Culturas
Sandra Cendal, editora: “No miramos lo que hacen las grandes editoriales porque no jugamos en esa liga”

La editora de Continta me tienes habla de los diez años de la colección ‘(h)amor’, de consolidarse como editorial desde los márgenes y del “tsunami” que viene de la mano del fascismo.
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Sandra Cendal, una de las dos editoras a los mandos de Continta me tienes. Álvaro Minguito

Sandra Cendal (Madrid, 1983) es licenciada en Humanidades por la Universidad Carlos III de Madrid y una de las dos mujeres a los mandos de la editorial Continta me tienes, una casa que ha logrado lo que todas las editoriales independientes desean y no tantas consiguen: consolidarse sin abandonar los márgenes. El Salto conversa con Cendal con el motivo del décimo aniversario de la colección (h)amor, que se convierte en decálogo con su (h)amor10 bi(y)bollo (2025).

Los (h)amores han conseguido hacerse un hueco en las estanterías de miles de personas a base de convertirse en “una ventana a un momento en el que pensar juntas lo relacional-afectivo, que no deja de ser cómo estamos políticamente en el mundo”. El amor lo escriben en minúscula y con hache para “desacralizar” un concepto que da dolor de cabeza a muchas y el paréntesis lo añaden como “espacio de lucha donde poder encontrarnos las que estamos en los márgenes”.

Continta se ha consolidado sin salir de los márgenes ni mirar lo que hacen las editoriales más grandes —ni siquiera son competencia porque juegan “en otra liga”, dice Cendal—. También se desmarcan de las grandes casas, cuyo objetivo es copar el mercado con cuantos más títulos mejor, en que aspiran a reducir el número de publicaciones para que “los cuidados y la conciliación sean posibles”.

Cendal defiende que la izquierda necesita editoriales propias que hagan “fundamentalmente” de punto de encuentro. Preguntada por si los textos reposados pueden ser una forma de combatir el fascismo que viene a lomos del ‘trumpismo discursivo’ y su aceleración del discurso, responde que la pelota está en el tejado de los medios de comunicación. “Los proyectos pequeños tampoco tenemos que arrogarnos ser punta de lanza de nada. Nosotras trabajamos para nuestra comunidad”, asevera la editora.

Lo primero de todo: felicidades por este décimo número de (h)amor y por los diez años en los que habéis conseguido sacar adelante una colección tan particular como esta dentro del panorama tan precario de las editoriales pequeñas. ¿Cómo ha ido cambiando la idea que teníais de la colección (h)amor a lo largo de este decenio?
El primer volumen de (h)amor surge sin pensarlo. Nos dimos cuenta de que queríamos hablar de aquello que conocíamos y que en 2015 empezaba a ser un tema en medios afines como Píkara Magazine o Diagonal: las relaciones sexoafectivas que se salían de los marcos más cisheteronormativos.

Y un (h)amor llevó al otro. Nos dimos cuenta de que el primero funcionaba y así surgió el segundo. Esos dos primeros fueron más genéricos, luego vimos que podíamos crear subtemas: [(h)amor] los celos y las culpas, el (h)amor propio o el (h)amor trans. En dos ocasiones pedimos coordinaciones a gente que creíamos que estaba mucho más legitimada: el (h)amor gordo lo coordinó Tatiana Romero y el (h)amor trans, Lucas Platero.

Así ha ido creciendo. Al final, son más de cien autoras compiladas y, sin tener ninguna pretensión enciclopédica, sí creo que es una ventana a un momento muy concreto en el que pensar juntas lo relacional-afectivo, que al final no deja de ser cómo estamos políticamente en el mundo.

Seguro que te lo preguntan mucho, pero no puedo evitar lanzarme: ¿Por qué amor en minúscula y con hache?
Y con paréntesis. Era una manera de desacralizar la idea del amor con mayúsculas, que no deja de ser supercapitalista y, al menos para quienes hemos sido educadas en determinados contextos, nos remitía a las opresiones que tenían que ver con el amor romántico y, por ende, heteropatriarcal. La hache también era un juego y ha dado lugar a muchas interpretaciones; hay gente que dice jamor [pronuncia la jota aspirada].

El paréntesis también nos parecía un espacio de lucha donde poder encontrarnos muchas que siempre estamos en los márgenes. Una forma de crear un espacio donde pudiéramos dialogar.

En 2021, te entrevistó Tatiana Romero para Feminopraxis y dijiste que, en ese momento en el que estabais por el (h)amor7, pensabais terminar la colección con el décimo para que fuera un decálogo, pero me has dicho que habrá un (h)amor11.
Es que nos hacemos trampas a nosotras mismas todo el rato. No solo me lo ha recordado Tatiana, sino que ha habido otras personas que me han dicho “pero ¿no ibais a acabar en el diez?”. Y sí, esa era la idea. Pero también hemos encontrado que el (h)amor es un lugar donde pueden interseccionar cuestiones que nos siguen interesando. El (h)amor es universal, es una excusa para cruzar temas supercontemporáneos que nos están atravesando a muchas, así que no te puedo decir “vamos a acabar en el 15, vamos a acabar en el 20”. Acabaremos cuando consideremos que no hay más temas, pero hoy es raro cuando no me llega una propuesta para un nuevo (h)amor porque todo el mundo entiende que el (h)amor es ese lugar de encuentro y de conversación posible.

Sandra Cendal - 2
Sandra Cendal muestra un tatuaje con el título de la colección: '(h)amor' Álvaro Minguito

Sobre el (h)amor10, me llamó mucho la atención la grafía que habéis utilizado, la de bi(y)bollo. ¿Por qué habéis usado esa?
Ahí hay una reivindicación política. De nuevo, para mí el paréntesis es una forma simbólica, un lugar donde encontrarnos. En los últimos tiempos hay cierta pretensión de dividirnos dentro del movimiento [queer]. También se ha hecho con las personas bisexuales y las personas bolleras, como si tuviéramos una enemistad o nuestras luchas fueran distintas. Dando por supuesto que cada lucha tiene sus particularidades, poner esa Y copulativa y unirnos me parecía, por una parte, respetar nuestras diferencias (entender que hay personas bisexuales y personas bolleras y que no son necesariamente lo mismo) y, por otra parte, dar ese espacio de comunión, de hermanación.

Estaba pensando en los debates que ha habido últimamente respecto a cómo nombrar esta conjunción. “Bibollo” es una opción; otras personas dicen que en “bollo” caben directamente las bi. Ha habido una gran eclosión de colectivos bi en los últimos tiempos. ¿Habríais publicado este libro con esta grafía concreta y que visibiliza tanto lo bisexual hace tres, cinco años?
Probablemente no, porque los (h)amores van superpegados a nuestro tiempo. Probablemente, hace cinco años habríamos hecho un (h)amor bollo porque yo soy bollera, mi socia es bollera…

La comunidad bisexual nos está llamando la atención desde hace unos años porque han sufrido una serie de presiones por parte del colectivo que hay que poner sobre la mesa

Pero a mí me parecería un error epistemológico no considerar que la comunidad bisexual, desde hace unos años, nos está llamando la atención con toda la legitimidad del mundo porque han sufrido una serie de presiones por parte del colectivo y particularmente por parte de las mujeres bolleras que hay que poner encima de la mesa. No para enquistar la herida, sino todo lo contrario: para poder establecer diálogos y crear alianzas. Esto lo pensábamos hace un par de años, pero quizá hace cinco años no hubiera sido así.

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LGTB Bifobia, el elefante en la habitación del colectivo LGTBIAQ+: “Sentía que no podía visibilizarme como bi”
El rechazo social bífobo hace que las personas bisexuales se sientan intrusas en espacios cuir y dificulta que socialicen con normalidad con otras personas disidentes de la cisheteronorma.

Te quería preguntar por Continta y por los inicios. Antes me decías que pasaron cinco o siete años hasta que os empezara a dar de comer la editorial…
De comer realmente diez, pero nos empezó a suponer una proporción significativa, como pagar el alquiler, en unos cinco o siete años.

Vale. Cuando empezasteis en el 2011, ¿sabíais ya de la precariedad del mundo editorial? ¿Os metisteis sabiendo eso?
Ten en cuenta que el 2011 era la continuación de una crisis económica y social importantísima que había habido en el 2008. Entonces, pensábamos que cuando no tienes nada, tampoco tienes mucho que perder. No éramos conscientes de la precariedad específica del sector editorial porque no teníamos ni idea del sector editorial. No conocíamos a nadie, ni a un editor, ni a una escritora… Lo más cercano era el mundo de las librerías, en el que yo sí había trabajado. Por ahí sí te dabas cuenta de que era un sector donde hacerse rica era bastante complicado, pero tampoco era esa nuestra visión.

Hasta que no tuvieses un catálogo, sabías que los beneficios de un libro se los iba a comer la producción del siguiente

Nos dimos cuenta bastante después y nos dimos cuenta también de que lo más difícil en el sector era permanecer y que esta era la clave. Si conseguías tener un catálogo —un fondo, que se llama—, a partir de ahí podías empezar a imaginar cosas. Pero hasta que no tuviese ese fondo, un libro se iba a comer a otro: los beneficios de un libro, en el caso de haberlos, se los iba a comer la producción del siguiente. Y los márgenes son escasos para las editoras, pero para quien son más jodidos en el sector es para las escritoras. Es una cosa de precariedad salvaje a no ser que seas una Almudena Grandes, que solo hubo una.

Entiendo que parte de esa precariedad está en que es muy difícil seguirle el ritmo a las grandes editoriales, que copan el mercado porque pueden lanzar, lanzar y lanzar libros y hacer promos muy grandes. Por lo que he contado, en 2024 sacasteis 11 libros. ¿Este es el número de títulos que os gustaría sacar? Idealmente, ¿publicaríais más o menos?
Nosotras hace ya algún tiempo supimos que nuestra liga es la que es: la de las editoriales pequeñas e independientes. En ese sentido, miramos bastante poco lo que hacen las grandes, porque realmente forman parte de otro sector. Ni siquiera es competencia porque nunca jugaremos en esa liga.

Hemos probado varias cosas. El número de títulos por año está en torno a diez; la idea es bajar a ocho. Creemos que eso es lo que está a la medida de nuestras posibilidades para que nuestra vida sea sostenible y también para que los cuidados y la conciliación sean posibles porque somos dos personas. Nuestro ideal sería quedarnos en ocho y es por lo que estamos trabajando.

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En la redacción de El Salto, Sandra Cendal asevera que un libro no puede competir con Twitter. Álvaro Minguito

El tema del número de libros y los ritmos me lleva a pensar en el ‘trumpismo discursivo’. Dentro de esta estrategia comunicativa de la extrema derecha está la técnica de “inundar la zona de mierda”: decir tantas cosas, tantas barbaridades, que no se puede reaccionar o analizar porque todo pasa demasiado rápido. ¿Se puede luchar contra esta aceleración impuesta por la extrema derecha promoviendo los libros y la reflexión pausada?
A mí me queda bastante lejos la solución para enfrentarnos al fascismo. Sí creo que los libros proponen un diálogo o una política —en el mejor de los casos, me refiero—, pero también hacen todo lo contrario.

Los proyectos pequeños tampoco tenemos que arrogarnos ser punta de lanza de nada. Nosotras estamos trabajando para nuestra comunidad y, en ese sentido, lo que hacemos es absolutamente coherente con la vida que llevamos y la energía que tenemos.

Si alguien puede ponerse cara a cara con gente como Trump, Milei o Abascal, son los medios de comunicación. Un libro jamás va a poder competir con Twitter

La lucha contra el fascismo es estructural y, si alguien puede ponerse cara a cara con gente como Trump, Milei o Abascal, son los medios de comunicación, que al final son el arma que esos gobiernos están utilizando: los medios y las redes. A nosotras nos queda todo esto muy lejos. Un libro jamás va a poder competir con Twitter. Sería del todo ingenuo e irresponsable pensar eso.

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Laura Camargo “Trump, igual que Ayuso, quiere que hablemos todo el rato de lo que dice y no de lo que hace”
La sociolingüista, analista de discurso y exdiputada por Podemos en Illes Balears publica el libro ‘Trumpismo discursivo’ en el que analiza las narrativas de la nueva internacional reaccionaria.

¿Necesitamos como izquierda editoriales propias?
Obviamente. Los colectivos y las minorías necesitamos espacios de debate, de reflexión y fundamentalmente de encuentro. Si eso da como resultado productos culturales, nos estaremos apropiando de las herramientas del amo y podremos derribar algo o por lo menos hacernos una casa donde cuando venga el tsunami estemos todas juntas.

¿Qué podemos esperar de Continta en 2025?
Cumplimos 14 años en el proyecto. Marina [Beloki] y yo pensamos que estamos entrando en la etapa de madurez del proyecto porque es la edad en la que estamos también nosotras. Estamos muy contentas porque lanzamos una nueva serie dentro de la colección La pasión de Mary Read, que es una serie de conversaciones que ya se inauguró en el 2024 con una conversación de Ursula K. Le Guin y Donna Haraway. Ahora, continúa con Sara Torres y Erika Lust.

También sacamos otra novedad de la serie Cuerpas; un ensayo a cuatro voces coordinado por Alicia Valdés que se llama La potencia afectiva.

Hacemos lo que como lectoras nos gustaría encontrarnos en la mesa de novedades, aun siendo honestas con que tenemos que vivir de esto

Seguimos haciendo lo que creemos que podemos hacer y, sobre todo, lo que como lectoras nos gustaría encontrarnos en la mesa de novedades. Siendo absolutamente honestas con que tenemos que vivir de esto y hay que hacer un equilibrio de lo que pide el mercado y lo que nosotras como lectoras querríamos.

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