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En un artículo publicado por Juan Goytisolo (¡cuánto te echamos de menos!) en el semanario ya desaparecido Destino en 1978, “Judíos, moros, negros, gitanos y demás gentes de mal vivir…”, el autor se lamentaba de la constitución, aireada por la prensa, del llamado Partido Racial Democrático, PRD, un partido racista y de extrema derecha cuyo principal objetivo era la expulsión de los gitanos de España.
El partido en cuestión había surgido en Vélez-Málaga hacia finales de 1976, en plena ebullición de formaciones políticas que buscaban la legalización tras la muerte del dictador Franco. En el primer punto de su programa político se señalaba: “Nosotros, el pueblo y la raza de España, reafirmamos una vez más el inalienable derecho de los españoles a recuperar el dominio de todas las tierras de la Patria, a mantener el status de nuestra raza celtibérica, a expulsar a los intrusos gitanos, a negar permisos de residencia a moros, negros y judíos y a no cesar en el combate por la obtención de una total democracia inorgánica, pluralista y parlamentaria”.
En España ha habido muchos partidos políticos encargados de sembrar la semilla del odio y regarla con la violencia gratuita
Venía así este partido, que también estaba en contra de los matrimonios con gitanos, a poner la guinda en un rimero de pragmáticas, leyes de expulsión y mandatos punitivos que a lo largo de la historia de España se ha ejercido contra el único grupo cultural con señas de identidad propias, superviviente a ese particular aspecto del vivir hispánico mencionado tantas veces por Américo Castro en cuanto a la ruptura de la convivencia entre castas por parte de una de ellas, atufada camisa vieja de la católica España santiaguista e imperial.
Aquella aventura del PRD acabó pronto. Tras enviar diversos escritos con amenazas por todo el país a artistas y salas de fiesta donde se desarrollaban espectáculos gitanos, la publicación en el periódico andaluz Tierras del sur en marzo de 1977 de un artículo firmado por el periodista Antonio Jiménez (“Gitanos: la verdadera Historia del Partido Racial Democrático”), donde se desenmascaraba a sus líderes y sus propósitos criminales, dio al traste en poco tiempo con las aspiraciones del partido que incluía en sus siglas la misma definición del racismo.
En España ha habido muchos partidos políticos encargados de sembrar la semilla del odio y regarla con la violencia gratuita. Si quitáramos del citado argumentario del PRD lo de “expulsar a los intrusos gitanos”, nos quedaría tal cual el programa político del nuevo partido de la ultraderecha, llamémosle “V” o “X”. Falange Española, cuando ya era FET de las JONS, elaboró en 1938 un anteproyecto de Ley de Enjuiciamiento Criminal que serviría de fundamento, en parte, al Código Penal español aprobado en 1944. En el artículo 133 de ese anteproyecto se establecía, textualmente, que “como actos contrarios a la raza española se castigarán con la pena de presidio: 1) El comercio, venta, suministro o fabricación de efectos o productos anticoncepcionales; 2) El matrimonio con personas de raza inferior”.
La población gitana ha estado siempre, en España, en el centro de la diana racista
Estos extremos no fueron recogidos finalmente en el Código Penal, pero expresaban muy bien el ideario de un partido que copiaba de las leyes de Núremberg el impedimento y esterilización de los matrimonios mixtos en la Alemania nazi.
La población gitana ha estado siempre, en España, en el centro de la diana racista. Lo ha estado porque ha sido la única minoría étnica y cultural diferente en un país donde se ha perseguido y expulsado a judíos, gitanos, moriscos, conversos, protestantes, ilustrados, afrancesados, liberales, rojos y gente de vida extraña a los ojos de la mayoría. Cuando no había otros grupos a lo que perseguir, se perseguía a los gitanos. Ahora el nuevo partido de la ultraderecha explica que hay que expulsar a los inmigrantes, incluso a los que ya tienen la nacionalidad española o permisos de residencia, en un compendio de artículos de su programa que evidencia un racismo latente y criminal, bastante peligroso, camuflado con el ropaje de medidas patrióticas, que va más allá del típico y falso mensaje de que los inmigrantes vienen a quitarnos el trabajo, en el que incluso se propone suprimir la figura de arraigo familiar, separando y expulsando a padres, madres, hijos e hijas, independientemente de que estemos hablando de niños y niñas menores de edad.
Este partido ha llevado en los anteriores comicios algunos candidatos gitanos en sus listas electorales. La fuerza actual gitana en contra de los diversos signos de discriminación, ganada a pulso en los últimos años, desaconsejan a cualquier partido que quiera prosperar ir a las claras contra esta cultura. Sin embargo, aparte de que los candidatos gitanos siempre figuraron en lugares muy atrasados, sin opción de alcanzar puestos de responsabilidad y representación política entre las filas de esta nueva ultraderecha, basta con un rastreo de las opiniones vertidas en las redes sociales de los afines a tal partido para descubrir el rechazo larvado que dicha población genera en una formación que, por ahora, tiene otros grupos sociales hacia los que dirigir el conveniente odio y rabia que les pueda dar los votos.
Terminaremos este artículo parafraseando lo que dejó escrito en el suyo sobre el PRD Juan Goytisolo, con la salvedad de que sólo hace falta cambiar las siglas de 1978 por las de 2018 para ver que la cosa sigue igual:
“Encogerse de hombros ante la constitución del PRD o descartarlo como una broma de mal gusto significa desconocer los impulsos latentes de racismo y xenofobia de una buena parte de nuestra población, educada al calor de las doctrinas integristas y facistoides del tipo de Fuerza Nueva y otros grupos ultras, cuyos complejos y fobias racistas no son un secreto para nadie”.
Tenga la población gitana por seguro que, una vez expulsados inmigrantes rumanos, magrebíes, sudamericanos y otra gente de allende nuestras fronteras, solo quedará dentro de las mismas una minoría a la que perseguir y extinguir.
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Primero fueron a los gitanos... y después vendrá a por nosotros
De hecho ya han venido a por nosotros, pero volvemos a caer siempre en las mismas tramps