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Violencia machista
Irantzu Varela: “Es mucho más gozoso un espacio sin hombres”
Irantzu Varela (Portugalete, 1974) escribe sin control. Escribe como si no la estuviera leyendo nadie. Escribe como una catarsis. Como un exorcismo. Sin pudor y con rabia. En, Lo que quede (Continta Me Tienes, 2024) hace una ensalada de recuerdos. Quiere que queden para exponerlos, para lanzarlos como dardos hacia todos los hombres que han ejercido violencia contra ella. Hacia todos los hombres que han ejercido y ejercen violencia contra las mujeres. Lo cierto es que esta suerte de biografía compuesta de relatos cortos que siguen un orden alfabético en función de la palabra que da título a cada historia y ningún orden cronológico se clava. Es inevitable.
Esta periodista y comunicadora, fundadora de la Factoría Lila, de La Sinsorga, creadora de El Tornillo y colaboradora frecuente de Pikara Magazine, afirma sentirse en un momento bueno de su vida y por eso ha podido contar todo lo que cuenta en estas páginas, que se consumen rápidamente como una cerilla. Ya no llora al recordar. Está preparada y espera que el resto también lo estemos. Dice que quemamos poco. Invita a que cojamos su mano, entremos en sus peores pesadillas y de vez en cuando salgamos a flote en algunos momentos donde se respira calma y comadreo. Momentos donde no hay hombres y donde las amigas son las que dan amor. Amor del bueno.
Este es tu primer libro y decides que sea una biografía o algo parecido. ¿Sientes vértigo?
Sí, pero bueno, es que en realidad es mi tema favorito. Incluso cuando intento hacer periodismo cuento lo que yo opino de lo que sea. Entonces me parecía muy honesto, era casi una necesidad. De hecho yo escribo hace mucho, pero no lo había publicado porque no tenía lo que yo consideraba un número armado. Es un ejercicio que hago siempre sin pensar en que la gente lo va a leer. Creo que eso se nota. Cuando te das cuenta de que la gente lo va a leer, te cagas un poco, pero me gusta que haya gente que no conozco que sepa esas cosas.
El pudor no vale para nada
Bueno, es que yo no tengo. Yo no tengo sentido del ridículo. Con las emociones soy más cortada, supongo que por vasca y por mil cosas. Me cuesta expresar las emociones de una manera muy obvia. Pero duele menos cuando lo cuentas.
Comienzas el libro confesando que nunca has sido feliz. Eso me ha llamado la atención. Me ha sorprendido esta confesión.
Bueno, no sé. Siempre haces comparación. Yo siento que el nivel de tranquilidad, de disfrute y de capacidad de relativizar que tengo ahora, no lo había tenido antes. Esto debe ser lo que dicen las viejas, que es como que te la suda un poco todo, sientes que no tienes nada que perder más que el tiempo. Te das cuenta de lo fundamental que es disfrutar y no aplazar nada.
La felicidad me parece una horterada, pero esa sensación de placidez y de estar en el ahora para mí es relativamente nueva.
La mayoría de las vidas de las mujeres pueden ser contadas a través de las violencias que sufren, sobre todo la violencia sexual
Tu vida se podría contar de agresión en agresión. De violencia sexual en violencia sexual. ¿Crees que la vida del resto de mujeres se podría contar así?
Sí. La mayoría de las vidas que no son vividas desde el privilegio sino desde la opresión, se podrían contar de violencia en violencia. La mayoría de las vidas de las mujeres pueden ser contadas a través de las violencias que sufren, sobre todo la violencia sexual. Tengo la sensación de que todas recordamos cuando nos crecieron las tetas como un momento tremendo porque tu cuerpo es leído como algo sexual cuando tú por dentro eres igual. Es al revés que cuando te haces más mayor, que tú sigues deseando y siendo igual de cochina y pizpireta y la gente no te desea tanto. Quizá no a todas las mujeres les han pasado tantas cosas como a mí y puede tener que ver con muchas cosas. Porque las que han estado en espacios de seguridad —entre comillas—, que en realidad eran espacios de control, las que han estado mucho tiempo en una heterosexualidad monógama, por ejemplo, pues igual si no les ha tocado un agresor han estado protegidas —entre comillas—. Y por eso no tienen tantas experiencias. Pero si has estado un poco ahí en el barro, como le llamo yo, me extraña un montón que no hayas vivido muchas violencias. Y sin estar en el barro, en tu familia, en tu infancia, en tu curro, en la calle.
Hablas de la violencia sexual en la infancia, haces alusión a cosas que te pasan durante la infancia, que yo creo que aún no están totalmente reconocidas ni se han sacado todavía de los escenarios privados. ¿Cómo lo ves tú?
Yo he tenido la suerte extraña de que las cosas que cuento ahí han sido en la calle, con gente desconocida, o sea, en espacios en los que la gente que te estaba cuidando en ese momento creían que eran seguros, como las calles del Casco Viejo de Bilbao o un sitio de monte donde hay más gente. Todas las violencias que han venido han venido de lo externo. No me imagino lo que puede ser vivir violencia en la infancia por parte de quienes te tienen que proteger. Es que esa herida me parece muy difícil de curar. La gente que conozco que trabaja esos temas tiene toda mi admiración porque me parece muy difícil hasta hablar de ello.
Algunos relatos hieren como cuchillos. ¿A quién te gustaría tocar?
¿Tocar para bien?
Para mal
A todos los hombres que han hecho daño a alguna mujer sobre la faz de la tierra a lo largo de la historia. Seguramente a todos los heteros, como dice Bad Bunny, “no hay mujer sin herida ni hombre que no mienta”. Todas las mujeres tenemos heridas y la mayoría nos las han hecho hombres heterosexuales cis. Pues que se interpelen.
Si de verdad hay alguno que no lo ha hecho, pues que por lo menos interpele a los que tienen alrededor. Pero no lo creo.
Yo tampoco quiero idealizar al máximo el lesbianismo, no es una arcadia feliz. Pero la masculinidad no tiene sitio
Dices que ser lesbiana es construir espacios en los que los hombres no importan. ¿Es esa la felicidad?
Yo tampoco quiero idealizar al máximo el lesbianismo, no es una arcadia feliz. Pero la masculinidad no tiene sitio. No están físicamente, entonces no hacen ruido. Es tremendo decir esto, pero es mucho más gozoso un espacio sin hombres. Si alguna vez has ido a una fiesta no mixta ahí hay una placidez que dices, ¿a qué se debe esto? Pues a que no hay tíos.
Esto es como una fiesta de amistad todo el rato, pero también te rompen el corazón y esas cosas. No sé si para mí es la felicidad, pero es un espacio libre de masculinidad. Mientras se dan cuenta, nosotras haremos nuestros espacios.
Precisamente por lo que empezabas diciendo, que tampoco es el paraíso ideal, ¿no hay violencia también en las relaciones entre el mismo sexo?
Yo creo que las relaciones humanas son relaciones de poder y entonces es muy difícil establecer un vínculo con alguien y que no haya una relación de poder relacionada con la ideología del amor romántico, ¿no? Como que de alguna manera la libertad de la otra persona es tuya. Hay fuentes de poder que pueden tener que ver con la situación económica, con la edad, con la condición administrativa, con muchas cosas. Pero hay una eje de poder que es el patriarcado, que en principio no está.
Y no es comparable, la violencia machista es sistémica, no tiene que ver ni con la biología ni con el género, tiene que ver con la construcción de la masculinidad. Y cuando no hay hombres, pues hay menos violencia.
Creo que de alguna manera siempre eres consciente de que estás sufriendo violencia y tu mecanismo de supervivencia te lleva a creer que eso es normal
Tú has sufrido violencia en relaciones heterosexuales, ¿Cuándo haces el clic en tu cabeza y te das cuenta que estás en una relación tóxica?
Yo creo que tardas. Creo que de alguna manera siempre eres consciente de que estás sufriendo violencia y tu mecanismo de supervivencia te lleva a creer que eso es normal. Normalmente te das cuenta gracias a las amigas o una mezcla de amigas y feminismo. Amigas feministas.
Mi clic tuvo que ver clarísimamente con el feminismo, con ser capaz de tener la perspectiva mínima de hacer un análisis de esto.
Y no son relaciones tóxicas. Una cosa es una relación tóxica y otra cosa es que estén ejerciendo violencia sobre ti. Relaciones tóxicas a veces tienes con tu madre o con la gente que conoces desde pequeña porque no sabéis comunicaros bien. Pero una relación en la que se ejerce violencia sobre ti es violencia, no una relación tóxica.
¿Tú ya eras feminista cuando ejercían violencia sobre ti?
Sí. Yo me di cuenta impartiendo un taller sobre la violencia psicológica, sobre las señales para detectar agresiones psicológicas. Las cumplía todas. Eso quiere decir que es muy fácil disociar porque a ti no, “es que nadie lo entiende, es que es amor, es que lo nuestro es distinto, es que tú no eres como las demás, es que los demás no nos entienden”... En el momento en que crees que la gente piensa que tu relación no es buena porque no os entienden hay algo que no está yendo bien. Y ya si te lo dice la persona con la que estás y estás todo el día con ansiedad...
Tú dices que escribes para no tomar Orfidal.
Sí.
¿Es tan sanador?
Nos pasamos la vida intentando homogeneizar los protocolos de reparación. Y creo que la reparación tiene mucho que ver con lo subjetivo. Para mí es muy reparador contar y además contarlo ahora que soy capaz de contarlo con cierta distancia, sin que me remueva demasiado, me sienta bien. Pero ha habido épocas que no he podido. Habrá gente a la que no le sirva, otra gente hace canciones y otra gente hará Jiu-jitsu. Otra gente querrá que le pidan perdón. Es que la reparación es muy subjetiva.
Yo sobrevivo literalmente y simbólicamente porque tengo amigas, porque tengo amigas feministas o feministas que no me conocen, que me apoyan. Porque no estoy sola.
Tú has sufrido violencia en pareja, pero también has sufrido violencia en las redes sociales, en espacios ajenos a tu vida íntima. ¿Cómo es la lucha contra ese gigante de la violencia en las redes?
Como contra el gigante del capitalismo, el racismo, o el patriarcado. Tiene que ser una lucha colectiva. Yo recuerdo una vez que una chica me preguntó “¿y cómo aguantas?”, y yo le dije “porque me sostenéis”. De hecho no es a mí, es a las figuras visibles del pensamiento más revolucionario del último siglo. Todas las que se significan desde el feminismo y no se están constantemente auto censurando viven violencias parecidas.
Yo sobrevivo literalmente y simbólicamente porque tengo amigas, porque tengo amigas feministas o feministas que no me conocen, que me apoyan. Porque no estoy sola, porque no es a mí. Y eso, si lo entiendes a tiempo puedes seguir, si no te retiras y tampoco pasa nada. Antes pensaba que, si yo me quitaba de Twitter o si no opinaba sobre algo, el feminismo iba a temblar. Y ahora me he dado cuenta que soy completamente irrelevante y que yo me puedo retirar e irme al Caribe y que no pasa nada.
Hoy Twitter es un espacio inseguro para las mujeres.
Como todos, como la televisión, como un gimnasio, como la Iglesia.
A poca gente se le ataca más que a las mujeres feministas en Twitter porque hay un caldo de cultivo en el que puedes decir cosas misóginas, que son agresiones verbales, de manera impune
Pero las personas que vuelcan su bilis en Twitter tienen menos barreras para hacerlo. Las cosas que te dicen en Twitter no te las dirían por la calle o no de la misma manera. ¿No sientes como una indefensión aún mayor?
Sí, bueno, creo que es impunidad. El anonimato funciona. Las mujeres racializadas y las trabajadoras sexuales reciben todavía más violencia. A poca gente se le ataca más que a las mujeres feministas en Twitter porque saben que no pasa nada, porque hay un caldo de cultivo en el que puedes decir cosas misóginas, que son agresiones verbales, de manera impune. No te dicen lo mismo por la calle, porque en la calle igual les metes una hostia y si voy con amigas, una paliza.
Yo siempre digo que la violencia implica un dolor y una intimidad. Te infligen dolor y son impunes. Saben que se puede ser misógino y yo creo que así ha sido en la historia. Yo no creo que las leyes nos vayan a salvar de nada con respecto a ningún tema, pero son marcos de ruptura de la impunidad. Y el primero que tenga que pagar una multa o que le partan la cara, pues igual es un poquito ejemplarizante.
Lo de que no te cuida la policía, te cuidan tus amigas hay que empezar a tomárselo en serio: organicemos la autodefensa o la contraviolencia
Algunas nos dedicamos a denunciar comentarios y no sirve de nada. Aspectos como por ejemplo la gordofobia no se contemplan cuando vas a denunciar y se aceptan todo tipo de comentarios. No sé si nos recomiendas seguir denunciando o cómo actuar.
Cuando publicaron mi número de teléfono, mi DNI y la matrícula de mi coche en Twitter actué con mi abogada Laia Serra, experta en estas cosas, y tardaron tres semanas en que Twitter borrara el tweet. Y es un delito e infringe las normas de Twitter. No le cerraron la cuenta.
También fuimos a la Ertzaintza. Yo he ido a la Ertzaintza a denunciar las cosas de las redes sociales, las cosas de la calle, las cosas de mi casa y no ha servido de nada, lo han archivado. Y soy yo que tengo visibilidad y soy yo, que tengo una abogada estupenda, y soy yo que tengo gente que me apoya y no ha servido de nada. En realidad las herramientas de protección, como las leyes, están hechas para proteger a los hombres de lo que ellos hacen entre ellos, robarse y matarse, lo demás les importa una mierda. Pues en Twitter es igual.
Yo he ido con vídeos de niñas haciendo felaciones enviadas desde un teléfono y se ha archivado la denuncia. Esto no fue en la Policía, fue en el juzgado. Yo creo que lo de que no te cuida la policía, te cuidan tus amigas hay que empezar a tomárselo en serio: organicemos la autodefensa o la contraviolencia.
La gordofobia es una forma de violencia muy invisibilizada y que tenemos todavía mucho trabajo pendiente de conceptualizar y teorizar, que es la manera de señalar
¿Qué hacemos con la gordofobia?
Pues comérnosla. Es muy fuerte. Hay una frase en el libro que digo “nunca nadie me va a insultar de una manera que me afecte ya”. Y no es verdad, yo ya había escrito eso y luego se murió Itziar Castro. El día que se murió yo puse un tuit en plan “buen viaje”. El nivel de violencia que ejercían sobre la memoria de Itziar me pareció intolerable. Me quedé en casa, bloqueada pensando que el día que me muera se van a burlar de mí. Y luego ya vinieron a por mí. “Tú eres la siguiente”, “Calienta que sales”, “Muerte a las gordas”. Es un nivel de odio que me supera un montón. Porque el odio al discurso feminista lo entiendo porque es una amenaza. Pero, ¿por ser gorda? Y yo creo que es porque no les servimos para paja. No les servimos para follar, no les servimos para llevarnos en un mechero en el camión o para presentarnos a su madre.
En el Estado español creo que todavía está un poco en construcción el discurso antigordofobia y es responsabilidad de la lucha colectiva porque tenemos que organizarnos. A mí que me interesa mucho la representación audiovisual, la representación de las mujeres está muy avanzada, un montón. Pero hasta la serie más queer tiene una gorda que hace de gorda. O sea, en Euphoria, la gorda hace de gorda. La actriz gorda le dijo al director que le diera una trama que no sea ser gorda y la quitaron de la serie. En la serie de Netflix Las de la última fila, que una tiene cáncer, es la gorda la que tiene cáncer, que está todo el día comiendo ganchitos y bebiendo cerveza y que no es capaz ni de subirse a una atracción de mierda.
Hay un encasillamiento.
Se permite una gorda por ficción y su profesión, su papel y su trama es ser gorda y eso es tremendo. Yo me río mucho en Instagram porque hago lo mismo que las influencers, posar en sujetador, en bañador, con el culo en pompa y tal. Y la gente me pone “valiente” porque consideran que es activismo. Pero es que yo existo, imbéciles. ¿Qué hago? ¿Me escondo? ¿Me mato? A mí me parece una forma de violencia muy invisibilizada y que tenemos todavía mucho trabajo pendiente de conceptualizar y teorizar, que es la manera de señalar. A Vanesa Strauch, una cómica argentina, cuando adelgazaba la decían “¡Qué guapa!, ¿qué has hecho?” Y ella decía: “Cocaína”.
Relacionar los cuerpos gordos con la enfermedad es una práctica habitual en las redes y también en las consultas.
Te salen unos análisis perfectos y te dicen que tienes que adelgazar. Cuando la gente se pone muy enferma, adelgaza, por cierto.
Hay mucho trabajo por hacer. Por ser heterosexual o por no ser vasca no daría nada. Pero, como dice Enrique Aparicio, es de la única identidad que tengo politizada de la que me iría.
¿Pero por qué?
Porque mi vida sería más fácil. O eso creo. No lo sé.
¿No hay una manera de hacer la revolución de los cuerpos gordos?
Por supuesto. Es que soy hasta una gorda de mierda, porque tampoco soy gorda, gorda, gorda. Y además yo he sido físicamente muy normativa en la adolescencia, en la juventud, en la treintena. Y además de una manera bastante voluptuosa y sexy desde el punto de vista heterosexual. Entonces yo sé lo que es ser un cuerpo deseable desde la heterosexualidad y nunca he sido más feliz que ahora y nunca, jamás he sido más infeliz que cuando tenía marcados hasta los abdominales oblicuos. Pero claro, esto cuéntaselo a alguna que esté ahora tomando ozempic.
Hay una tendencia en las consultas de médicos a recomendar este medicamento, que en realidad es para la diabetes, para adelgazar.
A una amiga mía le recetaron una mezcla de anfetaminas y médula ósea de vaca y ahora pesa lo mismo que antes de empezar a tomarlas. Ya veremos que pasa con toda esa gente. Tú y yo sabemos que una cosa con la que adelgazas un kilo a la semana no es buena. La cocaína adelgaza un kilo a la semana, es la dieta más eficaz (risas).
Es tremendo que todo el mundo dé por hecho que estás dispuesta a tomarte unas pastillas que están pensadas para otra cosa que nadie sabe muy bien qué va a pasar con ellas, para estar delgada. Todo el mundo está de acuerdo en que tienes que hacer cualquier cosa para entrar dentro de un canon que es ridículo. Yo espero que seamos capaces de generar un discurso político antigordofobia que nos haga olvidar este malestar. Como las lesbianas de hace muchos años que cuentan que se sentían fatal y que querían curarse. Pues ojalá cada día seamos más las que no nos queramos curar.
Quiero que alguien se acuerda de mí cuando yo no esté, pero creerte relevante me parece una gilipollez
Vamos a cambiar de tema. En uno de los capítulos dices que te da miedo la irrelevancia. Te da miedo ser nadie, pero ser relevante tampoco te ha traído muchas alegrías...
Bueno, a ver, me da miedo morirme sin que nadie me recuerde. Me da mucho miedo cuando en los rastros hay fotos de gente y pienso: esta gente se ha muerto y nadie ha guardado sus fotos.
El otro día me preguntaron qué es lo que más miedo te da. Y es creerme relevante. Me daría mucha rabia ser tan estúpida. Quiero decir, quiero que alguien se acuerde de mí cuando yo no esté, pero creerte relevante me parece una gilipollez. Y además me parece curioso porque al ser visible a veces te coloca estar en sitios en los que estás rodeada de gente que cree que es relevante, incluso de gente que cree que tú lo eres. Y no voy a ser tan estúpida. Soy consciente de lo que hago, de la visibilidad. Quiero que alguien se acuerda de mí, pero no quiero buscar la trascendencia. Me parecería una horterada. Es muy patriarcal.
Si volvieras a nacer, ¿le volverías a decir que sí a Pablo Iglesias cuando te ofreció un espacio en La Tuerka ?
Hostia que pregunta. Yo no soy de arrepentirme de nada en general. Y gran parte de lo que soy tiene que ver con mi visibilidad que empezó ahí. A veces pienso, ¿qué necesidad tengo yo de meterme en este lío? Pero ha sido muy divertido. He aprendido un montón. Creo que algunas cosas le han servido a mucha gente. Me parece bastante digno.
En el primer capítulo estoy hablando en serio. Y menos mal que me di cuenta que era mucho mejor hacerlo en broma. Y además creo que era el momento. A mí ahora no me apetece tanto estar haciendo microespacios feministas en grandes espacios. Y de hecho me han hecho propuestas y me ha parecido que ya no era el momento. Pero en ese momento creo que fue interesante y además, como no me esperaba que tuviera tanta visibilidad, fue muy divertido.
Aunque ha habido cosas malas.
Bueno, pero todas sabemos que yo iba a acabar metiéndome en líos. O montaba un comando o hacía algo así. Si no sería una persona con un montón de rabia dentro que no sabría que hacer con ella. A mí la oportunidad de hacer El Tornillo me dio la iluminación de entender que yo tenía que enfocarlo desde el humor, porque sino iba a acabar en la cárcel, que nunca lo descarto, o muy podrida por dentro. Entonces hacerlo en broma me salvó de mucho y creo que además fue una herramienta pedagógica muy interesante.
Dices que quemamos poco.
Sí, yo creo que sí. Yo creo que tenemos toda la justificación para hacer una respuesta a la altura de la violencia que vivimos. Yo le cogí una idea a Pastora Filigrana que es que la violencia se ejerce contra las personas, no contra las cosas, cuando la gente se escandaliza porque se quema un contenedor. Yo creo que ahora mismo los niveles de violencia estructural contra muchos sectores de la población dan para una respuesta.
Estamos leyendo como problemas individuales problemas colectivos como la ansiedad. Estamos privatizando los dolores
Porque al final lo que ocurre es que lo somatizamos y se transforma en ansiedad.
Me interesa mucho la manera de pensar de las feministas y de la gente queer argentina. Yo sigo mucho un podcast que se llama Pasados todes y la periodista Marta Dillon, que es su creadora, un día hizo un editorial sobre la ansiedad que me parece brutal. Mientras lo escuchaba estaba subiendo el monte Pagasarri, que es el monte que tenemos en Bilbao. Tenía tanta ansiedad que tengo la suerte de vivir en esa ciudad que es un hoyito entre montañas y decidí subirme al monte. Mientras, el podcast decía que hemos privatizado la ansiedad como si fuera un espacio, una cuestión individual y es colectiva. Habrá personas con trastornos concretos de ansiedad diagnosticados, pero que estemos todas tomando orfidal, que estemos todas necesitando ir a correr o bebiendo o sobreviviendo a la vida... No conozco ninguna persona politizada que no necesite remedios para la ansiedad.
El acompañamiento terapéutico es una cosa genial en la vida y debería ser universal y gratuito, pero estamos leyendo como problemas individuales problemas colectivos como la ansiedad. Estamos privatizando los dolores, que son estructurales, son sistémicos.
Para terminar, ¿de qué va a ir el segundo libro de Irantzu Varela?
No te lo voy a decir tan al detalle como ya lo tengo pensado, porque me mata mi editora, pero va de pasarlo bien. Va a haber mucho sexo bueno, guarro y rico. Muchas lesbianas y mucho Bilbao, más todavía.
Mi venganza es lo feliz que me hace haber escrito este libro y que la gente lo lea y haberlo podido escribir sin que sea un trauma hacerlo
Pues dan ganas de leerlo ya para dejarnos un sabor de boca diferente al que deja este (risas).
Me da mucha pena que la gente sienta dolor, yo lo he escrito ahora porque estoy tan bien que lo podía escribir sin llorar. Pero claro, todo el mundo me está diciendo que se lo han leído de una sentada y que han llorado. Hay mucho dolor, pero es que estoy tan feliz que esta es mi venganza. Mi venganza es lo feliz que me hace haber escrito este libro y que la gente lo lea y haberlo podido escribir sin que sea un trauma hacerlo.
Espero nunca generarle traumas a la gente. Pero dile a la gente, ponlo ahí, que yo estoy muy bien. La alegría será nuestra venganza. La mía lo es.
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Lo que se aprende con esta mujer, de feminismo y de todo. Te admiro mucho, Irantzu.
"Yo creo que las relaciones humanas son relaciones de poder", dice la entrevistada. Pienso que ser hombre o mujer, gordo o calva, homosexual o asexual... son rasgos mucho menos importantes que vivir en la creencia esta que dice tener Irantzu. Ya lo siento, espero que algún día pueda dejar de pensar lo que cito...