Opinión
La sociedad enferma del capitalismo
La sociedad está enferma no porque nos hayamos dado cuenta de su extrema vulnerabilidad. Una cosita de nanómetros ha puesto patas arriba todo el sistema. Algo que por otra parte ya nos decíais las mujeres, nos avisaba el clima… No. Lo que realmente ha ocurrido es que el covid-19 nos está mostrando la verdadera cara del capitalismo, de la derecha en general.
La sociedad está enferma no porque nos hayamos dado cuenta de su extrema vulnerabilidad. Una cosita de nanómetros ha puesto patas arriba todo el sistema. Algo que por otra parte ya nos decíais las mujeres, nos avisaba el clima… No. Lo que realmente ha ocurrido es que el covid-19 nos está mostrando la verdadera cara del capitalismo, de la derecha en general.
No sólo de Donald Trump y Boris Johnson, de su despreocupación por lo que pueda pasarles a las personas mayores, una parte de la vida hacia la que muestran su desprecio. El presidente estadounidense ha dicho que “sólo” 100.000 muertes sería un éxito. También del PNV y de su preocupación enfermiza por mantener las empresas abiertas, aunque sea compitiendo con el sistema de atención sanitaria por los equipos de protección y siendo totalmente irresponsables ante el peligro de contagio. Parece que si el virus se expande por no parar la máquina capitalista, estará bien. El filósofo y sociólogo César Rendueles, cuando hablaba de la “sociofobia”, que se acercaría peligrosamente al perfil del sociópata, nos debía estar hablando de esta crisis y de quienes están al mando.
Estas personas con responsabilidades al más alto nivel, incluso el dirigente que se dice que es el más poderoso del mundo, dicen que hay que pensar en el día después y en que se dañe lo mínimo el sistema productivo. Lo que ocurre es que lo importante hoy es pensar en no sobresaturar las Unidades de Cuidados Intensivos, no poner en riesgo las vidas del personal sanitario. Da la impresión de que el oasis vasco está haciendo aguas, tanto que amenaza con ahogarnos a todos. Queda claro que lo primero son los beneficios de las empresas, los sanitarios y otras personas que puedan morir, trabajadoras de la limpieza, de las residencias, de los supermercados, de las farmacias… no son más que un “consumible” para mantener las máquinas en marcha. Se le están viendo las costuras al capitalismo de rostro humano del PNV. Quizás no ahora, pero habrá que pedir responsabilidades.
La economía o la vida
En un acto de irresponsabilidad, se han quitado las mascarillas y nos dejan ver sus caras sin nada que las oculte. ¿De verdad tiene algún sentido mantener la construcción del Tren de Alta Velocidad o del metro de Donostia, por poner dos ejemplos? Cuatro médicos, una enfermera y una farmacéutica han muerto en España, la enfermera en el País Vasco. También es aquí donde más se han contagiado nuestras sanitarias y sanitarios. Deberían tener todos los recursos disponibles para salvar vidas, sin poner las suyas en peligro.
Por otra parte, es verdad que por fin lo han reconocido, que estamos en guerra. Ya sabíamos que el capitalismo está en guerra con la vida, especialmente con las partes de la vida que no le son productivas, como nuestras abuelas y abuelos. Y no muestran compasión. Deberíamos poner en marcha una campaña al estilo “Ni una menos” para nuestras abuelas y abuelos. Debemos decir al capitalismo que el último tercio de la vida no es despreciable, no es una carga. El coronavirus pasará, pero lamentablemente todo indica que nos quedaremos con esta sociedad enferma. ¿Aprovecharemos o no la oportunidad de cambio?
Relacionadas
Aborto
Gritos de “asesina” y citación en comisaría: así es abortar cuando te acosan grupos antielección
Siria
La justicia, el gran reto de la transición siria
Opinión
Con todos ustedes: España
Murcia
Extrema derecha
La Fiscalía de Murcia investigará si el presidente de Vox Murcia ha incurrido en delitos de odio
El Salto n.79
La celulosa o la vida: periodismo situado y lucha social para frenar un ecocidio
México
Si México fuera verde: niñas madres, leyes muertas y la lucha por decidir
Análisis
La carrera que nunca termina: una respuesta a Quinn Slobodian
Arte contemporáneo
Palabras contra el poder: la vigencia radical de Barbara Kruger
Opinión
Superman y el ‘reset’ de los superhéroes en crisis
Últimas
Comunidad El Salto
El Salto estrena nueva página: una web como una casa
Comunidad de Madrid
Los bomberos forestales madrileños inician una huelga de un mes
Opinión
Lo de Torre Pacheco tiene un nombre: terrorismo supremacista blanco
Opinión
Integración, valores europeos, y otros grandes chistes racistas
Economía
¿Cómo funciona el mecanismo de defensa que Europa podría activar contra los aranceles de Trump?
Dependencia
El Gobierno reduce al 27% la inversión en el sistema de dependencia
Maternidad
La discriminación de las familias monoparentales por los permisos de nacimiento llega al TEDH
Fronteras
Las devoluciones en caliente de solicitantes de asilo pasan a ser política oficial en Alemania
Palestina
Israel despeja la zona de Rafah para su “ciudad humanitaria”, denunciada como un futuro campo de concentración
Recomendadas
Málaga
Málaga, el punto de inversión para los fondos israelíes a pie de playa
Feminismos
Patricia Reguero
“Mis relatos están escritos al lado de otras, arropada por la escucha de otras”
LGTBIAQ+
Mana Muscarsel
“La amistad da más juego para salir de la lógica de la familia porque tiene menos reglas"
Barcelona
El reciclaje invisible: la relación entre la chatarra y la ciudad de Barcelona
Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.
Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!