Sáhara Occidental
Lo que pasa en África se queda en África

Los 124 niños y niñas saharauis que pasaron el verano pasado en Extremadura se quedarán este año sin la posibilidad de dejar durante los meses más duros de calor los campamentos de refugiados que acogen al pueblo saharaui en el desierto argelino. En el conjunto de España, son más de 5.000 los niños y niñas que no podrán disfrutar este año de unas Vacaciones en Paz. 

Sáhara Occidental Boujdour
Campamento de refugiados de Boujdour, Argelia Elena Rusca
Estudiante de periodismo.
17 jun 2020 11:16

En el mundo del colapso de la COVID-19, resuena un mantra: esto va a sacar lo mejor y lo peor de la sociedad. El bombardeo informativo no cesa un instante. Cifras de infectados y fallecidos o la quiebra del modelo económico mundial copan la totalidad del espectro mediático. Conexiones que trazan un puente aéreo China-Europa-Estados Unidos y vuelta a empezar. Envuelto en los tópicos propios de la profesión, el periodismo vuelve a cerrar filas en torno al primer mundo.

Es imposible hablar de África como un ente homogéneo. África, con sus más de mil millones de habitantes, posee una cosmología propia plagada de contrastes. En un nuevo ejercicio de afropesimismo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) planteaba un escenario de más 300.000 infectados. En un continente devastado por epidemias pasadas y presentes, los gobiernos han reaccionado con pasmosa celeridad al decretar el cierre de fronteras y el confinamiento de la población.

No existe África. Pero sí las Áfricas.

Lo que olvidamos en el desierto

Lo que pasa en África se queda en África. El móvil vibra con insistencia. En algún otro momento, el estúpido comentario de Adam Sandler habría pasado desapercibido. Mil kilómetros de distancia separan Esmara de Sevilla. Otra vibración. Es una tarde lluviosa de abril y aún no soy consciente del viaje que estoy a punto de realizar. Un viaje directo al corazón del desierto.

Campamento de Asmara saharaui
Acceso al campamento de Asmara en 2013. Foto: José Vicente Salvador.


En el Sáhara existe un muro de casi tres kilómetros de longitud. Ocho construcciones que cercenan el Sáhara Occidental de norte a sur. El cese de la administración española del territorio y la posterior confrontación militar entre fuerzas marroquíes, Mauritania y el Frente Polisario dinamitó cualquier atisbo de estabilidad en la región.

Taleb Boussoula irrumpe con la fuerza de una tormenta:

─Si el virus llega al campamento, es el fin del pueblo saharaui.

Sin un ápice de dramatismo y directo al grano, parece decidido a marcar el ritmo de la conversación. La complicada localización de los asentamientos, la escasez de recursos y una sanidad dependiente de Argelia convierten la ayuda humanitaria en un pilar indispensable a la hora de garantizar la sostenibilidad de los campamentos.

─El cierre de la frontera con Argelia nos ha dejado sin materias primas. Y la ayuda humanitaria ya no llega como antes. Hay que racionar.


El verano de 2018 supuso un antes y un después en la vida de Taleb. La reminiscencia de los veranos pasados en el Sáhara y el estrecho vínculo emocional con la tierra de sus ancestros cobraba fuerzas.

─En Tenerife no me faltaba de nada. Tenía todo lo material, pero no era feliz.

Un número significativo de los saharauis exiliados pertenecen a una generación que no conoce el hogar pero que lo siente y añora como propio.

En los campos de refugiados de Tinduf, Argelia, sobreviven más de 175.00 refugiados saharauis. En un tiempo en el que la patria parece adquirir connotaciones difusas, acercarse a la historia del colectivo de refugiados más longevo del mundo es imprescindible. Un número significativo de los saharauis exiliados pertenecen a una generación que no conoce el hogar pero que lo siente y añora como propio.

No necesito internet o un móvil. Ni siquiera quiero el agua más limpia. Estar con los míos me hace feliz desde que despierto hasta que se pone el sol. No soy consciente del tiempo. Es algo que no se puede explicar.

La actitud de Taleb consigue desarmarme. Mientras profundiza en la historia de los saharauis y la crudeza de habitar el desierto, la batería de preguntas preparadas cae en el olvido. El intercambio es frenético durante al menos diez minutos. No tiene reparos en hablarme de una vida que le resulta ajena, una carrera universitaria que nunca empezó y el contacto diario con sus padres. Una carcajada rompe el embrujo y, una vez más, vuelvo a ser consciente de la distancia, no solo en kilómetros, que nos separa.

─Existen dos Esmaras. Y dos Veintisiete de Febrero.

Jaima campamento de Asmara sahara
Jaima en el campamento de Asmara, 2013. Foto: José Vicente Salvador.

A medida que los saharauis fueron expulsados del Sáhara Occidental, el área adquirió una nueva configuración. Al oeste, Marruecos ocupó las principales ciudades: El Aaiún y Esmara. El Frente Polisario, por su parte, recuperaría terreno gracias al apoyo de Algeria, estableciendo su centro de operaciones en los campamentos de refugiados en Tinduf.

─Llamamos a los campamentos con los nombres de las ciudades que nos arrebataron. Es una forma de estar cerca de casa y de mantener vivo el recuerdo entre los más jóvenes.

Vacaciones en Paz, una iniciativa con más de cuatro décadas de historia, es la válvula de escape para aquellos que no conocen más paisaje que el desierto

Tras el escudo protector de su risa puede atisbarse cierta dureza. Con poco más de veinte años, el desierto ya ruge con fuerza en su voz.

 La promesa del verano

La última vez que hablé con Taleb, la situación en Esmara no parecía haber cambiado. Sin contagios entre la población, las medidas de precaución seguían en activo. El rito del té, tan propio de las poblaciones árabes, se celebra ahora entre los miembros de la familia. Las visitas a las jaimas están prohibidas.

─Ves lo que ha pasado en España y piensas, ¿cómo no me voy a quedar en casa? Claro que me gustaría visitar a mis amigos y tomar té. Pero tenemos que quedarnos en casa.

El inicio del verano es una de las fechas más esperadas por los niños saharauis. Vacaciones en Paz, una iniciativa con más de cuatro décadas de historia, es la válvula de escape para aquellos que no conocen más paisaje que el desierto. Durante dos meses, los niños refugiados de Tinduf son acogidos por familias españolas de distintas localizaciones.

─Los niños viven el programa con muchísima ilusión. Algunos lo llegan a ver como una forma de escapar de la pobreza. Se quedan con sus familias para estudiar y ser de ayuda en el futuro.


Con la cifra de fallecidos en su momento álgido, los protagonistas de Vacaciones en Paz quisieron mostrar su afecto y solidaridad con un emotivo vídeo. Unas semanas después, la Coordinadora estatal de Asociaciones Solidarias con el Sáhara anunció la suspensión del proyecto. En un comunicado posterior, la Delegación Saharaui para España lamentaba la dramática situación que atraviesa el país, toda vez que señalaba la posibilidad de trabajar en un proyecto alternativo al término de la pandemia.

La promesa de un verano de felicidad tendrá que esperar.

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