Carbón
Kuba Gogolewski: “El Santander es el segundo banco de Europa que más financia la industria del carbón”

El coordinador de proyectos de la organización polaca Desarrollo Sí, Minas a Cielo Abierto No se ha trasladado a la capital cántabra para participar en la junta de accionistas del Banco Santander y exigir a la entidad que deje de financiar a las industrias más contaminantes, especialmente la del carbón.

Kuba Gogolewski
Jakub 'Kuba' Jerzy Gogolewski, coordinador de proyectos de la organización polaca 'Desarrollo sí, minas a cielo abierto no'.

Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @pablorcebo.bsky.social, pablo.rivas@elsaltodiario.com

12 abr 2019 09:37

Polonia es el país europeo más dependiente del carbón, en el que, aún en 2019, el 80% de la electricidad proviene de quemar este mineral. La coalición Rozwoj tak - Odkrywki nie (Desarrollo Sí, Minas a Cielo Abierto No) lleva desde 2009 organizando referéndums sobre explotaciones mineras y luchando contra los proyectos extractivos y las centrales térmicas. Ya ha conseguido que 9.000 millones de toneladas de lignito queden bajo tierra. 

Jakub Jerzy Gogolewski, ‘Kuba’, es coordinador de proyectos de esta organización y está especializado en banca, finanzas y energía. Este viernes se ha trasladado a la junta de Accionistas del Banco Santander, que se celebra en la capital cántabra, para preguntar a la directiva de la entidad por qué ha destinado 13.400 millones de euros en los tres últimos años a financiar la industria de los combustibles fósiles, según el informe Fossil Fuel Finance Report Card 2019, lo que le convierte en uno de los bancos más sucios del mundo.

En concreto, en Polonia, donde es el tercer banco del país, ha financiado a Polska Grupa Energetyczna SA (PGE), otorgándole un crédito por 950 millones de euros. La empresa, cuyo socio mayoritario es el Estado polaco, es la propietaria de la central termoeléctrica de carbón de Bełchatów, la más contaminante de Europa, y pretende abrir nuevas minas de carbón, desoyendo las advertencias de la comunidad científica e internacional sobre la emergencia del cambio climático.

¿Qué papel tiene el Santander en la financiación de las PGE y ZE PAK, las dos empresas que extraen al año 60 millones de toneladas de lignito al año en Polonia?
Santander es el tercer banco en Polonia, y nuestro primer ministro, Mateusz Morawiecki, ha sido el CEO de la filial polaca del Santander durante seis años. Hay una conexión muy cercana entre la institución y el Gobierno, y además es el banco que está más presente en la financiación del sector de la minería del carbón y las plantas que funcionan con este mineral. Mi organización representa a las comunidades locales que están junto a las minas de lignito.

Entre estas dos empresas extraen todo el lignito que se produce en Polonia. El lignito es el peor de los tipos de carbón, aunque Polonia tiene tanto hulla como lignito. El Santander financia a ambas empresas desde hace bastante tiempo. El problema con PGE es enorme: genera el 40% de la electricidad del país y el 91% de la generación de centrales térmicas de carbón. Además, quieren seguir expandiéndose y hacer nuevas minas. Santander ha financió en septiembre de 2018, junto con tres otros bancos, un crédito a PGE de 950 millones de euros de préstamo general, que puede ir a financiar cualquier cosa, incluso nuevas centrales de carbón como las de Opole y Turow, o la expansión de las minas.

Al Santander le pedimos que, si dice que va a prestar el dinero de acuerdo al Acuerdo de París, haga una política en línea con la necesidad de reducir las emisiones

Hay bancos que han cambiado su actitud y se han movido en la dirección correcta, como es el caso de ING. En España, BBVA ha dado algunos pasos. También Santander algunos leves: ha eliminado la financiación directa de minas y plantas pero hoy en día nadie habla de gestión de proyectos. Todo este tipo de financiación se hace a base de créditos a las compañías y a través de bonos corporativos que lanzan al mercado, algo en el que el papel principal lo tienen los bancos al recoger riesgo y distribuirlo entre los sectores financieros. Son las dos cosas que sigue haciendo el Santander, que, según los estudios, es el segundo banco de Europa que más financia la industria del carbón, y el primero en Polonia.

El informe Banking on climate change revelaba, tres años después del Acuerdo de París, que la gran banca sigue “alineada con el desastre climático”. Los bancos chinos, canadienses, estadounidenses, europeos y japoneses han financiado la industria de los combustibles fósiles con 1,9 billones de euros entre 2016 y 2018. ¿La banca sigue aumentando su financiación de las empresas sucias?
Sí, y ese es el verdadero problema. Hay algunos bancos, como el Santander, que dicen que tienen su financiación acorde con el Acuerdo de París, pero que cuando se miran los números, eso estalla por todos lados. El lignito y el carbón es lo más obvio. Según todos los estudios, también del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), en Europa y los países de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) tenemos que abandonarlo antes de 2030. Esto es, hay que hacerlo ya, no hay plazo para nada nuevo. Pero luego viene el resto, que  tendrá más alcance. Es el caso del gas natural licuado o el transporte aéreo, al que todavía hay poca alternativa hoy en día. Sí se ha avanzado en las alternativas en lo que se refiere a transporte por coche, pero para vuelos, transporte marítimos, pesticidas… 

El problema es que que la banca sigue financiando a las empresas más problemáticas, las que se dedican a la extracción de petróleo, gaseoductos y gas natural licuado. Son temas en los que la discusión está más avanzada.  En el caso del carbón la decisión está ya tomada, solo es cuestión de tiempo ver cuándo termina. Por eso le vamos a pedir al Banco Santander que apoye, hay un consenso europeo e incuso en el mundo financiero del continente de que hay que acabar con la financiación del carbón. A nivel global, al Santander le pedimos que, si dice que va a prestar el dinero de acuerdo al Acuerdo de París, haga una política en línea con la necesidad de reducir las emisiones de gases del efecto invernadero.

¿Qué criterios puede introducir un banco para frenar las emisiones mundiales?
A nivel muy concreto, lo primero es identificar estas industrias, las más problemáticas, a las que deberían parar de financiar nuevos proyectos. Ya hay ejemplos; hay bancos que han parado de financiar proyectos de arenas bituminosas o a sectores y empresas dedicadas al carbón. Otros ya están mirando frenar la financiación de oleocuctos y gaseoductos vinculados al transporte de arenas bituminosas o de proyectos de exploración en el árticos y en aguas superprofundas.

En Westfalia hace diez años en el sector del acero y el carbón trabajaban 400.000 personas, diez años después solo lo hacen 10.000

A nivel de carbón, la iniciativa de la organización alemana Urgewald ya ha sido adoptada por grandes empresas financieras como un referente. Es el caso de Axa, la aseguradora más grande del mundo, y Allianz, la segunda más grande. Lo que hace esta organización es mirar quién es quién en el mundo del carbón, analizando el porcentaje de ingresos que genera una compañía a base de combustión o minería de carbón. Lo que ha sacado a la luz esta lista es que hay empresas que siguen queriendo invertir en carbón, incluso compañías que no tienen nada que ver con esta industira. Por ejemplo, hay empresas de textil que quieren construir nuevas plantas de carbón, hay nucleares que quieren diversificar, etcétera. Por eso hay actuar en dos frentes: hay que dejar de prestar a las compañías que no quieren ni hablar de diversificación y transición, y hay que dejar de financiar a cualquier compañía que quiera construir nuevas plantas o minas, no solo no financiando un proyecto, sino a la empresa entera.

¿Cómo puede la ciudadanía presionar a la banca para deje de financiar a las industrias que actúan como si el cambio climático no existe?
Hay muchas posibilidades. El ciudadano puede decir, ‘oye, si hay bancos éticos, hasta que el Santander no tenga definida su estrategia climática, y como sé que mi dinero en el banco está ayudando al desastre, pues cambio de banco’.  Otra posibilidad es la que tienen los accionistas, que pueden cambiar las cosas dentro al decirle a los dueños de la entidad: ‘Esto nos preocupa, no solo nuestros ingresos y el dinero que tenemos, sino cómo los ganamos’. Esto ya pasa en Gran Bretaña, Francia, Holanda e, incluso, Estados Unidos. La tercera cosa que pueden hacer es lo referente al papel de divulgación y educación. 

A pesar de que la UE ha anunciado que quiere poner límite al carbón, las centrales térmicas actuales podrán recibir subvenciones hasta 2025, tal como señala la Directiva de Diseño de Mercado Eléctrico. ¿Está Europa haciendo todo lo que debe para frenar el cambio climático?
Es tarde y esa decisión ha dejado a muchas personas insatisfechas, pero poner este límite, así como poner un límite de emisión de 550 gramos de CO2 de origen de combustibles fósiles por kWh de electricidad, es un paso más. También ahora se está vinculando el problema climático con el Estado de Derecho y los presupuestos europeos. Por fin hay planes de energía y clima, que en muchos países es la primera vez que se hace. No es suficientemente rápido, pero apunta claramente que esta es la dirección que hay que tomar.

Mirando todas las decisiones europeas; la directiva de agua, la directiva de precios de carbono, la disminución de precios de la renovables, las interconexiones... si miras todo el pack, la industria del carbón ya está muerta. Los inversores están huyendo de este mercado rápidamente. Algunos, como Polonia como país, resisten todo lo posible y se defienden muchísimo, pero a pesar de esto podemos decir que están acorralados.

No parece que el Gobierno y las empresas polacas hayan entendido la situación, ya que tanto PGE como ZE PAK tienen planes para abrir nuevas minas de lignito y quemarlo después de 2030, lo que contradice la Agenda 2030 y los objetivos de desarrollo sostenible.
Sí, pero hay que distinguir entre el discurso público de los políticos y los hechos reales. Hay que recordar que estamos en año de elecciones. Hay una diferencia gigante entre la política energética del país hasta 2040, que está en consulta, y lo que el Gobierno polaco ha mandado a Bruselas. Además, el lignito se va a acabar porque no habrá nuevas minas de carbón, y esto determina una trayectoria del fin de las plantas. Y la minería de carbón, la que emplea más gente, se va a ir muchos más rápido, pero es un tema que los políticos temen tocar porque hay muchísimo empleo ahí: 85.000 personas solo en Polonia.

El ciudadano puede decir, ‘oye, si hay bancos éticos, hasta que el Santander no tenga definida su estrategia climática, y como sé que mi dinero en el banco está ayudando al desastre, pues cambio de banco’

Mi apuesta es que en cinco años habrá pasado lo mismo que pasó con Tesla, la productora de coches eléctricos, entre 2003 y 2008: eran una cosa muy pequeña y loca en un garaje, y ahora los grandes de la industria automovilística tienen que seguirles porque el mercado está en ese territorio de la ingeniería y del cambio.

Entonces, aunque Polonia depende del carbón para su energía en un 80%, defiendes que el país está avanzando para cambiar la tendencia.
Pero no el gobierno central. Polonia es más cercana a España que a Francia en lo referente a la organización del Estado, estamos menos centralizados que Francia. Cuando miras lo que está pasando en el equivalente de las comunidades autónomas —voivodatos— y en los municipios, ahí nadie está pensando en el carbón. Las minas están impulsadas solo por las empresas estatales, con la resistencia de las personas que viven allí y los ayuntamientos. El problema es la estructura de la industria polaca, que está controlada por el Gobierno.

Estamos en una situación muy similar a los últimos años de la Unión Soviética, que era tan grande y tan imposible de modificar que nadie creía que se podía cambiar. Hay mucho discursos, pero hace dos años las cosas eran tremendamente diferentes. Y este año y el que viene van a ser un punto de inflexión.

Formas parte de la coalición nacional polaca Desarrollo sí, minas a cielo abierto no, que ha conseguido dejar 9.000 millones de toneladas de lignito bajo tierra desde 2009. ¿Cómo lo habéis hecho?
Hay que decir que esta coalición nació sin ONG ni organizaciones, fueron los ayuntamientos y las comunidades las que se unieron para hacer referéndums en 2009. Tres localidades diferentes hicieron una consulta el mismo día y dijeron claramente: no queremos esto aquí. Eran los lugares donde se habían descubierto los yacimientos más grandes de Polonia, en torno a 4.000 millones de toneladas. En ese momento, expertos y organizaciones de la sociedad civil, ecológicas, civiles y de derechos se dieron cuenta del enorme potencial de esta movilización democrática, y cómo la plataforma aunó las sinergias de grupos de muy diferentes valores, unos pensando e la energía, otros en el agua, otros en la agricultura...

El problema es que que la banca sigue financiando a las empresas más problemáticas, las que se dedican a la extracción de petróleo, gaseoductos y gas natural licuado

Con esa idea de unir fuerzas hemos realizado varias estrategias durante años. Una de las principales ha sido juntar a una comunidad y pensar qué proyectos positivos podemos construir para seguir adelante y construir un futuro frente a quienes quieren destruir con técnicas del pasado: huertas solares, desarrollos por terreno específico, etcétera.

Al mismo tiempo, hemos seguido todos las fases de planificación de las minas. En Polonia la opinión de la sociedad civil, tanto a nivel de las decisiones medioambientales como a nivel de planificación local, es muy importante, y podemos decir que no es posible hacer una mina si las comunidades que viven en el territorio no la quieren. El resultado fue que las comunidades ganaron en muchos casos y las que hicieron referéndums eligieron a sus representantes después, en siguientes elecciones. Salió gente muy metida en la sociedad y con mucha legitimación que luego ha llevado batallas legales con el gobierno central para no poner minas en sus tierras. Así, hemos utilizado bastante repertorio legal y también hemos hablado con los participantes financieros. Yo he ido, personalmente, desde 2013, a las asambleas de accionistas de estas empresas financieras. También hemos organizado cadenas humanas y acciones similares.

180.000 personas trabajan en las minas europeas extrayendo carbón y 60.000 más en las centrales, ¿está el sector preparado para una transición ecológica?
Yo diría que sí. El último reporte de Eurostat señala que la mitad de esas personas están en Polonia, Bulgaria y Rumanía. No es solo si está preparado el sector, sino si los países donde sucederán estos efectos están preparados y tienen los recursos para hacerlo. En Westfalia (Alemania) hace diez años en el sector del acero y el carbón trabajaban 400.000 personas, diez años después solo lo hacen 10.000. En esta parte del mundo en una década la industria ha conseguido trasladar 390.000 personas sin que haya un alto coste, pero, claro, es una región rica. Lo que ha dicho la Comisión, así como Rumanía, Polonia, Bulgaria y Grecia, es que habrá que demostrar solidaridad económica. Se puede hacer, la pregunta es a qué coste. Toda transformación tiene su coste, la pregunta es si podemos manejar y potenciar la protección de los más afectados para que los daños sean menores.

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