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Coronavirus
¡Abrid los parques!
Mientras A Coruña, Barcelona, Bilbao o Zaragoza han abierto sus parques y zonas verdes, otras grandes ciudades como Madrid o Móstoles los mantienen clausurados en una decisión de las corporaciones municipales cuanto menos cuestionable.
Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @PabloRCebo pablo.rivas@elsaltodiario.com
Una gran parte de la población española está sufriendo en silencio este lunes una circunstancia que rara vez se había dado de forma tan multitudinaria y al mismo tiempo: tenemos agujetas. Algo más que normal tras el comienzo de la desescalada y el permiso gubernamental de salir a hacer deporte de forma individual tras cuarentaitantos días metidos en casa. No mover en mes y medio los músculos necesarios para accionar el mecanismo que nos permite correr es lo que tiene.
Hasta ahí bien. Pero las sensaciones que muchos sentimos al salir este sábado por fin a echarse la tan esperada carrerita son encontradas. La felicidad de poder, por fin, trotar cual gacela por la ciudad se mezcló con el estupor de estar haciéndolo entre masas. Incluso hubo miedo. Los contagios por el bicho que podía transportar el aliento de lo que ahora llaman runners, noveles o habituales, podrían contarse en unos días —discúlpenme si me paso de listo, ojalá me equivoque— por millares.
Las autoridades sanitarias señalan que, al correr en línea, la distancia de seguridad de 1,5 metros debe ampliarse considerablemente. Un estudio de la Universidad Ku Leuven (Bélgica) y la Universidad Técnica de Eindhoven (Países Bajos) cifra en cinco los metros mínimos que deben guardarse al desplazarse en línea. Eso si se va despacio, a unos 4 km/h, los metros mínimos aumentan según la velocidad, pasando a 6 si el desplazamiento es de 6 km/h. Apunten ciclistas, a 14 km/h ya necesitaríamos 10 metros de separación. Suma y sigue.
No hay que ser un lince para saber que el personal, tras mes y medio de clausura, iba a tomar las calles cual manifestación. Qué menos
Ahora el caso práctico en una de las ciudades que ha decidido no abrir sus espacios verdes: Madrid. Sábado 2 de mayo —aunque es válido para el domingo y el lunes—, 8 de la mañana. Calzarse las zapatillas, los pantalones cortos y rumbo a lo que más se parezca o acerque a una zona verde. Está en el ADN, correr por donde haya menos asfalto y menos tubos de escape. Mala idea, obviamente se le ha ocurrido lo mismo a medio barrio. Si en las aceras de zonas sin apenas arbolitos ya es complicado separarse no ya cinco, sino los dos metros de rigor, al llegar al lateral de Madrid Río aquello parece la San Silvestre concentrada en las aceras.
Tras unos segundos no lo ves nada claro. Decides saltarte la norma y sumarte a quienes están invadiendo parte del carril bici. Al minuto, un ciclista, con razón y malos modos, te pega un grito en la oreja cuando pasa a tu lado. A un costado, cuatro carriles de asfalto vacíos con algún coche esporádico y, al otro, un inmenso parque sin un alma y con muchos policías municipales en sus entradas controlando que nadie pase.
Es un hecho que miles de personas se apiñaron —y apiñarán— literalmente para hacer deporte en todas las ciudades del Estado, y no solo en los laterales de las zonas verdes. También lo es que en ciudades como Barcelona, donde las zonas verdes se han abierto y se han cerrado 44 calles para uso deportivo y peatonal, se produjeron hechos similares. Las imágenes del paseo marítimo abarrotado abriendo telediarios lo constatan.
En la mayor megaurbe del Estado español, 2.500 hectáreas de zonas verdes, ideales para que esos corredores se dispersen, siguen clausuradas
Humor
Parques cerrados y aceras estrechas
La mirada del viñetista Mauro Entrialgo durante la pandemia.
Sin embargo, ante lo que se veía venir, aquí hay algo que ha generado críticas y revuelo: por qué en muchas ciudades —entre ellas la más grande, pero también en otras grandes aglomeraciones como Móstoles o Leganés, al contrario que han hecho la mayoría de grandes ciudades— no se ha extendido el espacio público abriendo parques y jardines para peatones y ciclistas y reestructurando temporalmente vías destinadas al coche. No hay que ser un lince para saber que el personal, tras mes y medio de clausura, iba a tomar las calles cual manifestación. Qué menos tras lo que le ha tocado pasar.
En la mayor megaurbe del Estado español, 2.500 hectáreas de zonas verdes ideales para que esos corredores se dispersen, siguen clausuradas. Las razones esgrimidas por el equipo municipal son relativas al control ciudadano. El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, justificaba la medida debido a razones de control ciudadano y señalaba que así se evitan aglomeraciones como forma de evitar que se produzca un rebrote. El problema es si el rebrote lo facilita justo lo contrario: la masificación en vías de una ciudad con demasiada gente y sus zonas verdes vacías.
Que la policía tendría que controlar que grupos de chavales no tan concienciados se junten cobijados por setos es un hecho, pero con la cantidad de efectivos que tienen las urbes españolas, generalmente superiores a otras localidades de nuestro entorno, no parece una tarea tan ardua. El Retiro se peinaba cada noche en la vieja normalidad, y si la cantidad de agentes dedicados a intentar que el vulgo no pase a las zonas verdes estos días se pusiese a ello gran parte de la tarea estaría hecha. Incluso en ayuntamientos nada sospechosos de saltarse la tradición local de tener a un regidor popular desde los tiempos de la dictadura, como Pozuelo de Alarcón, han dado vía libre en sus zonas verdes.
La vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, que ha dicho que la decisión se tomó “por prudencia”, abrió este domingo la puerta a que las zonas verdes dejasen de estar clausuradas. Literalmente ha dicho que le están “dando una vuelta”. No tarden demasiado. No sería descabellado sacar la conclusión de que, con algo tan simple, y por la simple reducción numérica de contagios, no solo la ciudadanía llevaría algo mejor este desconfinamiento, incluso se salvarían vidas.
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A esos ayuntamientos lo que les gusta es que la gente se apelotone en el transporte público para ir a currar.
Parece una obsesión insana por el control de la ciudadanía, con cierto aroma a paternalismo rancio.
Son decisiones muy difíciles de explicar, más aún de comprender.
Dentro de poco tiempo se verán las consecuencias de esta insensatez. Veremos también si quienes han tomado estas decisiones asumen su responsabilidad o, como me temo, harán esperpénticas maniobras para echar la culpa al primer despistado que pase por ahí.
Abrir parques en una ciudad de millones de personas implica que la mayoría(yo incluido) iríamos seguro. Eso es una locura. Se podría abrir la casa de campo por su tamaño y poco más.
Deberían de diferenciar espacios para correr o hacer deporte de espacios para pasear, también se puede hacer que las franjas horarias sean diferentes para hacer las dos cosas. Ahora es un poco caótico estar paseando y otras personas haciendo deporte o corriendo encima de ti.