibarra y los pilares de sus estructuras políticas y económicas, desde la relación con los principales sindicatos y la patronal hasta las cajas de ahorro) era y sigue siendo larga. La gestión de aquella revolución desde abajo no pudo ser, debo reconocerlo, más alocada.

Se cayó, y de qué forma, en la trampa de que se puede gestionar y controlar… con 3 diputados. También el poder intenta atraparte en sus redes institucionales y simbólicas: te convence de “lo que es posible y lo que no” y te seduce con lo que yo he llamado el salario emocional, al que no solemos prestar atención y es un error: el tratamiento, los rituales, la sensación de la importancia. No es solo cobrar 2.000 euros en una tierra donde el 45% de los extremeños viven con menos de 700 euros al mes. Es que, además, te llaman “ilustrísima”.

¿Qué balance haces de la acción de la izquierda social, política y cultural extremeña en esta legislatura 2015-2019 que ahora concluye?
Como decía, podemos establecer una comparación entre la VIII legislatura y la IX. Porque se repiten errores. El primero, la trampa de la gestión.

Que tengamos que pactar un presupuesto enmendándolo con unas pocas partidas  es un síntoma de enorme limitación en nuestra capacidad de hacer cambiar las cosas

Que tengamos que pactar un presupuesto enmendándolo con unas pocas partidas –aunque sean importantes para algunas causas concretas– es un síntoma de enorme limitación en nuestra capacidad de hacer cambiar las cosas. Lo peor es la épica con la que intentamos disfrazar esa impotencia. Lo hicimos entre 2011 y 2015 y se hace ahora. Hacemos redoblar las campanas del triunfo cuando solo estamos aspirando a cambiar de cantidades un 1 o un 3% de un presupuesto de 5.000 mil millones de euros. Podemos crear una Renta Básica o pretender dotarla con 100 millones, pero fuimos incapaces de hacer que esa renta se convirtiera en una plataforma de lucha de la gente corriente y de concienciación.

En los Presupuestos de 1998 IU intentó algo sorprendente: pactó un Plan de Empleo Social (que aún sigue vigente, por cierto) pero lo hizo pensando en crear contrapoder. Antes del acuerdo fueron manifestaciones y marchas, una de ellas duró una semana. Obtenido el acuerdo, fueron la creación de asambleas de parados en las principales ciudades para exigir a los ayuntamientos que se adscribieran al Plan. Los desempleados, los empobrecidos, los precarizados se organizaban, creaban sus propias estructuras para gestionar un acuerdo alcanzado en un Parlamento. Las inercias de las asambleas locales de IU –también presas en la ilusión de la gestión municipal-, la enorme debilidad de los colectivos sociales extremeños, el agotamiento y el cansancio y la reacción de Ibarra junto a los dos grandes sindicatos extremeños, cercenaron esa ventana de posibilidad.

Digámoslo también y no nos engañemos: el papel de los dos grandes sindicatos, CCOO y UGT y de una pléyade de colectivos subvencionados, que han funcionado como correa de transmisión de la Junta de Extremadura, ha sido determinante para que en Extremadura no cuaje una posibilidad de cambio articulada en torno a una izquierda social, política y económica en Extremadura.

El balance final: Podemos no ha sido capaz de trascender a la Asamblea de Extremadura (aunque el papel individual de cada uno de sus diputados intentando crear buenas leyes y abriendo las ventanas de la institución deba destacarse y agradecerse, así como ejemplos concretos de dignidad personal y honestidad, de valentía frente al régimen de poder) ni crear estructuras alternativas, movilización social, redes de solidaridad y la izquierda social y cultural extremeña sigue siendo débil. Muy débil.

No es fácil. También lo apunto, para no ser injusto. Y lo dominante hasta ahora ha sido siempre el fracaso de los intentos de cercenar el régimen de poder en Extremadura.

¿Ves deseable y posible la unidad de la izquierda transformadora y los actores de cambio en Extremadura? ¿Qué desafíos les aguardan en el medio plazo del próximo cuatrienio, y qué estructuras y estrategias necesitaría desarrollar para enfrentarlos con éxito?
Frente a 2015, en las próximas elecciones no puede haber una pléyade de opciones de cambio distintas y en confrontación. No puede volver a darse que tres candidaturas alternativas compitan en las elecciones municipales de Cáceres o Badajoz, que Podemos, IU o Extremeños intenten el asalto por separado.

Hay que diseñar estructuras de contrapoder. Y pensar que los mejores militantes se agostan si los convertimos en ilustrísimos

Hay que crear marcos de diálogo entre todos los que forman parte de ese plural mundo de la izquierda transformadora extremeña, abandonando prejuicios, odios tribales (que existen) y acumulación de agravios. Sobre todo hay que crear marcos donde las listas y sus nombres a la Asamblea de Extremadura no sean el único debate ni tampoco el siempre socorrido argumento de “hablemos mejor del Programa” empleado usualmente para que los activistas discutan sobre el sexo de los ángeles (nuestras interminables discusiones sobre si ponemos economía autogestionada o estatalizada en el punto 4 de la sección 6 del manifiesto) mientras las cúpulas pactan la distribución de escaños fuera de escenario.

Hay que diseñar estructuras de contrapoder. Y pensar que los mejores militantes se agostan si los convertimos en “ilustrísimos” y hacemos girar toda la organización en torno al trabajo parlamentario en vez de activar asambleas, crear plataformas y colectivos o tejer redes.

Los desafíos siguen ahí: la engrasada maquinaria del clientelismo extremeño, los medios de comunicación regionales acríticos y dóciles, la ceguera de las cúpulas sindicales, la inercia y los miedos. Y nuestra acumulación de derrotas también está ahí para señalar los errores y los malos caminos. A veces, cuando no puedes contestar al ¿qué hacer? es conveniente enfrentarte al ¿qué no hacer? Al fin y al cabo, y por decirlo con las palabras de Antonio Machado en el Juan de Mairena: “a falta de una poda sabia y consciente, pudiera ser bueno el huracán”.

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#25733
9/11/2018 11:23

Da gusto leer a gente de la cultura y honradez de Víctor

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0
#25729
9/11/2018 10:26

Sus "ilustrísimas" efectivamente deberian pisar más la calle y estar menos en los despacho, que se van a poner mustios de darles el sol y el aire con tanto tiempo estar encerrados en despachos

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#25710
8/11/2018 17:28

Sería muy interesante conocer y que se publicara esa experiencia que se cita de algunas localidades extremeñas donde gobiernan candidaturas transformadores o de cambio

10
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#25709
8/11/2018 17:20

Una de las reflexiones más lucidas e inteligentes que he leído últimamente sobre la realidad de la izquierda en Extremadura. Aquí esta todo dicho sobre que hemos de hacer para no caer en los errores de siempre, ahora quizás queda lo más complicado, ser generoso y llevarlo a la práctica

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