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Emmanuel Le Roy Ladurie y los ritmos de la historia
Emmanuel Le Roy Ladurie, fallecido el pasado 22 de noviembre, fue uno de los grandes historiadores franceses del siglo XX. Investigador de singular capacidad e imaginación, se formó como historiador social en la tradición de la École des Annales y saltó a la fama con la publicación de Les paysans de Languedoc (1966), que legitimó su sucesión en la dirección de la revista Annales, lanzada por Marc Bloch y Lucien Febvre en 1929. Mientras que su predecesor, Fernand Braudel, había ampliado el ámbito geográfico de la historia de la École des Annales durante su mandato de posguerra, yendo más allá de Francia para abarcar la actividad económica y social del gran mundo mediterráneo, Le Roy Ladurie volvió a centrar la atención en la Francia rural. A partir de entonces, emprenderá una serie de experimentos metodológicos de análisis micronivel dotados de un alto grado de detalle y minuciosidad. Al mismo tiempo, Le Roy Ladurie desarrolló una forma de historia climática que pretendía captar la interrelación entre el medioambiente y la sociedad humana, inventando prácticamente el campo de esta disciplina en el curso de su investigación.
Le Roy Ladurie nació en 1929 en la región de la Baja Normandía, departamento Calvados, frente a Canal de la Mancha. Su madre, Léontine Dauger, era hija de un vizconde; su padre, Jacques Le Roy Ladurie, era un agricultor independiente que más tarde llegó a ser secretario general de la Union Nationale des Syndicats Agricoles, un sindicato católico de campesinos partidario del proteccionismo agrícola, que se alió con los camisas verdes fascistas agrarios. En 1942 fue nombrado Ministro de Agricultura y Abastecimiento de Vichy, pero se opuso al reclutamiento forzoso de civiles franceses para el servicio militar en Alemania y dimitió al cabo de unos meses. Hacia el final de la guerra, se unió a un grupo derechista de la Resistencia, pero fue detenido como colaborador durante las purgas. Su hijo observaría más tarde, que la Revolución Francesa nunca había llegado realmente a esta parte de Normandía, cuyos modelos de vida presentaban en muchos aspectos una enorme continuidad con los del Antiguo Régimen.
Le Roy Ladurie estudió en la elitista École Normale Supérieure, entonces bastión de la organización comunista, y pronto se radicalizó. La revolución campesina de Mao inspiró su afiliación al Partido Comunista Francés en una experiencia que posteriormente Le Roy Ladurie describió como una «conversión, una metanoia». Para su tesis de master, eligió un tema adecuadamente «comprometido desde el punto de vista político»: la política colonial francesa en la Indochina de finales del siglo XIX. La tesis fue dirigida por Charles-André Julien, trotskista y uno de los pocos especialistas franceses en historia colonial. Otro de sus primeros mentores fue Pierre Vilar, socialista de los École des Annales, que, en opinión de su alumno, representaba lo mejor del pensamiento marxiano, esto es, un análisis totalizador de la realidad social, que empleaba métodos cuantitativos y cualitativos.
En aquella época, los doctorandos en Historia solían ser enviados a provincias para familiarizarse con el trabajo de investigación en los archivos locales. En 1953 Le Roy Ladurie fue enviado a Montpellier, donde enseñó durante diez años, primero en un liceo y después como profesor junior en la Universidad de la ciudad. Al igual que Braudel, su futuro mentor y compatriota norteño, quedó encantado con el paisaje, la arquitectura y la historia del Midi. Sin embargo, la vida del Partido en el sur le resultó más aburrida. Como joven militante deseoso de sacudir la cultura interna del PCF, él y otros como él fueron etiquetados como los «termitas». La invasión soviética de Hungría pronto provocó su salida del Partido. En plena guerra de Argelia, Le Roy Ladurie, deseoso de seguir comprometido políticamente, fundó un comité de acción política, reuniendo a un contingente de activistas locales contra la guerra. El grupo acabó siendo absorbido por el Parti Socialiste Unifié (PSU), una organización clave de la nueva izquierda francesa compuesta por distintas facciones provenientes de distintas organizaciones comunistas y socialistas.
Le Roy Ladurie comprendía el Estado absolutista como un importante motor de desarrollo social en el Antiguo Régimen, aunque con la diferencia crucial de que él lo consideraba una fuerza de inestabilidad más que un instrumento de orden
En 1963 Braudel le ofreció un puesto en el Centre de Recherches Historiques de la École Pratique des Hautes Études. Incapaz de resistirse a las «sirenas braudelianas», Le Roy Ladurie regresa a París y abandona entretanto el PSU. Fue en ese momento, reflexionó más tarde, cuando optó por dejar de lado su «conciencia política por un tiempo»; trasladarse a París le brindó en última instancia la oportunidad, dicho con sus propias palabras, de «escabullirme tranquilamente de mi propia piel». Una combinación de arribismo y desencanto haría que durante las décadas siguientes Le Roy Ladurie se inclinara cada vez más hacia la derecha.
A su regreso a París, el manuscrito de su tesis supera ya las mil páginas. Se publicaría en dos volúmenes bajo el título de Les paysans de Languedoc. Historia de la vida rural de Languedoc entre 1500 y 1800, el libro es una obra de una erudición y una creatividad sorprendentes, que se sitúa, junto a La Méditerranée et le Monde méditerranéen à l'époque de Philippe II (1949) de Braudel y a Les rois thaumaturges (1924) de Bloch, como uno de los textos más innovadores de la École des Annales. Sus principales fuentes fueron los compoix, los registros de la propiedad, que le permitieron estudiar «la extensión, la naturaleza y el valor de la propiedad de la tierra» en su longue durée. Le Roy Ladurie había iniciado su trabajo cuando todavía era miembro del PCF con la intención de rastrear los orígenes del capitalismo, pero se orientó en una dirección diferente: la evidencia «se apoderó de mí y me impuso sus propios ritmos». Es una metáfora acertada, ya que el libro ofrece una especie de historia sinfónica, atenta no únicamente a los ciclos económicos y demográficos, sino también a la cultura, la psicología y las dimensiones biológicas de la existencia humana.
El cuadro que se desprende de esta «historia total» es el de una sociedad encerrada en ciclos de presiones maltusianas e incapaz de generar las condiciones necesarias para el desarrollo del capitalismo. Cuando la población comenzó a multiplicarse a finales del siglo XV, la producción agrícola seguía siendo escasa, lo que hacía prácticamente imposible el crecimiento. Le Roy Ladurie discierne la frustración ante este estancamiento en la esfera cultural como en la esfera política: en la preocupación por la salvación celestial durante la Reforma, en el aumento de las revueltas contra los impuestos, en el frenesí por los aquelarres. En última instancia, fue el Estado francés, entonces en plena expansión, el que intensificó las contradicciones sociales: sus políticas fiscales, cada vez más enérgicas, agravaron los problemas del subdesarrollo y provocaron el auge de las protestas rurales durante el siglo XVII. Al igual que Tocqueville, Le Roy Ladurie comprendía el Estado absolutista como un importante motor de desarrollo social en el Antiguo Régimen, aunque con la diferencia crucial de que él lo consideraba una fuerza de inestabilidad más que un instrumento de orden.
Un año más tarde, Le Roy Ladurie publicó su segunda tesis, la épica Histoire du climat depuis l'an mil (1967). En muchos sentidos un ejercicio más árido, el libro trataba de establecer una metodología rigurosa para estudiar la historia del clima. Para ello había que liberarla de prejuicios antropocéntricos y descubrir conjuntos de datos que pudieran proporcionar pautas claras de cambio. En concreto, Le Roy Ladurie esperaba confirmar la existencia de la «Pequeña Edad de Hielo» en Europa, un periodo de enfriamiento que duró desde el siglo XIV hasta el XIX. Se basó en las cosechas de vino para rastrear la fluctuación de las temperaturas: las cosechas tardías mostraban una alta correlación con el tiempo lluvioso y frío.
Aunque Le Roy Ladurie se abstuvo de emitir un juicio definitivo, señaló que el proceso de análisis de los datos convertiría la historia climática en científica del mismo modo que «la alquimia acabó convirtiéndose en química». Una vez que la historia climática adquiriese sus credenciales científicas, podría pasar a estudiar el impacto del entorno natural en la civilización humana en cuyo caso «la historia climática se convertiría en historia ecológica», ayudando así a esclarecer guerras, epidemias, migraciones y revueltas políticas. En este sentido, los dos primeros libros de Le Roy Ladurie formaban una analítica complementaria: desde ángulos diferentes y con esquemas temporales distintos, estudiaban un mundo humano estrechamente ligado a la dinámica de la naturaleza.
A partir de estas primeras historias, Le Roy Ladurie generó un complejo programa de investigación que se ramificó en diferentes direcciones. Una de ellas fue la historia social de las zonas rurales de Francia, abordada en un libro sobre los diezmos en el Antiguo Régimen, en múltiples estudios sobre el campesinado y en un análisis de los reclutas del ejército francés de principios del siglo XIX. Este último trabajo tabulaba los informes de los médicos forenses, que documentaban, entre otras cosas, las tasas de enfermedades, la desnutrición, el bocio, las hernias y el mal estado de la dentadura de los jóvenes reclutas.
Para Le Roy Ladurie se trataba de un paso hacia la construcción de una historia bioecológica de Francia. En esta orientación sociohistórica de su trabajo participó en el denominado «debate Brenner» sobre la transición del feudalismo al capitalismo. Robert Brenner había sostenido que los orígenes del capitalismo se encontraban en las relaciones sociales de propiedad y en las dinámicas de las estructuras de clase de la Inglaterra del siglo XVII y afirmado que los análisis maltusianos de la transición, centrados en ciclos repetitivos, no lograban captar ese dinamismo. En su respuesta, Le Roy Ladurie defendió su metodología, sosteniendo que su correlación de producción, población, renta de la tierra y precios era realmente compatible con el análisis marxista. También cuestionó lo que consideraba la estrecha senda de Brenner hacia el capitalismo, que exigía la destrucción del campesinado, aproximación que Le Roy Ladurie denominó burlonamente una «visión agustiniana de la historia». Este planteamiento, insistió, infravaloraba la resiliencia y el «notable potencial del modelo campesino familiar», tal y como se constató en Bélgica, Holanda, el norte de Italia y Cataluña durante la primera era del capitalismo industrial.
Una segunda línea de investigación llevó a Le Roy Ladurie al ámbito de la cultura popular. Su primera incursión, Montaillou: village occitan de 1294 à 1324 (1975), se basó en un trouvaille [hallazgo afortunado]: unas actas de la Inquisición que documentaban el intento de un obispo de erradicar la herejía cátara en un remoto enclave del suroeste. A partir de este material de archivo, Le Roy Ladurie pudo reconstruir con detalle etnográfico el mundo mental y material de estos campesinos aislados. La influencia de la antropología estructural de Levi-Strauss era evidente, ya que en ausencia tanto del Estado centralizador como de poderosos señoríos aristocráticos, el principal principio organizador de la vida en las aldeas era la unidad familiar local, que dictaba las alianzas y los conflictos sociales. Mientras que las historias cuantitativas de Le Roy Ladurie habían seguido los cambios y fluctuaciones a largo plazo, Montaillou aparece en un estado aparentemente eterno de relaciones patriarcales-económicas.
Montaillou: village occitan de 1294 à 1324 vendió un cuarto de millón de ejemplares y se tradujo a docenas de lenguas. Dos años antes, Le Roy Ladurie había sido elegido para ocupar la antigua cátedra de Braudel en el Collège de France, candidatura apoyada por Lévi-Strauss y Georges Duby. Con un éxito de ventas y un puesto en la institución académica más prestigiosa de Francia, había ascendido a lo más alto de su profesión y se había convertido en el abanderado de la «tercera generación» de la École des Annales.
Durante la década siguiente Le Roy Ladurie profundiza en el estudio de las mentalidades periféricas, a menudo de forma imprevisible. En L'argent, l'amour et la mort en pays d'Oc (1980), analizó un conocido cuento popular del siglo XVIII, Jean-L'Ont-Pris, a menudo tomado por una descripción directa de la vida rural en el Midi prerrevolucionario. Le Roy Ladurie rechazó cualquier interpretación realista del récit [relato] y ofreció en su lugar una formidable lectura que reunía más de sesenta ejemplos de literatura vernácula para explorar los temas y estructuras más profundos de la conciencia languedociana.
Durante la década de 1980, Le Roy Ladurie se derechizó aún más: atrás quedaban las protestas rurales, mientras la atención se centraba ahora en la vida cortesana y la alta política
Le Carnaval de Romans (1979), relato de una masacre de trabajadores durante la fiesta de invierno de 1580 acaecida en el Delfinado, la antigua provincia del sureste de Francia constituida en torno a Grenoble, fue tratado por muchos como una continuación de Montaillou: village occitan de 1294 à 1324, debido a las dimensiones folclóricas y simbólicas de la protesta. Pero en muchos aspectos Le Roy Ladurie investigaba un terreno nuevo. Era la primera vez que estudiaba un entorno urbano, con sus diferentes órdenes de artesanos y poderes consulares. Lo que se desvela no es una interpretación cultural o religiosa de la masacre, sino una historia político-económica de la lucha de clases, algo no habitual en la producción de la escuela de la École des Annales. De acuerdo con el relato de Le Roy Ladurie, un grupo de notables locales se había hecho con el control de las instituciones municipales, valiéndose de privilegios fiscales y reprimiendo a las clases populares. Cuando la amenaza de las clases bajas se hizo evidente, los oligarcas lanzaron un ataque preventivo y mataron a veinte de los líderes del movimiento. Mientras Montaillou parecía congelado en el tiempo, Romans-sur-Isère se encontraba en un momento crítico de la historia del Antiguo Régimen a caballo entre las tradiciones y las asambleas populares del pasado y la radicalización de las oligarquías, que definiría las luchas del futuro y desembocaría en la revolución.
Durante la década de 1980, Le Roy Ladurie se derechizó aún más, giro provocado, al menos en parte, por la elección de Mitterrand. Lo que le alarmaba, escribió en sus memorias Paris-Montpellier: PC-PSU, 1945-1963 (1983), no era tanto el propio Mitterrand como el pacto fáustico que había alcanzado con el PCF, un partido aún comprometido con los principios «totalitarios» del marxismo-leninismo. Con el fascismo derrotado, Le Roy Ladurie había llegado a creer que el comunismo representaba la mayor amenaza para esa «isla de libertad» conocida como Europa Occidental. Su obra experimentó un cambio paralelo. En 1987 apareció L'État royal, 1460-1610, seguido de su continuación, L'Ancien Régime, 1610-1770 (1991). En ambos casos llama la atención el abandono de la perspectiva «desde abajo», que hasta entonces había sido el principio unificador de sus escritos. Atrás quedaban los campesinos, las hambrunas, los aquelarres y las protestas rurales, mientras la atención se centraba ahora en la vida cortesana y la alta política. Sorprende también su tendencia a identificarse con el Estado absolutista (por ejemplo, Le Roy Ladurie señala que «la guerra de la Independencia americana fue llevada a cabo inteligentemente por los franceses, a pesar de varios reveses en el lado naval»). Esta obra, elaborada en franca contradicción con la tradición de la École des Annales, muestra, sin embargo, rastros del enfoque histórico-antropológico de Le Roy Ladurie sobre el Antiguo Régimen, como resulta evidente cuando en el segundo volumen propone estudiar el ejercicio del poder según la «hipótesis trifuncional» del antropólogo Georges Dumézil, desglosando la autoridad en componentes sagrados, económicos y marciales.
En 1997 Le Roy Ladurie publicó un relato etnográfico de la sociedad cortesana a través de los ojos de Louis de Rouvroy, duque de Saint-Simon (1675-1755), cuyas Memoirs, un clásico de la literatura barroca de casi tres mil páginas, habían sido un livre de chevet [obra de referencia] del historiador desde su adolescencia. Argumentaba que el petit duc era el defensor más cabal de la jerarquía que la vida cortesana había conocido jamás. Los historiadores habían incluido erróneamente a Saint-Simon entre los modernizadores de Versalles, cuando en realidad era «un espécimen arcaico», «una ruina madura para ser excavada». Todas las observaciones de Saint-Simon estaban subordinadas a esta creencia axial: la bastardía, que Luis XIV legalizó con el fin de legitimar a un heredero, no podía tolerarse por que era el resultado de una «perversión de la procreación»; la disposición de los asientos en la corte debía seguir escrupulosamente el orden de los rangos.
Si se hubiera detenido aquí, la trayectoria profesional de Le Roy Ladurie habría trazado un arco limpio, que había pasado de lo «bajo» a lo «alto», de lo social a lo político, de lo radical a lo conservador. Pero tras su jubilación del Collège de France en 1999, volvió a la historia del clima que había inaugurado en la década de 1960, publicando una enorme trilogía titulada Histoire humaine et comparée du climat (vol. 1, Canicules et glaciers XIII – XVIII siècles, 2004; vol. 2, Disettes et revolutions, 2006; vol. 3, Le réchauffement de 1860 à nos jours, 2009). Durante el intervalo de los cuarenta años transcurridos desde su primer libro sobre el clima, Le Roy Ladurie no había dejado de recopilar datos sobre las cosechas de vino y los glaciares, volcando en la trilogía esa inmensa cantidad de datos para producir una detallada y compleja historia de la relación mantenida por los seres humanos con el clima en su longue durée. Esta ecohistoria totalizadora marca la culminación del trabajo de toda una vida en la estela de la historia de la École des Annales y sus conclusiones no dejan lugar a dudas sobre el calentamiento del planeta durante la era industrial. Como sugería Mike Davis en la NLR, Le Roy Ladurie ha dejado tras de sí un intrincado mapa para que los estudiosos lo descifren cuando lidien con la emergencia climática. Para abordar tal tarea será necesaria una estrecha colaboración entre historiadores y científicos y una prolongada atención, concentración y consideración de la historia humana como ecohistoria, esto es, la École des Annales en su máxima expresión.
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Este señor, sabio en su disciplina fue el Homo Antecesor de los tertulianos. Inventó el género. Salía hasta en la sopa : periódicos, TV... Antes de las redes. Su evolución hacia el conservadurismo hizo de él "el buen cliente de los medios". Alcanzó una fama entre la gente (que no hubiera sabido decir quién era, o en que había trabajado, con lo que se quedaba era su perfil de sabio, de referencia cuya palabra tenía peso, de por sí) que nunca hubiera alcanzado por su investigación.
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Gracias por esta reseña tan importante sobre historiadores que en vez de fijarse en reyes y emperadores investigaron a fondo las relaciones de sus vasallos. Casualmente, estoy disfrutando ahora con la lectura de "El Mediterráneo en la época de Felipe II" de F. Braudel.