Catalunya
Madrecitas, el colectivo antirracista de madres que lleva cuatro años denunciando las prácticas de la DGAIA
La constatación de que se producían de forma repetida “retiradas intempestivas e impulsivas” de niños y niñas a madres migrantes que dejaban a familias que estaban en situaciones de vulnerabilidad en una situación aún más vulnerable es lo que llevó a un grupo de mujeres a fundar Madrecitas en 2021. Desde entonces, estas mujeres migrantes han denunciado sin descanso las prácticas de la DGAIA, la Dirección general de Atención a la Infancia y la Adolescencia de Catalunya, investigada ahora en el Parlament por una comisión aprobada en junio y constituida en octubre.
La comisión, sin embargo, centrará su trabajo en la gestión económica de la DGAIA, reconvertida en DGPPIA (Dirección General de Prevención y Protección a la Infancia y Adolescencia) después de un informe presentado en septiembre de 2024 que cuestionaba fuertemente la concesión de contratos. Pero algunas madres llevan un tiempo apuntando más allá de la gestión: ellas denuncian las prácticas racistas de este organismo en la retirada de tutelas.
Linda Porn es una de las fundadoras de Madrecitas y coautora de la obra de teatro La Llorona en la que denuncia junto a su hija la actuación de la DGAIA que las separó durante unos años. Tamara Fernández es una de las abogadas que acompaña a este colectivo en su señalamiento de unas prácticas que, dicen, heredan el fondo y las formas del Patronato de la Mujer franquista.
¿En qué momento se crea Madrecitas? ¿Cuál es el detonante, quiénes os juntáis y por qué?
Linda Porn: Madrecitas se forma por la necesidad de hacer algo ante tantas retiradas de custodia con un perfil muy particular: madres migrantes. Se pone en contacto conmigo Arlene Carrasco, que es otra de las abogadas de Madrecitas, y me comenta que anda viendo lo que estamos colgando en en insta, en las redes sociales. Y empiezan a decir que hay muchas irregularidades, que eso ya lo sabíamos nosotras. Fue por una necesidad de hacer esta resistencia y no quedarnos pasivas ante toda la violencia que estábamos sufriendo, tanto las crías como nosotras. En un momento, a partir de 2021, empezamos a dar charlas y ahí es cuando empezamos a ver otras madres a las que también les han retirado la custodia y que son madres migrantes. Entonces vemos que hay un perfil muy específico: una madre migrante, sin documentación, en mi caso trabajadora sexual, o en situaciones de muchísima exclusión. Pero la base de todo es que las retiradas son a las madres migrantes. Y son retiradas intempestivas e impulsivas, en las que en dos horas los niños ya no volvían a casa y se iban a centros o se les daba la custodia a padres europeos, o se iban a familias de acogida en otras casas de adopción. Y esa es la motivación: empezarnos a organizar, empezar a hablar y empezar a ver que no era un caso aislado ni era porque lo habíamos hecho muy mal o habíamos cometido muchos delitos contra nuestros hijos, sino que era un patrón.
Venimos con la promesa del estado de bienestar y nos encontramos con esto: un monstruo que te dejaba las notificaciones de que la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia, te abría un expediente o simplemente te retiraba la tutela (Linda Porn)
Existen otras organizaciones de madres que se han dado en llamar “madres protectoras”, ¿qué es lo que tenéis en común y que os diferencia de otras redes de madres?
L. P.: Creo que tenemos muchas cosas en común. Pero Madrecitas es una organización antirracista. Aquí, los motivos [de las retiradas] han sido una cuestión de racismo, que también pasa por el género y también pasa por la clase. Somos varios perfiles: madres solteras, trabajadoras sexuales, madres migrantes que tienen hijos con europeos y les retiran la custodia, otras en situaciones de violencia de género… pero todas migrantes. Y, en nuestros expedientes, se señala muchísimo la condición de migración como una condición que implica que tú no puedes estar capacitada para poder cuidar de tus hijes. Creo que las otras organizaciones están más centradas, al ser madres autóctonas, en la violencia de género o la violencia que se ha ejercido contra los niños, les niñes, por los propios padres. Entonces nosotras tenemos ese otro componente, antirracista, que tiene que ver directamente con la condición de migración y la condición de racialización de los niños, porque casi todas nosotras, los niños, las niñas, han nacido aquí, son españoles, por así decirlo.
En 2021, cuando surge Madrecitas, ¿Qué sabíais de la DGAIA?
L. P.: Cuando estábamos recién llegadas ni en nuestras peores pesadillas hubiéramos pensado que algo como este monstruo que es la DGAIA podía venir a arrebatarte a tus hijos. Venimos con la promesa del estado de bienestar y nos encontramos con esto: un monstruo que te dejaba las notificaciones de que la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia, te abría un expediente o simplemente te retiraba la tutela. A mí, por ejemplo, me llamaron por teléfono un día y me dijeron que la niña ya estaba en un centro y que la DGAIA ya había asumido la tutela. Imagínate lo que puede significar que un día tus hijos ya no estén contigo. Es uno de los miedos más grandes que puede tener una madre. Tú tienes en la mente que si a tus hijos los llevan a un orfanato es porque les has dado una paliza, los has dejado tres días sin comer o has abusado de ellos sexualmente, son las ideas que tú tienes. Entonces claro, que se lleven a tus hijos a ese sitio es un horror.
En esos primeros momentos, en el 2021, ¿qué hacíais ante estas actuaciones de la DGAIA?
Tamara Fernández: Por un lado, intentamos poder acompañar a las madres en esa primera atención, donde no solamente te lo quitan, sino que te están diciendo que eres un monstruo de madre. Entonces, hay que restablecer un poco a esa madre rota, poder hacerle entender que hay algunas causas estructurales de racismo y de violencias que hacen que esa retirada se haya hecho y que no tiene tanto que ver con lo mal que lo haya hecho la madre. Ese acompañamiento a las madres por otras madres afectadas sirve mucho para poder tomar aire, para poder emprender. Y luego también es importante poder acompañarlas a las reuniones con las EAIAs [Equipo de Atención a la Infancia y la Adolescencia)], aunque siempre hay una cierta reticencia por parte de las administraciones de recibir personas en colectivo. Y cuando vamos como abogadas también hay como unos nervios por ahí, una cierta crispación.
T. F.: Ahí vemos cómo muchas veces el expediente apunta a una incapacidad de la madre para poder resolver determinados problemas que consideran que son intrínsecos de la madre, y que no son estructurales. Por ejemplo, consideran que el problema no es la situación de pobreza, sino la falta de trabajo… no tiene en cuenta que si no tienen NIE no pueden trabajar, al menos dignamente, o cuesta mucho conseguir un salario y tampoco tienen ingresos suficientes ni nómina para tener un piso... Entonces, dentro de esas circunstancias y dentro de esa precariedad, lo que se hace es imputar a la persona como responsable de no poder resolver los problemas de esa infancia, cuando es el Estado el que tiene que proporcionar los medios para que la familia pueda cuidar a sus hijos. Desde el principio de los tiempos, en las reuniones negaban el derecho de entrar acompañada. Actualmente, cuando tienes que entrar a acompañar a las familias a poder escuchar lo que le están diciendo los servicios sociales, la EAIA o quien sea, hay una actitud reticente a que entres.
¿Se pueden negar a que una madre vaya acompañada a esas reuniones?
T. F.: No deberían de poder negarse porque la persona que asiste a una entrevista tiene el derecho de elegir con quién quiere entrar a esa entrevista, pero muchas veces han querido negarse. El acompañamiento supone también hacer un seguimiento de los pasos legales que la persona que está afectada por la retirada no consigue comprender, no consigue abarcar en esa complejidad jurídica. Hay que dar contención a esa vertiente, además de a la emocional.
L. P.: Las madres a las que ya nos habían retirado de la tutela podemos explicarles que aquí hubo una violación de los derechos humanos, violencia institucional y también violencia racista. Y las abogadas se encargan de la otra parte que es acompañar a las madres a los EAIAs, que es esta figura que está entre la DGAIA y las familias. Ellas se encargan de hacer los informes, las entrevistas —que para mí no son entrevistas, son interrogatorios—.
T. F.: Intentamos poder seguir haciendo este acompañamiento y vemos que año a año también los casos son más y más terribles. En los informes, se percibe una mirada de familia tradicional normativa, de cómo debe funcionar, cuando es la misma administración la que falló en no brindar los recursos necesarios para que esa familia pueda desarrollarse de otra manera o con los apoyos que necesitaba en ese momento. Tenemos la sensación de que tienen miedo a que les salte un caso de una violencia grave y que no hayan intervenido lo suficiente, y entonces van un poquito más allá: el informe este lo llenamos un poquito más, ponemos más alertas sobre una intervención que ya es de por sí reactiva y una intervención que ha sido negligente en lo preventivo. O sea, la administración que fue negligente en lo preventivo luego se sobrepasa en lo reactivo para que no le explote en la cara.
El trauma que está generando el desmembramiento, sin aviso, sin contención, sin preparación, para la madre es muy duro, pero para las criaturas es devastador (Tamara Fernández)
T. F.: Cuando tienes que ir recomponiendo los pedacitos de la persona que ha quedado desmoralizada completamente, inhabilitada como madre, y saber qué es lo que le está pasando a ese niño o esa niña en el centro, te das cuenta que la medida es de tanto dolor que no compensa el desmembramiento. Porque realmente el trauma que está generando el desmembramiento, sin aviso, sin contención, sin preparación, para la madre es muy duro, pero para las criaturas es devastador. El tema es que queremos que esa madre pueda tener esas herramientas. Pero no queremos quitar de encima a la madre y lo que está haciendo la intervención es anularla completamente, aniquilarla.
T. F.: Para una madre, si le atacas lo único lo que se creen válidas, que es ese sentirse madre: ¿Cómo cuidamos a esa madre para que pueda continuar su proceso, para que pueda seguir con esa revinculación? ¿Dónde están las herramientas que acompañan a la madre? ¿Cómo acompañamos a esa madre si cada vez que va a una entrevista le dicen esto es culpa tuya, si te dicen “si no me hubiese puesto una abogada, quizá a tu niño ya lo hubieras recuperado” o “si no te hubieses ido al juez quizá ya lo tendrías de vuelta”?
Habláis de las intervenciones injustificadas de la DGAIA como una forma de actuación reiterada, no ocasional. ¿Habéis interpuesto alguna queja? ¿Conocen los movimientos feministas esta situación?
L. P.: Curiosamente tanto instancias feministas como incluso instancias antirracistas se han desafanado totalmente del tema. Incluso se nos excluyó de muchísimos espacios por ser supuestamente madres maltratadoras, porque al final los estereotipos con los que se rige la de DGAIA funcionan para este aislamiento y para este castigo a la madre migrante mala. Porque al final la blanquitud es la bondad, y la marronería o la negritud es la maldad por antonomasia. Entonces esta panchita, pues cómo se viste esta puta, esta buscona que se vino aquí a buscar su hombre español para tener los papeles... Todos esos estereotipos se cumplen un montón. Nosotras íbamos a denunciar esto como una cuestión de racismo y misoginia para nuestras comunidades, y nadie lo creía. Ese es un poco un cáncer de esta sociedad europea, que no ha asumido el racismo. Esa es otra de las razones de hacer Madrecitas, que nadie nos escuchaba, nadie nos creía, la gente seguía marginándonos. La gente decía, cuando les llevábamos nuestros casos, que eso era una excepción, que eso en Europa no podía pasar, que a mí si me quitaban otro hijo era porque era muy mala. Haciendo como mucho análisis y viendo tal y como se comporta, creo que no hay que olvidar que la DGAIA es una mutación del Patronato, una mutación que ha encontrado a sus víctimas perfectas en las hijas de las madres migrantes, que son las que están más con la vulnerabilidad. No deja de ser una institución fascista que ejerce un control total sobre ciertas poblaciones, que en el pasado fueron las mujeres disidentes o las mujeres que simplemente traían la falda corta, hoy somos nosotras y nuestras hijas.
En estos cuatro años de trayectoria, ¿cuáles diríais que han sido vuestros hitos? ¿Qué logros creéis que habéis conseguido en este camino?
T. F.: Quizás hayamos acompañado lo máximo que hemos podido para que esas mujeres puedan acceder por lo menos a sus expedientes, saber que tenían un plazo para recurrir y para poder guiarlas en lo que pudiéramos. Algunos casos se han parado solo por el hecho de acompañarlas a las visitas. Se ha intentado acompañar a las madres para poder armar un poco este soporte, para dar validez también un poco a las redes que esa persona tiene, a los medios económicos que dispone, a los recursos con los que cuenta. Y después, yo creo que tenemos también la incidencia a través del arte, de las charlas. Estamos teniendo cada vez más visibilidad. Creo que hemos logrado crear un poco de incidencia política e inclusive en los educadores, que están un poco a veces entre una ideología y unas prácticas laborales con las que no coinciden, y poder poner en palabras ese malestar político y poder transformarlo en mejores prácticas. Aún nos queda poder encontrarnos con todas las maternidades atravesadas por estas violencias institucionales y poder coordinarnos para que se nos pueda creer. Me incomoda que me pregunten: “¿Y esto realmente está sucediendo?”. El “yo sí te creo” también tiene que alcanzar a las madres afectadas por estas violencias institucionales, porque no se las cree.
Madrecitas ha desvelado la violencia racista, clasista y misógina de la DGAIA, y lo hemos hecho las madres para luchar por nuestras hijas (Linda Porn)
L. P.: Madrecitas ha desvelado la violencia racista, clasista y misógina de la DGAIA, y lo hemos hecho las madres para luchar por nuestras hijas. Volviendo al Patronato y volviendo a lo que quiere hacer la DGAIA… Evidentemente su columna vertebral es hacer negocio, pero por medio del fascismo, de la imposición violenta también a nivel psicológico. La DGAIA es ese guardián que se encarga de que una familia funcione y este callada aguantando la violencia. Entonces yo ahí creo que Madrecitas incide en responder, resistir ante una violencia racista.
Aumentar los recursos de la DGAIA es aumentar más el sistema de control social sobre la pobreza (Tamara Fernández)
¿Cuál sería vuestra propuesta para la DGAIA? ¿Se puede reformar?
T. F.: El problema es tan de raíz… Es lo que dice Linda, que esto viene de mucho más atrás, de una violencia ontológica hacia la infancia que todavía no ha sido trabajada ni elaborada. Ha habido muchos avances para el reconocimiento de derechos para varios colectivos, aunque digamos que los niños son sujetos de derechos no entendemos que han de ser oídos y respetados y se hable del interés superior del menor, todavía no se sabe ni qué significa eso.
T. F.: Para mí esto de lo que habla Linda es terrorismo de Estado hacia las infancias y hacia las maternidades disidentes. Es un tema que no transicionó, no pasó la democracia, se quedó enquistado y en esta transacción quedó ahí acomodándose en butacas que se van pasando de mano y distribuyendo esos recursos del tercer sector. Entonces, ¿cómo podemos transformar esto? Esto es algo muy estructural que está muy enquistado. Dicen que el problema es aumentar los recursos, pero no es un tema de recursos. Porque un niño torturado en un centro no tiene nada que ver con los recursos. Pegarle un cachetazo, decirle “negro, vuélvete a tu país” o “tu madre no te quiere”... ese tipo de maltrato, bofetadas, golpes, violaciones, no tiene nada que ver con falta de recursos. Aumentar los recursos de la DGAIA es aumentar más el sistema de control social sobre la pobreza. Porque, si tenemos la misma mirada, aumentamos el estado de seguridad. Aumentar la prevención es decirle a una madre que está en un piso con los chicos que puede estar más tiempo para que se restablezca, y no estar todo el tiempo amenazándola con que va a pasar a un hostal y que a lo mejor se va a quedar en la calle y sin sus hijos, porque eso no ayuda a nadie. Entonces, ya está la violencia servida. Si no tiene NIE, no tiene trabajo, no tiene piso... erre que erre diciendo que no se hacen retiradas por pobreza. Y mientras: ¿Dónde está el técnico de bienestar que propone la Ley Integral de la Infancia? ¿Dónde está el nuevo sistema de prevención? ¿Dónde están desglosados los casos de malos tratos y torturas en centros de los menores para que se pueda esto magnificar, para que no sea siempre lo que decimos nosotras, que nadie nos cree?
L. P.: ¿Cómo va a mejorar la de DGAIA? Que arda. Que arda ya. Es una institución fascista, una institución de vigilancia y de lucro de la pobreza y ahora de la migración. No es un organismo que sea para mí, ni para renovarse, ni reestructurarse. Para mí, tendría que empezarse de cero a pensar en cómo vamos a proteger a las infancias, a las niñeces y a las juventudes. Nos gustaría decir que en este proceso de reestructuración de la DGAIA, creo que las personas que más tienen que ser escuchadas son los niños y las juventudes que han estado ahí. Lo justo es escucharlas y repararlas, por que la violencia que cometen a nuestras hijas es terrible, las verdaderas víctimas de la DGAIA y del sistema de protección de menores son las criaturas.
¿Qué significa “Madrecitas”? ¿Por qué ese nombre?
L. P.: Es un término de Abya Yala, allá utilizamos mucho los diminutivos para nombrar algo grande. A la Virgen de Guadalupe se le dice “madrecita”. Hay un respeto, una resistencia por parte de la maternidad, una forma de ver la maternidad como un acto político. La “madrecita”, al menos en la sociedad mexicana, no es solamente la persona que cuida y que provee, sino también la persona que defiende a sus hijos y que resiste ante cualquier ataque o violencia hacia las niñas, niñes.
Entonces... una “madrecitas” no es una madre pequeña, ¿verdad?
L. P.: ¡Para nada! Madrecita es una gran madre.
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