Ante los pactos electorales: no habrá paz sin justicia social

Los buenos resultados de la socialdemocracia en las elecciones del 28 de abril le abren la puerta para dos clases de acuerdo: uno que profundice las demandas de diálogo con Catalunya y la búsqueda de la justicia social y otro que no toque el statu quo impuesto por Bruselas.

Elecciones 2019 celebración en Ferraz banderas
Álvaro Minguito Celebración en la sede del PSOE en Ferraz tras la victoria electoral.
29 abr 2019 11:32

La victoria electoral del PSOE ha puesto, por fin, un límite a la estrategia de la tensión enarbolada desde Madrid. La capital, entendida como el centro de poder y no como una ciudad sureuropea fragmentada por la desigualdad, había desplegado una campaña contra Catalunya para cumplir varios objetivos. La derecha mediática y su brazo político plantearon las elecciones a Cortes Generales del pasado 28 de abril como una anulación de las circunstancias históricas específicas de Catalunya y Euskal Herria. El objetivo era crear dos islas en un escenario virado a todas las gamas de azul, desde el anaranjado de Ciudadanos al verde azulado de Vox.

Para el alivio de más de 15 millones de votantes, el objetivo no se ha cumplido. Los resultados de las elecciones —marcados, qué duda cabe, por un voto en clave feminista que ha operado contra la retórica de la revancha— lanzan un mensaje en son de paz. Diálogo, talante, relatos de concordia para solucionar, o comenzar a solucionar, una tensión que se entiende en términos políticos, históricos y también económicos.

El neoliberalismo europeo se basa en una estructura jerárquica. La cesión de la soberanía monetaria y el pacto de estabilidad —con sus objetivos de déficit— dibujan un escenario de límites, tanto para el conjunto de España como para cada uno de los pueblos que conforman este Estado del sur de Europa. Son cercos que ponen en cuestión otra de las metas que cualquier propuesta de transformación en el siglo XXI debe perseguir: perseguir la justicia social, combatir la desigualdad y, finalmente, cambiar las relaciones sociolaborales para caminar hacia una reducción de los tiempos dedicados al trabajo y una redistribución en forma de renta básica garantizada.

No habrá paz sin justicia social. Los resultados del 28 de abril son un buen comienzo para el cierre de la herida territorial abierta por el choque de soberanías. Descartada electoralmente la consolidación de un Estado que maltrata a sus naciones históricas, el siguiente paso es enarbolar el diálogo como una solución en clave interna. Los factores externos, los mencionados de la economía y el efecto arrastre del cambio climático, serán objeto de examen sobre la voluntad de pactos del PSOE.

Si el objetivo es, como Sánchez expresó en campaña, avanzar hacia la justicia social, los choques empezarán a darse con la Comisión Europea y su brazo económico, el Banco Central Europeo. Si, por el contrario, el futuro Ejecutivo quiere mantener Europa fuera del plano, los socialistas deberán encontrar en Ciudadanos una muleta; algo que, irremisiblemente, seguirá requiriendo altas dosis de competición entre Madrid y los territorios históricos.

Los objetivos de paz y justicia social, vasos comunicantes, no son sencillos de cumplir. La voluntad política para llevarlos a cabo es más importante que el reparto de sillas que los medios trataremos de dilucidar durante las próximas semanas. De esa voluntad dependerá que la retórica de la guerra no vuelva a teñir de desesperanza un futuro ya de por sí complejo.

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