Turismo
La lucha contra el exceso de cruceros: “Están en juego el entorno, la salud y la identidad de las ciudades”

Tras dos años sin hablar de cruceros, colectivos de toda España tratan de llevar el debate sobre este modelo turístico de nuevo a la palestra.
Un pasajero del crucero Symphony of the Seas se asoma a la terraza de su camarote
Un pasajero del crucero Symphony of the Seas se asoma a la terraza de su camarote. Claudio Moreno

Arranca el verano, y con él la temporada alta del sol y playa, el modelo turístico español por antonomasia. Tras más de un año sin actividad y, por consiguiente, sin ingresos, el sector ansía la llegada de viajeros dispuestos a dejar dinero en las costas españolas.

Una de las principales vías de entrada de turistas serán los puertos. España ha experimentado un crecimiento exponencial en lo que al desembarco de cruceristas se refiere. Estos números, que descendieron abruptamente por la paralización de la actividad durante la pandemia, prometen recuperarse, comenzando este mismo año. Los primeros pasos ya se han dado, con la llegada de los primeros cruceros nacionales a puertos como el de Palma, y el levantamiento de restricciones para embarcaciones internacionales, que serán recibidas a partir del 26 de este mismo mes.

Con la entrada en juego del covid-19, no solo se paralizó la industria del crucero, sino que también decayó la lucha por su regulación y su control. En verano de 2019, un estudio de la ONG Transport & Environment destapó la ingente polución procedente de dichas embarcaciones y su efecto en las ciudades y países que visitan. De esta manera, la investigación constataba que solo los cruceros que atracaron en nuestro puertos emitieron cinco veces más oxídos de azufre (SOx) que toda la flota de turismos de España.

Las grandes corporaciones tienen gran parte de responsabilidad en esto. El mismo estudio señaló que tan solo las embarcaciones de Carnival Corporation, el mayor operador mundial de cruceros, expulsaron al medio ambiente diez veces más SOx que todo el parque móvil europeo. En el caso de la Royal Caribbean Corporation, sus barcos lo hicieron cuatro veces más que todos los vehículos del viejo continente. Números que asustan más aún si tenemos en cuenta que juntas, ambas compañías suman en torno a 130 buques, mientras que en Europa hay aproximadamente 300 millones de coches.

España, puerto sucio

T&E realizó un ranking de los lugares europeos que más sufren dicha contaminación. España apareció como segundo país con más emisiones provocadas por este tipo de turismo, y el primero en polución, seguido por Italia y Grecia.

No es de extrañar que este aciago podio esté protagonizado por países del arco mediterráneo, una de las regiones que más cruceros concentra. Tanto es así que cuatro de las cinco ciudades portuarias más contaminadas están bañadas por las aguas del Mare Nostrum, siendo Barcelona y Palma de Mallorca las que lideran la lista, seguidas por Venecia, Civitavecchia y la británica y atlántica Southampton.

Tras dos años, parece que todos los datos arrojados por Transport & Environment, así como las exigencias de multitud de colectivos a lo largo y ancho de España han pasado a un segundo plano en aras de hacer resurgir a un sector de capa caída. A pesar de ello, la lucha contra el turismo de masas y sus múltiples efectos negativos sobre el entorno, consecuencia clara de la presencia de cruceros en cualquier puerto, pugna por volver a la palestra y conseguir las reformas por las que tanto se ha peleado.

#StopCruceros

La más reciente de las batallas se dio el sábado 19 de junio, cuando fueron convocadas concentraciones en contra de la llegada constante de cruceros en seis ciudades españolas: Barcelona, Tarragona, Valencia, A Coruña, Vigo y Palma. Los aforos, restringidos a varias decenas de personas por la situación sanitaria, se completaron, y los concentrados alzaron su voz en demanda de mayores restricciones y la limitación del número de cruceros.

Como explica Joan Forteza, miembro de Palma XXI, una asociación ciudadana que forma parte de la Plataforma contra els megacreuers, el turismo de cruceros supone un modelo totalmente insostenible. En el caso de Mallorca, la llegada de más de dos millones de cruceristas anuales a su capital, de apenas 400.000 habitantes, supone todo un reto para su red de servicios públicos, así como un riesgo para el adecuado suministro de agua y electricidad. Todo ello sin contar los catorce millones de turistas restantes que llegan por otras vías. En un mismo día, 20.000 viajeros procedentes de cruceros desembarcan de golpe en Palma, fruto del atraque simultáneo de varios de los conocidos como megacruceros.

Turismo
Megacruceros, leviatanes del turismo marino

El número de cruceristas se ha multiplicado por 25 desde 1992 en España, y el plan es que siga creciendo. Barcelona es ya el primer puerto de este tipo de buques en el Mediterráneo. Las impactos sociales y medioambientales de estos barrios flotantes, estandartes de la industria turística global cada vez más grandes, preocupan a un importante sector de la sociedad.

Se puede pensar que una actividad turística tal reporta grandes beneficios económicos a la isla, pero Forteza se encarga de matizar rápidamente dicho argumento: “El modelo actual sigue dejando mucho que desear en este aspecto”. Desde las navieras se busca que el turista gaste lo máximo posible dentro del buque y no en tierra, algo que no reportaría beneficios a la compañía. De esta manera, no es difícil ver cruceristas desembarcar con bolsas de comida obtenidas en la embarcación.

Por otro lado, están los comercios que sí basan su actividad económica en los turistas exprés, como por ejemplo, las tiendas de souvenirs y de productos específicamente dirigidos a viajeros. Este factor tiene una consecuencia clara: la proliferación incontrolada de estos negocios, en detrimento del comercio tradicional, cada vez más relegado a barrios y zonas con bajo tirón turístico. La consecuencia más clara de un acontecimiento así, indica Forteza, “es la pérdida de la personalidad y las tradiciones del lugar, dando paso a una variedad de tiendas y comercios mucho más homogeneizada”. Además, destaca la falta de mejoras en las condiciones laborales que deberían derivar del éxito económico de este tipo establecimientos.

Algo así es resultado también de la subida desmesurada del precio de la vivienda, centrada ahora en la oferta de pisos vacacionales o residencias permanentes, pero dirigida a un público con mayor poder adquisitivo, o permitiendo que solo los establecimientos que más dinero ingresen, generalmente fruto del éxito entre los turistas, puedan seguir haciendo frente a los gastos de su local. Un factor más que vuelve a apartar de la ecuación a la población local de la isla, que cada año que pasa ve mermada la calidad de sus servicios públicos, observa cómo los comercios tradicionales desaparecen, y cómo la identidad propia de su hogar se desvanece.

Turismo
Precariedad en alta mar Derechos laborales por la borda: 80 horas semanales siete días a la semana en los megacruceros
Sin días de vacaciones, sin derecho a baja ni a seguridad social, las jornadas interminables en los buques turísticos se amparan en el vacío legal de las banderas de conveniencia.

A todo este argumentario se suma ahora el factor covid-19, que se instala dentro de la narrativa de la Plataforma contra els megacreuers junto con todo lo mencionado anteriormente, pues la aglomeración de miles de turistas que desembarcarán de golpe en una misma ciudad, afirman los convocantes, no es segura ni responsable en una situación sanitaria como la actual.

Por todo esto, las asociaciones que conforman la Plataforma piden, igual que hacían en 2019, la limitación de cruceros a uno diario durante todo el año. Insisten en remarcar que sus movilizaciones no tienen por objetivo eliminar estas embarcaciones del horizonte balear, sino establecer una serie de restricciones y cupos que sirvan como medida de protección tanto sanitaria, como cultural y medioambiental. En este último aspecto, ponen como ejemplo el caso de Estados Unidos o Canadá, que mantienen fuertes medidas contra la emisión de contaminantes procedentes de cruceros, en especial el óxido de azufre. Tanto es así, que los buques se ven obligados a cambiar de combustible si viajan al Caribe, donde el fueloil usado en aguas europeas no está permitido por ser especialmente tóxico y contribuir de manera desmedida a la contaminación y el cambio climático.

Tras años de esfuerzo, señalan los activitstas, han logrado reunirse con el Govern de les Illes Balears y con la Autoridad Portuaria del puerto para trasladar sus sentires. Si bien las competencias en materia portuaria son del gobierno central, la Plataforma exige al ejecutivo autonómico y a los organismos pertinentes que presionen y trabajen con el único objetivo de velar por los intereses de la población balear.

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