Opinión
La pandemia es pensar que no somos territorios

Un brevísimo recorrido de la idea de “territorio” (ecosistemas, comarcas, cuencas hidrográficas) y la agricultura desde la II Guerra mundial a la actualidad, en relación a conceptos como “progreso” y “desarrollismo”. Por lo pronto la agricultura y la ganadería son consideradas “economía esencial” y no así, por ejemplo, la fabricación de microondas. Igual estamos incorporando miradas desde la ecología política. Falta hace.

Territorio de la comunidad Chuschagasta
Territorio de la comunidad Chuschagasta. Foto cortesía de ENOTPO.
Agricultor ecológico en el Valle del Jerte.
10 abr 2020 11:22

¿Has pensado alguna vez lo poco que nos acordamos de nuestros “territorios” (ecosistemas, comarcas, cuencas hidrográficas) cuando realizamos un acto de consumo o una propuesta política? ¿Crees que la crisis del coronavirus servirá para introducir nuevas miradas, nuevas prácticas? Por lo pronto la agricultura y la ganadería son consideradas “economía esencial” y no la fabricación de microondas. Igual estamos incorporando miradas desde la ecología política. Falta hace.

“Territorio” es una palabra de aproximación difícil en los entornos más industrializados. En los países centrales, la cultura del liberalismo y el posterior despegue del consumo de masas nos hicieron separarnos deprisa de prácticas y culturas propias de economías tradicionalmene pegadas a los territorios. Las economías campesinas fueron consideradas obsoletas y las economías del cuidado (hogar, reproducción y mediación social) continuaron siendo invisibilizadas. Por otra parte, todo lo que apuntara a economías comunales fue sancionado, privatizado o introducido en la lógica neoliberal: desde los montes a las redes de apoyo vecinales, pasando por la construcción de un cooperativismo como fórmula jurídica a incrustar dentro de los grandes mercados.

La introducción masiva de pesticidas y de herramientas que facilitaban la tala, el arado o el transporte dejó su impronta en la cultura más rural: “que trabajen las máquinas”

Alguien equiparó “progreso” a “desarrollismo”, “ser” a “acumular y “exhibir”, relacionarse a “consumir” equipamientos o tiempo delante de una pantalla. La llamada Ilustración europea, aparte de algún castillo feudal zarandeado, aceleró las bases etnocéntricas que ya habían situado en el mundo varios siglos de colonialismo. Pero no sería hasta después de la II Guerra Mundial cuando los países de Occidente giraron hacia la noción de “desarrollo” como algo digno de ser impuesto universalmente y continuar así extrayendo recursos de las zonas más empobrecidas del planeta. “Dominábamos” la naturaleza para la provisión de servicios ciertamente espectaculares. Algunos que aparentemente simplifican la vida, como un microondas. Aunque sin evaluar las consecuencias de la huella ecológica de su producción, la ingesta hipercalórica derivada de calentar platos precocinados o posibles consecuencias de exponernos constantemente a radiaciones. La introducción masiva de pesticidas y de herramientas que facilitaban la tala, el arado o el transporte dejó su impronta en la cultura más rural: “que trabajen las máquinas”. Solo que nosotros y nosotras también empezamos a trabajar para las máquinas, mejor dicho para las empresas multinacionales que controlaban el alcance, los suministros, las patentes y la distribución de lo que se producía o giraba alrededor de esas máquinas.

En los 80 se vendió, bajo el auge neoliberal del laboratorio chileno y las directrices de Reagan y Margareth Thatcher a escala mundial, que no hay ni sociedad ni territorios, si no mercados capitalistas. En los 90, todo el llamado “desarrollo” se tradujo en la necesidad de insertar cualquier ecosistema y cultura asociada en los embudos de la globalización, en sus redes de circulación de mercancías y de formas de vida, todo muy made in Hollywood. Nace en dicha década la Organización Mundial de Comercio, proveniente de los acuerdos del GATT. Se trata de asegurar que, para dichas élites, el mundo sí que puede ser una mercancía, por oposición al lema de las llamadas protestas “antiglobalización”.

En los 2000, todos y todas íbamos a ser felices, excepto por algunas cuantas guerras que nos devolvían a la era de la polarización mundial. Aún parecía aquello más un escenario de videojuego: estaba al otro lado de la pantalla y con desenchufar bastaba. A finales de los 2000 algo empezó a romperse, y se llamó crisis financiera. Hubo mucho descontento organizado en la siguiente década, que venía también de 10 años (desde las cumbres alternativas y las protestas “alterglobalización”) de calentamiento global, en este caso ciudadano. Hubo para el 2010 sus revueltas del pan en países afectados por la subida del precio de alimentos o por ajustes estructurales, sus primaveras árabes, el 15M o las protestas que sacudieron Brasil y México, más las reconocidas mediáticamente como Ocupa Wall Street.

Hubo revuelo pero no consolidación de alternativas por abajo, poco se hablaba de cuidar territorios, y menos aún de iniciativas que supieran canalizar demandas de derechos y de democracias de alta intensidad

Pero no se produjo un gran “escándalo” ni una gran articulación que pudiera desafiar el status quo neoliberal, salvo grandes laboratorios como el municipalismo o el tímido auge de sectores de la economía social-solidaria y de redes agroecológicas: mercados sociales, grupos de consumo o propuestas de apoyarse en la precariedad a través de cooperativas de trabajo. La red internacional Vía Campesina, una de las pocas voces colectivas que ha sabido y podido enfrentarse a la OMC, consolida y amplía en el 2007 en el foro de Nyéléni (Mali) la propuesta de una soberanía alimentaria destinada a dar prioridad a las economías locales y a democratizar y hacer más sustentables nuestros sistemas agroalimentarios.

Hubo entrada de “outsiders” (siguiendo las premisas de los partidos verticales atrápalo-todo) en las carreras hacia las instituciones como aquí Podemos o en Grecia Syriza. Recuperaron parcialmente el derecho a tener derechos pero profundizaron las democracias “digitales” (política de plasma y líder, prácticas de control “a dedo”) y se encasillaron de nuevo en los defectos (meros parches al neoliberalismo, verticalidad, escasa capacidad de conectar desde esferas de autonomía social que dotasen a los partidos de una verdadera vida social) que los asimilaban de nuevo a “aquellos partidos que salían por la tele”, como dijo un dirigente de la formación morada.

Conclusión: hubo revuelo pero no consolidación de alternativas por abajo, poco se hablaba de cuidar territorios, y menos aún de iniciativas que supieran canalizar demandas de derechos y de democracias de alta intensidad, como escribiera Boaventura de Sousa Santos en sus Cartas a las Izquierdas.

Resultado: del “mea culpa” neoliberal se pasó a una vuelta de tuerca. Esta vez con el apoyo de una extrema derecha que se envolvía en banderas puntiagudas. Banderas que abrazaban confusamente, pero con un gran despliegue de márketing emocional, la idea aparentemente contradictoria de naciones fuertes y reforzamiento de los mandamientos neoliberales. Por su parte, las cumbres de Davos o la Mesa Europea de Industriales (European Roundtable of Industrialists, ERT) iban poniendo los ladrillos que la OMC reclamaba, como el acuerdo del TTIP (Transatlantic Trade and Investment Partnership).

Epílogo actual: con la irrupción del vuelco climático, la retirada del Estado e incluso de gran parte de la ciudadanía de la defensa de derechos y territorios, el paulatino aumento de deforestaciones y el hacinamiento animal para una dieta rica en antibióticos y en carne, las bases para una sucesión de pandemias globales estaban servidas.

Moraleja: cuando te alimentes o utilices cualquier aparato tecnológico y no pienses en cómo eso afecta a tus territorios, a tu cuerpo, a los lazos de quienes te rodean o de la comunidad que aún no ves, piensa que formamos parte del problema. Y también de la solución.

Cargando valoraciones...
Comentar
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Cargando relacionadas...

Asturias
Las Seis de la Suiza consiguen el tercer grado penitenciario a la espera del indulto prometido por el Gobierno
Las sindicalistas podrán cumplir su condena en régimen de semilibertad y durmiendo en la cárcel. Se prevé que las manifestaciones continúan a la espera del indulto prometido por la vicepresidenta Yolanda Díaz, aún sin fecha de posible aprobación.
Laboral
Legislación laboral en condiciones de calor extremo: existe pero ¿se aplica?
Los sindicatos y expertos demandan mejoras en los reglamentos, que muchas veces dejan en manos de la buena voluntad de las empresas aplicar medidas de protección en alertas meteorológicas.
Portugal
La derecha y la extrema derecha portuguesas acuerdan una ley antimigrantes sin precedentes
El Parlamento luso aprueba una ley que endurece los requisitos para la obtención de nacionalidad a los extranjeros, incluyendo a los lusófonos, y limita extraordinariamente los supuestos de reagrupación familiar.
El Salto n.79
Galicia dice 'no' al capitalismo verde y en el último número de la Revista El Salto te lo contamos
Ya está disponible el número 79 de nuestra revista, en el que destacamos la investigación y el rechazo social que encuentra el proyecto de macrocelulosa de la multinacional Altri.
Euskal Herria
La transferencia a Euskadi de los subsidios de desempleo se atasca
La reunión entre Pradales y Sánchez ha servido para pactar el traspaso de algunas prestaciones familiares, pero aún no ha prosperado la negociación sobre los subsidios de desempleo con el Ministerio de Trabajo y Economía Social.
Incendios
El vecindario de la Cañada responsabiliza del incendio a Ayuso y denuncia la actuación de Emergencias
Un total de 19 dotaciones de Bomberos acudió a sofocar un incendio en el sector 6, afectado por cortes de luz desde 2020, como vienen denunciado vecinos y organizaciones.
Grecia
Grecia muestra su peor cara ante el aumento de llegadas de personas migrantes a Creta
El país heleno suspende, durante los próximos tres meses, los procedimientos de asilo para las personas migrantes que lleguen por mar desde el norte de África.
Torrejón de Ardoz
Torrejón clama justicia por Abderrahim un mes después de que muriera asfixiado por un policía de Madrid
La plataforma Justicia por Abderrahim ha querido sacar músculo en las calles de la ciudad y honrar la memoria del vecino magrebí fallecido estrangulado por el agente municipal.
Palestina
El ataque de Israel a una iglesia indigna al Gobierno francés, que sigue sin hacer nada contra el genocidio
Eslovenia se convierte en el primer país europeo en prohibir la entrada y en imponer sanciones contra jerarcas del régimen de Tel Aviv.

Últimas

Comunidad El Salto
El Salto estrena nueva página: una web como una casa
Después de un año de trabajo, lanzamos en julio la nueva web de El Salto, con un nuevo diseño, pero, sobre todo, con una nueva Zona Socias llena de ventajas para las personas que hacen posible El Salto con su apoyo.
Cómic
Simon Hanselmann y el arte de lo obsceno
Simon Hanselmann se ha convertido en el verdadero ‘enfant terrible’ del mundo del cómic ‘underground’. Un artista de lo obsceno, titiritero del universo gestado en torno a los incorregibles Megg, Mogg y Búho.
Región de Murcia
Más de mil organizaciones piden que se castiguen los discursos de odio que incentivan las agresiones racistas
Colectivos sociales, migrantes y antirracistas convocan concentraciones en decenas de ciudades para mostrar el rechazo ante las agresiones racistas y xenófobas en Torre Pacheco y exigir responsabilidades a los incitadores.
El Salto Radio
Yupanqui, la música en colectivo
Jóvenes con raíces latinoamericanas generan espacios de encuentros y formación en Madrid.
Región de Murcia
Bulos y algaradas: la estrategia internacional para promocionar el supremacismo
La campaña en redes de Torre Pacheco ha replicado el modus operandi que instigó los disturbios racistas de Inglaterra el pasado verano.
Estados Unidos
No es una guerra de Trump contra el fentanilo, es una guerra contra los pobres
Donald Trump revive la War On Drugs firmando una nueva ley que establece penas mínimas de diez años contra los traficantes del opiáceo.
Más noticias
Justicia
Organizaciones civiles y de derechos humanos piden protección para el hijo menor de Juana Rivas
Consideran la orden de entrega del hijo menor de Juana al padre como una grave desprotección infantil al ignorar el proceso penal italiano por presunto maltrato contra Arcuri y la minimización previa de las denuncias de violencia del hijo mayor
Francia
Francia se ensaña con los más desfavorecidos con su nueva batería de recortes
El primer ministro galo, François Bayrou, quiere congelar pensiones, ayudas sociales y salarios de funcionarios con un agresivo plan de austeridad que deja indemnes a los más ricos.

Recomendadas

Pensamiento
Nuria Romo
“Los procesos de medicalización no son neutros, se hacen sobre todo hacia las mujeres”
Catedrática de Antropología Social y Cultural, Nuria Romo Avilés lleva más de dos décadas compaginando la investigación con perspectiva de género acerca de drogodependencia con la docencia en la Universidad de Granada.
Comunismo
Jodi Dean
“Sin organización, los movimientos surgen y desaparecen como setas”
La politóloga e historiadora Jodi Dean ha estado en Barcelona para reivindicar el poder de las organizaciones políticas y de la camaradería. En la actualidad trabaja sobre el neofeudalismo y la reconfiguración de la clase trabajadora.
Arte contemporáneo
Palabras contra el poder: la vigencia radical de Barbara Kruger
La primera retrospectiva completa de Barbara Kruger en España presenta los distintos formatos y soportes con los que ha trabajado en las últimas cinco décadas: ‘paste-up’, instalaciones de vídeo, obras en LED y vinilos murales.
Málaga
Málaga, el punto de inversión para los fondos israelíes a pie de playa
Diversos fondos de origen israelí están presentes en proyectos urbanísticos de Málaga influyendo en la turistificación de la provincia mientras se enriquecen con la ocupación de Palestina
Comentarios

Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.

Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!

Cargando comentarios...