Cómic
La bandera pirata de ‘One Piece’ se convierte en icono de las protestas globales de la Generación Z
La llama del descontento prendió en Nepal a principios de septiembre, cuando multitudinarias protestas protagonizadas principalmente por menores de 30 años obligaron a dimitir al primer ministro, Khadga Prasad Oli, y dejaron imágenes tan impactantes como las de varios edificios gubernamentales devorados por el fuego. La represión de las manifestaciones causó varias decenas de muertos. Las movilizaciones comenzaron por una decisión poco afortunada por parte del Gobierno nepalí, que cerró hasta 26 redes sociales bajo el pretexto de que las plataformas no estaban correctamente registradas. Pero de fondo había otras razones para la indignación con la que la llamada Generación Z —personas nacidas entre 1995 y 2010, año arriba, año abajo— se levantó: la corrupción gubernamental, una sociedad profundamente empobrecida y desigual, una tasa de desempleo juvenil cercana al 20%.
Un mes después, otra mandataria fue cesada de su cargo tras ver cómo su popularidad se desplomaba y el malestar por su gestión tomaba las calles. El 10 de octubre, Dina Boluarte dejó de ser la presidenta de Perú, después de varias semanas en las que las huelgas de trabajadores de transportes y las masivas manifestaciones juveniles contra la reforma de la ley de fondo de pensiones hicieron imposible su continuidad.
En Marruecos, en medio de una fuerte crítica generalizada a la construcción de estadios para el Mundial de Fútbol 2030 y la Copa África 2026, la chispa se ubica en la muerte de ocho mujeres embarazadas en el hospital Hassan II de Agadir. El movimiento juvenil GenZ212 surgió allí el 27 de septiembre desde una aplicación de juegos y chat. La respuesta del Estado marroquí fue la mano dura contra las manifestaciones.
Son tres países con realidades sociales y estructuras de poder muy diferentes, pero en todos estos movimientos de protesta contra las decisiones de sus gobiernos han participado menores de 30 años, organizados mediante plataformas digitales como Discord. Y han mostrado una bandera convertida ya en icono de la revuelta: la de la tripulación del Sombrero de Paja, del manga y anime One Piece.
“Creo que no es algo puntual y va a seguir creciendo exponencialmente”, vaticina Andrés González, editor de la web especializada en manga y anime Ramen para Dos, a quien no ha sorprendido el uso de esta bandera en las movilizaciones recientes, pero sí le ha alegrado como fan de la serie desde la infancia. González recuerda que ya hace años, antes del 7 de octubre de 2023, se veían en protestas a favor de Palestina en todo el mundo algunas banderas pirata como esta, si bien de forma más tímida, portadas por “gente afín a la serie que creía oportuno, con razón, llevarlas a la manifestación”. Por ello apunta que lo que se ha vivido es un “efecto dominó que ‘empieza’ en Nepal, se viraliza, a la gente le gusta la idea y acaba en todo el mundo”. De hecho, a él no le extrañaría ver estas banderas próximamente “en Argentina o Estados Unidos, sin ir más lejos”.
“Pese a lo que muchos iluminados que no han sabido comprender la obra de Eiichiro Oda puedan decir en redes sociales, ‘One Piece’ es una serie con un claro y fuerte mensaje político”, resume Andrés González, editor de Ramen para Dos
One Piece, creado por Eiichiro Oda, es uno de los manga más vendidos e importantes de la historia junto a Akira, de Katsuhiro Ōtomo, y Dragon Ball, de Akira Toriyama. Su publicación en Japón en las páginas del semanal Shonen Jump, la misma revista que vio crecer a Son Goku, comenzó en julio de 1997 y aún no ha acabado. Se trata de una serie de aventuras y fantasía, con personajes humanos y animales que disfrutan de poderes sobrenaturales y capacidades especiales, en algunos casos por nacimiento y en otros adquiridas por comer las frutas del diablo, pero como toda la ficción tiene un trasfondo y se puede entresacar un significado más allá del literal. Ha alcanzado cifras de venta extraordinarias, con más de 500 millones de ejemplares en distribución, hay una versión anime, otra con actores estrenada en Netflix en 2023 y los ingresos por la comercialización de productos relacionados con la serie se expresan con números mareantes. Incluso tiene su propio día de celebración en Tokio. Y ahora se ha convertido en un símbolo global de la protesta contra el orden establecido encabezada por quienes nacieron al mismo tiempo que el manga. “Pese a lo que muchos iluminados que no han sabido comprender la obra de Eiichiro Oda puedan decir en redes sociales, One Piece es una serie con un claro y fuerte mensaje político”, resume González.
El periodista cultural Julio Plaza Torres, lector de One Piece desde hace un cuarto de siglo, explica que en la serie se habla de racismo, de bullying a quien es diferente, de la corrupción de los distintos poderes y de luchar contra el sistema establecido para encontrar la verdadera libertad. También precisa que, aunque no se menciona la discriminación del colectivo LGTBI, sí hay multitud de personajes, desde bien temprano, que forman parte del colectivo: chicos gays, drag queens, personajes no binarios o trans. Plaza Torres recuerda que One Piece empezó como una sencilla aventura de piratas que rápidamente comenzó a evolucionar. Por eso se pueden encontrar alegatos contra el racismo —“pero en lugar de hablar de las personas negras, hablan de lo marginados que están la raza de los tritones y sirenas”—, la esclavitud o los privilegios de las clases altas. También se muestra la corrupción del Gobierno Mundial y de una gran parte de la Marina, “que se podría decir que es como la Policía del mundo de One Piece”.
La bandera que se ha visto en todas las manifestaciones de los últimos meses es la clásica calavera pirata con un par de tibias, con el añadido de un sombrero de paja, y fue dibujada originalmente por el protagonista de One Piece, Monkey D. Luffy. González señala que, aunque es un significante sin un significado concreto, en la serie se han mostrado diferentes ejemplos de lo que quiere decir la jolly roger, “un sinónimo de vivir libremente sin ataduras, pero no necesariamente de caos y descontrol, sino de camaradería, ayuda, amistad y justicia”.
Para Plaza Torres, la bandera representa a la banda pirata de Luffy, quien es “un poco tonto e inconsciente, pero se convierte en una persona decidida cuando se trata de defender a los suyos o de acabar con las injusticias. Por ello, si tiene que derrotar a un rey tirano, a un pirata que está haciendo la vida imposible a un amigo suyo, o al Gobierno Mundial, no le tiembla el pulso”. Él también destaca lo que considera el eje de la serie, el sueño de Luffy. “Quiere ser el Rey de los Piratas, pero no es un monarca como tal, sino que se llama así a quien encuentra el tesoro One Piece y se convierte en la persona más libre del mundo. Eso es lo que ansía Luffy y lo que valora de vivir en un barco navegando por el mar, la libertad”.
El poder simbólico de las banderas
Las banderas tienen una notable presencia en One Piece, según desarrolla el responsable de Ramen para Dos. “Tomando inspiración de los piratas reales, las banderas implican dos cosas: es tanto lo que define de forma tangible a un grupo de personas u organización, en este caso pirata, como un claro ejemplo de guerra psicológica. Cuando un navío de una organización gubernamental de cualquier país ve cierta bandera de tela a lo alto de un mástil sabe perfectamente a quién se están enfrentando y si temerles o no”. González, además, subraya que, a pesar de que Luffy no quiere ser un héroe por definición, no le queda otra que “portar una bandera de libertad que une a millones de personas, tanto en el manga como en la vida real, ante un objetivo común: liberarse de las ataduras de un régimen dictatorial y vivir como cada uno quiera”.
Para el periodista Julio Plaza Torres, la simbología de las banderas es “altamente importante” ya que la serie juega mucho con “el sentido peyorativo que tiene la calavera con los huesos cruzados detrás y le da la vuelta para demostrar que no es algo malo”
Plaza Torres, por su parte, valora que la simbología de las banderas es “altamente importante” en One Piece ya que juega mucho con “el sentido peyorativo que tiene la calavera con los huesos cruzados detrás y le da la vuelta para demostrar que no es algo malo”. Él destaca cómo muchas de las islas que Luffy salva terminan colocando bien visible la bandera del sombrero de paja, “como un símbolo de que ese territorio fue salvado por esa banda de piratas”. También pone como ejemplo de la relevancia de los estandartes uno de los arcos de la serie en el que el Gobierno Mundial secuestra y pretende matar a Nico Robin, una arqueóloga de la banda de Luffy tachada de peligrosa porque puede desentrañar los mayores secretos que el Gobierno tiene escondidos. “Por supuesto, los protagonistas no lo permiten y, al ir a salvarla, queman la bandera del Gobierno Mundial como declaración de guerra”, recuerda este especialista.
Esa bandera gubernamental representa “la opresión y la corrupción, el tráfico de personas, impuestos abusivos, gobernadores militares o gobernantes títeres que mantienen el poder con la Marina”, explica Oriol Erausquin, comunicador y activista que acaba de publicar el ensayo La rabia es nuestra (Siglo XXI, 2025). Frente a esa enseña opone la del sombrero de paja, que puede identificarse con una lucha contra la injusticia y por la libertad que trasciende fronteras. Por eso entiende que se haya utilizado en las protestas de los últimos meses, tan distanciadas geográficamente: “Al venir de una obra de ficción esos ideales no responden a un contexto nacional concreto, son más abstractos y por eso resultan fáciles de apropiación en distintos países”.
Erausquin, divulgador conocido en redes sociales como Infusión Ideológica y participante en el colectivo de creación de contenidos antifascistas Pantube, aporta más motivos que ayudan a entender la elección de ese símbolo por parte de jóvenes que residen a miles de kilómetros de distancia. Uno de ellos es que se trata de una generación que vive en internet y conoce la potencia semiótica del meme; otro, que las ideas las ideas de libertad y contra la tiranía “conectan transversalmente”; y uno más alude al éxito global del anime, exportado con profusión: “Generaciones enteras crecieron con esta obra, forma parte de su identidad y son fáciles de reconocer y usar como emblemas comunes”.
El comunicador activista Oriol Erausquin cree que, como todo producto cultural, ‘One Piece’ tiene “un gran potencial de ser instrumentalizado por cualquier causa para legitimarse y normalizarse”
La universalidad y abstracción de la bandera pirata de One Piece son dos factores que pueden hacer, según Erausquin, que se utilice por manifestantes de ideologías enfrentadas, como ha sucedido con la máscara de Guy Fawkes del cómic V de Vendetta. Él opina que hay gente de derechas, de tendencias neoliberales o anarcocapitalistas, que puede leer “el libertarismo de Luffy como una fantasía individualista y usarlo para enmarcar su propia lucha contra el Estado. No me parece que sea intrínsecamente un símbolo de derechas, pero su apertura semántica permite apropiaciones diversas”. Erausquin concluye que, como todo producto cultural, tiene “un gran potencial de ser instrumentalizado por cualquier causa para legitimarse y normalizarse”.
Esa posibilidad de reinterpretación provocaría un importante malestar a Andrés González, según afirma: “Me da terror ver la bandera de Luffy usada en protestas y por personas que no comulguen realmente con la obra original. Me resultaría especialmente irónico ver a un joven de las Nuevas Generaciones del Partido Popular en el homenaje a Charlie Kirk usar la bandera pirata de los Sombrero de Paja para oponerse al ‘régimen woke y asesino de los antifascistas de occidente’ y de Pedro Sánchez”.
Julio Plaza Torres cree que si gente con la ideología opuesta se adueña de la bandera de Luffy “lo que demostrarán es su ignorancia, como suele pasar en casos de este tipo porque, o no han visto One Piece y desconocen lo que significa, o bien lo han visto pero no han entendido nada. Y esto segundo no me extrañaría”. Él entrevistó en una ocasión al creador del manga y cree que es posible que Oda sienta un “cierto orgullo” al ver que la bandera del sombrero de paja se ha lucido en estas protestas porque intuye que el autor “ha aprendido a descubrir ciertas realidades que hay en el mundo y a ver más allá de algunos valores retrógrados de la sociedad japonesa y todo ello lo ha ido introduciendo en su obra”.
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