Arte urbano
Arte callejero: ganarse la vía

El arte callejero subsiste en los espacios públicos ante el reto de agradar a la gente y el aumento de las trabas municipales.
Ganarse la vía: Arte callejero
Micrófono de un artista callejero en la gran vía de Bilbao Iker Mojón

Tarde de sábado. En el Parque de Doña Casilda de Bilbao, el músico callejero Jad Soundshots acapara la atención de la gente que pasea. El parque y las campas están a rebosar. La chavalería baila al son de la música, aplaude feliz y los adultos disfrutan también del espectáculo gratuito. El artista, concentrado, no parece nervioso. Se siente que disfruta con lo que hace y la alegría de su público le anima y da vida. 

El arte callejero llena ciudades y crea, sin quererlo, su propia banda sonora para estas grandes urbes. Para Marta Álvarez, de Artekale, la asociación de Artes de Calle del País Vasco, “cualquier espectáculo que se haga en la vía sin importar el tipo de arte que desarrolla” puede considerarse arte callejero. Jerónimo Alberto Delor, más conocido con el sobrenombre artístico de Jad Soundshots, se gana la vida actuando en las calles de Bilbao y tiene una visión más poética de su oficio. “Es alguien que le pone color a la ciudad, es el sustento invisible de los municipios”, explica.

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Jad Soundshots toma como escenario las calles de Bilbao. Iker Mojón

Las dificultades del artista

Mimo, teatro, danza, música, no importa la disciplina, pues todas necesitan lo mismo para atraer al público: las tablas, tener un buen espectáculo y creer en tu propio talento. Esto es lo que realmente influye en la interpretación y en el éxito, porque, pese a ser espectáculos gratuitos y en abierto, el público es muy exigente.

Salah El Yaakobi lleva 15 años en Bilbao y ahora se muda a Madrid porque siente que se le ha quedado pequeño y quiere enfrentarse a nuevos retos. Estudió Arte Dramático y se define como actor y humorista. “Tienes que tener mucha capacidad para entretener a los espectadores. Si eres bueno en lo que haces, la calle no podrá contigo. Sin embargo, tienes que tener un buen número y ser un artista callejero profesional, porque el público no es tonto. Sabe reconocer si hay un duro ensayo detrás”, reconoce. Braulio Cortés, coordinador del grupo Arimaktore, Escuela de Cine y Arte Dramático de Barakaldo, coincide en que contar una buena historia es primordial para tener atrapada a la gente. “Normalmente las personas que ven el show se portan bien, pero depende mucho de lo que se esté contando. Es decir, que su atención depende del guion. Y si el público no hace caso es porque algo se está haciendo mal. En cambio, si las actrices y los actores consiguen que se enganche desde un inicio, todo va bien. El público queda encantado. Por eso, es importante llevar el pulso de la obra”, explica. 

“En estos espectáculos siempre pueden surgir espontáneos. Entonces, los artistas tienen que tener mucha capacidad de improvisación, algo que puede ser un inconveniente, pero también tener su parte mágica”, cuenta Amaia Ibáñez, gerente de la asociación de Empresas de Producción Escénica de Euskadi, Eskena. Mailén Mansilla, fundadora, junto a su compañero Luciano Mezzotero, de la compañía de circo y teatro Trotamundos, rememora algunos shows en los que han tenido que batallar con la intervención de personas ebrias, animales que interrumpen la sesión o “andarse con ojo de no pisar niños al hacer piruetas”. Eso sí, pese a los inconvenientes, destaca también que el contacto con el público es lo más enriquecedor de estas artes. Mansilla recuerda un espectáculo en el que durante la muerte de uno de los actores casualmente pasó una ambulancia y la incorporaron a su función simulando que debía socorrerle. “Tienes que estar pendiente del entorno todo el rato para poder aprovecharlo”, confiesa.

“En un teatro voy con ventaja, es como si la gente viniera a mi casa, pero en la calle soy el visitante”, dice Salah El Yakoobi

La improvisación y la capacidad de adaptación forman parte de la lista de habilidades que el artista callejero tiene que tener y que en el teatro más convencional no hacen tanta falta. “Cuando actúo en un teatro o en una sala voy con ventaja, es como si la gente viniera a mi casa, pero en la calle soy yo el visitante”, afirma el humorista El Yaakobi. “Y tienes que tener muchísimas herramientas para salvar el número si la situación se sale de control, porque hay cosas que no se sabe que van a ocurrir y, aun así, las tienes que tener en la cabeza por si pasan. Por eso, el arte callejero es tan difícil”, sentencia.

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Una mujer mimo actuando en el Casco Viejo de Bilbao. Iker Mojón

Por su parte, Tamara Gallego es guionista y actriz. Estudió en Ánima Eskola, la Escuela de Teatro, Cine, Danza y Música de Erandio, y tiene el Grado de Guion Profesional y el Posgrado en Dramaturgia e Interpretación. Ha hecho guiones para varios cortos y sus pinitos como actriz, pero nunca ha actuado en la calle. Sin embargo, es consciente de las destrezas que supone hacerlo: “El escenario de los artistas callejeros es la calle. Entonces, sus habilidades tienen que estar muy encaminadas a desenvolverse en ese espacio. Tienes que tener un gran potencial para entretener a la gente, y, aunque muchos no aprecian esta profesión, si eres un buen artista callejero la calle no podrá contigo”. Jad Soundshots, en cambio, recalca la necesidad de ser perseverante y disfrutar de lo que haces. “Vivo en Balmaseda e intento venir a Bilbao a tocar todos los días. Gracias a esa constancia, he conseguido otras oportunidades laborales como dar clases de armónica o tener actuaciones en bares”. Hay algo en la calle que hace que quienes viven de ella le profesen un amor especial. Jad Soundshots confiesa que, si pasa días sin tocar, siente “mono” por actuar y, aunque tuviera todo el éxito del mundo, siempre volvería a la calle.

Profesión o afición

“El arte callejero es una disciplina dentro del inmenso mundo del arte. Puede que esté peor valorada, que no esté reconocida ni regulada, que la remuneración que reciben los artistas sea o no justa… pero eso no cambia que sea una profesión. Es verdad que hay artistas que lo practican a modo de afición, pero eso solo lo puede decidir quien lo ejerce”, indica la guionista y actriz Tamara Gallego, sobre el mayor o menor reconocimiento del arte de calle. Una opinión que comparte Braulio Cortés, coordinador de Arimaktore: “Dedicarte a entretener al público es difícil. Vivir de ello, también. Y, pese a todo, es una profesión que requiere un gran esfuerzo por parte del equipo profesional”.

“Si estás en una calle poco transitada, igual solo sacas 5 o 10 euros, incluso nada”, confiesa Betto Snay

Jad Soundshots es una de esas personas afortunadas que puede vivir de tocar en la calle, incluso con un hijo y otro en camino, porque su pareja también tiene trabajo y eso favorece la economía familiar. Sin embargo, es consciente de que no todo el mundo puede hacerlo. Al final, depende de la casuística de cada artista: las facturas a pagar, si los gastos son compartidos, el estilo de vida… Lo que está claro es que subsistir de este trabajo es muy complicado ya que las ganancias del día dependen de la generosidad del público. Para Betto Snay, rapero bilbaíno que durante la pandemia hizo sus pinitos en la calle, el beneficio depende de múltiples factores. “Por ejemplo, si estás en una calle poco transitada, igual solo sacas 5 o 10 euros, incluso nada”, confiesa. “Creo que dar dinero es algo voluntario. El artista no tiene que tener esa exigencia. El público no tiene ninguna obligación, pero muchos artistas, con los que no estoy de acuerdo, se ponen pesados pidiendo dinero o dicen frases para dar pena o intimidar a la gente. Así, consiguen que el espectador se sienta mal si no aporta. Y eso no está bien”, comenta Salah El Yaakobi. “Que la gente dé o no dinero depende de su conciencia o sus recursos económicos, no sabemos la situación por la que pasa el espectador. Aunque es cierto que lo ideal sería que se valorase más este trabajo, como corresponde”, puntualiza Tamara Gallego. Algo que, cree, no pasa, porque, aunque los artistas callejeros hacen un trabajo increíble, no hay mucha concienciación en cuanto a que son profesionales del sector. 

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La Compañía Trotamundos se dedica al teatro y circo de calle. Foto cedida por la Compañía Trotamundos.

Legislación callejera

Cada calle tiene su público y también su propia normativa, leyes. Otra traba más, en la mayoría de los casos, para poder actuar sin problemas. En Bilbao, por ejemplo, según la Ordenanza del Espacio Público de 2010, se distingue entre actuaciones musicales y otro tipo de actuaciones artísticas. Los músicos callejeros deben cumplir un horario, de 10h a 15h y de 17h a 22h. Y sus espectáculos no pueden tener una duración superior a los 45 minutos, ni a los 70 decibelios. Transcurrido ese tiempo, deberán elegir otro lugar en la vía pública, sin repetir su actuación en el mismo punto y día. 

Por lo que respecta a las modalidades no musicales, no tienen unas normas tan estrictas. Si las actuaciones se hacen individualmente o en pareja, no es necesario solicitar una autorización previa, siempre que no ocupen más de dos metros cuadrados del espacio público. Y el horario de sus funciones puede ser de las 10h a las 22h, ininterrumpidamente. Además, en el caso de Bilbao es necesario tener un carnet municipal para poder actuar en sus calles. Este registro se inauguró en 2019 y a día de hoy hay 343 artistas callejeros inscritos, según los datos de la Oficina del Espacio Público del Ayuntamiento.

Por su parte, las otras dos capitales de Euskadi tienen una regulación más flexible. Jad Soundshots ha actuado en las tres localidades. En su opinión, en Gasteiz “dejan libertad de decisión al artista”, siempre y cuando no moleste al resto de la ciudadanía, y en Donostia sí se requiere un permiso, pero es “más abierto y no hay tanto control”. En lo que sí se muestran más taxativos es en que los artistas no puedan solicitar de forma activa la aportación de donativos, sino que tienen que limitarse a colocar un recipiente donde la gente deje sus monedas.

En la mayoría de las localidades no disponen de una normativa callejera específica para el arte de calle. “Actuamos si alteran el orden público con desnudos, atacan a las personas con insultos racistas, machistas, u ocupan un lugar de la vía pública no permitido, como la carretera. Entonces nosotros hacemos un informe y el ayuntamiento se encarga del resto”, explican desde la policía municipal de Barakaldo. Las ofensas que mencionan, en el caso de Bilbao, conllevan una sanción. Según el artículo 127 de la Ordenanza, una infracción leve supone una multa de hasta 750 euros, las graves de hasta 1.500 y las muy graves alcanzan los 3.000 euros de multa.

Jad Soundshots nunca ha tenido problemas con la policía, salvo en una ocasión en la que un agente le confundió con otro músico y pensó que llevaba actuando toda la mañana en el mismo sitio. “No conviene enfrentarse a un policía, siempre hay que tratar de llegar a los mejores términos posibles. Además, se puede hablar con ellos, suelen ser bastante comprensivos”, cuenta. Para Jad, “la ciudad es de todos” y “hay que ser respetuosos con el vecindario, los colegas y las autoridades porque si no, llegan los inconvenientes”. Aunque, eso sí, se queja el músico, “siempre hay alguien que te dice que no puedes a esta hora o que te pasaste de tiempo, porque hay mucho policía de balcón”. 

Una gran comunidad

Ante el desamparo que sufren quienes hacen arte callejero, hay quien apuesta por la colaboración y la creación de espacios en común. Es el caso de Betto Snay que creó el programa de radio Arte callejero para “dar a conocer a los artistas que no tienen voz”. Se emite en la emisora comunitaria 97 Irratia de Bilbao y busca “formar a nuevos artistas en la entrevista y crear un espacio seguro”. Los invitados del programa son artistas emergentes y muchos vienen de la calle. Según Snay, la idea de Arte callejero es que aprendan a desenvolverse en una entrevista. “Son chavales que se quedan cortados porque llevan un año cantando y aunque han logrado una canción que ha funcionado no tienen la experiencia para hablar tranquilamente”, detalla el rapero bilbaíno. Además, también buscan dar voz a las personas racializadas que muchas veces quedan silenciadas por los grandes medios de comunicación. “Nosotros intentamos crear comunidad y nuestros propios medios de comunicación”, explica Betto Snay: “Somos pobres, pero no pobrecitos. Hacemos las cosas bien y lo sabemos, pero hace falta que la sociedad trabaje por la inclusión. La calidad está ahí”, sentencia.

“El teatro no debe guardarse entre cuatro paredes”, propone Jon Maya, de Kukai Dantza

“La calle te da la posibilidad de compartir el arte que tú tienes con la gente, te da satisfacción”, confiesa con pasión Betto Snay. “Es una dinámica distinta a la de un bar o un teatro, es el día a día y es buenísimo”, reconoce Jad Sounshots. Tanto es así que incluso compañías que no se dedican expresamente a la calle también desarrollan espectáculos para el espacio público, como la compañía guipuzcoana de teatro y danza Kukai Dantza. Originaria de Errenteria, ha actuado en más de 25 países. Para Jon Maya, su fundador, el feedback del público de la calle te hace crecer como artista. Varias de sus actuaciones han sido creadas expresamente para ser interpretadas al aire libre y otras se pueden adaptar también a las condiciones de calle. “El teatro no debe guardarse entre cuatro paredes”, explica Maya, “el escenario y la calle son vías complementarias, para llenar los teatros también es importante ir a donde está la gente”.

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Kukai Dantza, compañía de trayectoria internacional en una de sus actuaciones. Foto cedida por Kukai Dantza.

Sin embargo, no es nada sencillo vivir del arte callejero, ni siquiera para las compañías que trabajan bajo contrato. “Las condiciones de trabajo no suelen ser demasiado buenas y deberían cuidarse más”, confiesa Maya. Es por eso que desde Eskena están trabajando en un convenio que, esperan, beneficiará a todo el sector, a cualquier artista, forme parte de una compañía o esté dado de alta como autónomo. “Por ejemplo, habrá una referencia a cómo hay que proceder en caso de anulación de los espectáculos de calle”, indica Amaia Ibáñez, gerente de la asociación, pues cuando esto ocurre son muchos los artistas que no cobran.

El espectáculo llega a su fin en el parque de Doña Casilda. Sin interrupciones ni suspensiones. El músico apaga el amplificador y recibe la ovación del público. Agradece los aplausos. Llega el momento decisivo de pedir la voluntad. Es su forma de ganarse la vida. Ha disfrutado de su trabajo, pero es el público quien tiene la última palabra o el último gesto para agradecer y reconocer su esfuerzo. Y él, lejos de enfurruñarse, empieza a recoger sus bártulos, con una sonrisa, para irse a otro rincón de Bilbao y volver a mostrar su arte.

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