Opinión
¿Puede el alquiler costarnos la salud?

La autora, trabajadora del sector sanitario, atestigua desde su centro de trabajo las consecuencias de la crisis habitacional y el impacto que tiene en la salud el vivir en barrios deprimidos y asegura golpea con más fuerza a las familias con rentas más bajas.
Tribulete 7 - 19
Elisa González Cientos de personas ocuparon la calle de Tribulete en apoyo a las vecinas de Lavpiés.

Sindicalista de Trabajadoras en Red La Paz

11 oct 2024 06:00

Tras una pandemia global, todavía hay personas que viven bajo el mantra de “a mí no me pasará”. Se aferran a promesas políticas vacías y a uno de los mayores logros del capitalismo: el individualismo.
Este individualismo es el “divide y vencerás” en el que el poder se aferra con fuerza. Poder que lleva décadas estrangulando la sanidad, la educación, la vivienda y todo aquello que no genere beneficios. ¿Por qué seguimos aceptando que nuestras necesidades básicas deban ser rentables para unos pocos, mientras los trabajadores y los más vulnerables pagamos el precio? Exigir una gestión eficiente de los recursos no es lo mismo que permitir que se lucren a nuestra costa.

Uno de esos recursos limitados es el acceso a una vivienda digna. Y no podemos olvidarlo: la vivienda es una cuestión de salud pública.

Como trabajadora del sector sanitario, veo a diario las consecuencias de la crisis habitacional. El impacto en la salud de vivir en barrios deprimidos es brutal, y golpea con más fuerza a las familias con rentas más bajas. Estudios de las universidades de Essex y Adelaida muestran cómo los alquileres abusivos aceleran el envejecimiento y dañan la salud, un impacto comparable al doble de los efectos de la obesidad y a la mitad de los efectos de fumar.

Ante este panorama, ¿qué nos queda? Organizarse colectivamente, como lo hace el Sindicato de Inquilinas o Trabajadores en Red de La Paz. Construir redes de apoyo que planten cara a estos abusos y luchen por conquistas que no llegarán de decisiones políticas a corto plazo. Cambiar la sensación de impotencia es el motor de estas redes emergentes, ya que las respuestas tradicionales no han sido suficientes.

Y me pregunto: ¿cuándo veremos una huelga general en la sanidad? Será cuando aprendamos a unirnos y solidarizarnos más allá de nuestras categorías, porque las huelgas no se convocan, se organizan. 
Estamos cansados de sobrevivir, ahogados, precarizados y sin poder conciliar. La única salida es sumar fuerzas, plantar cara y pasar a la acción.

Alquiler
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