Sáhara Occidental
La Europa Fortaleza también celebra el Día de la Unidad Nacional Saharaui
Cada 12 de octubre se celebra Día de la Unidad Nacional Saharaui, fiesta nacional de un pueblo sin Estado que lleva el mismo tiempo sufriendo una ocupación ilegal y una represión sistemática.

Un 12 de octubre de 1975, hace hoy 42 años, miles de saharauis reunidos en la región de Ain Bentili proclamaban la Unidad Nacional Saharaui. Un movimiento preventivo que buscaba anticiparse a una anunciada e inminente ofensiva marroquí que tomaría finalmente forma apenas tres semanas después con la Marcha Verde y posterior ocupación del Sáhara español. Desde hace 42 años, cada 12 de octubre se celebra Día de la Unidad Nacional Saharaui, fiesta nacional de un pueblo sin Estado que lleva el mismo tiempo sufriendo una ocupación ilegal y una represión sistemática de la que Marruecos es tan culpable como responsable es la inmóvil y estéril comunidad internacional, empezando por el Estado español, antigua metrópolis de un territorio aún pendiente de descolonización oficial.
Hoy habrá celebraciones en los campamentos de refugiados saharauis en Argelia, en los territorios liberados del Sahara Occidental y en los ocupados por el Gobierno marroquí, y, cómo no, entre la diáspora saharaui dispersa por el mundo. Seguramente habrá actos de solidaridad en varios otros países y otros tanto de represión y repudia en Marruecos. Pero ninguna palabra desde los despachos y centros de poder que, con su acción u omisión, llevan bloqueando cualquier salida al conflicto desde hace ya más de cuatro décadas y alimentando un status quo cada vez más insoportable para las nuevas generaciones que han nacido y pasado sus vidas en campamentos improvisados o bajo una ocupación policial permanente.
España lleva más de 20 años haciendo con Marruecos lo que ahora la UE hace con Turquía desde el famoso ‘Acuerdo de la Vergüenza’ de 2016 o pretende hacer con LibiaCuando se aborda la connivencia española con esta situación de interesado estancamiento, se suele poner el foco en los intereses comerciales entre España y Marruecos, desde las cuotas de pesca hasta las minas de fosfato, o en los estrechos vínculos entre las monarquía de ambos países. Poco se habla, sin embargo, de que uno de los motivos de que decenas de miles de personas lleven 40 años en campos de refugiados sin una salida diplomática a la vista es precisamente otra crisis migratoria y de refugio. Desde principios de los 90 todos los sucesivos gobiernos españoles, fuesen socialistas o populares, han practicado una política de externalización de la frontera sur, subcontratando para ello al gobierno marroquí como gendarme fronterizo. Frontera sur que, tras el Tratado de Maastricht y los Acuerdos de Schengen, se convirtió en la frontera meridional de toda la UE.
España lleva más de 20 años haciendo con Marruecos lo que ahora la UE hace con Turquía desde el famoso ‘Acuerdo de la Vergüenza’ de 2016 o pretende hacer con Libia y tantos otros países del norte de África de origen y tránsito de los actuales flujos migratorios con destino a Europa. Pero, y esto es de lo que menos se habla, Marruecos lleva esos mismos 20 años haciendo con España lo que desde el año pasado hace Turquía con la UE: usar su “subcontrata” de control fronterizo como amenaza y arma de negociación política con su respectiva contraparte. Cuando el Parlamento Europeo, el Consejo o la Comisión amagan con condenar la deriva autoritaria de Erdogan, criticar en exceso el encarcelamiento de periodistas, aplicar sanciones económicas por el genocidio turco contra el pueblo kurdo o romper relaciones comerciales con Turquía por el recorte generalizado de derechos y libertades, el ejecutivo otomano simplemente pone simbólicamente la mano sobre el grifo cuya llave le dio la propia UE y amenaza con abrir de nuevo el flujo migratorio que tantos dolores de cabeza provocó en Europa.
Igual que Europa no ha tenido que innovar en la última década porque ya tenía la experiencia española como campo de pruebas bien engrasado de la que hoy es ya la política migratoria comunitaria, Turquía tampoco tuvo que frotarse mucho la cabeza para encontrar en el ejemplo marroquí una estupenda arma diplomática. Porque en las últimas décadas, cada vez que algún gobierno español ha coqueteado con la posibilidad de desatascar la situación del pueblo saharaui, ya fuese directamente o apoyando alguna iniciativa multilateral, o ha amagado con condenar a Marruecos por ello, el reino alauita ha hecho lo mismo que hace ahora Erdogan: dar orden a su policía fronteriza de mirar para otro lado y dejar que un par de “saltos” de migrantes de origen subsahariano a las vallas de Ceuta o Melilla desatasen todas las alarmas en Madrid y alrededores.
Además de criminal y asesino, es un modelo migratorio y de relaciones internacionales que ofrece a las contrapartes sobre las que se externaliza el control de fronteras un poder y una legitimidad enormesAdemás de enquistado, el conflicto saharaui es, lo sabemos, tan poliédrico como complejo. Pero dentro de esa ecuación, poco o nada se avanzará en una solución diplomática que integre al menos a las dos principales partes corresponsables, esto es España y Marruecos, si no se aborda en paralelo el fin al modelo de Europa Fortaleza que España primero y hoy toda la UE llevan practicando desde hace décadas. Porque además de criminal y asesino, es un modelo migratorio y de relaciones internacionales que ofrece a las contrapartes sobre las que se externaliza el control de fronteras un poder y una legitimidad enormes para saberse con carta blanca para ejercer prácticamente cualquier violación de los Derechos Humanos en su territorio sabiendo que su “empleador” no levantará mucho la voz por miedo a molestar a su subcontrata.
La barbarie de las fronteras europeas alimenta otras barbaries y arroja un manto de silencio sobre los horrores que viven otros pueblos subalternos, como el kurdo o el saharaui. Los frentes de batalla son distintos pero la pelea contra la geopolítica del desastre que aplican la UE y sus Estados Miembros, haciendo pivotar su acción exterior sobre sus intereses comerciales, geoestratégicos y migratorios en detrimento de los derechos de las mayorías sociales, de los pueblos y del planeta, es en el fondo el mismo. Hoy 12 de octubre, Día de la Unidad Nacional Saharaui, es también otro buen día para seguir luchando por el derecho de autodeterminación de los pueblos de todo el mundo y contra la Europa Fortaleza y las élites que la promueven. Porque los muros que encierran al pueblo saharaui se parecen demasiado a los que Europa levanta compulsivamente por sus fronteras y, una vez erigidos, se retroalimentan y engordan el mismo abominable sistema de relaciones internacionales.
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