EL GRAN REMPLAZO. De mentira islamófoba a palanca de emancipación

Este artículo parte de las ideas islamófobas del gran remplazo para invitar a la construcción de una composición de clase mestiza, capaz de organizarse en torno a intereses y horizontes comunes, para hacer frente al racismo y a la nueva reacción.
Stop islamofobia
Fundación de los Comunes
5 dic 2025 12:45

La islamofobia se extiende a lo ancho de Europa. A lo largo de los siguientes diez párrafos se tratará de avanzar desde las interesadas mistificaciones que construyen la inmigración como amenaza a la posibilidad emancipatoria inscrita, por un lado, en el desmontaje del racismo y de la islamofobia, por otro, en la construcción de una nueva clase obrera impulsada por sueños y prácticas comunes de emancipación.

1. De la instrumentalización de la identidad nacional

Calentamiento climático, escalada bélica, auge de los autoritarismos. Traducción ibérico peninsular: danas, incendios, catástrofes tenidas y temidas. Contexto: menos acceso a una vivienda, más precarización laboral, menos garantías de protección social. Deshojar la margarita en un mundo donde solo permanece y se afianza el crecimiento de la brecha entre ricos y pobres. Incertidumbre. Miedo. Desigualdad social. Despolitización.

No nos llega para pagar la luz pero al menos somos españoles, o catalanes, o vascos

Se dan todos los ingredientes para una emergencia identitaria en clave nacional. Del nacionalismo español, uno, grande, libre. De los nacionalismos «periféricos»: también. Cuando no es palanca de lucha para una emancipación descolonial, la nación tiende a convertirse en semillero de xenofobia, más aún si se riega en el huerto jurídico del Estado Nación. En plata: los horizontes apocalípticos dan frío y el abrigo de la identidad (española, catalana, vasca) es una prenda a mano para el autoengaño propio —no nos llega para pagar la luz pero al menos somos españoles, o catalanes, o vascos— y la instrumentalización de los profesionales de la política de la representación. La operación identitaria esencializa diferencias culturales, las congela, las jerarquiza y las pone a competir entre sí. España —o Catalunya y/o Euskal Herria— se embadurnan del maquillaje de la socialdemocracia europea —que si los derechos humanos, que si la democracia, que si el respeto a los derechos de las mujeres y las disidencias sexuales—, para construir, con la misma fuerza pero diferente grado de cinismo, el nuevo chivo expiatorio y falso consuelo de sus empobrecidos —de carteras y de alma—nacionales. Como bien sintetizó Margaret Thatcher: «La economía es el método pero el objetivo es cambiar el corazón y el alma».

Entonces, vamos con el problema: los inmigrantes ens roben. De las nuevas derechas a la socialdemocracia, este robo se expresa de formas más o menos sutiles pero el mensaje es el mismo. El ruido de la sospecha permanente —de abuso de las ayudas públicas, empuje a la baja de los salarios, competencia por los puestos laborales, aumento de la criminalidad o peligro para la libertad sexual de las mujeres consideradas autóctonas— y desatada de la realidad, para allanar el camino de exclusiones crecientes y justificar demandas competenciales. Para «regular la inmigración», para sacar tajada de todos los extranjeros que no sean turistas. Para seguir manteniendo uno de los baratos esenciales de los que habla el historiador Jason W. Moore en su libro El capitalismo en la trama de la vida: el trabajo.

En la segunda década del siglo XXI, solo el 3 % de las personas viven fuera de su país
2. Del invento de la crisis migratoria

En la segunda década del siglo XXI, solo el 3 % de las personas viven fuera de su país. En otras palabras: el 97 % de las personas no han cruzado las fronteras estatales de la tierra en la que nacieron. Lo que ha cambiado radicalmente, explica el sociólogo Hein de Hass,1 es la dirección de los viajes migratorios: de mediados del siglo XIX a 1924, eran los europeos quienes se desplazaban en masa. En este periodo, el 41 % de la población inglesa y el 50 % de la italiana salieron de sus respectivos países hacia América, Ásia o África: «Podría decirse que el colonialismo europeo constituye la mayor emigración ilegal de toda la historia humana», escribe Hass.2 Desde el final de la II Guerra mundial hasta bien entrada la década de los 70 del siglo pasado son, por el contrario, las poblaciones del sur, tanto europeo como colonial, las que se desplazan hacia Europa y Estados Unidos. Esa es la fuerza de trabajo que permite al norte global multiplicar sus beneficios y redistribuirlos en forma de welfare states, aplicando las recetas keynesianas que forjan el capitalismo industrial de los treinta gloriosos. Gloriosos para los países del norte global. Tras las guerras mundiales, el norte de Europa se reconstruye e industrializa con la mano de obra del sur. Los españoles migran a Francia, a Alemania. Los argelinos y los turcos también. Los caribeños viajan en busca de una vida mejor en Gran Bretaña. Cuando el capitalismo industrial demanda mano de obra, el color de los brazos no importa. Cuando, giro neoliberal mediante, la producción empresarial se deslocaliza, la libertad de movimiento se acaba y empieza el cuento de la crisis migratoria.

Según analiza el sociólogo Saïd Bouamama en De las clases peligrosas al enemigo interior. Capitalismo, migracionesla deslocalización de las industrias exige que la mano de obra permanezca en sus países de origen. Los beneficios de las empresas deslocalizadas proceden, precisamente, de los menores costes de esa fuerza de trabajo. No habría, por tanto, crisis migratoria, sino transformación de los intereses del capital en términos de circulación del trabajo.

Una línea de color empieza a visibilizar los empleos mejor valorados de los menos reconocidos socialmente

3. De la línea de color de la nueva composición proletaria

Pero no todo el empleo es deslocalizable. Los denominados trabajos de cuidados —trabajo doméstico, atención a las dependencias de mayores y menores, trabajo sexual—; la hostelería —camareros, camareras de piso, limpieza—, la construcción o la agricultura dependen de una fuerza de trabajo explotable in situ. Son los sectores donde la composición de la mano de obra es mayoritariamente extranjera. Una línea de color empieza a visibilizar de forma cada vez más evidente los empleos mejor valorados de los menos reconocidos socialmente. Sin datos estadísticos en los bolsillos ni especial talento sociológico, cualquier persona puede observar que en todo el Estado español, «chachas», barrenderos, albañiles y peones agrícolas proceden de países latinoamericanos y africanos. En cifras: en el año 2025, la mayor concentración de ocupados extranjeros corresponde al grupo de las ocupaciones elementales, donde los hombres representan el 44,1 % y las mujeres el 55,9 %. En el caso de los latinoamericanos, los hombres suman el 36,9 % y las mujeres el 63,1 % de la mano de obra en estas ocupaciones. Para el resto del mundo, los hombres alcanzan el 67,5 % y las mujeres el 32,5 %. Pero ¿qué es eso de las ocupaciones elementales? Empleadas del hogar, empleados de limpieza, manipuladores de alimentos, recogedores de residuos urbanos, peones agrarios, de la construcción, de la minería, de la industria manufacturera y del transporte. ¿Y cómo se traducen estos datos en términos salariales? Los extranjeros procedentes de África y latinoamérica ganan la mitad que los españoles.

La construcción del enemigo inmigrante, la cosificación de las culturas de origen, la demonización de las costumbres extranjeras: grandes clásicos del divide y vencerás capitalista

4. Del nuevo enemigo musulmán y el gran remplazo

La construcción del enemigo inmigrante, la cosificación de las culturas de origen, la demonización de las costumbres extranjeras: grandes clásicos del divide y vencerás capitalista. Los salvajes que amenazan la civilización cambian, como todo lo demás, para adaptarse a las necesidades de la acumulación de beneficio. En tiempos de posguerra fría y neoliberalismo, el «nuevo» enemigo de occidente es, principalmente, el inmigrante musulmán. En el reino de España, ocho siglos de Al Andalus debidamente sepultados por la historia oficial y cuidadosamente descartados o arrinconados de los planes de estudio desde la dictadura franquista a nuestros días, han preparado el terreno. El retrato robot del enemigo musulmán viene de lejos. Los trazos con los que se dibuja se han mantenido, sin embargo, bastante inalterables. Sexualización del racismo: musulmanes malos y musulmanas sumisas. Los hombres musulmanes son agresivos, mentirosos, ladrones, machistas impenitentes y violadores potenciales —de mujeres blancas y cristianas—: hoy también, en tiempos de instrumentalización neoliberal de los derechos de las mujeres4 y de auge de los feminismos civilizatorios5 en pos de intereses racistas. Las mujeres musulmanas son, por su parte, ignorantes, tradicionales, sometidas al patriarcado, incapaces de autonomía. La desmesura en la expresión de la sexualización del racismo en las nuevas derechas radicales —VOX, Aliança catalana— permite marcar distancias por parte de fuerzas políticas neoliberales más moderadas —los tradicionales partidos de Estado, PP y PSOE—. Racialización del sexismo: los «otros» musulmanes son quienes amenazan la seguridad de las mujeres y los avances en derechos de las personas no heterosexuales. La cristiandad blanca se convierte de esta forma en una cultura compatible con la modernidad capitalista y todos los representantes políticos de este país compiten por salvar a las mujeres —no a las empobrecidas ni a las migrantes—, así como a las personas no heterosexuales —ídem—. Así, el primer intento de prohibir el velo fue en Lleida, en 2010, gracias a los votos de PSC, CiU y PP. Conviene no olvidar los argumentos con los que el Tribunal Supremo tumbó ese dislate —avalado por el TSJC—, en especial, el de que pudiera «partirse del presupuesto, explícito o implícito, de que la mujer, al vestir en nuestros espacios públicos el velo integral, no lo hace libremente, sino como consecuencia de una coacción externa contraria a la igualdad de la mujer»: aviso a navegantes del feminismo civilizatorio que ignora la capacidad de decidir de las mujeres cultural o religiosamente no cristianas.

La amenaza del gran remplazo, de que los musulmanes alóctonos van a sustituir a los cristianos autóctonos, hace aguas por todas partes. Como demuestra el ejemplo francés, desde el punto de vista demográfico así como en relación a las creencias religiosas, en dos generaciones, los nacionales nacidos en familias de origen extranjero acomodan sus tasas de natalidad a la del país de acogida y sus creencias se secularizan. En el mundo globalizado actual cabe hablar, sin duda, de nuevas composiciones poblacionales. Y en la Europa envejecida cabe celebrar, asimismo, una inmigración capaz de revertir el descenso poblacional. De ahí al alarmismo de un supuesto remplazo hay demasiadas dosis de posverdad.

Un chivo expiatorio siempre viene bien para ocultar la miseria de una realidad compartida, para impedir la posibilidad de cambiarla juntxs

5. Del uso del común denominador hispano: ¿una nueva versión de la guerra entre pobres

El timón ayusista también orienta la política del PP en materia migratoria. Isabel Ayuso sabe que la economía del territorio que gobierna depende de la mano de obra migrante para desempeñar las ocupaciones que sostienen su economía. Le consta que los empleos elementales no son deslocalizables y comprende que los autóctonos españoles con DNI no los quieran. Participa del racismo institucional que los reserva a los recién llegados. También sabe que la derecha madrileña depende de sus votos.

En Estados Unidos, el sociólogo Samuel Huntington escribe en 20046 una suerte de nueva versión del «gran remplazo»,7 con los mexicanos haciendo el papel de los moros. Huntington habla incluso de reconquista: «Demográfica, social y culturalmente, la reconquista (re-conquista) del sudoeste de Estados Unidos por parte de los inmigrantes mexicanos está ya en una fase muy avanzada».8 En Madrid, Ayuso prefiere mantenerse fiel al Huntington de los 90's, el del «conflicto a lo largo de la línea de fractura entre las civilizaciones occidental e islámica [que] viene sucediéndose desde hace mil trescientos años»: el del choque de civilizaciones.9

Para la presidenta de la Comunidad de Madrid «los hispanos no son turistas, no son extranjeros y no son inmigrantes en Madrid, porque están en su casa». Feijoo, siempre detrás y sin resuello, completa: «La hispanidad no es una etiqueta, es una reivindicación. La hispanidad es compartir vínculos sociales, vínculos idiomáticos y vínculos de comportamiento que deben tener una discriminación positiva». La lengua y la cultura como fronteras. Vallas culturales que incluyen a unos (los que hablan «todos los acentos del español») para excluir a otros: y entre estos últimos, sobre todo a quienes proceden del Maghreb. A esos musulmanes, sobre todo jóvenes, que, de nuevo según dice Ayuso, «los vas viendo en manadas».

Una nueva versión de la guerra entre pobres: la guerra entre pobres extranjeros. Porque los que hablan todos los acentos del español también viven hacinados en habitaciones, luchan por regularizarse o curran en los empleos más precarizados. Pero un chivo expiatorio siempre viene bien para ocultar la miseria de una realidad compartida, para impedir la posibilidad de cambiarla juntxs.

El problema no es la inmigración, sino su cambio de dirección

6. Del asiento contable de la nueva batalla cultural hispanidad/islam

Tras las bambalinas del folclore, el teatro de la división hispanos/africanos, hispanos/magrebíes esconde un cálculo económico. El enfoque contable de la migración no da puntada sin hilo. Según los datos del INE, en el reino de España el 45 % de la inmigración procede de América latina y el 18 % del continente africano. En Madrid, de un total de casi un millón de personas extranjeras, un 40 % procede de América Latina y un 11 % es oriunda de África —siendo Marruecos el país originario del 8 % de estas últimas—. Es decir, tanto a escala estatal como madrileña, el número de inmigrantes de origen latino triplica el de inmigrantes de origen africano.

Además, en términos administrativos, el camino hacia la naturalización —la nacionalidad, ese bautismo en la fe de la patria de acogida y única garantía real de acceder a las mismas ventajas y desventajas de los españoles de misma clase social—, es mucho más rápido para las ex colonias americanas (2 años). Los africanos (salvo Guinea Ecuatorial) han de esperar una década para solicitarla. Marruecos no es excepción, por muy ex protectorado que haya sido. Un país vecino que sin embargo tuvo, en tiempos no tan lejanos, casi el mismo número de habitantes de origen español que el de residentes de origen marroquí hoy en suelo español. Así lo explica el periodista Marcos García Rey: «poco después de su independencia, Marruecos tenía una población de 11,6 millones de habitantes, el 1,3 por ciento era de origen español. Hoy, en nuestro país hay censados oficialmente casi 750.000 marroquíes, lo que equivale a un 1,5 por ciento de sus ciudadanos». Vuelta al punto 2: el problema no es la inmigración, sino su cambio de dirección.

En el ámbito laboral, la inmigración africana y, entre ella, la magrebí, es, según concluye el investigador Álvaro Merino en el Blog El Orden Muncial (EOM) una «pieza indispensable del campo español y la producción agrícola y ganadera —de ahí su concentración en Huelva, Almería o Murcia». Indispensable, pero no integrable. Ni siquiera para aquellos que Saïd Bouamama llama hijos de la colonización, en nuestro caso, los españoles nacidos en familias de origen marroquí. A estos jóvenes españoles tampoco se les quiere dejar soñar un futuro mejor que el de sus padres. Para muestra, Torre Pacheco.

La población magrebí es, por lo tanto, una minoría dentro de la minoría inmigrante. El porcentaje perfecto para desempeñar su función de chivo expiatorio en la nueva guerra entre pobres extranjeros.

El remplazo de la seguridad de lo común por la mentira del imperativo de felicidad individual sirve para tejer subjetividades impotentes, deprimidas, suicidas

7. Del miedo como síntoma del declive europeo

Cambio de tercio para tomar el pulso al estado de salud de Europa, esa comunidad imaginada como de origen grecolatino, cristiana, blanca, democrática. Este es el marco civilizatorio donde se ubica lo español, lo catalán, lo vasco. El declive del continente es económico y geopolítico. No es disociable de la crisis del capitalismo. Tampoco de la incapacidad de los Estados europeos para construir un espacio común transnacional realmente democrático. El síntoma de su falta de ambición es el miedo. Un temor que produce de forma constante nuevos enemigos, internos y externos. Pánico frente a «otras civilizaciones» —China, el islam—; frente al eterno ataque preventivo de la URSS —por muy república rusa descongelada que sea hoy—; frente a los moros invasores.

En Europa, en España, el futuro se siente e imagina apocalíptico. Ante el vacío —de ideas y prácticas de transformación—, el regreso de algunos fundamentalismos religiosos, sobre todo pentecostales. Ante al miedo, la vuelta de la militarización, hacia dentro y hacia fuera de las fronteras. La delegación política en el Estado, la sustitución del compromiso militante por la representación partidaria, el remplazo de la seguridad de lo común por la mentira del imperativo de felicidad individual: buenos mimbres para tejer subjetividades impotentes, deprimidas, suicidas. Según el informe «Depresión y suicidio» de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental (FEPSM), 6,68 % de españoles y españolas fueron diagnosticados de depresión en 2017. Según el Observatorio del Suicidio en España, en 2023 tuvieron lugar 4.116 suicidios: 11,3 suicidios diarios.

¿Estamos ante un nuevo ciclo de luchas?

8. De la tenacidad de la revuelta que se esconde en los ángulos muertos

Para atisbar las insurrecciones que vienen hay que aprender a observar hacia donde no se las espera. A traducir más atinadamente lo que suele malinterpretarse de primeras; a analizar sin prejuicios los movimientos grises. A perder el temor a los disturbios.

Es cierto. Son malos tiempos en los que prima lo individual frente a lo colectivo; las emociones frente a las realidades materiales y subjetivas. Tiempos en los que el odio se convierte en delito, pero no la desigualdad. Es cierto. Las consecuencias de la avanzada destrucción capitalista amenazan nuestras posibilidades de vida en el planeta tierra. Pero si nos deshacemos del retrovisor reaccionario, de sus ángulos muertos, del eurocentrismo y del racismo que sostienen la capacidad de dividir del capital, si miramos a los lados y hacia adelante, podremos vislumbrar algunos mundos donde ahora bullen sueños colectivos de emancipación. La Gen Z, en Madagascar, Nepal, Perú, o Marruecos sale a la calle contra la corrupción, el despotismo, la austeridad, el desprecio a la vida. En Estados Unidos, la gente se autoorganiza contra los ataques del ICE. En Francia, nuevas movilizaciones bloquean las posibilidades de gobierno del liberalismo austeritario. En el Estado español, las movilizaciones contra el genocidio en Palestina convocan huelgas, cortes en vías de tren, en autovías; bloqueos en los accesos portuarios. ¿Estamos ante un nuevo ciclo de luchas?

¿Cabría construir un nuevo mestizaje como bandera antirracista? Bandera de un antirracismo político que parta de la explotación y la apropiación específica de la mano de obra extranjera y migrante

9. Del gran remplazo realmente pendiente: bye, bye, capitalism!

Nuevo golpe de timón. De las sustituciones inventadas y temidas, a las elegidas y por imaginar. De la instrumentalización de los miedos para ganancia del capital a la construcción de nuevos mestizajes en favor del trabajo, a la articulación política del nuevo proletariado. Cuando habla de mestizaje Ayuso oculta, sin duda, la historia de la violencia colonial pero también, y sobre todo, la explotación del nuevo proletariado de servicios, precisamente migrante y latino. Ese que habla el español con acento. Vuelta al punto 5: la presidenta de la CAM usa —muy habilmente— el concepto del mestizaje para dividir.

¿Cabría darle la vuelta y construir un nuevo mestizaje como bandera antirracista? Bandera de un antirracismo político que parta de la explotación y la apropiación específica de la mano de obra extranjera y migrante. Uno que se organice en torno a sus consecuencias y con quienes más las sufren. Cuidadoras, limpiadoras, camareras de barra y de piso. Peones agrícolas, obreros, barrenderos, albañiles. Menores marroquíes convertidos en criminales y deportados a El Aaiún. Jóvenes españoles de cultura musulmana condenados a una alteridad que los animaliza y expropia de su propio futuro. Jóvenes españolas de cultura musulmana cosificadas e invisibilizadas. Hijos e hijas de familias latinas que estudian en una escuela que segrega, que no tendrán la oportunidad de acceder a una formación profesional o universitaria. No se habla aquí de un antirracismo moral, educativo, psicologicante, culpabilizador o caritativo. Tampoco de discriminaciones positivas ni de un antirracismo de integración para las personas racializadas de clase media. Estas líneas apuntan a todos los conflictos ya existentes y por venir donde los intereses comunes puedan organizarse desde la puesta en el centro de las asimetrías: del racismo, del sexismo. Para llevar a cabo el enorme desafío del gran remplazo del capitalismo, la nueva composición de clase solo puede ser mestiza.

10. ¿Qué debemos hacer?

Destruir y construir.

Quemar los CIE. Inundar las calles contra el genocidio en Gaza pero también contra las muertes en Melilla, los menores deportados, los ataques racistas a los centros de acogida.

Aprender a reconocer, entre el fuego de los disturbios, las luchas por venir.

Investigar. ¿Quiénes componen hoy el nuevo proletariado? ¿Quiénes y qué están expresando las revueltas de la Gen Z? ¿Cuáles son las políticas neoliberales que hacen posible que prenda la llama de los pogromos racistas?

Sostener espacios para encontrarnos y en los que organizar conflictos, celebrar las victorias, arrejuntarnos cuando hace frio. Espacios donde festejar que andamos juntxs.

Explorar formas de autoorganizar nuestra reproducción social colectiva. ¿Qué dispositivos tenemos, cuáles nos faltan, cómo ponerlos en pie?


Notas al pie

1 Hein de Haas, Los mitos de la inmigración. 22 falsos mantras sobre el tema que más nos divide, Barcelona, Península, 2024.

2 Ídem, p. 42.

3 Saïd Bouamama, «Proletarización del mundo y políticas migratorias», en De las clases peligrosas al enemigo interior. Capitalismo, migraciones, racismo, Madrid, Traficantes de Sueños, 2025.

4 Sobre racialización del sexismo, sexualización del racismo y feminacionalismo, véase Sara Farris, En nombre de los derechos de las mujeres. El auge del feminacionalismo, Traficantes de Sueños, Madrid, Traficantes de Sueños, 2021.

5 Para una crítica del feminismo civilizatorio, véase Françoise Vergès, Un feminismo descolonial, Madrid, Traficantes de Sueños, 2022.

6 Samuel P. Huntington,The Hispanic Challenge(disponible online).

7 La idea del gran remplazo, según la cual la población blanca y cristiana estaría siendo sustituida por pueblos no europeos, fue popularizada por el libro de título homónimo de Renaud Camus (Le gran remplacement), publicado en 2011.

8 En el original The Hispanic Challenge: «Demographically, socially, and culturally, the reconquista (re-conquest) of the Southwest United States by Mexican immigrants is well underway».

9 Samuel P. Huntington, El choquede civilizacionesy la reconfiguracióndel orden mundial, Buenos Aires, Paidós, 2001.

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