Actualidad africana
Un año lleno de retos para consolidar la paz y reforzar la democracia ante las amenazas autoritarias

Comienza el año y en el repaso de los focos de interés de la actualidad africana ponemos la atención en algunos procesos que tienen una clara proyección de futuro que abren desafíos políticos y sociales y ciertas derivas que pueden empeorar la situación en algunos países.
Adis Abeba pintada paz
Pintada en el centro de Adís Abeba del mes de octubre de 2022. Álvaro Minguito
6 ene 2023 06:00

Sin perder la visión crítica, el principio del año nos ofrece panoramas esperanzadores, importantes para poder afrontar la incertidumbre del futuro con una predisposición positiva. Una paz precaria (pero paz, al fin y al cabo) en una de las guerras más desgarradoras de los últimos años, porque consiguió ser silenciada. Unas pequeñas mejoras (pero mejoras, al fin y al cabo) en las condiciones democráticas de países, que construyen un futuro más justo. Unas elecciones llenas de incógnitas (pero elecciones, al fin y al cabo), que pueden reestructurar el escenario político. O unas energías ciudadanas (siempre positivas) que toman la responsabilidad de vigilar al poder.

Paz y esperanza en Etiopía

Seguramente es más fácil aferrarse a las noticias esperanzadoras y, aunque no se puede perder de vista que la estabilidad siempre es precaria en Etiopía, las informaciones que llegan en los últimos meses del tercer país más poblado del continente son, al menos, alentadoras. Además, como si se tratase de coger impulso positivo para afrontar el nuevo año, a medida que se ha acercado el paso de 2022 a 2023 las buenas noticias se han ido reproduciendo. La primera es que el acuerdo de cese de las hostilidades entre el gobierno etíope y el Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF, por sus siglas en inglés) ha cumplido ya dos meses. Todo un hito después de dos años de una cruenta y dramática guerra civil que parecía no tener salida. El acuerdo alcanzado el 2 de noviembre en Sudáfrica por las dos partes con el aval de la Unión Africana, fue asumido públicamente con esperanza, pero nadie podía ocultar las cautelas en un clima político extremadamente crispado y aparentemente irreconciliable.

Desde aquel apretón de manos en Pretoria, se han precipitado los gestos que transmiten un esfuerzo por volver a una cierta normalidad y, cada actor en su papel, se han sumado las muestras de compromiso con este proceso de paz. En un primer momento, el despliegue del acuerdo fue rápido y en menos de dos semanas, el 14 de noviembre, las dos partes firmaban en Nairobi una hoja de ruta para consolidar la paz alcanzada. A partir de ahí, hemos visto gestos más simbólicos, desde una marcha de niños y niñas por las calles de Mekele, la capital tigriña, a finales de noviembre, hasta la reconexión de la electricidad en misma ciudad, apenas un mes después del acuerdo de alto el fuego. El final de año llegó con un paso casi metafórico: el 28 de diciembre se recuperaron los vuelos de conexión entre Addis Abeba, la capital etíope, y Mekele, un avance que viene acompañado de una considerable carga emocional.

El año comienza con grandes esperanzas tanto para la región de Tigray, donde la guerra había provocado una profunda crisis humanitaria; como para Etiopía, cuyo sistema de poderes regionales estaba tambaleándose por el contagio del conflicto

Dos de las reticencias más importantes en relación con la continuidad del acuerdo también se han ido cumpliendo, al menos parcialmente. La primera era el desarme y la desmovilización de las tropas del TPLF que habían participado en los combates. Este punto del acuerdo ha sido supervisado por una comisión mixta en la que se han implicado altos cargos militares de las dos partes. El segundo gran escollo era la retirada de las tropas eritreas que de manera poco clara se habían involucrado en el conflicto dando apoyo a las fuerzas del gobierno federal etíope. Incluso después de la firma de la hoja de ruta, fuentes del TPLF advirtieron que los militares eritreos seguían cometiendo atropellos en suelo tigriña, unos episodios que fueron documentados por algunos medios de comunicación. Sin embargo, algunos medios de la región han informado en los últimos días de movimientos de los soldados eritreos que coincidirían con un proceso de retirada, una situación que cerraría uno de los principales frentes de inestabilidad para el acuerdo.

De esta manera, el año comienza con grandes esperanzas tanto para la región de Tigray, donde la guerra había provocado una profunda crisis humanitaria; como para Etiopia, cuyo sistema de poderes regionales estaba tambaleándose por el contagio del conflicto; e, incluso, para la región que no podía permitirse un foco de inestabilidad tan peligrosos como el de una guerra civil abierta y brutal en un país tan importante en el Cuerno de África y en África Oriental. Ahora, la operación más compleja es precisamente normalizar esta situación, continuar conquistando avances en la concesión de la paz y reestablecer unas condiciones de vida adecuadas en una región que ha sido brutalmente castigada por una guerra sin reglas. Precisamente en este sentido se abre el único espacio que puede garantizar el regreso de una paz duradera: las acciones de justicia transicional que con toda certeza reclamarán las partes en cuanto la situación se considere mínimamente estabilizada. En cualquier caso, esa recuperación de una calma sólida es la única posibilidad para Etiopía de mantener su complejo sistema de gobierno federal con unos poderes locales fuertes que conviven con un mecanismo estatal igualmente sólido.

Etiopía
En África no hay conflictos étnicos
La violencia en África solo es incomprensible porque no queremos comprenderla, porque lo cierto es que responde a motivaciones mucho más materiales y racionales que la de muchos conflictos europeos.

Los veredictos de las urnas

El calendario electoral africano de 2023 está cargado de citas de las que va a depender, al menos, el futuro inmediato de algunos países del continente. Sin embargo, los caminos de la democracia deparan, a menudo, giros inciertos; más allá de los resultados y las consecuencias de los comicios, algunas de esas elecciones incluso podrían llegar a no celebrarse. Además de elecciones, legislativas, regionales y locales, durante este año los ciudadanos y ciudadanas de Nigeria, Gabón, Liberia, Sierra Leona, Madagascar, Sudán, Sudán del Sur, Chad, RD Congo y Zimbabue deberían elegir a sus presidentes. Según los planes, los comicios presidenciales en Nigeria deberían comenzar este ciclo electoral en febrero y debería terminar en diciembre con la llamada a las urnas en la República Democrática del Congo. Tal vez estas dos sean las consultas más trascendentales de cuantas están previstas para este año. El peso específico de los dos países y su liderazgo regional llama especialmente la atención sobre esas citas.

En julio y en octubre deberían celebrarse, respectivamente, las elecciones presidenciales en Sierra Leona y Liberia y en julio en Sudán. Las demás convocatorias, sin embargo, todavía no tienen fecha y en algunos casos, esa incertidumbre hace despertar ciertas sospechas. Los comicios en Zimbabue deberían celebrarse en julio, pero el hecho de que no se hayan comunicado avances en la organización hace pensar en un retraso. En el caso de Sudán del Sur, por ejemplo, hace tiempo que algunos analistas advierten que no llegarán a tiempo. La llamada a las urnas a los sursudaneses solo puede hacerse efectiva cuando se cumplan una serie de medidas del acuerdo de paz de 2018 y, la mayor parte de ellos, todavía no se han implantado. Las elecciones en Chad debían celebrarse en 2023, dieciocho meses después de que Mahamat Idriss Déby accediese al poder tras la muerte de su padre en combate, pero hace apenas tres meses Déby fue refrendado y permanecerá al frente de la junta militar de transición hasta 2024.

Zambia y Tanzania reciben el año con renovadas energías. El presidente zambiano Hakainde Hichilema ha rubricado la abolición de la pena de muerte, mientras la presidente tanzana Samia Suluhu Hassan anunció esta semana que se levanta la prohibición de las reuniones de carácter político

Mejoras democráticas en África austral y oriental

Zambia y Tanzania reciben el año también con renovadas energías. Justo antes de las fiestas navideñas el presidente zambiano Hakainde Hichilema rubricó la abolición de la pena de muerte en el país. Se trataba de una promesa que Hichilema había formulado y esa firma ponía fin a un proceso que inició el pasado 25 de mayo. El propio presidente presentó esta decisión como una de sus medidas para mejorar la democracia y por eso la firma de la abolición de la pena de muerte fue acompañada por la retirada del delito penal difamación del presidente. Tanto las organizaciones de defensa de los derechos humanos como las organizaciones internacionales han aplaudido esta medida.

Por su parte, la presidente tanzana Samia Suluhu Hassan anunció esta semana que se levanta la prohibición de las reuniones de carácter político en el país. De esta manera, Hassan fortalece su carácter de figura democratizadora. La prohibición de las manifestaciones públicas se implantó hace seis años cuando el anterior presidente John Magufuli comenzó su deriva de recorte de los derechos y libertades. Magufuli fue adoptando medidas cada vez más autoritarias y en este caso pretendía evitar la violencia en la que derivan las manifestaciones. Desde que Samia Suluhu Hassan sustituyó a su predecesor, que murió durante su mandato, supuestamente debido a un contagio de Covid19, ha ido poniendo en marcha políticas a través de las que ha ido revirtiendo el camino autoritario y garantizando a las ciudadanas y los ciudadanos tanzanos una parte de sus derechos perdidos.

África
Global Una década de turbulencias en el Sahel
Desde 2012 la región africana se encuentra en una espiral de inestabilidad que llama la atención por el ascenso de regímenes militares y por las manifestaciones prorrusas, pero cuya situación responde a muchos otros factores.

Nuevas nubes en Mali, en el interior y en el exterior

El año no comienza con buenas perspectivas en Mali. 2022 terminó bajo la sombra del derrumbe del acuerdo de paz de 2015. Los grupos armados independentistas del norte del país, anunciaron que se retiraban de las condiciones del pacto hasta que el gobierno no les ofreciese una reunión urgente en terreno neutral. Al parecer las autoridades de la transición se han despreocupado del seguimiento de ese acuerdo de paz, o al menos, así lo viven estos grupos. Con todos los frentes abiertos en el país y los contenciosos provocados por los cambios de alianzas internacionales, el gobierno militar ha centrado su atención en otros espacios y los grupos armados consideran que no está suficientemente implicado en la resolución de este largo conflicto.

Para sumarse a esta situación en el plano interno, las relaciones diplomáticas con algunos de sus vecinos no van mucho mejor en Mali. Los 46 militares marfileños que fueron detenidos en julio en el país han sido condenados a veinte años de prisión. Es el último episodio de este largo culebrón. Un contingente de soldados de Costa de Marfil fueron arrestados en el aeropuerto de Bamako en julio y a partir de ese momento empezó a desplegarse un conflicto diplomático lleno de confusión. Los militares eran acusados de ser mercenarios llegados para desestabilizar al gobierno militar, mientras que la versión oficial aseguraba que se trataba de miembros de un contingente internacional. La mediación de la Unión Africana, en pleno proceso de aislamiento por el último golpe militar en Mali, no ha servido de mucho y, de hecho, la condena se ha hecho pública junto antes de que expirase el ultimátum establecido por la organización continental. El gobierno de Mali da un golpe de efecto y pretende fijar su posición.

En Senegal se prevén movilizaciones cargadas de exigencias a las autoridades a partir de la formación de varias coaliciones cívicas: El movimiento ciudadano Y’en a Marre, la organización social con más capacidad de movilización del país, aparece en dos de estas iniciativas

Las calles siguen hablando

Los indicios del final de 2022 y el principio de 2023 apuntan a que las calles de las ciudades africanas no van a callar durante este año. El pulso entre las derivas antidemocráticas y el cierre de espacios públicos, por un lado; y la movilización o la protesta cívica y la consolidación de la conciencia ciudadana, por otro; que se ha ido desplegando en los últimos años, parece que se mantendrá muy presente en los próximos meses. En la República de Guinea, el Front National pour la Défense de la Constitution (FNDC) ha saludado el año difundiendo un cartel en el que anuncia movilizaciones para los próximos meses. “¡Preparaos, vamos a regresar pronto!”, señala la imagen difundida ampliamente en el país a través de las redes sociales. “Todos juntos para rectificar la Transición”, concluye este mismo cartel. Algunos de los usuarios más próximos al movimiento han acompañado esta publicación gráfica de la frase “Por el regreso al orden constitucional en Guinea y la liberación de los rehenes encarcelados en la prisión central de Conakry ¡Volveremos pronto!”. Este mensaje hace referencia especialmente a Oumar Sylla, conocido como Foniké Menguè, y Ibrahim Diallo, dos líderes del FNDC detenidos desde el mes de julio del pasado año.

Por otro lado, en Senegal, se prevén también movilizaciones cargadas de exigencias a las autoridades a partir de la formación de varias coaliciones cívicas que ponen el acento en ámbitos diferentes. El movimiento ciudadano Y’en a Marre que en la última década pasa por ser la organización social con más capacidad de movilización del país aparece en dos de estas campañas. En primer lugar, “Sunu’Y Milyaar du Rees” que exige transparencia en la gestión de los fondos dedicados a la lucha contra la epidemia de Covid19 y a la recuperación económica posterior y que demanda la apertura de una investigación judicial ante la sospecha de irregularidades. Doce organizaciones de la sociedad civil, forman este grupo que ya convocó una movilización el pasado 30 de diciembre en Dakar y otras ciudades senegalesas. Y, en segundo lugar, el colectivo Jàmm a Gen 3ème Mandat formado por una decena de organizaciones, que impulsan la campaña Bu Ko Sax Jéem (“Ni lo intentes”), para neutralizar las posibles intenciones del presidente Macky Sall de presentarse a un tercer mandato ilegal en las próximas elecciones. Este clima de vigilia social promete un año cargado de movilizaciones en el país de África occidental.

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