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Poesía
Álex Portero, el grito en el silencio
La habitación de las ahogadas, el nuevo poemario de Álex Portero, interpela al cuerpo como proceso y reivindica a muchas mujeres.
Álex Portero (Madrid, 1978) es una de las figuras más interesantes de la poesía actual. Su voz retumba en versos barrocos y cavernosos con los que habla de un proceso personal como es el de la transición de una persona transgénero, trufado de referentes feministas y vehemencia reivindicativa.
Pese a que su reincorporación al mundo artístico ha sido relativamente reciente, en los últimos años ha publicado los poemarios Música silenciosa (2008), Fantasmas (2010) e Irredento (2011), todos ellos bajo la Editorial Endymion. Posteriormente, La próxima tormenta (Origami, 2014) y, por último, La habitación de las ahogadas (Harpo,2017), en torno a la que gira esta entrevista.Asimismo, dirige la compañía de teatro STRIGA y ha colaborado en los libros Alcasseriana (Antipersona, 2016), Mundo subterráneo (La Felguera, 2015) y firmó el prólogo de La revuelta del pueblo cucaracha (2013).
¿Cómo llegaste a este espacio de las ahogadas?
Digamos que el segundo bloque de mi actividad artística ha sido bastante reciente. Anteriormente, mi trabajo no me permitía dedicar suficientemente tiempo a la creación artística. Y llegó un momento en el que quise cambiar mi vida por completo y dedicarla al teatro y a la poesía. Yo hacía teatro desde los 14 años y estuve hasta los 20. Después lo dejé porque tuve que estudiar ytrabajar, recuperé la formación hace unos pocos años y es lo que más me gusta, es el lugar en el que me siento más cómoda. Mucho arte, mucho método, además algo muy comunal.
Este espacio comunal creo que se ve muy claro en La habitación de las ahogadas, en el que el espacio de ficción es perfecto. Un espacio donde se llevan a cabo los milagros reduciéndolo a una habitación que de buenas a primeras me ha recordado a las habitaciones de los psiquiátricos tal y como las describía Sylvia Plath.
Sí, desde luego, hay de hecho algunas referencias a esos espacios psiquiátricos. Entronca desde luego con obras anteriores como Una habitación propia de Virginia Woolf, con un trasfondo más oscuro quizá pero también quería hablar un poco de la manera de escapar, de huir, de las huidas que no siempre son físicas, sino de ese lugar que podemos crear cuando no hay sitio físico en el que poder refugiarte. ¿Cómo huyes de ahí? Bueno, a veces la huida es un lugar mental. Y aunque esto suene quizá como algo conformista, significa todo lo contrario, porque si de algo está impregnado el poemario es de rabia, de pelea a la contra del sistema.
Es un paso, un camino.
Sí, por supuesto, aunque es un camino que habla esencialmente de mí pero mira, el último verso del libro es “hijo de perra, sigo aquí” y aunque me revuelvo yo, me gustaría que ese espíritu rabioso se contagiase. Que la molicie esta ahí, pero también hay fuerza para pelearla.
También me interesa cómo llegas a darle la vuelta justo a ese espacio, a reapropiarte de él, creando un mundo nuevo, de alguna manera redimiendo a esas mujeres.
En realidad, son todas ellas las que me redimen a mí, sin lugar a dudas. La habitación de las ahogadas es un homenaje a todas esas mujeres recluidas, como lo son y han sido todas las mujeres de la historia, así como las ha tenido retenidas el heteropatriarcado. Por otro lado, también cabía la pregunta qué vamos a hacer con esa habitación, ese espacio que habría que romper, pero mientras tanto creo que es hacer ese espacio nuestro.
Por eso me parece que, al componer un discurso sobre este espacio oculto de la historia, tú lo sublimas, llevándolo al espacio comunitario, de alguna manera haciéndonos participes a todas.
Bueno, yo no puedo decir que he escrito un poemario que incluye a todas las mujeres del mundo porque eso sería de ser una cretina absurda. Pero sí que es una idea casi infantil, ojalá haya muchas mujeres que se sientan incluidas en este poemario, y tengo que darle gracias a todas. Incluso a las mujeres de ficción, que literalmente me han salvado la vida cuando yo no tenía una vida propiamente dicha. Como la figura de Ofelia, que creo que condensa la historia de las mujeres dentro del heteropatriarcado.
Tu poemario está estructurado en tres partes, como ya sucedía en Irredento.
Sí, ocurre en todos mis poemarios esta estructuración en tres partes. En La Diosa y la polilla creo que es muy evidente el simbolismo de la polilla y su proceso: oruga, crisálida y pupa como una transición, equiparable a la mía.
Y luego está Pythia.
La que conoce los secretos, a la que no siempre se le entiende.
Y después el antro, que quizá es una aproximación al propio cuerpo como un lugar reclusivo.
Sí, has leído eso perfectamente, porque interpreto el antro como mi propio cuerpo: un lugar donde estar encerrado y, por otro lado, es una vuelta a algunos aspectos de mi pasado muy oscuros, de sufrimiento y encierro con los que también tenía que ponerme al día y en paz o contarlos a mí manera.
Entroncando con el tema de las sacerdotisas y de los dioses, me interesa también como una manera de enlazar también esos elementos pasados de los que nos nutrimos con problemas que arrastramos desde el pasado pero que hoy se convierten en punta de lanza, en un momento en el que parece que el feminismo está más en boca de todos.
Muchas veces me dicen que soy un poco pedante y de hecho soy bastante consciente de serlo, y eso debería pulirlo y trufarlo todo de menos referencias. O al final terminaría siendo una especie de "Drag Gamoneda". La inclusión de la mitología viene de que mi formación es clásica y me he educado con esas referencias, así que cuando incluyo esos símbolos o arquetipos lo hago de manera natural. Para mí, las figuras míticas son un poco mis referencias pop, sobre todo en la infancia, cuando la mitología era mi lugar de huida –sé que esto puede sonar de nuevo pedante pero no es nada que considere sublime ni nada de ser un copo de nieve, sino que estas son mis referencias–.
Tampoco me parece tan raro porque al final la mitología ha sido una referencia pop durante muchísimo tiempo.
Exacto, al final hay una genealogía de personajes que llevan acompañándonos milenios, que terminamos reinterpretando continuamente y que han servido a muchísimas otras personas para contar su identidad. Porque La habitación de las ahogadas es un libro que habla sobre identidades y en concreto sobre la mía.
Esa es la función del mito, la de suceder todo el tiempo y guiarnos o ayudarnos. Supongo que esto también te pasa con la simbología cristiana que metes.
Sí, y esto ya son fetiches míos. Pero, sin embargo, si reparo en los símbolos, por ejemplo La Cruz, no creo que alguien vea una cruz, incluso sin saber nada de lo que significa, y que no piense que ahí está pasando algo.
Volviendo al mundo mitológico, el poemario evoca un ambiente totalmente teatral, casi de ceremonia mágica.
Hace mucha referencia al mundo del teatro, está hecho para recitar sobre todo. Ese mundo de Antonin Artaud, incluso de Sarah Kane, ese teatro que tenía mucho de ritual. De hecho, el poemario, como antes has mencionado, tiene tres partes: la misma disposición que una obra de teatro antigua o de un templo griego. Hay una deidad, una revelación y un lugar donde sucede.
Es un libro absolutamente terapéutico por lo que era un libro que me apetecía gritarlo, contarlo, por eso creo que está quedando tan bien en los recitales. Por eso estoy disfrutando muchísimo en los recitales. El otro día estuve en Sevilla y pasó una cosa muy curiosa: intervino el público al final del recital, que es una cosa que no suele pasar, hubo como un turno improvisado de gente que decía cosas, además cosas preciosas. A mí me pareció maravilloso.
Me parece un libro muy relevante, también tremendamente reivindicativo, feminista y único en un panorama en el que no es fácil encontrar demasiados poemarios tan deliberadamente transfeministas en cuanto a lo directo del mensaje.
Sí, lo es. Intento mencionar o hacer una referencia a la neurodivergencia, a la raza, a la clase. Cuestiones que engloban todo lo que puede considerarse transfeminismo. Algunas referencias están más claras que otras. Y si ese espíritu no se percibe, ya lo afirmo yo. Además, también se incluye mi silencio, o el hablar más bajito en cuestiones que no he vivido yo personalmente. Por eso también quiero matizar que el poemario sea un opus magna general sobre el feminismo, pero sí tiene todo su espíritu, toda su intención.
De hecho, parece que arrastre una buena parte de la tradición poética feminista como Hilda Doolitte, a la que mencionas en uno de tus poemas.
Es hasta una propia vindicación mía, como decir que estoy muy orgullosa de formar parte de la tradición femenina, de esa tradición silenciada. Es un poemario que se lo debe todo a las mujeres,yo le debo a Adrienne Rich la mitad de mi poemario casi.
Yo creo que es otra originalidad del libro y es que aprendes un montón con la cantidad de mujeres que citas, como a Práxila o a Jodie Graham, a la que no conocía.
Y no solo ellas: está María Sotomayor, mi editora, está María Sánchez, está Layla Martínez que escribió el mejor prólogo que podía tener el libro. Me enorgullece que mi libro beba de ellas muchísimo, he aprendido de ellas a escribir bien. A todas las mujeres que he leído en mi vida, con las que he convivido. Es un poemario en el que de alguna manera estoy aprendiendo, aprendiendo de vosotras, de una vida que tenía cercenada y estoy aprendiendo a escribir.
Volviendo a las imágenes del poemario, creo que han inspirado a otras artistas para crear nuevos proyectos, ¿no es así?
Sí, lo cierto es que hicimos una sesión de fotos que acompañan al poemario, obra de Eva Quiroga y Marta Huguet como fotógrafas y con Mar del Valle de modelo. Ellas leyeron el libro y me dijeron que las imágenes les habían inspirado para crear una sesión. Cada foto está basada en un verso o poema. Y de hecho le han dado una entidad y un mundo al poemario que ha sido increíble.
¿Habéis pensado qué hacer con ese material?
Sí, estamos pensando qué podemos hacer con ello, porque son fotos hechas ex profeso para el libro, así que algo se nos tendrá que ocurrir.