Tribuna
Lo que hubiéramos querido de Aranzadi

Aranzadi pasó de los 9.701 votos en las elecciones municipales de 2015, a 867 en las de mayo de 2019. Un análisis del papel jugado por esta experiencia municipalista en Pamplona.

Aranzadi

Quienes firmamos este artículo pensamos, construimos, mimamos y aupamos prácticamente desde su nacimiento a la candidatura ciudadana Aranzadi-Iruñea Denon Artean. Sin embargo, todas y cada una de nosotras abandonó el proyecto en distintos momentos de estos cuatro años, ninguna más allá de la mitad de la legislatura. Unas optamos, porque entendíamos que era lo responsable, por alejarnos discretamente del proyecto antes que crear facciones internas —a diferencia de lo que ha sucedido, como es bien conocido, en otros espacios políticos— o escándalos mediáticos que debilitasen “el cambio”. Otras, sencillamente, apagaron la luz y salieron de la habitación en silencio porque sentían demoledora la tiranía de un grupo de cinco personas que ha llevado adelante hasta el final a una candidatura que consideraban suya y de nadie más. Quizás debimos sindicar nuestras voluntades y oponernos desde dentro. No supimos hacerlo.

A pesar de ello, hoy podemos decir que estamos orgullosas de haber recogido en 2015 más de 4.000 avales para poder presentar a Aranzadi como candidatura ciudadana a las elecciones municipales. Recordamos con satisfacción aquellas miles de pequeñas o a veces muy largas conversaciones con personas de toda edad y condición, a las que conseguimos convencer casi siempre para estampar su firma. También las largas reuniones y asambleas para la construcción de nuestra propuesta de programa político para la ciudad, muchas muy arriesgadas, pero sin duda muy pensadas por un inicial grupo humano que, si se nos permite, tenía una composición individual y colectiva extraordinaria. Se trataba entonces de una auténtica candidatura ciudadana.

Hubiéramos querido que esas 4.464 personas que nos avalaron, independientemente de lo que votaran en 2015 o de lo que hayan votado en 2019, y las 9.701 que nos votaron en 2015, todas ellas clave para el cambio, sintieran hoy que habíamos respondido a su confianza.

Hubiéramos querido que Aranzadi apoyara con la misma determinación que otras fuerzas la difícil tarea de hacerse cargo de la institución desde los primeros y complicados momentos de la legislatura. De hecho, el debate previo entre formar o no parte del equipo de gobierno, y el paso que finalmente dio Aranzadi haciéndose cargo de dos áreas en plenos Sanfermines, provocaron notables fricciones dentro de Aranzadi con su correspondiente coste personal. Aquel debate puso en evidencia que, para ese grupo de cinco personas, nuestro programa era poco más que papel electoral ya mojado, que no tenían proyecto de ciudad sino de “contrapoder”, y que consideraban a la institución meramente una fuente de ingresos para proyectos alternativos y un púlpito para la agitación.

Hubiéramos querido que durante esta legislatura Aranzadi no hubiera jugado para nadie el papel del escorpión a lomos de la rana. Por respeto a todas las personas que nos votaron y a todas las que no nos votaron, pero eligieron cualquiera de las fichas que apostaban por el cambio, hubiéramos querido ser la pata del cuatripartito más digna de confianza, leales con todas las personas y más próximas y más colaboradoras con quienes más se nos asemejaban.

Hubiéramos querido que nadie perdiera ni un minuto en debatir agriamente acerca de los trajes de frac y de roncalesa, o de cómo llegan los cafés a la Junta de Gobierno. Sin renunciar, desde luego, a comunicar nuestra postura de manera asertiva y respetuosa acerca de éste o cualquier otro detalle, con un énfasis proporcional a su importancia.

Hubiéramos querido que todas las personas propuestas por Aranzadi para cargos de libre designación y nombradas después por el Ayuntamiento hubieran ajustado su sueldo efectivo a las condiciones salariales que exigía el “código ético” de Aranzadi, con libertad para donar ese sobrante a la causa altruista que consideraran más conveniente, sin obligarlas a financiar a la agrupación electoral.

Hubiéramos querido tener banquillo suficiente en la lista electoral que nos hubiera permitido correr los puestos de forma que el cansancio no fatigara a nadie, ni nadie ocupara su puesto de representación durante toda la legislatura.

Hubiéramos querido que el espacio interno de Aranzadi hubiera sido un espacio de disfrute y colaboración, sin esa camarilla en la sombra dispuesta a jugar muy duro para imponer sus tesis. Que las diferencias de opinión no se consideraran una amenaza, sino una riqueza, así como los distintos talantes y estilos de trabajo. Esta actitud es la que vació en su momento la asamblea de Aranzadi, y finalmente la que ha desconectado a Aranzadi de la ciudadanía. El resultado electoral es sangrante. En 2015, bajo el lema “Gobernar obedeciendo” , 9.701 votos; en 2019, por desobedecer, 867 votos.

Hubiéramos querido tener la capacidad de empujar adelante proyectos de gran calado para la ciudad, que requieren la colaboración y la sintonía de distintas áreas municipales e incluso de distintas instituciones. Pero desde los primeros momentos no se construyó la confianza mutua necesaria dentro del cuatripartito para que la colaboración entre áreas fuera más fluida. En determinadas ocasiones, los desencuentros fueron importantes y solo reforzaron al sector de Aranzadi que optaba por la confrontación.

Hubiéramos querido y debido trabajar siempre con una visión global de la ciudad y de todos sus grupos sociales, de su diversidad y de sus mutuas contradicciones y conflictos, ofreciendo un proyecto común integrador para todas las personas, sin azuzar a nadie contra nadie y con especial énfasis en las necesidades más perentorias —vivienda y subsistencia— de los colectivos más precarizados.

Sin embargo, todos estos errores de actitud, en especial el de ser ultraoposición dentro del equipo de Gobierno y luego fuera, votando contra los Presupuestos, han dejado un balance en el que no suman hitos destacados como Zentro, Harrotu, Foros de Barrio, Agencia Energética Municipal…

Hubiéramos querido que Aranzadi no se presentara a las elecciones de 2019, como así prometimos en 2015. Sabíamos que estábamos de paso, para “asaltar los cielos” y para sumar en lo que parecía “lo imposible”, pero que se hizo realidad. Hubiéramos querido transmitir la experiencia y conocimiento adquiridos en estos cuatro años, así como el detalle de nuestros errores, a otros equipos y personas que continuaran el cambio iniciado en 2015.

Todo esto es lo que hubiéramos querido. Sin embargo, quien nos está leyendo sabe qué ha pasado en estos cuatro años y qué lectura de los resultados electorales han hecho las personas que han dirigido el proyecto Aranzadi hasta el final. En ese análisis, la autocrítica no existe e incluso pareciese que las personas que están en el proyecto consideren que ese espacio político todavía no es tierra quemada, cuando lo es.

Este texto pretende ser una sencilla lectura política del fin de Aranzadi, pero desde otro lugar. Lo hacemos así, primero, como disculpa y reconocimiento de errores desde la parte que nos toca. En segundo lugar, porque no puede quedar en el imaginario de la ciudad la idea de que no será posible otra candidatura ciudadana, ciudadana de verdad. No tenemos duda de que, cuando sea el momento, surgirá un nuevo proyecto para el Ayuntamiento en la senda municipalista que conforme relaciones no competitivas y de colaboración con otros proyectos hermanos o próximos. Que se arriesgue a equivocarse, pero que no repita los errores de Aranzadi.

Este artículo está firmado por Asun Aristu, Paz Francés, Libertad Francés, Alberto Labarga, Ana Lizoain, Felipe Martín, Begoña Sesma y Miriam Zamarguilea.
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