“El reto de ‘Llámame Sinsorga’ ha sido cómo guionizar algo inguionizable”

¿Se puede hacer una obra solo con mujeres? Esa es la pregunta que quiso plantear la reforma del edificio que hoy alberga La Sinsorga, un centro cultural feminista que pusieron en marcha Andrea Momoitio e Irantzu Varela. La película ‘Llámame Sinsorga’, que dirige Marta Gómez y produce Sara Blanco, ambas de Al Borde Films, acompañó este proceso.
Presentación Llámame Sinsorga documental - 3
David F. Sabadell Marta Gómez, Sara Blanco y Andre Momoitio.

“Insustancial y de poca formalidad” es la definición de “sinsorga”, el nombre del espacio feminista que Andrea Momoitio e Irantzu Varelainauguraron en junio de 2023 en el Casco Viejo de Bilbao. Lo hicieron después de alquilar un edificio singular de la calle Askao y hacer una obra que tenían previsto ver finalizada en seis meses y duró 18. En esos meses, mientras la reforma iba dando cuerpo al proyecto, ocurriría algo más: un rodaje. Porque el proyecto de las dos amigas y comunicadoras de hacer una obra en la que trabajaran solo con mujeres “había que documentarlo”, dice Momoitio. Y para eso llamaron a la puerta de Al Borde Films. Marta Gómez, directora de la película, y Sara Blanco, su productora, abrieron la puerta y dijeron: “Sí”.

Cuando aun no habían firmado el contrato de alquiler y el espacio seguía siendo una antigua tienda de novias llena de vestidos de novias, pidieron prestadas la llaves para hacer un teaser con el que empezar a recaudar fondos. En ese teaser, recuerda entre risas, participan varias amigas levantando ladrillos y la madre de Andrea, en una colaboración especial. En abril de 2022 presentaron el proyecto y, unos meses después, entraron las obreras. Poco después entraron también las cámaras. Por el camino, la pregunta dramática inicial (¿se puede hacer una obra solo con mujeres?) cambió y el proceso de rodaje de la película empezó a plantear también sus propias preguntas. 

Sentadas en las primeras filas y casi en penumbra, Momoitio, Gómez y Blanco hablan sobre cómo convertir un alicatado en una poesía visual o sobre cómo hacer que la restauración de una lámpara se convierta en una metáfora de la acción feminista ante el patriarcado. Pero también y sobre todo, sobre cómo rodar una película feminista y llevar a cabo una reforma con perspectiva feminista han sido procesos paralelos. Alerta spoiler: el final no es del todo feliz y las protagonistas acaban llorando. Eso, en esta entrevista. La película se puede ver en algunas plataformas y, tras su estreno en el festival Zinebi, comienza ahora su rodaje por algunos festivales.

En la película, Andrea dice varias veces que “el proyecto es el edificio”. El logo, de hecho, es el edificio. ¿Cómo llegáis a este edificio granate de la calle Askao?
Andrea Momoitio: Irantzu y yo vimos un día de pura casualidad que se alquilaba. No estábamos buscando, pero era una fantasía. Y pensamos: “¿Te imaginas que algún día podamos montar algo en Bilbo para hacer actividades?”. Porque las hacíamos en la redacción de Pikara, pero el espacio es el que es y yo me quedaba siempre con ganas de más. Entonces apareció el cartel de “Se alquila” en este edificio, que la gente reconoce porque es muy particular. Y dijimos: “Es que aquí, lo que sea que vaya a pasar tiene que ser aquí”. ¿Qué otra cosa puede ser una antigua tienda de vestidos de novia que un centro cultural feminista? Enseguida salió el nombre en la primera visita fue: esto se tiene que llamar La Sinsorga. Cuando lo vimos por dentro, dijimos: “Lo vamos a coger y vamos a hacer una obra solo con mujeres”. Y, sin pensarlo mucho más, empezamos a pedir dinero, a hacer papeles. 

Andrea Momoitio: El sitio es muy particular y hacer una obra con mujeres es algo que no conocemos que se haya hecho en ningún otro espacio. Las dos nos dedicamos a la comunicación y enseguida dijimos: “Aquí hay una historia”

¿La idea de grabar una película es también cosa vuestra, de Irantzu y tuya?
A. M.:
Pensamos que había que documentarlo. El sitio es muy particular y hacer una obra con mujeres es algo que no conocemos que se haya hecho en ningún otro espacio. Las dos nos dedicamos a la comunicación y enseguida dijimos: “Aquí hay una historia”. Pero nosotras no teníamos capacidad para contarla de manera audiovisual.  Conocíamos a las compañeras de Al Borde Films y fuimos a tocar a la puerta, yo creo que no habíamos ni firmado todavía el contrato de alquiler. 

Sara Blanco: Quedamos para tomar un inofensivo café en nuestra oficina. Y dijimos: “¿Dónde hay que firmar?”.  Lo vimos clarísimo desde el principio. 

Interesante. No dijisteis: “¿De dónde va a salir la pasta?”.
S. B.:
Esto fue muy poco a poco. Antes de que ellas firmaran el contrato, fuimos a ver el espacio cuando todavía seguía montado como una tienda de novias. De ahí salió el teaser inicial con muchas más compañeras. Y luego se le fue dando forma al proyecto en laboratorios o festivales como Zinebi Networking o el Dirdira Lab. Y fuimos empezando a financiarla cómo se financia una película, con medios públicos, medios privados, y ya fue ahí cogiendo forma.

¿Cómo se planifica y se guioniza un proyecto que no tiene fechas de fin?
Marta Gómez:
Los documentales se guionizan sobre la marcha. Sí tienes que tener una hoja de ruta inicial, que es precisamente la que te permite adaptarte a los imprevistos que surgen en el día a día. Pero en el documental hay que tener muchísima paciencia y la mente muy abierta porque te vas adaptando a lo que va sucediendo. Ell reto con el que nos encontramos es cómo guionizar algo inguionizable. Quiero decir: íbamos a hacer un tostón de película sobre una obra en un espacio cerrado y punto, era como el Ángel Exterminador llevado al aburrimiento máximo. Entonces teníamos que ir viendo qué nos daba el espacio, qué nos daban las obreras, qué nos daban las protas. Yo no te puedo guionizar cómo me decoras las paredes o cómo me pones el suelo o cuándo. Es una obra en la que ocurre lo típico de una obra. Por suerte muchísimas cosas. Por suerte, una obra, que suele ser un auténtico drama para cualquiera, para ellas también lo fue. La propia obra nos lo acabó poniendo facilísimo, la verdad. 

MARTA GÓMEZ: NOsotras partíamos de una película que se basaba en la pregunta de si se puede hacer una obra solo con mujeres. Y esa premisa se mantuvo muy poco tiempo

Entonces disteis la bienvenida a los dramas. Pero, ¿cómo hacer una historia de una reforma, qué recursos narrativos se pueden encontrar? ¿Cómo aparece y se resuelve el conflicto?

M. G.: El primer conflicto fue que la premisa de la película cambió. Nosotras partíamos de una película que se basaba en la pregunta de si se puede hacer una obra solo con mujeres. Y esa premisa se mantuvo muy poco tiempo. De ahí pasó a ser “vamos a ver si se puede hacer una obra con el mayor número posible de mujeres” para terminar siendo “por qué no se puede hacer una obra solo con mujeres”. Algo de lo que se nos acusó muy al principio era que estábamos espoileando la peli al contar que no se puede hacer una obra solo con mujeres. Nosotras incidíamos en el hecho de que lo importante era el porqué. 

¿Qué es lo que no se puede hacer solo con mujeres: la película o la obra?
M. G.: Claro, es que ese fue el espejo. Ellas construían una un edificio y nosotras una película. Ahí se fue construyendo el guion, porque lo que les estaba ocurriendo a ellas construía narrativamente esa historia de por qué no se estaba pudiendo hacer solo con mujeres. Y eso fue superinteresante. 

Es una película en la que la presencia masculina es escasa. ¿Qué pasó con los hombres que intervinieron? ¿Cómo se trata eso narrativamente?
M. G.: Ahí se tomaron decisiones tanto de guión como de dirección. Dijimos: “¿Obviamos el hecho de que han entrado tíos? No, esto no es honesto”. No se ha podido hacer solo con mujeres. ¿Cómo lo hacemos sin hiperdemonizarlos? ¿Bajo qué mirada nuestra como directoras? Entonces. Ahí nos aprovechamos de este elemento que quedó en la tienda que fueron los maniquís. Los maniquís hacen un poco de promotoras de la historia: un poco de Andrea, un poco de Iran, hacen un poco de las obreras que, cuando entran los hombres, ellas por lo general no están porque no pueden hacer lo suyo. Luego la decisión visual es que no apareciesen de cintura para arriba, también jugando a esto que nosotras hacemos al inicio con las propias obreras, que es quitar el género al oficio y que te des cuenta que el oficio lo puede hacer una persona independientemente de su género.

¿Se puede hacer una película sólo con mujeres? ¿Hay alguna parte en la que haya sido más difícil?
S. B.: Blanco: 
Desde Al Borde hicimos una apuesta porque fuera todo hecho por mujeres, pero al 100% no ha podido ser. Sí hemos mantenido las jefaturas, pero claro, era un riesgo. Era un reto porque no hay el mismo número de mujeres en todos los departamentos y en todas las especializaciones. Y, además, el hecho de que no hubiera un calendario claro y no poder avisar a las personas con tiempo de antelación era otra dificultad. Los puestos más técnicos están más dirigidos a hombres y también en alguna parte de postpo no hay tantas mujeres como hombres. Nos pasaba eso, que teníamos algunas identificadas pero tenían su calendario copado sobre todo en postpo y en algún departamento de rodaje. Fue un reto, pero estamos contentas porque el porcentaje de mujeres es muy alto. 

Andrea, yo me pregunto: si querías hablar sobre qué pasa cuando quieres hacer una reforma solo con mujeres, ¿no era más fácil hacer un reportaje? 
A. M.:
¡Ya lo hice! En El Salto! En el primer número de El Salto publiqué el reportaje “Y tú qué pintas aquí?” con unas ilustraciones preciosas de Emma Gascó hablando de mujeres en empleos masculinizados. Hablaba con mi amiga Paz, que es electricista y lleva ya muchos años dedicándose a estos ámbitos. ¿Por qué no encuentra trabajo? ¿Por qué ha tenido que acabar dedicándose a dar formación a otras mujeres en espacios de empoderamiento que se apuntan estas formaciones? Es algo que ya me interesaba. Entonces, cuando tuvimos la oportunidad de tener una obra, encajó todo rápido. 

¿Qué habéis aprendido haciendo la obra y la película?  
A. M.:
Que no hay que hacer caso a las cosas. Cuanto te dicen: “El suelo va a tener un envejecimiento precioso”.... no hay que hacer caso.

M. G.: Pues más allá de no volver a hacer una película sobre una obra, he aprendido a tener muy presente la financiación si vas a contar historias documentales que dependen tanto de calendarios abiertos. Porque ellas hablan todo el rato en la peli de que se están quedando sin dinero para la obra. Pero es que nosotras nos estamos quedando sin dinero para la peli. Había financiación para una obra de ocho meses y financiación para un rodaje de ocho meses también. Y estamos hablando de que en ambos casos duró año y medio. Por eso digo que ha sido como un mirarse en el espejo constante. Quiero pensar que ha habido mucho entendimiento y mucha generosidad por ambas partes, porque entendíamos perfectamente lo que estaba pasando la otra. No poder contar con el equipo que tú necesitas para hacerlo con las condiciones en las que quieres hacerlo: primer obstáculo. Te estás quedando sin dinero: segundo obstáculo o segunda frustración. Tener dudas de si vas a poder abrir o estrenarla: tercer obstáculo. Es que todo el rato ir en paralelo. 

S. B.: El proyecto merecía tanto la pena que pensábamos primero que lo íbamos a hacer y, luego, ya veríamos cómo.

SARA BLANCO:  EL PROCESO Ha sido superhorizontal y colaborativo. más allá de que hubiera algunas quejas, luego se generaba una especie de coreografía ENTRE LAS TRABAJADORAS DE LA OBRA Y DE LA PELÍCULA, Por ejemplo, AL PONER EL SUELO

Tanto la obra como la película parten de querer ser proyectos feministas. ¿En qué sentido lo son, si es que crees que eso se ha conseguido?
A. M.:
Creo que ahora en La Sinsorga está más claro, porque la propia naturaleza del proyecto está generando un espacio de ocio y de cultura donde el feminismo es el eje central. ¿Cómo la obra ha sido feminista? Pues no sé si lo ha llegado a ser. Creo que no se han dado algunas dinámicas muy típicas del sector, al menos entre las trabajadoras, pero que sí han estado presentes de alguna manera. Por ejemplo: el mármol de la puerta. Una arquitecta les marca a unos tíos lo que tienen que picar en un trozo de mármol. Pero no nos escuchan y destrozan todo el mármol de los escaparates. O vienen a arreglar no sé qué y se cargan la lámpara porque no miran los espacios donde estamos nosotras. Ni miran ni escuchan. Todas estas microviolencias las hemos tenido incluso habiendo hecho esta apuesta por estar entre nosotras. Pero nos han mareado, nos han ridiculizado, han cuestionado cada una de nuestras decisiones, se han reído de nosotras a la cara. Les hemos parecido unas mamarrachas haciendo el tonto. Entonces bueno, pues el resultado no fue el que nos hubiese gustado.

M. G.: Yo quiero pensar que en general el cine que hacemos desde Al Borde sea es feminista, porque siempre partimos de esa mirada. En este caso creo que era especialmente necesario que la película fuese feminista. Creo que ha sido un espacio de cuidados bastante más extremo que en otras ocasiones. Era muy importante prestar atención a que fuese un espacio de cuidados, porque era muy fácil que dejase de serlo. Teníamos que prestar atención a cuidar a las obreras, las incordiábamos bastante, les quitábamos un foco de obra para poner el nuestro porque la luz era más bonita. Pero intentábamos intervenir y obstaculizar lo menos posible, respetar sus tiempos y sus horarios. Y lo mismo con el equipo nuestro. Hemos generado un entorno de cuidados en la medida de lo posible, lo más posible y lo más feminista posible. 

S. B.: El proceso ha sido superhorizontal y colaborativo. Más allá de que hubiera algunas quejas, luego se generaba una especie de coreografía entre las trabajadoras de la obra y las de la película, por ejemplo, al poner el suelo. 

¿Qué escena, qué fotograma o momento de la película elegirías por su significado?
A. M.:
Yo lo tengo clarísimo, cuando encendemos el neón. Es un momento en el que las currelas de la obra cuelgan el neón y se enciende por primera vez. Recuerdo ese día perfectamente. Me había ido llorando al El Corte Inglés porque tenía que comprar nosequé y ya habían cerrado la ferretería. Fue un día bastante de infierno. 

M. G.: Estaban cansadas, jodidas físicamente, emocionalmente. Y ese neón cumplió un rol importantísimo, que fue recordarles por qué estaban ahí. Ese momento de encenderse la luz, o sea, tiene una carga emocional superpotente, porque realmente ellas estaban sin luz. Pero yo me voy a quedar con el fotograma que da origen al cartel de la película, porque es una imagen que nació desde el principio con tres amigas de Andrea y de Irantzu y ha sobrevivido al tiempo. Tiene mogollón de carga simbólica, esos ladrillos pesan toneladas.

S. B.: Una parte de la escena del neon que me gusta es que refleja muchísimo la personalidad de cada una de las cuatro personas que están ahí. Más allá de que el neón se enciende y les da luz, las unifica, me gusta porque en muy pocos segundos se ve reflejada la personalidad de cada una. 

Presentación Llámame Sinsorga documental - 2

¿Cuánto cuesta hacer la obra? ¿Y la película? 
A. M.:
La obra, casi 270.000 euros. 

S. B.: Pues estamos ahí ahí. La peli, un poquito más, en torno a 300.000 euros, aún estamos acabando. ¿Ves como hemos ido de la mano?

Os quiero preguntar sobre un elemento narrativo que llama mucho la atención: la música.
M. G.:
Cuando pensábamos en cómo se iba a contar esta película, llegamos a una conclusión de que queríamos que se viese todo y en ese querer que se vea todo, pensamos que incluso lo que se escucha queríamos que se viera. Un obstáculo que desde el inicio sabíamos que iba a ser muy grande es que íbamos a rodar en una obra, y en una obra hay mucho ruido. El sonido directo va a ser un infierno. ¿Cómo hacer que este ruido reme a favor? ¿Cómo convertir el ruido en motor de cambio?  Queríamos que los sonidos de la obra fuesen banda sonora de la película y lanzamos una propuesta a las músicas. Les lanzamos el reto de preguntarse: ¿Cómo sonaría tu instrumento si fuese un taladro? ¿Cómo sonaría tu instrumento si fuese una máquina de coser? 

¡Qué chulo! 
M. G.: Ellas no lo recibieron como que chulo. Nos miraron como las vacas al tren. Pero hicieron algo maravilloso. 

En la película aparecen vestidos de novia, que van desapareciendo para dejar espacio a otra cosa. Irantzu lleva también un vestido de novia en alguna escena. ¿Puedo preguntar si fuisteis felices y comisteis perdices?

A. M.: ¡Perdices no, es un espacio vegeta!

¿Falafel?
A. M.: Es muy difícil. Uno de los retos era llegar al estreno de la película con La Sinsorga abierta, porque ha habido momentos en los que pensábamos que teníamos que cerrar antes de que se estrenara película y lo vivía como un fracaso enorme. El futuro es muy incierto. Cada vez va algo mejor, pero el nivel de endeudamiento que tenemos no sé cuánto nos va a permitir seguir. 

M. G.: Haciendo cine se sufre, independientemente que sea esta peli u otra. Pero yo estoy superfeliz. Creo que puedo hablar incluso en nombre de mis compañeras si digo que a día de hoy es la película más bonita que hemos hecho. Podrá cerrar el garito, podremos chapar la productora, pero la película no nos la quitarán. 

S. B.: Es que han sido en total cinco años. Merece totalmente la pena y creo que también ha servido para unirnos más. Es que hemos encontrado retos en el camino, pero es que los hemos solventado bien y sobre todo juntas, respetándonos y de la mano. Y eso es importante. 

M. G.: Y ahora puedes acabar diciendo que nos has hecho llorar. 

¡Qué chulo! 

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