Opinión
La Televisión de Galicia romantiza el acoso y el maltrato

El jueves pasado, en horario estelar, asistimos estupefactos en la Televisión de Galicia (TVG) a un episodio de exaltación del machismo y banalización de la violencia de género que pareció de otro siglo.
roberto vilar disculpas
Roberto Vidal pide disculpas tras la emisión del programa | Foto: @LandRoberTVG

Land Rober es uno de los programas bandera de la gallega TVG y líder de audiencia en su franja. En su último capítulo, el director del programa, presentador y propietario de la productora, Roberto Vilar, anunció “una sorpresa” y salió del plató para hablar con un chico que “quería recuperar” a su antigua pareja, que acudía al programa. En lo que Roberto Vilar consideró una muestra de gran respeto y protección a “su público”, se acercó posteriormente a la chica —que era incapaz de disimular su incomodidad y vergüenza viendo su privacidad expuesta en prime time— para abogar por el chaval al que “veía súper enamorado”, alabando su valentía (chapó por él) e incluso prestándose a entregarle a la víctima un llaverito de corazón recuerdo de su pasada relación. 

Roberto Vilar sabía que se trataba de un “problema de celos”, pero el programa presentaba estos como meteduras de pata y haciendo evidente la empatía del presentador con el arrepentido. Cosas que pasan en el amor. El chico había hecho “una tontería” y quería pedir perdón. Los invitados animaban a la víctima a aceptarlo. Los subtítulos avisaban al espectador: “Le perdonará Lucía?”, tal como si la responsabilidad fuera ahora de ella.

Esta insistencia no solo no le previno de hallarse ante un caso patológico de acoso sino que lo consideró un comportamiento valeroso y noble, y así pretendía que en su programa “triunfase el amor”

Vilar sabía también que el celoso era muy insistente y lo había intentado sin éxito en otras ocasiones. Esta insistencia no solo no le previno de hallarse ante un caso patológico de acoso sino que lo consideró un comportamiento valeroso y noble, y así pretendía que en su programa “triunfase el amor”. Pero en su lugar lo que se encontró fue con la narración entrecortada por las lágrimas de una situación arquetípica de maltrato y violencia de género en la que no faltaba ninguno de los elementos habituales del control y el acoso: la vigilancia del móvil, alejar a la víctima de sus amigos y hasta hacerle perder “un trabajo estupendo”. 

Tras esta invasión miserable de la privacidad de la chica, que se mostraba incapaz de contener el llanto, cualquiera con algo de entendimiento tendría que haber presentido la polémica que el programa iba a suscitar. Este no se emite en directo y en su proceso de edición todavía su responsable podría haber decidido eliminar ese momento ignominioso. Pero decidió mantenerlo. En su lugar, al día siguiente, con la tormenta desatada, pidió disculpas con lagrimones de cocodrilo. Lagrimones que parecen el colmo del cinismo porque el entrevistador, cuando ya sabía del episodio de maltrato, todavía juntó a maltratador y víctima en el plató, aunque eso sí lo eliminó del montaje final.

Sin embargo, en sus disculpas, Roberto Vilar evidenció que no se había enterado de nada y que no comprendía la verdadera gravedad de su comportamiento. Para el humorista, el problema fue que no indagaron lo suficiente como para ver la situación de maltrato subyacente. Como si, por otra parte, un programa tuviese derecho a indagar en la vida privada de su público. En sus propias palabras, Vilar asumió que no estuvo alerta para ver “algo raro”. Llegó a decir que él pensaba estar bastante al tanto de los asuntos amorosos de la chavalada pero que esta vez se había equivocado. Que él pensaba que era “algo romántico” pero el chico se la había colado. Por lo demás, había tenido la mejor de las intenciones: ayudar al amor.

El programa no se emite en directo y en su proceso de edición todavía su responsable podría haber decidido eliminar ese momento ignominioso, pero decidió mantenerlo

Desde luego, siendo gravísimo el problema subyacente de maltrato en este caso concreto, lo que está aquí en cuestión no es solo eso, sino la concepción machista del romanticismo de la que adolece Roberto Vilar y su equipo. Por cierto, ¿son todo hombres ahí? ¿Ni uno de ellos tiene una mínima formación feminista? Porque cuesta creer que en algo tan sangrante nadie les alertase. 

El rancio romanticismo de Roberto Vilar, que quizá ingenuamente pensábamos en vías de extinción, presupone que las mujeres son esa fortaleza que debe ser conquistada con gestas heroicas, que su voluntad puede ser torcida por las hazañas valerosas de los hombres. La princesa en su torre se resiste a ser asaltada pero, al final, se derrite ante las proezas del héroe. La cautiva se rinde al fin al encanto irresistible del pirata que la rapta. 

Aquel que había poseído a la mujer, que se sentía propietario de ella, que la controlaba y avasallaba, quería “recuperarla” y al programa y a su presentador le parecía muy natural utilizar este tipo de terminología. Recuperar lo que es propio. En esta lógica, cuanto más complicado sea el desafío, cuanto más pertinaz sea la resistencia que ofrece la mujer, más gloria alcanza el hombre. Y este siempre gana porque incluso cuando no consigue su objetivo de recuperación, manifiesta públicamente su expiación y pone a los pies de los caballos a la mujer como egoísta, insensible y rencorosa.

El rancio romanticismo de Roberto Vilar, que quizá ingenuamente pensábamos en vías de extinción, presupone que las mujeres son esa fortaleza que debe ser conquistada con gestas heroicas, que su voluntad puede ser torcida por las hazañas valerosas de los hombres

En la cultura patriarcal las calaveradas de los hombres son disculpables pero se juzga peor que la mujer no las disculpe. Al cabo, su misión es amar y perdonar. Así, en las rupturas son habituales estas exhibiciones machistas de dolor y arrepentimiento que violentan aún más a la mujer convirtiéndola en doblemente víctima. Lo fue cuando soportó las razones que motivaron la ruptura y lo sigue siendo cuando se exhibe esta en público para gloria y redención de su agresor. Esta era la fantasía del chico: exponerse ante miles de personas en su sacrificio heroico y que, en cada casa, cada espectador dijese lo mismo que Roberto Vilar: “chapó por ti”. Ole tus cojones, macho. 

El amor se presenta así como la coartada para violentar las decisiones de las mujeres que no son motivadas por la razón ni el libre albedrío sino por los sentimientos. Porque ya sabemos que ellas no razonan: sienten. De hecho, cuando maltratador y presentador charlan sobre las posibles causas de la ruptura el primero dice que quizá la chica esté confundida, resentida, explicación que a Roberto Vilar le parece muy convincente puesto que ellas son así, resentidas.

En fin, la pobre no piensa bien, como todas las mujeres, les puede la ira, el enfado, son perpetuas menores de edad que se dejan llevar por las pasiones y a las que los varones tenemos que guiar. Y menos mal que estamos nosotros con nuestras hazañas para traerlas al lado del raciocinio. Pocas veces el discurso legitimador del patriarcado se presenta con tanta nitidez, lo inaudito en este caso es que se haga en una televisión pública. Y lo peor no es que un chico piense así. Al cabo también como agresor es víctima de su educación patriarcal. Lo peor es que una televisión pública lo encomie. 

Lo verdaderamente dramático de este caso no es lo que se vio, sino lo que evidenció: que la televisión pública galega no tiene ninguna perspectiva de género en su programación ni protocolos contra la violencia y el maltrato

Lo verdaderamente dramático de este caso no es lo que se vio, sino lo que evidenció. Y es que la televisión pública galega no tiene ninguna perspectiva de género en su programación ni protocolos contra la violencia y el maltrato. Porque podríamos haber estado ante un caso infinitamente más dramático. Hay un precedente de otra petición de perdón pública en una televisión que terminó luego en asesinato. Si una lección de esto pueden aprender en la TVG es que una televisión pública tiene que implementar algún tipo auto inspección de sus contenidos en materia de género. Y más productivo que retirar el programa como algunos exigen, sería ofrecerles a sus responsables una formación que parecen demandar a gritos.

Por el contrario, la decisión consciente de emitir lo ocurrido demuestra palmariamente que Vilar era completamente ignorante de lo que había hecho. Que su visión del amor y del romanticismo, al servicio de una concepción televisiva hortera y caduca, están atravesadas por un machismo decimonónico del que ni siquiera es vagamente consciente. Si quería hacer historia de la televisión lo ha conseguido, y el episodio de su programa es el equivalente a aquel desgraciado “Mi marido me pega” de Martes y Trece. Land Rober nos ha retrotraído a aquella España posfranquista.

Pero si Millán Salcedo se siente hoy abochornado por aquello, no parece que Roberto Vilar tenga la menor idea de lo que ha hecho. Y si a Millán Salcedo el sentido común de la época podía disculparle, la ceguera de Roberto Vilar ante una situación de acoso tan evidente resulta hasta pasmosa. ¿En qué sociedad vive? ¿Con qué gente anda? Su problema no es que no haya estado alerta. Su problema es que necesita leer un poco más. Que debería recibir alguna formación de género, por básica que sea, que vive en una fantasía machista y no se ha enterado. 

Hace muchos años, en su anterior dúo cómico, Roberto Vilar protagonizaba una parodia de un campo de exterminio nazi en la que judíos y oficiales de las SS jugaban al perro y el gato tal como un episodio de Tom y Jerry. Una noche me lo encontré y traté de explicarle que el Holocausto no se podía banalizar así y que la representación del exterminio judío había motivado profundísimos debates filosóficos durante décadas.

El problema no es solo que las televisiones no tengan filtros para evitar dar voz a maltratadores, exponer sus razones y hasta ensalzar sus motivos, el problema es que ni siquiera saben por qué obraron mal

Cuando Roberto Benigni hizo La vida es bella, este debate volvió a activarse. Y eso, aunque Benigni puso la comedia al servicio de un discurso pleno de humanidad donde el bien y el mal, la tragedia y el dolor se presentaban nítidos. No se le habría ocurrido hacer lo que hacían entonces en la TVG Os Tonechos: presentar a unos simpáticos, vivarachos y chistosos oficiales de las SS y a los alegres judíos como divertidos participantes de un juego desternillante. A Roberto Vilar, en su alegre inconsciencia, tales filosofías sobre la representación del mal le sonaban a chino y adujo entonces  cuatro banalidades sobre los límites del humor, así que durante una temporada siguieron programando aquellos lamentables sketches de Auschwitz. Quizá las horas y la situación no ayudaban pero me pareció entonces que Roberto Vilar era buen chaval pero no se enteraba de nada. Como hoy. 

El problema no es solo que las televisiones no tengan filtros para evitar dar voz a maltratadores, exponer sus razones y hasta ensalzar sus motivos. El problema es que ni siquiera saben por qué obraron mal. Si el chico no hubiese resultado ser un acosador a Roberto Vilar le hubiese parecido fabuloso, casi un servicio público, exponer la privacidad de una muchacha de 20 años en algo tan dramático y doloroso como una ruptura, tratar de violentar su decisión y someterla al escrutinio colectivo. Porque en su pensamiento cavernícola los celos son malos, sí, pero disculpables; los hombres deben recuperar a las mujeres que poseyeron y estas son unas volubles caprichosas a las que, precisamente por eso, se puede convencer. Porque son así, estúpidas, sí, pero estúpidas que rinden pleitesía al amor.

Cargando valoraciones...
Ver comentarios 47
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Cargando relacionadas...
Cargando portadilla...
Comentarios 47

Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.

Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!

Cargando comentarios...