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Ecologismo
El síndrome premenstrual y la viscosa
Hoy es el “Viernes Negro”, que en castellano suena peor. En este día de consumo masivo queremos recordar un aspecto de la industria de la moda que está acabando con las personas y la naturaleza de una buena parte del continente asiático. Porque la camiseta de viscosa que nos compramos aquí tiene una repercusión allí, y casi nunca es de color de rosa.
Unos días antes de que me baje la regla vivo un estado de nervios que me dura el rato que tardo en salir de la ducha y elegir qué me voy a poner. Entro en una especie de angustia en la que me pruebo ropa de manera compulsiva. Percibo una especie de sensibilidad en la piel que me hace sentir los tejidos de manera absolutamente exagerada. Siento que la ropa me pesa, no traspira, raspa, pica. Me cambio una decena de veces hasta que logro dar con algo que me haga estar en paz. Lo único que calma mi algarabía hormonal es la viscosa: una de las materias primas más utilizadas en la industria de la moda por su suavidad y ligereza.
Hace unos años que descubrí este tejido. Me enteré en plena celebración de la Fashion Week 2017, antes de uno de los desfiles inaugurales de la gran semana de la moda de Madrid, cuando Ecologistas en Acción realizó una pasarela alternativa okupando la Plaza del Callao. Una decena de activistas montaron su particular alfombra roja poniendo el foco en este material y en la industria contaminante que lo produce. En pleno síndrome premenstrual descubrí que las fábricas asiáticas donde se produce la viscosa tienen un impacto social y ambiental terrible. Tardé mucho en volver a ponerme una prenda ligera.
La viscosa, no es en sí misma insostenible, es su fabricación la que produce unos efectos devastadores sobre sus trabajadoras y las personas que viven en las áreas cercanas a los centros de producción. Al ser una fibra vegetal, se presenta a incluso como una opción “ecológica” para los consumidores. De este lavado verde (greenwashing) se aprovecha hasta Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia, cuando, hace apenas unos meses hizo público que Inditex y la Xunta iban a convertir “árboles en camisetas”. Feijóo quiere producir 200.000 toneladas de viscosa, un incremento del 33% en la tala de madera gallega y construir un fábrica donde se procese este tejido.
La mayor parte de la viscosa se obtiene tras un proceso químico altamente contaminante y su producción está descentralizada. La lógica de reducción de costes adoptada por la industria de la moda unida a la laxitud en la regulación medioambiental que impera en China, India e Indonesia, donde está el grueso de esta industria, han resultado ser una mezcla explosiva. Las fábricas vierten sus residuos a los ríos, y el agua deja de ser potable. Esa misma agua, envenenada, riega los campos y acaba también con la agricultura de subsistencia de los pueblos. Por si esto fuera poco, se emiten gases tóxicos sin ningún tipo de control. La tierra, el agua y el propio aire, producen enfermedades graves en las poblaciones locales.
La investigación de Changing Markets, “Moda sucia”, recoge buena muestra de estos hechos. En el río Chambal, uno de los afluentes del Ganges, en la India, los investigadores descubrieron lo siguiente: “Río abajo, el agua procedente de la fábrica que llega a los pueblos es de color negro oscuro con rayas rojas y tiene un intenso olor a rábano podrido, lo que indica la presencia de sulfuro de carbono. La fábrica también vierte grandes cantidades de residuos de viscosa en las orillas, sustancias que terminan en el río en la época de los monzones. Las familias sufren de cáncer y deformaciones congénitas como consecuencia de la contaminación de los acuíferos y las tierras de cultivo.”
Impactos parecidos ocurrían en los alrededores de las fábricas chinas. Los investigadores encontraron pruebas de la contaminación del agua y el aire, y multitud de bajas laborales y daños severos en la salud de los habitantes que vivían en las cercanías de las fábricas. Se encontraron también pruebas de que la industria de la viscosa había sido una de las causas de la contaminación del lago Poyang, donde “el agua se había vuelto negra, los peces y las gambas se estaban muriendo y las cosechas habían dejado de crecer”. Poyang, el que era el mayor lago de agua dulce de China, se encuentra ya en un avanzado estado de desertificación. Albergaba, además, a varias especies en peligro de extinción, como la marsopa sin aletas, y constituye un hábitat de vital importancia para medio millón de aves migratorias al año.
Mientras que el agua sucia corre aguas abajo de cada río cercano a una fábrica de viscosa, las prendas elaboradas con este tejido llegan a las tiendas para ser compradas masivamente un día como hoy gracias, entre otros, a Amancio Ortega. Inditex se comprometió en 2017 a revisar su producción de viscosa debido a la presión de numerosas organizaciones. No fue la única. Algunas empresas como H&M, Tesco, Marks & Spencer (M&S), C&A, expresaron su conmoción por la magnitud de los daños y prometieron tomar medidas para abordar la problemática, que está monopolizada por 10 empresas controlan el 70% de la producción mundial de viscosa. La Fundación Changing Markets lidera la presión al sector industrial de la viscosa. Han conseguido que en 2019 se registrara el mayor nivel de compromiso de las marcas de moda para acabar con esta producción tóxica.
La fundación expone que la única manera de lograr que los fabricantes avancen hacia una producción responsable de la viscosa es la presión social. Pero este material es solo un símbolo más que señala un problema mucho más complejo: el impacto ambiental y social de la moda. Un problema que a veces solo nos pesa en una anécdota relacionada con nuestro propio cuerpo, pero que cuando se profundiza en sus impactos, se señala a los responsables y se articulan las respuestas y las resistencias, tiene los días contados. Como todo.
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En Torrelavega hay, o ha habido, pues es tanta la incertidumbre sobre su situación que uno no sabe si todavía funciona o ya no, habrá que preguntar sobre ello a Miguel Ángel Revilla, una fabrica de obtención de viscosa, cuyos efectos sobre la contaminación de las aguas es evidente. Torrelavega es uno de los municipios más contaminados de España, y en parte se debe a esta empresa, por otra parte completamente obsoleta. Uno de los principales peligros de la fabricación de viscosa, además de la contaminación, es uno de los productos utilizados en el proceso: el disulfuro de carbono. Se utiliza para la xantación de la pasta obtenida a partir de la madera [https://www.ugr.es/~iquimica/PROYECTO_FIN_DE_CARRERA/lista_proyectos/p153.htm] Es un compuesto altamente inestable, que en contacto con el aire o al aumentar la temperatura, explota de forma violenta, con el riesgo para la población circundante a la fábrica. Por eso se debe tener sumergido el tanque que contiene el disulfuro de carbono en agua de manera permanente. Si a las condiciones lamentables de la fábrica unimos la presencia de este compuesto, el peligro ha sido, o es, evidente.
Una pena que la hayas cagado hablando de la mestruación y relacionando a las mujeres con el consumismo. Una pena tambien que tengas estos sentimientos con tú mestruación porque muchas mujeres, con la mestruación no pueden ni pensar en que ponerse cuando ese dolor les esta atacando y desde luego muchas mujeres e incluso en esos momentos de mestruacion que es cuando se es mas receptible, tambien lo serian al medio ambiente y al consumismo, pero claro, eso no está en la naturaleza de todos y desde luego no en la tuya. Pero escribes chica!