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Tribuna
Patatas
Militante Antiracista y Afrofeminista en CNAACAT y Afrofemkoop
Diputada de la CUP en el Parlament de Catalunya
En un mundo global desarrollado bajo el proyecto colonial-sexual (E.Mayoko), la cultura, el género, la raza y sus intersecciones, conforman identidades concretas que a su vez constituyen grupos de clase específicos. La identidad es pues, una forma de vivir la clase. Una forma de habitar el mundo. Un lugar de enunciación con una perspectiva propia (D.Ribeiro).
El anticapitalismo es una lucha de luchas, porque el capitalismo ahoga de formas muy diferentes a cuerpos en realidades muy diferentes. En territorios muy diferentes. Y, en un mundo globalizado a la fuerza, estos cuerpos, realidades y territorios habitan el espacio de forma simultánea.
Las identidades predominantes en las clases trabajadoras y populares: las racializades, migrantes del sur global, las disidentes sexuales; desarrollan luchas de resistencia propias desde estos lugares de enunciación. Y es desde esta riqueza tan diversa que hay que articular un frente común. Porque es precisamente poniendo en común este conocimiento de las expresiones de opresión del capital sobre diferentes cuerpos, que tendremos fuerza y posibilidades de avanzar.
Abordar las identidades como amenaza y no como oportunidad tiene el peligro de convertir la lucha anticapitalista no en una lucha de luchas, sino en un cúmulo de situaciones inconexas que solo tienen en común la coincidencia en tiempo y espacio.
Para evitar acontecer “una simple adición de unidades homónimas, como las patatas de un saco que forman un saco de patatas”(K.Marx) necesitamos reconocer y traicionar la blanquitud que todas llevamos implícita y que está impidiendo la construcción de un frente firme de resistencia ante el capital.
Luchar por el acceso a derechos no erradicará la exclusión si no se ataca la propia matriz de dominación que niega la condición misma de humanidad
Para construir alianzas anticapitalistas sólidas, hay que partir de reconocer que el monopolio de la dignidad (N.Ajari) lo tienen la blanquitud, la masculinidad y la occidentalidad y, por lo tanto, todo aquello que perturbe esta hegemonía, tiene negada la dignidad propia de la humanidad y es apartado del acceso a derechos materiales. Luchar por el acceso a derechos no erradicará la exclusión si no se ataca la propia matriz de dominación (P.H.Collins) que niega la condición misma de humanidad.
Si por ejemplo eres negro, gitano, mora, trans o migra del sur global tienes más números para nacer y morir pobre. Y esto no quiere decir ni que todos los pobres sean X ni que todos los X sean pobres. Hay ricos y pobres de todos los colores, pero globalmente, la mayoría de ricos son blancos. Hablamos de matrices, de dinámicas estructurales en las que, obviamente, hay excepciones —¡y cada vez más numerosas!— pero en ningún caso son representativas de un cambio de dinámica. Hablamos del engaño neoliberal de las libertades sobre el papel, que casualmente ignora los puntos de partida que impiden ejercerlas.
Pero si no se reconocen en horizontalidad las luchas que negras, gitanos, moros, trans, migras del sur y todas las identidades de los márgenes han desarrollado no solo para resistir sino para tumbar al capital, no tendremos ninguna oportunidad de construir la Unidad Popular que permite ser dique de contención a las opresiones.
Si no se reconocen en horizontalidad las luchas que negras, gitanos, moros, trans, migras del sur no tendremos ninguna oportunidad de construir la Unidad Popular que permite ser dique de contención a las opresiones
Cuando la humanidad está reservada solo a unos pocos, cuando los que tienen acceso al juego de la vida son unos pocos y cuando los que tienen un papel reconocido en tablero de juego son sólo unos pocos, decirles a las que están fuera del tablero de juego, luchando por su existencia, a las que ni siquiera tienen acceso al juego y a las que no tienen ningún tablero que las sostenga (o mas bien están ellas sosteniendo el tablero), que aquello que les impide participar en el juego no es prioritario porque no afecta a la “mayoría”, es un suicidio para la lucha anticapitalista.
Si abordamos sólo las consecuencias materiales de la clase y tachamos de accesorio o superfluo todo aquello intangible que la conforma —y que es muy tangible en las vidas de quienes no se beneficia del privilegio de ser considerado persona— lo que obtenemos es una perspectiva supremacista disfrazada de neutralidad. Y es esta perspectiva excluyente la que está evitando una articulación anticapitalista potente. El supremacismo epistémico.
Porque el mensaje que esto lanza a las de fuera del tablero es: “todo aquello que causa que pertenezcas a las clases explotadas no importa, lo que importa son las consecuencias comunes que nos afectan a todas”.
En otras palabras: priorizar la mayoría es priorizar mejorar la vida de las que ya tienen una vida. Supremacismo estructural, inconsciente e invisible. Y esto, mal que nos pese, reproduce la reacción neoliberal frente la disidencia: en el mejor de los casos cambios estéticos pero no de fondo y en el peor absorber la resistencia para domesticarla y que deje de suponer una amenaza para el orden de las cosas.
Decidir lo que es o no es prioritario en la lucha de clases, ignorando lo que no se ve porque no atraviesa y además no dar legitimidad a la voz de quienes sí le atraviesa, es una práctica violenta y excluyente. Y lo peor es que, además, es a menudo una práctica inconsciente.
La principal característica de la blanquitud como ideología, es ser invisible para quien la encarna y se beneficia. Y esta invisibilidad es el arma más peligrosa contra la articulación de alianzas anticapitalistas.
Trabajar para erradicar la explotación implícita al trabajo desde la clandestinidad de los márgenes, beneficia a toda la clase trabajadora porque evita que se puedan precarizar más las condiciones de todas
Una verdadera alianza se basa en entender que cualquier conquista de condiciones de vida digna para las clases super-explotadas, las excedentes, las que habitan los márgenes, para las trabajadoras migrantes del sur y racializades; es de facto una mejora en las condiciones del resto de trabajadoras que sí tienen acceso a derechos. Trabajar para erradicar la explotación implícita al trabajo desde la clandestinidad de los márgenes, beneficia a toda la clase trabajadora porque evita que se puedan
precarizar más las condiciones de todas.
Así, el antirracismo político es el cortafuego para la explotación de la clase trabajadora en general. La resistencia de las izquierdas radicales a acortar distancias con las luchas anticapitalistas desde los márgenes (comunidades racializades y migrantes del sur) e insistir en liderar las luchas, en vez de apostar por una verdadera alianza de clase sin jerarquías, tiene origen en la incomprensión de a qué nos referimos con blanquitud y con la inocencia blanca que justifica esta incomprensión (G.Wekker). Es difícil luchar contra algo que ni siquiera percibes y que a la vez te urgen a abandonar.
Esta resistencia, que a menudo esconde el miedo a salir de la zona de confort, a perder la centralidad, a perder el liderazgo de la agenda; es una elección política. Llegados a este punto de la vida contemporánea, ignorar es una elección política. Por lo tanto, querer ver lo que a priori no se ve, es también una elección política.
Escojamos instruirnos. Hay bastante facilidad de acceso a la información, sea por vía de la literatura o sea por vía de la convivencia diaria y las relaciones vecinales. Pero hace falta no anclarse en las zonas de confort que nos llevan a lugares como la romantización del proletariado y las disputas de poder que nada tienen que ver con la lucha contra el capitalismo.
Recordemos que la pretensión de hegemonía de la lucha anticapitalista resulta supremacista porque obvia que las consecuencias materiales de pertenecer a las clases trabajadoras tienen origen en la ordenación jerárquica de las identidades.
Son necesarios procesos colectivos y honestos para establecer esa agenda compartida. Sin criterios de parte y con todas las voces en horizontal. Co-habitando y construyendo la casa de la diferencia más que la seguridad de una diferencia en particular.(A.Lorde)
Porque somos más que patatas en un saco.
Somos más que piedras amontonadas en una cantera.
Somos un pueblo heterogéneo capaz de construirse en base a las realidades para avanzar firmes y juntas hacia las utopías