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Palestina
Tesis sobre ese derecho internacional del que usted me habla
En Gaza se están encadenando crímenes de guerra, limpieza étnica, genocidio, terrorismo, exterminio, crímenes de lesa humanidad. Y el derecho internacional, con serias dificultades para nombrar todo lo que está ocurriendo, pone de manifiesto su falta de capacidad para reaccionar a tanta destrucción. Las preocupaciones de la comunidad internacional, en el mejor de los casos, se quedan en lo declarativo, no se acompañan de medidas efectivas para poner fin a los bombardeos. “Es el tiempo de la guerra”, ha zanjado Netanyahu tras rechazar de plano un alto el fuego.
El sistema internacional de los derechos humanos está en proceso de liquidación. El marco instaurado al final de la segunda guerra mundial, con una Declaración Universal de los Derechos Humanos que este 10 de diciembre cumplirá 75 años, ha sido sepultado bajo las bombas en Gaza. No es un fenómeno nuevo, sí lo es su intensidad: el Estado de Israel ha venido incumpliendo reiterada e impunemente las resoluciones de Naciones Unidas durante décadas, pero el entrelazamiento de crímenes de todo tipo es tal que no solo asistimos al incumplimiento del derecho internacional, sino a su completa impugnación.
“Incluso en la guerra hay reglas”, han dicho algunos mandatarios recordando la Convención de Ginebra. Obviando esta consideración, el Estado de Israel y sus aliados abanderan el “derecho a la defensa” como el único principio válido. Un principio unidireccional, que solo opera desde y para las sociedades occidentales: “Del mismo modo que Estados Unidos no habría aceptado un alto el fuego tras el bombardeo de Pearl Harbor o el 11-S, Israel no aceptará un cese de hostilidades con Hamás tras los horribles atentados del 7 de octubre”, ha dicho el primer ministro israelí en una peligrosa analogía histórica. E ilimitado, porque no está escrito en ningún sitio cuándo y cómo va a terminar. O sí: se han filtrado los documentos internos que certifican los planes de Israel para expulsar a todos los palestinos de Gaza. La Nakba se repite.
La ONU ha naufragado entre el corsé institucional del Consejo de Seguridad, la dependencia económica de las grandes corporaciones, el sometimiento a los Estados imperiales y los múltiples mandatos de carácter subsidiario
La ONU ha naufragado entre el corsé institucional del Consejo de Seguridad, la dependencia económica de las grandes corporaciones, el sometimiento a los Estados imperiales y los múltiples mandatos de carácter subsidiario que han difuminado los verdaderos objetivos de búsqueda de la paz y defensa de los derechos humanos. Las violaciones de las resoluciones de Naciones Unidas en distintas intervenciones militares, la falta de apoyo de las grandes potencias a su labor y la incapacidad financiera para ser un organismo independiente han llevado, en palabras de Branko Milanovic, a que “el jefe de la única institución internacional creada por la humanidad cuyo papel consiste en la preservación de la paz mundial se ha convertido en un espectador”.
El aplastamiento del pueblo palestino está siendo tan brutal que Naciones Unidas, manteniendo unos principios básicos de humanidad, ha visto cómo la Unión Europea se escoraba al extremo derecho, donde le esperaban EEUU e Israel. Si el derecho internacional tiene una mínima posibilidad de ser desenterrado estos días, pasa por refrendar posicionamientos como los actuales del secretario general de la ONU. Yendo mucho más allá que los demás organismos internacionales y la UE con sus “valores europeos”, António Guterres ha recordado lo evidente: que los ataques de Hamás contra la población civil no nacen en el vacío y han de enmarcarse en el contexto de la ocupación israelí de Palestina. Su afirmación de que “ninguna parte en un conflicto armado está por encima del derecho internacional humanitario” es un precepto fundamental para cualquier intento de gobernanza mundial que no pase por el aniquilamiento del enemigo.
A medida que los crímenes de guerra se han ido recrudeciendo, mientras Israel acusa a la UNRWA de ser “amigos de los terroristas” y esta ha visto cómo 70 de sus trabajadores han sido asesinados en las últimas semanas, la ONU ha ido afianzando su posicionamiento. “Cada cual debe asumir sus responsabilidades. Es el momento de la verdad. La historia nos juzgará a todos”, ha insistido Guterres con su exigencia de alto el fuego. Esto contrasta con el seguidismo del genocidio del que ha hecho gala la Unión Europea, que a duras penas ha conseguido consensuar la petición de “pausas y corredores humanitarios”. “Una pausa es una pausa, una interrupción de algo que luego continúa”, ha remarcado Borrell.
La referencia hay que buscarla en aquellos gobiernos de países periféricos y del Sur Global que han desafiado la versión hegemónica del “derecho a la defensa” de Israel
Respecto a las posiciones gubernamentales, la referencia hay que buscarla en aquellos gobiernos de países periféricos y del Sur Global que han desafiado la versión hegemónica del “derecho a la defensa” de Israel. Bolivia ha anunciado la suspensión de relaciones diplomáticas con Israel. “Esto no es una guerra, es un genocidio”, ha dicho el presidente de Brasil. “El caso de la violencia sobre Palestina es solo un adelanto del tratamiento que surgirá con el incremento del éxodo de los pueblos del sur hacia el norte por razones políticas y, sobre todo, climáticas”, ha adelantado el presidente de Colombia. Sin entrar en coordenadas anticapitalistas, estas posiciones confirman el vuelco en la hegemonía mundial —Petro hizo la semana pasada una visita oficial a China para firmar contratos de infraestructuras— y, a la vez, suponen un suelo mínimo para atajar la masacre en Gaza.
Los cambios en la correlación de fuerzas a nivel global se han dejado sentir en Naciones Unidas. La misma noche que el ejército israelí se preparaba para la invasión terrestre de Gaza, la ONU aprobaba por amplia mayoría una resolución para exigir el alto el fuego inmediato e incondicional, así como la entrega de ayuda humanitaria. Aún sin efecto vinculante, es notorio el peso político de una votación frontalmente contraria a los intereses de Estados Unidos e Israel. A otro nivel, también con una entente de países del Sur Global, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU impedía ese mismo día en Ginebra el triunfo de las tesis afines a las grandes potencias en el grupo de trabajo encargado de elaborar un instrumento internacional jurídicamente vinculante sobre empresas transnacionales y derechos humanos.
“Israel tiene derecho a defenderse. La Unión Europea apoya a Israel”. Lo dijo Von der Leyen el 8 de octubre, lo ha repetido casi todos los días desde entonces. Ahora la presidenta de la Comisión Europea le ha añadido la coletilla del derecho internacional y la ayuda humanitaria, siguiendo el estilo de Borrell, pero lo que no ha dicho ni una sola vez es que paren los bombardeos. Mientras la mayoría de los líderes gubernamentales europeos apoyan al Estado de Israel, o en su versión más moderada adoptan un perfil bajo —una de las pocas excepciones a esta regla en los gobiernos de la UE es la de la ministra Belarra—, tolerar lo intolerable ha pasado a formar parte de los núcleos centrales del Estado de derecho.
La destrucción generalizada de derechos humanos, el exterminio del propio pueblo palestino, apenas se considera un “nubarrón en el horizonte de la economía mundial”
Siempre sensible a las cuestiones humanitarias, el Fondo Monetario Internacional ha llamado a “rezar por la paz”. Nada que ver con lo que ha sido su posición en la guerra de Ucrania: “El Banco Mundial y el FMI están trabajando conjuntamente para evaluar el impacto económico y financiero del conflicto y los refugiados en otros países de la región y en el mundo. Estamos preparados para reforzar el apoyo financiero, técnico y en materia de políticas a los países vecinos, según sea necesario”. Ahora, la destrucción generalizada de derechos humanos, el exterminio del propio pueblo palestino, apenas se considera un “nubarrón en el horizonte de la economía mundial”. Las políticas de ajuste, los préstamos condicionados y los memorándum se constituyen como armaduras jurídicas; las resoluciones de Naciones Unidas que demandan el alto el fuego en Gaza carecen de exigibilidad. La asimetría del horror.
Las grandes empresas que se están lucrando con la ocupación israelí, para sorpresa de nadie, permanecen en silencio. Habitualmente dadas a poner en valor su “responsabilidad social”, sus códigos de conducta y sus propuestas de autocontrol para prevenir los riesgos, callan ahora ante el genocidio. Dónde quedan la ética empresarial y la diligencia debida de CAF y otras muchas compañías, nos preguntamos retóricamente. Los negocios en los territorios ocupados, aunque contravienen formalmente el derecho internacional, encuentran amparo en el laberinto jurídico de la impunidad corporativa y se sitúan por encima de la destrucción del pueblo palestino. Pero las grandes compañías no pueden ser ajenas a los crímenes que se están cometiendo, tanto en Gaza como en Cisjordania: los tribunales penales internacionales para la antigua Yugoslavia y Ruanda, junto a los juicios de Nuremberg, resuenan hoy con toda intensidad a la hora de responsabilizar penalmente a las empresas que colaboran en la comisión de crímenes internacionales.
A pesar de contar con el apoyo de Estados Unidos y los grandes conglomerados mediáticos, Israel está perdiendo la batalla del relato. La opinión pública, a nivel global, se está moviendo y está presionando a sus gobiernos para que se muevan. Aunque el presidente del Consejo Europeo ha insistido en la unidad en torno a los “valores y principios” de la UE, el caso es que esta se ha fracturado en las últimas votaciones en Naciones Unidas. Aún demasiado lejos de despegarse del consenso de Washington y plenamente conscientes de que sus reclamaciones al cumplimiento del derecho internacional no dejan de ser palabrería, algunos gobiernos como el español se han visto obligados a matizar sus posiciones iniciales. Pero eso no valdrá para nada si no se traduce en la quiebra de la hegemonía atlantista y en exigencias reales a la potencia ocupante.
Al igual que veinte años atrás con la invasión de Irak , toca seguir presionando con fuerza, tanto en las instituciones como fuera de ellas, para parar la barbarie
La senda está trazada: sanciones comerciales, embargo de armas, ruptura de relaciones diplomáticas, exigencia de responsabilidades, demandas ante tribunales internacionales. Técnicamente es viable, lo hemos visto en el pasado con las sanciones avaladas por Naciones Unidas al apartheid en Sudáfrica y, más recientemente, con las innumerables sanciones adoptadas por la UE contra Rusia tras la invasión de Ucrania; políticamente es indispensable. Pero solo la presión social hará que los gobiernos adopten estas medidas. Las marchas y acciones en solidaridad con Palestina recorren el mundo y marcan el camino a seguir: a pesar del cierre autoritario y la criminalización de la protesta, miles de personas se están movilizando en las calles para expresar su rabia e indignación ante un genocidio televisado en directo.
Empantanados en la teatralización de la política parlamentaria y el cerramiento de la real politik, seguramente no cabe esperar mucho de los partidos de orden y de sus reclamaciones al cumplimiento del derecho internacional sin poner las vías para hacerlo efectivo. Al igual que veinte años atrás con la invasión de Irak , toca seguir presionando con fuerza, tanto en las instituciones como fuera de ellas, para parar la barbarie. Piquetes que bloquean a las compañías que proporcionan armamento a Israel. Transportistas que se niegan a proceder con la carga y descarga de armas. Boicot a las grandes marcas que multiplican sus dividendos con la colonización israelí. Desobediencia, sabotaje y revuelta entran en escena para cortocircuitar la lógica de guerra y el genocidio.
El derecho internacional tendrá que ser desenterrado. Y también reconceptualizado, de arriba abajo. Los Estados no pueden ser el alfa y omega del derecho internacional, las comunidades en lucha y los pueblos en resistencia han de ocupar el lugar normativo que les corresponde. En el horizonte, la reconstrucción de formas de acción colectiva al margen de la visión tradicional del Estado y en pos de nuevas relaciones, basadas en soberanías entendidas como nuevos vínculos entre personas, pueblos y comunidades. La reconfiguración del derecho internacional desde abajo pasa por fortalecer espacios de contrapoder en el ámbito local, nacional y global. Pero lo primero, aquí y ahora, es hacer lo imposible para evitar que el genocidio continúe.
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Los que estamos gritando y manifestándonos en las calles para que pare el GENOCIDIO contra el pueblo PALESTINO no somos los que hemos votado a esos dirigentes que están avalando está masacre, que se supone que lo hacen para defender los intereses de quienes les han votado" aunque también lo pongo en duda, porque quiero creer que en este mundo No hay tanto miserable que este amparando lo que éstos dirigentes están defendiendo, que es acabar con el PUEBLO PALESTINA 🇯🇴🆘 por sus propios intereses corporativos y de las grandes CORPORACIONES que para ellos No somos nada más que algo PRESCINDIBLE según sus OBJETIVOS 🤮💰🤑
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