Turismo
De Nápoles a Tenerife: cuando el turismo devora sus propias costas
Desde hace más de un año, Tania Hernández vigila el mar desde su terraza en Punta Brava, un barrio costero del Puerto de la Cruz (Tenerife). Siguen apareciendo manchas y espuma marrón en la zona. Playa Jardín cerró en julio de 2024 por contaminación fecal ocasionada por una fisura en el emisario submarino —la tubería que transporta aguas residuales desde tierra al mar—. La playa reabrió este verano, tras la realización de varias obras de saneamiento, pero los vecinos siguen denunciando contaminación.
“No duermo mucho. Desde el cierre de la playa me despierto pensando qué puedo hacer para que esto cambie”, dice Tania, madre de familia y dueña de un salón de uñas. Sin buscarlo, se ha convertido en portavoz de Stop Vertidos, una organización vecinal que documenta los vertidos al mar. Su hija de siete años ya no puede vivir la infancia que ella tuvo. “Le quiero enseñar un cangrejo o un burgado y prácticamente no hay. Le quiero enseñar un erizo, haciendo esnórquel, y no hay, porque se han cargado todo”, lamenta.
En 2024, según el Instituto Canario de Estadística, las Islas Canarias recibieron 17,77 millones de turistas, de los cuales casi siete millones eligieron Tenerife
A casi 3.000 kilómetros, en el Golfo de Nápoles, la situación se repite. Giuliano Esposito trabaja por devolver el acceso al mar a los napolitanos desde su asociación Mare Libero. Esposito critica tanto la calidad del agua —turbia y verdosa— como el modelo de playas privatizadas, donde los establecimientos cobran precios elevados por el alquiler de parasoles. De acuerdo con Esposito, en los meses de mayor afluencia turística, el sistema de alcantarillado colapsa y “se abren descargas directas al mar para evitar que exploten las alcantarillas”.
El turismo que desborda
El motor económico del archipiélago se ha convertido en su principal amenaza. En 2024, según el Instituto Canario de Estadística (ISTAC), las Islas Canarias recibieron 17,77 millones de turistas, de los cuales casi siete millones eligieron Tenerife. Eurostat contabilizó más de 95 millones de pernoctaciones en todo el archipiélago durante el año 2023. En Italia, Nápoles espera alcanzar este año los 17 millones de visitantes, una cifra similar a la de todas las Canarias.
La presión demográfica es clave para entender el problema. Según Promotur Turismo de Canarias, con datos de 2025, la población turística flotante diaria en Tenerife equivale al 15,7% de la población residente: entre 140.000 y 160.000 turistas adicionales cada día. “Es una población flotante, pero permanente, que también usa carreteras, agua, energía y genera residuos”, explica Eustaquio Villalba, geógrafo, activista ambiental y profesor universitario retirado. Una carga que recae sobre infraestructuras de saneamiento y depuración ya insuficientes.
En Canarias, según datos oficiales, se han censado más de 400 puntos donde se vierten aguas residuales al mar. Más de la mitad operan sin autorización
Incluso desde algunos sectores turísticos se reconoce la problemática. En Canarias, José Fernando Cabrera, empresario hotelero, afirma: “Estoy totalmente de acuerdo con que Canarias tiene un límite. Hay que hacer un estudio serio de capacidad de carga y en base a ello hacer políticas para no sobrepasar esos límites de población. Eso va relacionado a no hacer más casas, ni más hoteles, ni más carreteras”. Sin embargo, advierte: “La clase política intenta echarle la culpa al turismo cuando no se han hecho las infraestructuras necesarias”.
En Nápoles, Mario Morra, presidente de la asociación de balnearios de Campania y propietario del Bagno Enea en Posillipo, admite la presión: “El turismo ha aumentado el desorden. Los servicios son carentes para los residentes. Entonces, es difícil garantizarlos para los turistas. Hace falta un cambio de mentalidad”.
Los activistas del Ex Lido Pola, colectivo local que lucha desde hace años por la rehabilitación de Bagnoli, un barrio en la zona occidental de Nápoles, denuncian que “el litoral napolitano está abandonado, deteriorado o contaminado”. “Con el overtourism se ha reforzado un uso privado del espacio público”, señalan, “y esto, pone en riesgo la recuperación de nuestros territorios”.
“Los turistas son estadísticamente grandes consumidores de agua y, aunque la ciudad esté saturada, cada espacio se destina a la proliferación de estructuras hoteleras y turísticas”, denuncia por su parte Mare Libero. Villalba plantea la misma contradicción en Canarias: “El turismo supone una población que consume agua, servicios sanitarios, carreteras. Tenemos que poner un límite. No se puede pensar que se puede crecer indefinidamente. Hay que establecer el 'hasta aquí llegamos' y prohibir nuevas plazas hoteleras. No podemos decir que limitamos el número de visitantes y seguir construyendo hoteles”.
Costas cerradas, infraestructuras al límite
El crecimiento sin planificación adecuada ha saturado los sistemas de saneamiento. Décadas de construcción descontrolada han permitido que urbanizaciones, hoteles y núcleos residenciales instalen sus propios sistemas de evacuación —desde tuberías rudimentarias hasta emisarios submarinos— muchos sin ningún tratamiento previo y sin las autorizaciones necesarias.
En Canarias, según datos oficiales, se han censado más de 400 puntos donde se vierten aguas residuales al mar. Más de la mitad operan sin autorización. En Tenerife, la isla concentra casi la mitad de todos los vertidos del archipiélago. El dato más alarmante: 56 de estos puntos de descarga se ubican en áreas naturales protegidas.
Cuando las plantas de depuración se saturan, se expulsan aguas residuales sin tratar directamente al mar. En Nápoles, el informe Goletta Verde de la organización Legambiente reveló que el 52% de las muestras de agua en Campania —región donde se sitúa Nápoles— superan los límites legales. “El sistema metropolitano no diferencia aguas negras de grises”, explica Esposito, refiriéndose a que mezcla las aguas fecales con las de uso doméstico como duchas o lavabos, lo que impide un tratamiento eficiente y obliga a verter todo junto al mar cuando el sistema colapsa.
Son decenas los vertidos directos al mar registrados por la agencia regional de medio ambiente ARPA Campania y por grupos de activistas. En 2024, 16 playas del Golfo de Nápoles fueron clasificadas como “deficientes”, y ocho de ellas con prohibición permanente, a lo que se suman treinta kilómetros de costa no apta para el baño.
“Me asomo y veo la espuma y digo: hoy no se puede bajar”, lamenta Tania Hernández
El problema se repite en todo el litoral tinerfeño. En el verano de 2025 se cerraron temporalmente playas como La Jaquita y La Batata, en el sur de la isla, por vertidos de aguas fecales. En mayo, La Jaquita ya había sido clausurada por niveles altos de Escherichia coli. En agosto, se cerraron las piscinas naturales del Caletón y la zona de baño de Valleseco, en Santa Cruz, por acumulación de desechos.
Enfermedades y ecosistemas al borde
El deterioro ambiental ha transformado a ciudadanos comunes en activistas. Tania, que antes ignoraba la política, ahora sabe de emisarios, aliviaderos y competencias administrativas. En su azotea instaló una piscina inflable para que su hija pueda bañarse sin riesgo. “Me asomo y veo la espuma y digo: hoy no se puede bajar” .
En Las Américas, zona turística de surf al sur de la isla, las infecciones son habituales. “Náusea, vómito y fiebre. Nos pasa a todos”, relata Ilaria Versolato, surfista italiana de 26 años. Marcelo, instructor argentino, cuenta que los malestares son recurrentes para los surfistas. En uno de sus cursos, de treinta monitores, más de diez se enfermaron. Relata además que, tras los días de lluvia, tienen más cancelaciones pues los clientes enferman. El doctor en toxicología, Ángel Gutiérrez, de la Universidad de La Laguna, explica no obstante que es difícil medir el impacto sanitario: “Cuando una persona va con afección gastrointestinal, la etiología muchas veces no se puede determinar”.
Además de la salud pública, la biodiversidad también está en riesgo. Canarias, junto con Madeira y las Azores, concentra el 19% de los hábitats protegidos de la UE en menos del 0,5% del territorio. “Las Islas Canarias tienen una importancia crucial a nivel de biodiversidad”, explica el doctor Gutiérrez. “Tenemos una población estable de cetáceos y una población residente de calderones, lo cual nos hace uno de los lugares únicos en el mundo, además de nuestra propia fauna marina, con especies endémicas”.
Desde Mare Libero proponen modernizar el sistema de alcantarillado, separar aguas negras de blancas y sanear los fondos marinos, “en lugar de imaginar resorts y puertos para yates”, enfatiza Esposito.
El impacto de los vertidos en estos ecosistemas es difícil de medir pero real. “El mar tiene un poder de dilución espectacular”, reconoce Gutiérrez. “A los 100 ó 150 metros de la zona de salida de vertidos, los niveles ya son prácticamente normales. El problema son esas zonas de foco donde se emiten, donde podemos tener bacterias que pueden ser patógenas para la biota marina del ecosistema”. Los vertidos, invisibles para muchos, dejan huellas tanto en el cuerpo humano como en el equilibrio del mar.
La urgencia de poner freno
Tanto Canarias como el sur de Italia comparten una historia de marginación política y económica que se refleja hoy en la falta de infraestructuras básicas. En territorios que han sido periferia de sus propios países, el desarrollo turístico se impuso sobre la planificación urbana dejando sistemas de saneamiento obsoletos y una gestión ambiental rezagada.
En Nápoles, la fragmentación institucional agrava el problema. La ciudad carece de un departamento específico para la protección del mar, y las autoridades priorizan grandes eventos —como la próxima Copa América— antes que intervenciones estructurales. Desde Mare Libero proponen modernizar el sistema de alcantarillado, separar aguas negras de blancas y sanear los fondos marinos, “en lugar de imaginar resorts y puertos para yates”, enfatiza Esposito.
En Canarias, la respuesta ciudadana reclama un cambio profundo en el modelo turístico del archipiélago, considerado insostenible y masificado. La plataforma Canarias Tiene un Límite, que agrupa a decenas de colectivos locales, convocó el 18 de mayo manifestaciones multitudinarias en todas las islas, las más grandes registradas en décadas.
“Se vienen 50 nuevos hoteles en trámite. ¿Y dónde metemos toda la mierda? Al mar”, denuncia Cerdeña desde Tenerife
Stop Vertidos, que también participa en las convocatorias de Canarias Tiene un Límite, nació cuando los vecinos de Punta Brava descubrieron que llevaban años nadando en aguas contaminadas. “Nos dicen que manchamos la imagen del Puerto de la Cruz, pero es algo real”, dice Tania. Hace pocos días recorrió Playa Jardín advirtiendo a bañistas. “No swimming, fecal waters”.
“Nuestros hijos tendrán menos oportunidades que nosotros”, expresaba entonces Adrián, joven padre que participó en la protesta. Fernando Borja, jubilado de La Laguna, por su parte, resumía la frustración acumulada: “El problema de los vertidos lo llevamos padeciendo años”.
En Canarias, las propuestas ciudadanas van desde soluciones técnicas inmediatas hasta cambios de modelo. Stop Vertidos exige ampliar la depuradora de Punta Brava y sustituir el emisario averiado. El doctor Gutiérrez insiste en reforzar las plantas de tratamiento: “Hay que sobredimensionarlas, porque cuando se terminan ya están saturadas”. Iván Cerdeña, de ATAN, propone depuradoras naturales como alternativa más sostenible, que no requieren el alto consumo energético de las convencionales para bombear el agua.
Pero los activistas advierten que las soluciones técnicas no bastan sin cambios estructurales. “Se vienen 50 nuevos hoteles en trámite. ¿Y dónde metemos toda la mierda? Al mar”, denuncia Cerdeña desde Tenerife. El decálogo de Canarias Tiene un Límite exige una moratoria turística, una Ley de Residencia, el impulso de la energías renovables y la protección de la soberanía alimentaria.
Los recursos existen. El turismo aporta 4.000 millones anuales en impuestos al Gobierno canario, pero “cada año se dejan de gastar 1.200 o 1.300 millones que equivalen a 12.000 viviendas sociales”, señala el empresario Fernando Cabrera. “Los recursos están, falla la gestión”.
“No hemos puesto límite a nuestra capacidad de recibir turistas. Celebramos cada récord sin pensar en consecuencias”, advierte Villalba. El turismo, antes motor, se ha convertido en su propia amenaza.
El mar que dice basta
En el Parque Sumergido de la Gaiola —una de las playas más emblemáticas para los napolitanos—, se forma una mancha marrón después de cada lluvia, igual que la que Tania observa desde su terraza en Tenerife. Son casi 3.000 kilómetros de distancia, Mediterráneo y Atlántico, pero las mismas aguas enfermas.
Tania, día a día, vigila el agua. “La playa es un símbolo mío de vida”, dice. “Quiero que tanto mi hija como las generaciones futuras puedan vivir una infancia saludable y feliz. Te están privando de tu libertad, que es un derecho: el tener un medio ambiente sano”, reflexiona.
En Nápoles, Giuliano Esposito libra la misma batalla desde Mare Libero. “El litoral está abandonado, deteriorado o contaminado”, denuncia. En ambas orillas, el mar dice basta. Lo hace con espuma sucia y aguas prohibidas, mientras Tania en Tenerife y Giuliano en Nápoles resisten desde sus costas, con la misma demanda: un mar sano y accesible.
Este reportaje ha sido financiado con apoyo del JournalismFund Europe.
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