Ucrania
            
            
           
           
De Odessa a Donetsk, sangre por sangre
           
        
         
Mientras los medios nos informan sobre el avance en Odessa por parte del ejército ruso, este mes se han cumplido nueve años de la masacre en la casa de los sindicatos de la misma ciudad. La matanza, que tuvo lugar el 2 de Mayo de 2014, fue llevada a cabo por diferentes facciones de extrema derecha cercanas al Sector Derecho y a los batallones neonazis como Aidar o Azov. Ese día, provocaron un incendio en la casa de los sindicatos. En los vídeos de esa jornada se puede ver cómo se remata con disparos o a palazos a aquellos que intentaron escapar de las llamas. El recuento oficial de aquella jornada se saldó con más de 42 muertos y más de 200 heridos.
Catalina y  Alexander lo vivieron en primera persona. Nos encontramos con ellos en la República Popular de Donetsk, que  actualmente está anexionado a Rusia y permanece muy cerca de la   primera línea de combate. Caminando por sus calles escuchamos la  artillería, tanto la que va como la que viene. Catalina y Alexander son pareja. Se conocieron en la lucha de un comando urbano clandestino tras la  Masacre de los sindicatos de Odessa. Ambos fueron capturados,  encerrados y puestos en libertad después de cinco años y tras un  intercambio de prisioneros. Hemos quedado en un hotel del  centro.  Aunque se trata de un edificio civil, hace poco fue bombardeado por la artillería ucraniana.
 Catalina  tiene 43 años, es traductora de varias lenguas y se acercó a la  actividad política en 2013 en los mítines contra el movimiento del Maidán.  Nació en  Odessa y se trata de una mujer de aspecto imponente que transmite  mucha fuerza. A su lado  está Alexander, con la mirada algo más  perdida. Transmite la sensación de haber vivido muchas experiencias y  no precisamente buenas. Dice ser un hombre de a pie, ingeniero, y que  comenzó su lucha también en la misma época que la que ahora es su  mujer. 
¿Cómo  fue el inicio en 2014? ¿Cómo vivisteis el golpe de estado?
Alexander: Lo  que yo sentí durante el golpe de estado es que con la llegada del  nuevo gobierno y los neonazis llegó el derramamiento de sangre y  la  muerte. Desde Maidán  una niebla cayó sobre todo el país.  Yo  sentí algo dentro que me decía que teníamos que luchar contra este  resurgimiento fascista.
Sé que vivisteis en primera persona la masacre de la Casa de los Sindicatos de Odessa. ¿Qué recordáis de aquellos momentos? 
Alexander: Estábamos aquel día soleado en la Casa de los  Sindicatos. En el centro de la ciudad, en concreto en la Plaza Griega,  los nacionalistas se reunieron como si fuera una simple  concentración de ultras del FC Metalist. Pronto comenzaron las  agresiones  y acontecimientos sangrientos en las avenidas. Se  acercaron desde esa plaza y  llegaron a pie hasta la Casa de  los Sindicatos donde comenzó la masacre. Al principio nosotros  estábamos en  la plaza donde está la Casa cuando vimos  venir a  ese tumulto de nacionalistas con palos, piedras, armas,  cócteles molotov, etc. Rápidamente nos refugiamos pensando que dentro estaríamos seguros,  que la policía  llegaría, rodearía el lugar e impediría que los nazis atacaran la Casa de los Sindicatos. Pensamos que nos protegerían… pero la  policía no hizo nada. Nosotros estábamos allí... veíamos a la  gente caer de las ventanas, la gente quemándose viva. Cuando caían  los nacionalistas abatían con  palos a los heridos. Aquello era un  verdadero infierno.
¿Cómo  conseguisteis escapar y salir con vida?
Alexander: Nos  evacuaron los bomberos, si a eso se le puede llamar evacuación. Cuando salí  de la casa fui abatido, golpeado y herido por los neonazis. Como  consecuencia  sufrí la fractura de varios huesos. Después la  policía accedió a subirnos a su autobús y nos llevaron a comisaría. Así fue como me salvé.
Catalina: Yo me salvé de milagro, había varios periodistas que grababan y  tuvieron misericordia. Recuerdo una gran cámara que estaba grabando  en directo, ellos (por los cámaras) dijeron que iban a rescatar a  las mujeres que había en el lugar y con la ayuda de los bomberos  algunas mujeres pudimos salir sin ser agredidas. Nos salvamos porque  estaban retransmitiendo en directo.
¿Habíais  visto alguna vez este nivel de violencia en vuestra vida?
Alexander: Nunca antes en nuestro país, en la URSS o en Ucrania había visto  tal nivel de violencia. Esto cambió nuestro modo de pensar y de  percibir el mundo.  Entendimos que había que hacer algo  para luchar contra la situación y estos grupos neonazis.
Alexander: “Aguantamos en la clandestinidad durante siete meses hasta que fuimos capturados por el servicio de seguridad de Ucrania. Nunca recibimos ningún apoyo de las fuerzas del orden”
Después de este hecho comenzáis una nueva etapa en vuestra vida:  la lucha en la clandestinidad como comando urbano. ¿Cómo fue dar  ese paso?
Alexander: Nosotros queremos a nuestra patria y queremos vivir en un país  normal y pacifico. Cuando vimos la violencia nacionalista, la  violencia con la que estaban atacando a la población, las  humillaciones, cómo aniquilaban a la gente normal, yo y otros  decidimos luchar contra este fascismo. Conocí algunos hombres y  mujeres como mi esposa, formamos un grupo y empezamos la vida en  clandestinidad. Nuestro primer objetivo fue destruir las oficinas de  reclutamiento de los grupos neonazis como Azov o Aidar  que ayudaban  a los batallones nacionalistas. No teníamos nada. Lo hacíamos todo  nosotros de forma casera, tuvimos que aprender sobre la marcha.  Así  aprendimos a hacer explosivos para destruir estos centros que  ayudaban a asesinar a la población civil aquí en Donbass.
Hablas de centros de reclutamiento. ¿Quién los organiza? ¿Cómo  conseguisteis aguantar más de medio año?
Alexander:  Entre ellos están los centros de la organización del sector derecho  o centros voluntarios de Azov o Aidar.  En lo que respecta a nuestra  vida, ésta se volvió más difícil y complicada, no tuvimos apoyo  centralizado, nos apoyaba la población local de Odessa. Aguantamos  en la clandestinidad durante siete meses, hasta que fuimos capturados  por el servicio de seguridad de Ucrania. Nunca recibimos ningún  apoyo de las fuerzas del orden y nunca cambiamos de residencia. Por  la mañana vivía como un ciudadano de a pie y por la noche luchaba  contra los nazis.
Catalina: Nosotros éramos lugareños de Odessa, nacimos y vivimos allí toda nuestra vida. La gente con la que nos relacionábamos eran vecinos pero casi toda la gente que nos buscaba para capturarnos del servicio secreto eran de fuera. Nosotros nos sentíamos seguros en nuestra ciudad pero ellos se sentían ajenos.
Alexander: Quiero contaros una historia que recuerdo en el transporte público de Odessa. Después de un atentado aparecieron fotos de mi esposa en todos los tranvías y autobuses de Odessa, con la leyenda de “se busca por terrorismo”. Miles de personas la vieron, muchos la conocían pero nadie le delató ante los servicios de seguridad ucranianos. Estaba claro Odessa está en contra del fascismo ucraniano.
Catalina nos mira y prosigue con otra anécdota.
Catalina: Yo andaba tranquila porque hace años una adivina me dijo que yo iba a vivir mucho tiempo. Pero recuerdo en otra ocasión cuando vi en internet, después de destruir un centro de voluntarios/reclutamiento, un vídeo del dueño buscando a los responsables, y mirando un vídeo en el que se me ve realizando el atentado, pero su mayor pista para identificarme era que llevaba un pantalón vaquero. Estaban muy perdidos.
¿Cómo  fue vuestra detención?
Alexander: Por mucho que se  empeñaban en encontrarnos los servicios de  seguridad encargados en Odessa eran incapaces de dar con nosotros,  por eso se envió un nuevo equipo desde Kiev para hacer una nueva  investigación. Con la ayuda de este equipo fuimos capturados. Yo fui  detenido en mi apartamento y trasladado a las oficinas de los  servicios de seguridad ucranianos. De ahí me bajaron al sótano  donde tuve una conversación muy “intensa” con los  funcionarios del servicio de seguridad. Y posteriormente fui  trasladado a prisión donde pasé cinco años hasta el intercambio de  prisioneros que me devolvió la libertad.
Catalina: Me decían que iban a ir contra mis padres y parientes, que me iban a desaparecer para siempre y nadie encontraría mi cuerpo. Es algo que se debe vivir para entenderlo
¿Qué  quieres decir con intensamente? ¿Te torturaron?
Alexander: Me abatieron con palos de hierro, me golpearon por todas las partes  del cuerpo, me insultaron. Jugaron al fútbol y yo fui la pelota.  Después de mi liberación en Donetsk tuve que ser intervenido  quirúrgicamente para  subsanar las consecuencias de las torturas   producidas por el servicio de seguridad ucraniano.
Catalina: A mí me capturaron más tarde, también en mi apartamento mientras  pensaba cómo escapar de la ciudad. Pensé que si salía me  detendrían en la frontera. No me dio tiempo a hacer nada, la  policía llegó, registró  mi casa y me trasladó a sus  dependencias en las oficinas de seguridad. Yo tuve suerte porque no sufrí tortura  física, aunque las vejaciones psicológicas fueron  importantes. No me dejaron dormir durante días, no me dejaban  tumbarme  ni descansar. Los interrogatorios eran constantes, sin  abogado, llenos de amenazas y coacciones. Yo no podía pensar normalmente.  Me  decían que iban a ir contra mis padres y parientes, que me iban a  desaparecer para siempre y nadie encontraría mi cuerpo.  Es algo que  se debe vivir para entenderlo. Yo veía en sus oficinas las insignias  de los batallones nazis, ellos asumían como normal la colaboración  con ellos. Yo sabía que ellos me podían hacer lo que quisieran y  quedarían impunes.
¿Cómo sigue la historia, cómo fue la cárcel?
Alexander: Una  cárcel no es el lugar para una persona corriente, es un lugar donde  deben estar los criminales y nosotros no lo somos. Vivía en una celda de ocho metros cuadrados  compartida con tres hombres, dos literas una a cada lado,  una  pequeña mesa,  un wc y un lavabo. Dos metros cuadrados por persona,  los mismos que tiene una tumba. En verano moríamos de calor y en  invierno de frío. De alguna manera sobrevivimos  a aquello. Aunque  los teléfonos están prohibidos, encontramos la manera de  comunicarnos. Y de este modo pasaron casi cinco años de nuestra vida. En  diciembre del año 2019 nos cambiaron por otros presos y nos  trasladamos a Donetsk. Aquí nos ayudaron mucho, hubo ayuda  médica, laboral y para los trámites burocráticos y de residencia.   Mientras estuvimos en la cárcel nos apoyaron los familiares y las  mujeres que acudían a los mítines de Odessa en contra del Maidán,  nos traían comida ya que la comida de la cárcel era incomestible.
Catalina: Yo estuve en la misma cárcel en el módulo de mujeres. Había tres mujeres en mi celda con el mismo tamaño que las de los hombres: ocho metros. En verano hacía mucho calor y en invierno en alguna ocasión pusieron la calefacción. Mientras estaba presa murió mi padre, entonces ya solo quedó mi madre y aquellas mujeres para ayudarme. La actitud de los guardias o empleadas de prisiones fue normal. Eran gente normal, ellos entienden que nosotros no éramos criminales sino presos políticos. Solo cumplían con la labor de que los presos permanecieran dentro de sus celdas, en la cárcel nunca hubo torturas.
Seguimos hablando con ellos para hacernos una idea de como debe ser una cárcel en el territorio ucraniano para un preso político tras el golpe de estado de 2014.
Alexander: La primera cosa que me ayudo dentro de la cárcel es la convicción el la victoria, hoy sigo convencido de que venceremos al fascismo. Como os conté antes, las ancianas y mujeres que participaban en los mítines contra el Maidán nos ayudaban y nos alimentaban. Recuerdo una mujer anciana que no tenía dinero suficiente para su día a día, pero se buscó la vida y se lo quitó de lo suyo para traer dos botellas de agua grandes, dos panes y traérmelos a la cárcel.
Catalina: Yo recuerdo una anécdota del invierno. Las tradiciones ortodoxas celebran el bautismo el 19 de enero. Existe la tradición de tomar un baño en un río o en el mar. Como es invierno, el agua está fría pero la tradición es muy seguida por la población. Pues bien, resultó que el cura de la prisión relleno una pequeña piscina en el patio de la cárcel. Primero lo realizaron los hombres, luego el cura preguntó en el pabellón de mujeres, hacía realmente frío. Solo yo decidí tomar este baño. Pero yo no tenía traje de baño en la cárcel, así que fui hasta la piscina con una camiseta y un pantalón, tomé el baño y regresé a la celda completamente mojada, recuerdo las miradas perplejas del resto mirándome como si estuviera loca.
Ambos empiezan a parecer cansados, fuera se escuchan bombardeos y se acerca la hora del toque de queda. Así que decidimos tomar la recta final de la entrevista.
¿Cómo fue la liberación?
Alexander: Fue de repente, a los cinco años nos llevaron a una vista para ver  al juez. El nos informó de que estábamos en una lista de  prisioneros que iban a ser intercambiados, prácticamente a la semana  este se llevó a cabo. Para  el intercambio nos juntaron en unas instalaciones a  todos los presos  que íbamos a participar en el mismo dentro del territorio ucraniano.  Al día siguiente nos subieron a un autobús y nos llevaron a la  línea de contacto del frente. Y luego pasamos por una tienda para  hacernos un chequeo, de un lado se quedaba  la Ucrania nazi y del  otro lado nos esperaba la República Popular de Donetsk. Cruzar allí fue el soplo de aire  fresco que llevaba esperando durante cinco años.
Alexander: tenemos miedo por la gente que participó en las protestas anti Maidán y nos ayudó. Los batallones neonazis tienen impunidad
Catalina: Para mí fue bastante similar. Yo no podía creerlo, fue cuando fuimos intercambiados a la semana cuando verdaderamente creí las palabras del juez. Fui feliz cuando subimos al otro autobús en territorio de la RPD y nos dirigimos a la ciudad de Donetsk.
Cómo  mujer, ¿Cuáles son las dificultades añadidas que has encontrado?
Catalina: Me parece que como mujer las cosas se dificultan por dos cosas, ya sea en la  cárcel o en la lucha clandestina. La guerra se dice que es una cosa  de hombres, pero no todos los hombres tienen el valor para defender  su patria. Yo había escuchado las historias de mi abuela sobre la  gran guerra patria, yo solo decidí tomar su ejemplo y seguir su  camino.
¿Cuáles  son vuestras expectativas, cómo veis la situación actual de esta  guerra?
Alexander: Estoy feliz de  vivir en Donetsk y pertenecer  a este bonito país  como es Rusia. Yo estoy seguro de nuestra victoria en esta guerra. Yo  espero y creo que el mundo debe cambiar a mejor. No solo en Rusia  sino también en Europa nos ha de venir un futuro mejor.
Catalina: Yo también estoy feliz de vivir en Rusia y en esta maravillosa  ciudad. Como mi marido, estoy segura de la victoria aunque estemos  pasando por unos tiempos difíciles. Yo soy optimista y creo que  superaremos todos los obstáculos.
Alexander: La población en Ucrania no está de acuerdo con el gobierno y lo que está ocurriendo pero no están armados, no están organizados. Ahora tenemos miedo por la gente que participó en las protestas anti Maidán y nos ayudó. Los batallones neonazis tienen impunidad para hacer lo que quieran bajo el gobierno de Zelensky. Los opositores en territorio ucraniano están en una situación de peligro real.
¿Cuáles  son las convicciones para luchar por las ideas? ¿Incluso arriesgar  la vida?
Alexander: Yo  no podía quedarme en casa de brazos cruzados mientras los nazis  mataban y humillaban a la gente. Prohíben nuestra cultura y nos  imponían una cultura completamente ajena. Querían cambiar nuestra  vida y prohibir nuestra lengua. Yo no podía soportarlo y decidí  luchar contra los nazis. Pero nosotros nunca atacamos a la gente de  Odessa, nunca matamos a nadie. Solo actuamos contra centros de  voluntarios que colaboraban con los nazis y ellos si asesinaban gente  civil. Aquí en Donetsk me uní a los voluntarios a la zona de la  opresión especial militar. Lucho por mi patria contra el nazismo  igual que hacia mi abuelo cuando lucho contra la Alemania nazi, esa es  la conexión entre nuestras generaciones. Quiero terminar diciendo que  hay que luchar por la patria, por los tuyos, por tus hijos. Si uno  confía, vencerá.
Catalina: Yo tampoco quise aceptar el golpe de estado. Todos sabemos todo lo  que ha pasado en el resto de  exrepúblicas soviéticas. Todos  sabíamos que con el golpe de estado íbamos a obtener idénticos  resultados. Cuando empezamos a ver los símbolos de la extrema  derecha en los muros de la ciudad y los nazis por las calles sentí  que debía tomar partido. Espero que  con el tiempo haya muchas más  gente que nos escuche y nos entienda. Que comprenda que no es verdad  las cosas como se cuentan en los medios. Yo sabía que mi actividad   clandestina me podía llevar a la cárcel pero yo decidí hacer lo  que sabia que debía hacer.
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Crónica desde Odesa, Ucrania
        
      
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