Corrupción
De cómo ‘Diagonal’ destapó la corrupción de la exalcaldesa de Lasarte

En noviembre de 2006, ‘Diagonal’ destapaba la trama de corrupción que permitió a la exalcaldesa de Lasarte desviar fondos de cooperación destinados a la localidad nicaragüense de Somoto. Este es el relato de los entresijos de la investigación que supuso el principio del fin de la carrera política de Ana Urchueguía.
ana urchueguía
Ana Urchueguía en una reunión cuando era delegada del Gobierno vasco en Chile y Perú. Foto de Irekia

Corría el año 2006 y el periódico Diagonal (germen del actual El Salto) no llevaba ni dos años en las calles. Yo me encontraba en Nicaragua, con más entusiasmo que experiencia, dispuesto a vivir e informar del proceso electoral que, a la postre, llevaría al Frente Sandinista de Liberación Nacional y a Daniel Ortega a presidir, de nuevo, el país. Durante el tiempo que dediqué a realizar entrevistas y preparar un reportaje que publicaría posteriormente Diagonal, un compañero me habló de una residente en Somoto que quería contactar con algún medio de comunicación. Tenía información que, quizá, podría interesarnos. No me especificó de qué tipo.

Tras intercambiar varios correos, decidimos quedar. No podía ser en Somoto. No quería ser vista con ningún “forastero”. Decidimos vernos en Estelí, a medio camino entre Somoto y Masaya, donde yo me alojaba.

¿Sabíamos dónde nos metíamos? Probablemente no. Pero lo hicimos. La cosa apestaba

Al día siguiente de nuestro encuentro escribí a Martín Cuneo, mi contacto en Diagonal: la alcaldesa de Lasarte Ana Urchueguía, en complicidad —no solo política— con el alcalde de Somoto, estaba desviando fondos destinados a cooperación. Con ese dinero, había creado todo un entramado de empresas de su propiedad en el propio Somoto. Tenía documentación y un relato muy coherente de todo lo que estaba sucediendo. Tenía también contactos de gente que podía darnos más información. Todo ello facilitado por una persona que debía permanecer en el anonimato por temor a que hubiera represalias contra ella.

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Si mi experiencia en lo relativo al “periodismo político” era escasa, en lo relativo al periodismo de investigación era absolutamente nula. Los medios de que disponíamos para la realización de una investigación así eran, también, casi nulos. Mi conocimiento del país, lo mismo. ¿Sabíamos dónde nos metíamos? Probablemente no. Pero lo hicimos. La cosa apestaba.

Debía visitar Somoto, pero por mi cuenta. A nuestro contacto allí no podían verle conmigo. Conseguí alojarme en casa de unos cooperantes españoles que, por supuesto, no sabían a qué iba. La idea era que mi visita pasara desapercibida el mayor tiempo posible para poder hablar con el mayor número de gente posible antes de que se corriera la voz de que alguien estaba haciendo preguntas incómodas. Iba, en cualquier caso, a lo seguro (más o menos). Nuestro contacto ya sabía quién estaba dispuesto o dispuesta a hablar. Aunque tampoco podía ser en público y debían permanecer en el anonimato.

Los diarios de mayor tirada de Nicaragua confirmaron nuestra versión de lo que estaba sucediendo en Somoto

Recuerdo que uno de los informantes anduvo tres horas desde su comunidad para entrevistarse conmigo. Hablamos agazapados tras un muro, pendientes de que nadie nos viera juntos. En otro de los casos fui yo el que tuvo que desplazarse hasta su comunidad, sin poder avisar a la persona en cuestión, sin vehículo propio y sin transporte colectivo que llegara hasta allí. Tras localizar la comunidad y su casa, tuve que esperar horas a que volviera; mientras, se acercaba la noche, los mosquitos XXL hacían su aparición y yo no paraba de preguntarme cómo volvería a Somoto. Por poco me quedo tirado en mitad de los caminos. Aventuritas.

Cuando habían pasado como tres días, nuestro contacto me avisó por correo electrónico de que ya se había corrido la voz: había un periodista haciendo preguntas. Decidí salir pitando. Tenía suficientes testimonios y nadie iba a seguir hablando conmigo. Además, no sé si exageradamente, temía por mi seguridad.

La investigación sobre Ana Urchueguia y la trama de corrupción de Lasarte-Somoto fue publicada en el número 42 de Diagonal, el 23 de noviembre de 2006.
La investigación sobre Ana Urchueguia y la trama de corrupción de Lasarte-Somoto fue publicada en el número 42 de Diagonal, el 23 de noviembre de 2006. La exalcaldesa denunció al Diagonal por aquel artículo. Hasta 2011, nadie retomó el hilo. Archivo Diagonal

La publicación en Diagonal del primer reportaje en noviembre de 2006 tuvo una fuerte repercusión en el propio Lasarte y en los diarios de mayor tirada de Nicaragua, que confirmaron nuestra versión de lo que estaba sucediendo en Somoto. Diversos medios del Estado español comenzaron a mostrar interés por investigar a una de las, por entonces, más poderosas integrantes del PSE. Algunos, incluso, no tardarían en mandar algún “enviado especial” a la localidad nicaragüense. Las amenazas contra Diagonal y contra mí no tardaron en llegar. Posteriormente, Ana Urchueguía las ampliaría a la propia población de Somoto, tal y como mostró un vídeo grabado en julio de 2007 en dicha localidad que corrió como la pólvora.

“Les he puesto una querella por un millón de euros”, recuerdo que dijo Urchueguía. La redacción de Diagonal —y no digamos, yo mismo— se puso, obviamente, nerviosa. Si la cosa salía mal podía, incluso, suponer el final de un proyecto que significó un punto de inflexión en la prensa anticapitalista del Estado español. Y por un tema que, siendo sinceros, no era precisamente para lo que había nacido Diagonal. Día sí y día también escribía a Martín: “¿Ha llegado ya la demanda? ¿Qué dice el abogado?”. La supuesta demanda nunca nos fue notificada.

Yo había abandonado Nicaragua al día siguiente de la victoria del FSLN en dirección a Oaxaca, en donde la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) había sido duramente reprimida por los gobiernos estatal y federal tras seis meses en los que el movimiento había tomado la ciudad en respuesta a las políticas de muerte ejercidas por el PRI en la región. Pero había que defenderse de las acusaciones sacando a la luz nuevas informaciones.

Recuerdo que uno de los informantes anduvo tres horas desde su comunidad para entrevistarse conmigo. Hablamos agazapados tras un muro, pendientes de que nadie nos viera juntos

Si la redacción del primer artículo había sido más o menos sencilla dado que nuestro contacto nos lo había ya dado todo “mascadito”, la segunda supuso enormes quebraderos de cabeza. Por un lado, por no estar yo en Nicaragua. Pero por otro, por la dificultad a la hora de componer un relato veraz apoyado en afirmaciones de gente que no quería, por nada del mundo, salir del anonimato. Peor aún era el miedo a que nuestro contacto (bajo sospecha) sufriera algún tipo de represalia. El oscuro pasado de alguno de los implicados en la trama invitaba a pensar que cualquier cosa era posible. Los propios hechos no permitían bajar la guardia. Al contacto en Somoto le entraron en su casa en busca de documentación sobre el caso que pudiera tener escondida. La Policía, sin embargo, “perdió” la denuncia que interpuso tras avisarles de lo sucedido y visitar el lugar del allanamiento. El suceso no había dejado rastro alguno.

La paranoia (o la precaución, según se mire) se instaló en nosotros. Durante el intercambio de correos que permitieron sacar el segundo especial en la primera quincena de febrero de 2007, nos parecía que nuestras cuentas de correo electrónico habían sido hackeadas. Lejos de ser entendidos en sistemas de encriptación, ideamos un método “casero” de comunicación por claves.

Finalmente, pudimos (tras una nota editorial de Diagonal en el número anterior) publicar nuevos datos e informaciones que, si bien no eran definitivos —se tardaría años en llegar a eso— sí mostraban las incoherencias en el relato exculpatorio de Ana Urchueguía y las formas de dudosa legalidad en las que estaba desarrollando su labor “humanitaria”.

Pareciera que, por lo contado hasta aquí, quien esto escribe tuviera la completa y absoluta seguridad de que Ana Urchueguía era una corrupta. Y desde luego, así lo indicaba todo. Pero ¿y si nos estábamos equivocando?

Las informaciones destapadas por Diagonal supusieron el principio del fin de la carrera política de la todopoderosa Ana Urchueguía

La idea de estar acusando de corrupción a alguien que, fuera lo que fuera, no era una corrupta me obsesionaba. No solo por las consecuencias que pudiera tener sobre nosotros, sino también sobre ella misma o, aún peor, sobre la población somoteña que, quizá, sí necesitaba de las ayudas que llegaban de Lasarte. “Afortunadamente”, lo que destapó Diagonal en aquel lejano noviembre de 2006 no era más que una parte de la trama que tenía montada para convertirse —con la estimable colaboración de su por entonces pareja sentimental y alcalde de la localidad Marcio Rivas— en dueña de medio Somoto gracias los fondos desviados de la cooperación.

Las informaciones destapadas por Diagonal supusieron el principio del fin de la carrera política de la todopoderosa Ana Urchueguía, que en 2011 acabaría perdiendo la alcaldía de Lasarte en favor de Bildu tras 24 años al frente de la misma. Una larga caída que encontraba su desenlace final hace unos días cuando la propia implicada reconocía, con el fin de evitar la cárcel, haber cometido prevaricación y malversación “continuados” entre 2000 y 2009 con los fondos del Ayuntamiento de Lasarte dedicados a proyectos de cooperación en Somoto.

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