África
Perspectivas para la revolución en los 55 países de África

Una descripción de la situación política actual en 55 países africanos muestra que muchos movimientos están haciendo avances en la lucha contra el autoritarismo.

Protestas en Argelia
Protestas en Bordj Bou Arréridj, en Argelia, el 22 de marzo de 2019. Imagen de @AlgeriaUp.
Traducción: Eduardo Pérez
30 mar 2019 06:10

Mucho ha cambiado desde que llegué a Uganda en 2009. En ese momento, las movilizaciones masivas con objetivos políticos era algo mucho más fuera de la normalidad en este país.

Para aquellos de nosotros que estamos en la lucha contra el autoritarismo, es lógico obsesionarnos con la larga distancia que todavía debemos recorrer hasta la victoria. Vemos el objetivo todavía por delante ùla destitución de un dictador o una guerra que debe terminar—, pero raramente miramos hacia atrás para celebrar lo lejos que hemos llegado.

Hace solo dos años, habría dudado en afirmar que los ugandeses han comenzado a unir sus fuerzas. Era el mismo puñado de activistas y partidos opositores desorganizados y sin estrategia que hacían ruido en conferencias de prensa. En octubre de 2017, sin embargo, todo explotó cuando el dictador Yoweri Museveni orquestó una enmienda a la Constitución, prolongando su reinado de tres décadas. Los procesos parlamentarios parecían más un especial de lucha libre, ya que los legisladores se peleaban con sillas y personal militar se infiltraba en sus debates, además de en las sedes de organizaciones progresistas de todo el país.

A pesar de las duras medidas implementadas, los ugandeses de todas las regiones consiguieron hacerles recular. Fue la primera vez que la ira surgió, sin líderes y de manera dispersa, de la que fui testigo. El conflicto entre los ciudadanos y el Estado continuó aumentando a la vez que la estrella rasta y criada en el gueto Bobi Wine se enfrentaba con Museveni, movilizando a los urbanitas para que hicieran resistencia no violenta. Si su equipo de campaña puede llegar más allá del contexto de la ciudad que conocen bien y establecer una red bien coordinada de organizadores rurales, 2019 podría ponerle en posición de arrebatarle el poder a Museveni. 

El año que queda por delante es esperanzador en África. Comenzó con los sindicatos en Sudán y Zimbabwe poniendo a prueba a regímenes autoritarios viejos y nuevos, respectivamente. Togo estuvo al borde de acabar con medio siglo de dominio de una familia, y los argelinos siguen inundando las calles contra su déspota, al que acaban de obligar a renunciar a su candidatura para un quinto mandato. Las protestas contra el gobierno en Etiopía han empujado a un régimen tradicionalmente represivo a dar pasos hacia la democracia, lo que sus nuevos líderes están haciendo.

Por supuesto, no sería inteligente ser optimista sin más. El fascismo está en auge en el sur tanto como en el norte. La siguiente descripción de las situaciones políticas nacionales muestra cuán prometedor, si no turbulento, puede ser lo que queda de 2019.

Cuerno de África

No hay, quizás, mejor sitio desde donde empezar que en Etiopía: el lugar donde la humanidad (presumiblemente) empezó. Esta cuna de civilizaciones, de religiones y de muchos pueblos africanos que han migrado por el continente también ha hecho gala de una tradición más moderna: el dominio de la minoría. Los principios de los 90 vieron el ascenso de una minoría tigray que tomó el control del gobierno y suprimió incluso las formas más modestas de disidencia durante casi tres décadas. Por ejemplo, no se permitía la existencia de organizaciones de derechos humanos en Etiopía. El pasado abril, sin embargo, el nuevo primer ministro, Abiy Ahmed, tomó el poder tras una larga serie de protestas por parte del pueblo oromo y otros que anhelaban un cambio político.

“Ahmed está impulsando reformas más rápido de lo que cualquiera ha previsto”, dice el periodista y activista etíope Eden Sahle. “Es incluso más impresionante su capacidad de servir como ejemplo y articular su visión de eliminar el etnonacionalismo extremo mediante la compasión y la democracia”. Hay un sentido de posibilidad que se ha extendido por Etiopía por primera vez entre la gente joven. El Gobierno etíope ya ha tomado medidas progresistas contra los inversores extranjeros. En octubre, tomó posesión la primera mujer presidenta del país. Etiopía es una nación africana con gran potencial en 2019.

El resto del Cuerno de África parece más deprimente. Yibuti —hogar de la única base militar estadounidense permanente en África— no tiene medios de comunicación independientes legalmente instituidos. La entidad regional de derechos humanos Defender a los Defensores denunció los arrestos y torturas continuos contra artistas, periodistas y trabajadores de la sociedad civil. Pocas noticias respecto al poder de la gente se han filtrado por las fronteras del pequeño país en años recientes.

Somalia sigue siendo un baile de grupos terroristas y cleptócratas (algunos informes lo clasifican como el país más corrupto del mundo en 2018). Más activistas somalíes están sumándose a asuntos de justicia de género en su impulso por el cambio político, pero al estar entre los países menos estables, aún tienen un largo camino por delante.

Mientras tanto, Eritrea simplemente podría ganar el premio “Corea del Norte de África”. Sin poder legislativo, judicial o mediático independientes, el presidente Isaias Afwerki se siente cómodo en su 26º año en el poder. Cada eritreo sirve al Estado durante un período indeterminado al cumplir 18 años, la mayoría destinados al servicio militar. Según un informe de Human Rights Watch en 2018, este “servicio nacional” a menudo dura más de diez años.

África del Norte

De todas las regiones de África, África del Norte tiene el mayor potencial de cambio este año. Sudán sigue la valiente acción revolucionaria contra el veterano dictador Omar al-Bashir. La resistencia se ha extendido a todos los rincones del país y se ha beneficiado del liderazgo de la clase profesional, que incluye abogados, médicos, ingenieros, profesores y académicos.
África
El levantamiento de Sudán: “Esto es una revolución popular”

En Sudán, una oposición civil multidimensional está constituyendo una seria amenaza para la continuidad del régimen dictatorial de Bashir tras semanas de protestas.

En Marruecos, el 20 de febrero, el oficialmente prohibido movimiento Justicia y Dignidad, con participación de profesores y otros sindicalistas, conmemoró el aniversario de la Primavera Árabe desfilando hasta el palacio real, residencia del autócrata Rey Mohamed VI. Ahora se dice que la antiguamente reprimida población realiza una media de 48 protestas diarias, según el Ministerio de Derechos Humanos de Marruecos.

Al mismo tiempo, el Sahara Occidental —único país de África todavía ocupado por un poder colonial (Marruecos)— continúa su larga tradición de resistencia. Construyendo de forma efectiva una nación en el exilio, los saharauis tienen una puntuación increíblemente alta en liderazgo femenino, solidaridad nacional e intifadas de gran escala. Con el auge de las manifestaciones en Marruecos, quizá 2019 será el año en que el aparato de seguridad marroquí se disperse, debilitando su control sobre esta tierra rica en recursos.

Argelia no ha sido tan resistente a la dictadura durante los últimos años, pero el 22 de febrero los argelinos pasaron inmediatamente de las mezquitas a las calles, condenando la intención del presidente Abdelaziz Bouteflika de buscar un quinto mandato en las próximas elecciones de abril. Estas protestas comenzaron este año en algunas ciudades y han aumentado rápidamente. En las protestas del 1 de marzo, la concurrencia aumentó de nuevo. Ahora parece que las calles de todas las ciudades están rebosando de argelinos esperanzados con el fin del reinado de Bouteflika. Por la amenaza de las manifestaciones públicas, parece estar renunciando a su misión de conseguir un quinto mandato y en su lugar retrasar las elecciones para prolongar su cuarto mandato en el poder.

En Túnez, un periodista llamado Abderrazk Zorgui se quemó a lo bonzo en diciembre para protestar por las dificultades económicas. La acción recuerda la autoinmolación en 2010 del tunezino Mohamed Bouazizi, el acontecimiento que se suele reconocer como el principio de la Primavera Árabe. Tanto en Túnez como en Egipto, hay una creciente indignación porque los cambios de régimen de 2011-2013 no produjeron los resultados deseados en las vidas de los ciudadanos y los sistemas y culturas de gobierno. Muchos sostienen que las situaciones son, de hecho, peores de lo que lo eran a principios de los 2000.

Libia es una nación mucho más difícil de resumir y su futuro político es mucho más difícil de predecir. Una mezcla de grupos armados y no armados siguen protestando y defendiendo intereses varios. Los actores del sector público y privado —y, por supuesto, los ejércitos internacionales bajo bandera de la OTAN y los Estados Unidos— compiten por diversos intereses, algunos más loables que otros. Libia sigue siendo un Estado caótico y frágil, si es que podemos llamarlo Estado. 

África Occidental

Benin tuvo la primera transición democrática poscolonial en la región en 1991 y a menudo ha sido alabado como un ejemplo de valores democráticos en África Occidental. En los años recientes, sin embargo, ha habido algo de regresión en este legado. La insatisfacción de los sindicatos y movimientos juveniles probablemente dará lugar a más protestas antigubernamentales este año.

Quizá recojan algunos consejos de Burkina Faso, donde se ha dado una reciente revolución dirigida por los jóvenes y un espíritu de restaurar la memoria política, los ideales y sistemas que una vez gobernaron su tierra.

El ímpetu reciente contra la dinastía familiar de medio siglo en Togo, desgraciadamente, ha amainado. “Los partidos de la oposición se rompieron en facciones al ver cerca las elecciones de 2020”, dijo la activista Farida Nabourema. “Hay una fuerte desmovilización en este momento. La oposición necesita unirse en torno a una agenda de resistencia civil más que a una electoral”.

Nigeria asistió a una masiva participación de votantes en sus recientes elecciones presidenciales a pesar del aplazamiento seguido por un ataque de Boko Haram en la fecha reprogramada. Muhammadu Buhari ganó un segundo mandato. En las palabras de la activista nigeriana Chidinma Chikwelu, “la así llamada lucha contra la corrupción [de Buhari] ha sido desigual y ha estado basada en la afiliación partidista, la religión y la tribu. Realmente no preveo que el leopardo cambie sus manchas”.

Buhari también felicitó al actual presidente senegalés Macky Sall por su reciente victoria electoral, que fue obtenida en parte mediante el encarcelamiento de sus rivales y en parte a través de la infraestructura moderna que ha construido en Dakar. Los activistas en Senegal podrían pedir consejo a sus vecinos de Gambia sobre restauración de prácticas democráticas. Los gambianos consiguieron abandonos en el círculo íntimo del déspota Yahya Jammeh y frustraron su golpe de 2017. Éste probablemente será un año de investigaciones sobre los abusos contra los derechos por parte de los miembros de la pasada administración de Jammeh.

Aunque Ghana ha tenido cambios de presidente más frecuentes que la mayoría de países africanos, no deberíamos confundir esto con los derechos y libertades garantizados a los ciudadanos. 2019 será otro año en el que los ghaneses impulsen los derechos LGTB y las libertades de expresión y prensa frente a la brutalidad policial.

La mano dura en la aplicación de la ley también ha sido un serio problema en Guinea, donde la policía usó fuerza en ocasiones letal contra manifestantes el año pasado. Podemos ver más de esta desafortunada práctica en 2019, ya que probablemente se dé una reanudación de las huelgas de profesores y las protestas por los derechos ciudadanos en el sector minero.

Mientras tanto, el ex presidente de Costa de Marfil (y antiguo izquierdista y activista juvenil) Laurent Gbagbo fue absuelto de crímenes contra la humanidad por el Tribunal Penal Internacional hace un mes. Su liberación se enfrentó con resistencia en casa por parte de aquellos que sintieron que su absolución fue injusta. El drama debería continuar por este asunto en los próximos meses.

Tras el primer año de la administración del presidente liberiano George Weah, los ciudadanos están criticando el ritmo lento con el que ha abordado los temas de la pobreza y la corrupción. No obstante, Weah todavía disfruta de apoyo mayoritario en Liberia, tanto de funcionarios como de ciudadanos de base. En 2019 probablemente existirá presión para forzarle a cumplir sus promesas de campaña.

Sierra Leona vio protestas en 2018 contra los aumentos en el precio del combustible y una huelga minera. La primera dama, Fatima Bio, está encabezando su propia campaña para acabar con la violencia sexual contra las chicas, la cual también han apoyado otras primeras damas de la región. Como en muchos otros países occidentales, el impulso actual de los manifestantes no es necesariamente por un cambio de régimen, sino por un mejor gobierno, especialmente donde las empresas privadas están disfrutando de beneficios a costa de los ciudadanos.

Guinea-Bissau ha experimentado nueve golpes de Estado o intentos de golpe desde 1980, pero la gente ahora está tomando las cosas en sus propias manos, levantándose por miles para derrocar al presidente Jose Mario Vaz. Estas manifestaciones siguen a las fallidas conversaciones regionales para establecer competencia interna dentro de la élite dirigente.

Incluso en el siglo XXI, la esclavitud es todavía generalizada en África Occidental. En Mauritania en los últimos años ha habido protestas contra la esclavitud de alrededor de 90.000 personas. El presidente Ould Abdel Aziz anunció que no va a presentarse a un tercer mandato en este 2019, pero ya hemos oído esta historia anteriormente. Aparecerá resistencia si no mantiene su promesa.

Níger y Malí son inseguros en la actualidad, con la presencia de grupos militantes, pero ciudadanos malienses se las arreglaron para realizar protestas contra las elecciones fraudulentas el pasado año. Esta resistencia puede mantenerse durante un tiempo antes de reagruparse, ya que ha sido declarado el estado de emergencia hasta octubre de 2019.

África Central

Algunos ambazonianos siguen luchando por la secesión del Camerún del autócrata Paul Viya en medio de la extendida inseguridad. Los lamentos públicos organizados por mujeres anglófonas el año pasado han reducido la regularidad de los ataques violentos, pero el control del poder por parte de Biya sigue firme.

Mientras que un intento de golpe militar fue frustrado por la administración del presidente Ali Bongo en Gabón a principios de este año, Joseph Kabila, de la República Democrática del Congo, no tuvo tanta suerte en sus intentos directos de golpe. Sin embargo, consiguió reducir sus pérdidas ayudando al menos popular Felix Tshisekedi a amañar las elecciones del 30 de diciembre contra la popular figura de la oposición Martin Faluyo. Tshisekedi tomó el poder, recompensando a Kabila con una cómoda transición del poder después de décadas de saqueo de este país rico en recursos. Estas fantochadas presidenciales con tácticas engañosas deberían ser analizadas por los movimientos del continente, ya que más dictadores de largo recorrido renuncian al poder, pero no sin protegerse primero.

En la vecina República del Congo, el dominio de tres décadas del presidente Denis Sassou Nguesso no parece estar enfrentándose a ninguna amenaza real. La última resistencia formidable tuvo lugar en 2015, cuando una farsa de referéndum dio lugar a un cambio en la Constitución que permitió a Nguesso retener su control sobre la presidencia.

Idriss Déby es otro dictador africano que ha sido protegido de la oposición, en su caso por el Ejército francés, que dispuso 2.000 militares en febrero para ayudar a eliminar a los soldados mercenarios. En 2018, arzobispos de Chad levantaron la voz contra la forma en que Déby modificó la Constitución para ayudarle a mantenerse en el poder hasta 2033. La resistencia contra Déby proviene sobre todo de grupos violentos, lo que significa que puede pasar bastante tiempo antes de que tenga lugar la transición democrática en Chad.

Teodoro Obiang, quien derrocó a su tío en 1979 y ha estado en el poder desde entonces, simplemente podría ganar el premio al peor dictador de África. A menudo con propaganda difundida sobre sus capacidades divinas, Guinea Ecuatorial está a su merced. Muchos recursos estatales son esencialmente activos familiares privados —especialmente petróleo—, lo que da a Obiang un valor estimado de 600 millones de dólares. Oponentes le han acusado de canibalismo, específicamente, de consumir testículos y cerebros de enemigos para aumentar su capacidad sexual. Mucha de la resistencia a Obiang ha provenido de Estados no africanos que han incautado activos pertenecientes a su familia. Aunque Obiang anunció amnistía para los presos políticos el año pasado, la oposición tiene un largo camino por recorrer hasta consolidar su poder contra su culto a la personalidad.

El gran rayo de esperanza en África Central, sin embargo, es Angola. Con Jose Eduardo dos Santos ahora fuera del poder, tras un levantamiento de artistas y sus fans, la cultura de resistencia no se ha disipado. Aunque hay muchos arrestos arbitrarios de quienes protestan contra la corrupción, los angoleños siguen siendo locuaces y agresivos.

África Oriental

Mi hogar, Uganda, ha disfrutado de la excitante aparición del músico-político Robert Kyagulanyi, conocido afectuosamente como Bobi Wine, que se ha enfrentado con el régimen militarista de tres décadas de Museveni. El eslogan “poder de la gente, nuestro poder” es cantado igualmente por alumnos de escuela y por la clase trabajadora. Hasta ahora, sin embargo, las campañas de Kyagulanyi han consistido principalmente en conciertos en vivo en la capital y entrevistas con medios internacionales tras su arresto y tortura. Si puede utilizar 2019 para construir redes de organizadores rurales para complementar su fuerza urbana, sin duda debilitará el cada vez más draconiano Gobierno de Museveni, que ha gravado ilegalmente las redes sociales.

Ruanda, a pesar de su meritorio desarrollo de infraestructuras, continúa siendo un Estado totalitario. Con un espía del partido gobernante designado a cada diez hogares, poca o ninguna disidencia frente al dictador Paul Kagame se hace públicamente sin severas represalias de su aparato de seguridad. Ruanda destaca a nivel regional en la supresión de la disidencia mediante desapariciones forzadas y asesinatos. La mayoría de los disidentes vivos siguen en el exilio. En septiembre, sin embargo, la lideresa opositora Victoire Ingabire fue liberada de la cárcel y se comprometió a continuar su lucha.

Los burundeses están casi tan callados como sus vecinos ruandeses. La represión extrema, asesinatos de Estado incluidos, ha desanimado la crítica abierta a Pierre Nkurunziza, quien, tras corromper la Constitución de Burundi, tiene derecho a quedarse en el poder hasta 2034.

Al mismo tiempo, el fascismo de Tanzania está en aumento. En noviembre, el jefe administrativo de Dar es Salaam, Paul Makonda, pidió la denuncia pública de las personas gay, para encarcelar a las cuales ha formado un equipo de policía y funcionarios. El presidente John Magafuli se había presentado con un programa anticorrupción, pero su administración se ha vuelto cada vez más perversa.

Los asesinatos extrajudiciales siguen siendo altos en Kenia. Varios activistas que documentan asesinatos policiales siguen en situación de alto riesgo. En febrero, organizadores de centros por la justicia social de suburbios de Nairobi mantuvieron vigilias por Caroline Mwatha, sobre la que alegan que fue asesinada por mostrar la verdad sobre la participación de la policía en asesinatos. La activista de Nairobi y amiga de Mwatha, Florence Kanya, dijo: “Fuimos a la morgue municipal y confirmamos que Caroline estaba muerta. El estado está responsabilizando a un aborto chapucero, pero la policía ha afirmado que no hay patólogos del Gobierno disponibles para llevar a cabo un postmortem”.

Sudán del Sur está en un círculo constante de negociaciones de paz y violaciones de estas negociaciones. Apoyado por el presidente de Uganda, Museveni, el señor de la guerra Salva Kiir continúa saqueando el país y llevando a millones de sudaneses del sur a campos de refugiados en Sudán del Sur y países vecinos. Organizaciones de derechos de las mujeres, la rama femenina del Consejo de Iglesias de Sudán del Sur y el movimiento arte-activista juvenil #Anataban están entre aquellos que siguen presionando por un fin total de la guerra civil.

Sudeste de África

En Mozambique, 2019 ya ha estado caracterizado por asesinatos y mutilaciones en la provincia rica en recursos de Cabo Delgado. El presidente Filipe Nyusi había declarado que la situación estaba bajo control, pero la organizadora juvenil Cidia Chissung y sus compañeros rompieron el silencio haciendo circular fotos de las atrocidades. “Durante el apagón mediático sobre Cabo Delgado, miles de personas las compartieron en menos de 24 horas”, dijo Chissungo. “Diez días después de que empezáramos la campaña, el presidente señaló que la situación era crítica y comenzó a prestarle más atención”. El Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO) ha estado en el poder desde la independencia de Mozambique.

Las protestas del año pasado contra la corrupción en Zimbabue aumentaron hasta una protesta masiva contra los aumentos en el precio del combustible este enero, en la que hubo 600 detenidos y 12 muertos. Los sindicatos convocaron huelgas generales en febrero tras una manifestación de varios días del Sindicato de Profesores Rurales Agrupados de Zimbabue que derivó en ocupaciones en la capital, Harare.

En mayo, Malawi celebrará elecciones presidenciales donde Peter Mutharike, presidente en el cargo y comprometido en un escándalo de corrupción, se enfrentará a su propia vicepresidenta y antigua presidenta Joyce Banda.

Zambia, aunque a menudo caracterizada como un país de gente pasiva, puede ser la voz más poderosa contra la creciente influencia de China en el continente. El eslogan de protesta “China es igual a Hitler” se popularizó entre los zambianos en septiembre. China sigue endeudando a los gobiernos nacionales de toda África, lo que algunos consideran como un tipo de estrategia de colonización a largo plazo. Los zambianos también son cada vez más recelosos de sus propios gobiernos e instituciones. Por ejemplo, una protesta estudiantil contra la abolición de los subsidios para comidas tuvo lugar en febrero.

África del Sur

El Congreso Nacional Africano, que en su día jugó un papel central en el fin del apartheid en Sudáfrica, se ha visto en los últimos años implicado en escándalos, uno de los cuales forzó al presidente Jacob Zuma a dimitir hace un año. 2018 vivió más protestas en el país que en cualquiera de los 13 años previos. Quizás no sea coincidencia que Sudáfrica haya sido llamada la “capital de la protesta del mundo”.

Probablemente no se reducirá en 2019 tampoco. Es un año de elecciones, y las protestas estudiantiles siguen incluso mucho después del apogeo de #FeesMustFall [Las tasas deben caer]. El recientemente nombrado presidente Cyril Ramaphosa fue un sindicalista y activista anti-apartheid, pero ahora es un millonario con antecedentes de abusos contra los derechos humanos. Sin embargo, en una ocasión interrumpió una visita a Londres para volver a Sudáfrica para abordar las demandas de los manifestantes. Tal receptividad del jefe de Estado ante las reclamaciones ciudadanas probablemente animará más manifestaciones en 2019, independientemente de su posición sobre los asuntos por los que se proteste.

Mientras tanto, Lesotho y Eswatini siguen siendo monarquías bajo hegemonía cultural tradicional. El año pasado, en Lesotho, trabajadores de fábricas organizaron protestas, mientras que en Eswatini la Asamblea de Mujeres Rurales y el Frente Democrático Unido de Swazilandia están entre los que lideran la lucha. Las dos pequeñas naciones tienen pequeños movimientos con la intención de transitar desde el poder monárquico a la democracia.

África del Sur todavía pone alto el listón, a pesar de sus lagunas. Botswana y Namibia tienen buena nota en libertades políticas. Namibia, de hecho, tiene mejor puntuación que los Estados Unidos en democracia y libertad de prensa.

Países insulares

No debemos olvidar a los isleños, quienes, además de prístinas playas, están disfrutando de un gobierno comparativamente adecuado como naciones africanas. En concreto, son las diminutas naciones insulares las que realmente están marcando el camino. Cabo Verde recibió una alta puntuación en el Índice Ibrahim de Gobernanza Africana de 2011, segundo sólo después de Mauricio, cuyo presidente, Ameenah Gurib-Fakim, dimitió hace un año debido a un escándalo de corrupción.

El presidente de Seychelles James Michel también dimitió en 2016, sin dar explicación, y el presidente Danny Faure está completando su mandato de cinco años. Santo Tomé y Príncipe puntúan alto en todas las categorías evaluadas por Freedom House.

La única tragedia entre las pequeñas naciones insulares parece estar en Comoros. Tradicionalmente, la presidencia rota entre las tres islas, pero el presidente Azali Assoumani ganó un referéndum constitucional en julio para extender los límites del mandato y abolir el sistema presidencial rotativo. Más de 20 intentos de golpe de Estado han tenido lugar desde la independencia de Comoros en 1975, y al darse tendencias autocráticas, 2019 podría suponer alguna respuesta de los ciudadanos.

La isla más grande de África, Madagascar, es quizás el que más atrasado está cuando se trata de los derechos de los ciudadanos. Autoritario en su cultura de gobierno, el Estado elimina las voces de los muchos activistas ecologistas que luchan para producir las especies y ecosistemas únicos del país. El movimiento juvenil Despierta Madagascar y coaliciones de la sociedad civil están en la primera línea de la lucha por las libertades políticas.

Hacia una nueva África

Puede que no haya una forma sencilla de resumir el momento político en África. Algunos lugares están volviéndose libres. A otros se les lleva a la represión. La mayoría de las naciones están experimentando un poco de ambas cosas.

Quiero sugerir solo una generalización que caracteriza a la mayoría de África: está mal gobernada por hombres viejos. Aunque la gerontocracia existe en todo el mundo, es particularmente perversa en África, donde la edad media es de 19 años. Las élites políticas y de negocios, por otro lado, están por encima de los 50, o, si no lo están, tienden a pensar y comportarse como aquellos que llevan generaciones alejados de la población mayoritaria. Los jóvenes son sistemáticamente excluidos de la representación política, la influencia y la oportunidad, con pocas excepciones. En casi todos los países, vemos a la juventud levantarse de una forma u otra para provocar el cambio.

África es nuestro segundo planeta más poblado y tiene la mayor concentración de recursos naturales. Sin embargo, la infraestructura está tan poco desarrollada —y la información tan censurada— que incluso los propios africanos deben esforzarse intensamente para obtener noticias sobre su patria.

Además, el continente es tan diverso en todas las formas imaginables que artículos como éste solo pueden rozar la superficie. Ojalá, a medida que los acontecimientos se desarrollen durante el año, las noticias de movimientos africanos resuenen por el mundo en formas que no puedan ser fácilmente ignoradas o suprimidas.

ARTÍCULO ORIGINAL DE DE WAGING NON VIOLENCE
Phil Wilmot es director de Solidaridad Uganda, una organización que entrena y ayuda a movimientos de África Oriental en la resistencia civil. Investiga, consulta y escribe sobre movimientos de toda África y también es autor de A Wolf Dressed in Sheepskin: A White Guy's Dilemma in a Ugandan Jail Cell [“Un lobo con piel de cordero: el dilema de un hombre blanco en una celda ugandesa”].

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