Pista de aterrizaje
“Sin la ayuda de mis padres, no habría podido seguir compitiendo”

La madrileña Zenib Laari es, a sus 22 años, campeona del mundo de kenpo en defensa personal y subcampeona en armas.

Zenib Laari
Zenib Laari, campeona del mundo de kenpo en defensa personal y subcampeona en armas. Álvaro Minguito

El kenpo no había tenido nunca una selección nacional hasta el campeonato celebrado en abril en Portugal. En una noticia aparecida en internet, y escrita por ella misma, conocimos a Zenib Laari. A punto de licenciarse en Filología Hispánica, es, a sus 22 años, campeona del mundo de kenpo en defensa personal y subcampeona en armas. Nacida en Móstoles, vive con sus padres y su hermano en el barrio de San Cristóbal de Los Ángeles. Un barrio olvidado, entre otras cosas, en cuanto a la inversión en deporte. Le gustaría ser escritora, pero también quiere enseñar a otras mujeres técnicas de autodefensa.

¿Cómo viviste el campeonato? ¿Pensabas que lo ibas a conseguir?
Tenía dudas porque estoy acostumbrada a competir solo a nivel regional y nacional, y dentro de España sí conozco a mis rivales. Era la primera vez que viajaba fuera de España para una competición, sola, y estaba nerviosa. Una vez que fui viendo el nivel, cómo trabajamos nosotros y cómo trabajan las competidoras de otros países fui ganando confianza. Cuando salí al tatami, se desvanecieron todos los miedos.

¿Qué es el kenpo y cuáles sus diferentes modalidades?
Es un arte marcial contemporáneo. Tiene una base antigua que viene del karate de Japón, pero lo que se intentaba hacer con el kenpo —que se fundó en Hawai— fue darle un toque más moderno, más de defensa personal de calle. La gente conoce el karate como un arte marcial milenario de defensa personal con armas de combate, de guerra. El kenpo es una defensa personal más de actualidad, de defensa contra ataques de robo, con armas, puños, tomadas de cuello. Para las mujeres es bastante positivo. Esa es la diferencia con el karate, es más actual, más de calle y creo que tiene una utilidad más amplia.

Entonces, ¿estarías preparada ante una agresión en la calle, por ejemplo?
Por suerte nunca me he visto en esa situación. Pero estoy segura de que, ante cualquier tipo de agresión, sabría cómo reaccionar y cómo defenderme. En el tatami, cuando estamos entrenando, siempre es con control y en la calle es según tu contrincario. Mides la necesidad de aplicar más o menos fuerza, y haces movimientos claves en lugares precisos.

¿Cómo te iniciaste en este deporte?
Empecé de chiquitita, cuando tenía ocho o nueve años, no tanto por iniciativa mía sino por mis padres. Estuve probando gimnasia rítmica, aerobic, natación… y no me veía a gusto en ninguna de ellas. Mis padres decidieron apuntarme en kenpo porque era en una de las escuelas que teníamos aquí en el barrio. Empecé karate con un maestro pero a los pocos meses se fue y vino el que tengo ahora, con quien llevo 14 años entrenando.

¿Qué te gusta más del kenpo?
Es el conjunto en general. La utilidad que tiene como defensa personal, una condición física bastante notable y los valores. Hay otros tipos de artes marciales, sobre todo las mixtas, en las que no hay respeto por el contrincario, es decir, se va a derribarle y a ganar únicamente. En el kenpo siempre hay un respeto. De hecho, si golpeas a tu contrincario en combate y lo lesionas, tienes que colocarte de rodillas del lado contrario como símbolo de respeto y de arrepentimiento por haberle agredido de forma descontrolada. Creo que son cosas que se tienen que valorar mucho en este tipo de deportes donde se impone la rivalidad.

¿Te has encontrado obstáculos para seguir entrenando o compitiendo?
Sí, de todo tipo. El principal siempre ha sido el económico, porque este deporte no recibe ningún tipo de subvención ni ayuda. El problema surge cuando las competiciones nacionales son fuera de tu comunidad autónoma, y todo corre a cargo del deportista. Lo único que te paga la Federación es la inscripción y la licencia nacional, pero no hay una ayuda económica. Este año, lo único que nos han pagado es el campeonato mundial en Portugal, pero porque íbamos representando a la selección española. Si no hubiese sido por la ayuda de mis padres, que me han costeado todo, no podría haber seguido compitiendo. Otras dificultades, pero más nivel personal, son a veces, por religión, el tema del ayuno y entrenar, o tener que compatibilizar trabajo, estudios y entrenamiento, cuando hay deportistas de élite de otros campos, como es el fútbol, que se pueden centrar en el mundo deportivo. No necesitan estar estudiando porque ya tienen su carrera deportiva, y no necesitan estar trabajando porque su trabajo es el deporte. En mi caso no.

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