Pakistán
Pakistán: el precio de querer ser un actor internacional de peso
“78 años de libertad” promociona el gran cartel publicitario en la autopista en dirección al aeropuerto de Islamabad. Han pasado setenta y ocho años desde que una élite política-religiosa forzó la separación de una India en su búsqueda de independencia del imperio británico. La de Pakistán fue una doble independencia fomentada y apoyada por la política exterior británica, siguiendo su línea estratégica histórica de dividir al oponente.
En esa gran lona propagandística el eslogan va acompañado en la parte central de una fotografía con tres individuos: los tres jefes mayores de los ejércitos. Un montaje visual en el que el ejército se erige claramente como la representación de la libertad. En su margen superior derecho una fotografía de tamaño residual de Muhammad Ali Jinnah, el “padre de la nación” de un país construido por sus características religiosas: musulmanes en Pakistán occidental y oriental (actualmente Bangladesh), e hindúes en India. Trasvases de población de unos territorios a otros, conflictos armados perennes por áreas en disputa, enfrentamientos entre confesiones alimentados por intereses de élites dominantes.
“Esto es una dictadura, dominada por los militares y los mulás”. Lo afirma Faizal, activista y creador artístico, “Jinnah, como abogado, no quería crear un estado islámico, quería desarrollar un estado del bienestar, pero los mulás empujaron hacia la islamización”.
Pakistán es el único país musulmán con armas nucleares, 170 cabezas, y lo es por qué los Estados Unidos apoyaron la nuclearización del país
Rah, que regenta un alojamiento, considera por su parte que evidentemente “el dominador del estado es el aparato militar. Los militares lo que hacen es enriquecerse, invertir en el extranjero, y cuando se retiran abandonan el país para vivir de las ganancias de la corrupción”. “Esto es el game del dólar, que es la razón del enfrentamiento con la India”.
Según otros, ni la población de Pakistán quiere ningún enfrentamiento con India ni la población de este último lo quiere con Pakistán. Todos ellos, porque de forma abrumadora éste es un país muy conservador y profundamente masculino, con una estructura heteropatriarcal-religiosa que planea de forma arrebatadora sobre todo el conjunto social, pertenecen a la zona de Hunza (dentro de la región de Gilgit-Baltistan) un área que posee el único paso fronterizo de Pakistán con China, el paso de Kundejab, al que se accede por la denominada KKH, o Karakorum Highway, el paso fronterizo más elevado del planeta, a 4.356 metros de altitud.
“En Gilgit-Baltistán no tenemos ningún representante en la Asamblea Nacional. A pesar de ser pakistaníes, Islamabad no considera que seamos unos pakistaníes verdaderos”, denuncia Sajjad
El núcleo urbano, donde se llevan a cabo las tareas administrativas y de aduanas del paso fronterizo es Sost, a 85 km de la frontera, epicentro del bloqueo que durante el mes de julio y hasta el momento han realizado diferentes piquetes de protesta, manteniendo el acceso a la frontera vallado.
El 20 de julio, el Tajir Ittehad Action Committeedecidió bloquear la carretera internacional con la exigencia de una exención de impuestos para la región de Gilgit-Baltistán y de la introducción de un régimen especial de amnistía para despachar los contenedores parados en Sost. El marco de la protesta es fiscal, pero sostenido por consideraciones políticas profundas, de ahí el lema de la protesta: “No impuestos sin representación”.
Islamabad tasa con hasta el 40% de impuestos las mercancías que traspasan la frontera, unos dividendos que no permanecen en la región, que nunca ha recibido una participación fiscal directa sobre los impuestos recaudados, sino que la capital, mediante el Fondo Consolidado Federal, los distribuye a nivel nacional, ya que Gilgit-Baltistan se encuentra fuera del marco del Fondo Consolidado Federal, y por tanto depende de subvenciones y ayudas federales. Todo ello por la ambigüedad constitucional de la región, puesto que Gilgit-Baltistán no se menciona explícitamente en la Constitución.
“En la región de Gilgit-Baltistán no tenemos ningún representante en la Asamblea Nacional. A pesar de ser pakistaníes, Islamabad no considera que seamos unos pakistaníes adecuados, verdaderos”,Sajjad, que regenta otro alojamiento, entiende que haya personas de la zona que afirmen que no pertenecen ni a China, ni a India ni a Pakistán.
Los no genuinos
Hunza fue un principado independiente hasta su integración en la recientemente formada identidad paquistaní. Éste es el motivo histórico, lingüístico y social por el que mucha gente considera que el sur los considera 'no genuinos'. Existe una desafección alimentada en el tiempo por el abandono que la estructura dominante del país ha dirigido hacia la zona.
Ese abandono se concreta en profundas carencias que afectan a la vida diaria de la población, y que son tangibles por cualquiera que viva o vaya de paso por tal área. Los cortes de electricidad son mucho más que recurrentes, lo han sido durante años, debido a la pobre infraestructura y por tanto a la falta de inversiones y mantenimiento del gobierno central. Los apagones sin embargo no se concentran exclusivamente en la región norte del país, Peshawar en el oeste y la propia Islamabad, la capital política, están igualmente afectadas por los cortes de suministro.
De la misma forma con el suministro de recursos digitales; sea en forma de wifi o de datos en la telefonía móvil, ni Zong, ni Telcom ni SCOM, las tres principales operadoras de telefonía, son incapaces de proporcionar estabilidad a su servicio, y las conexiones son del todo desquiciantes por su irregularidad temporal, con subidas y bajadas constantes de conectividad en cuestión de minutos.
Imran Khan fue apartado del cargo de primer ministro por una moción de censura el 10 de abril del 2022, cuando aún no había cumplido su mandato de cuatro años
De hecho, la geolocalización mediante aplicaciones de cartografía redunda en una falta destacada de fiabilidad y precisión, tanto en la ubicación como en la representación precisa de la imagen, creando una sensación cercana a la existencia una 'política consciente', donde una estructura de control quisiera precisamente que así apareciera o que se manifestara en esa forma, que es como Sajjad lo considera plausible “las comunicaciones se encuentran en manos de los militares, que controlan su acceso; porqué? para controlar a la población”.
“SCOM es propiedad de los malditos militares, que se encuentran en el poder desde el mismo momento de la independencia —afirma contundente Hussein, hotelero en la zona de Skardo— Todos los primeros ministros y partidos políticos son títeres en manos de los militares. Sólo Imran Khan intentó poner en práctica políticas de cambio”. Hussein considera que el establishment (militar) se puso en contra de él cuando percibió que tales políticas no sólo no le favorecía sino que le afectaría negativamente.
Khan fue apartado del cargo de primer ministro por una moción de censura el 10 de abril del 2022, cuando aún no había cumplido su mandato de cuatro años, y detenido bajo acusaciones de 'actividades corruptas', con el objetivo de apartarle de su participación en las siguientes elecciones generales. Toda una serie de elementos que llevan el análisis, incluso de la propia existencia del Estado paquistaní, al campo de la geoestrategia y las relaciones internacionales. Imran Khan esgrimió el discurso de la intromisión externa en su defenestración. Pero no de India, ni de China o de Irán, ni de Kabul, sino de la alargada sombra de Estados Unidos.
La extraña relación entre EEUU y Pakistán
La relación de Pakistán con esta última ha sido bastante curiosa y especial desde el 15 de agosto de 1947. El país se ha situado como otro peón de la estrategia global de la marca estadounidense, un peón sumiso e irreverente a la vez. Peón sumiso, porque ha sido utilizado por Washington como escudo hacia una India independiente no alineada y con buenos tratos con la URSS y con Rusia; una India que probó su primera arma nuclear en 1974 y que posee 180 cabezas nucleares. Pakistán, por su parte, es el único país musulmán con armas nucleares, 170 cabezas, y lo es por qué los Estados Unidos apoyaron la nuclearización del país por tener una suerte de recurso proxy estatal anclado cerca de la India, aprovechando las enemistades entre ambos países herederas de les maniobras de Londres en el proceso de descolonización del subcontinente.
Sumiso porque se puso a disposición de la estrategia global de Washington como un socio que se implicó en la guerra de Afganistán de los años 80 apoyando a los muyaidines de la CIA, ofreciendo campos de entrenamiento, y haciendo de títere geopolítico entrando a jugar en diferentes escenarios dibujados por la política exterior de la Casa Blanca. Y sumiso también porque aceptó sin que le temblara el pulso los bombardeos mediante drones sobre su territorio durante la Administración Obama a lo largo de ocho años; campaña iniciada el 23 de enero del 2009 en Waziristán y continuada con la operación Haymaker en la zona del Hindukush entre el 2011 y el 2013. Ataques que obtenían el visto bueno de Islamabad, en un juego de geopolítica y diplomacia, con resultados de beneficio mutuo: la soberanía era violada constantemente a cambio de la eliminación de militantes paquistaníes que significaban un 'problema' interno. Ataques que sin la asistencia de los servicios de inteligencia de Pakistán no hubieran podido ser efectivos.
Raza Gilani, primer ministro hasta el 2012, construyó la narrativa en torno a esta guerra fantasma en propio territorio con la afirmación “Nosotros protestaremos (contra el programa dron) en la Asamblea Nacional y después lo ignoraremos”, como apuntó un cable filtrado en 2013. Pero peón irreverente porqué apoyó al bloque talibán de forma poco disimulada, en una política de puerta trasera, durante los años que su aliado norteamericano se enfangó en la campaña de Afganistán desde 2003. Por una parte para evitar que el régimen de Kabul, de ese momento o en el futuro, orbitase hacia la India; y por otra porqué el 15'4% de su población es pashtun, el grupo étnico mayoritario que componía la resistencia talibán, y podía convertirse en un troyano en la política interna de Islamabad en caso de un enfrentamiento claramente abierto contra la resistencia talibán.
La política exterior paquistaní está sometida a la rivalidad entre vecinos y el continuo realineamiento del orden geoestratégico mundial y de la región más circundante (una red cambiante de alianzas y contra alianzas): China, Irán, Afganistán, India, Rusia, Estados Unidos y en el horizonte... Israel.
Washington ve a Pakistán como un aliado frágil pero esencial para sus intereses, en cuanto manipulable; pero como potencia nuclear que mantiene la opción de 'primer uso', tanto Washington como Tel Aviv (frente a cuya política Islamabad se mantiene claramente en una posición de firmeza crítica) no podrían descartar, llegado el momento, actuar preventivamente para eliminar alguna amenaza futura a la integridad israelí, justamente por el continuo realineamiento del mutable marco de alianzas en que nada es estable y todo está reconfigurándose.
Pakistán, que detonó su primera arma nuclear en 1998, sigue plenamente activa en la modernización de su arsenal en dos líneas principales: continua desarrollando misiles de largo alcance basados en lanzamiento terrestre (actualmente y desde el 2015 puede atacar objetivos a 2.750 kilómetros con una capacidad explosiva de 40kt), y en el desarrollo de capacidades de lanzamiento desde submarinos (con lo que ello significa de capacidad móvil, y por tanto acercamiento a futuros objetivos por parte de sus misiles), aparte de seguir produciendo material fisible. Programa visto por Washington como una amenaza emergente que trata de ralentizar mediante sanciones tanto contra una empresa estatal paquistaní vinculada a la industria militar como contra entidades comerciales de Bielorrusia y China que suministran equipo tecnológico aplicado al desarrollo de misiles.
La posesión de armamento nuclear, su modernización constante, el mantenimiento del operativo y recursos, o la inversión en el desarrollo de nuevos diseños se convierte en un desafío por la fiscalidad y economía general de Pakistán. Se trata de una parte del PIB que Islamabad deja de destinar a políticas sociales y de infraestructuras, priorizando la propia supervivencia del Estado, desde el punto de vista geoestratégico, sobre el desarrollo y calidad de vida de la población. Se trata, a contracorriente del resto del mundo, una población que llega casi a los cuatro nacimientos por mujer; estimulado por la importancia del dogmatismo religioso en los asuntos 'domésticos', que implica para los hombres demostrar su virilidad fecundando tantas veces como sea posible.
Uno de los elementos que acumula mayor resentimiento contra Islamabad, al que se acusa continuamente de una profunda corrupción, es el problema de las infraestructuras, siendo la red viaria la que más enfurece a la población del norte del país. Excepto la transnacional Karakorum Highway, el resto de la red de Gilgit-Baltistán es poco más que un camino de carros a rebosar de cantos rodados, mucho mejor sin embargo que los accesos a los valles colindantes donde la población rural y de montaña se ve muchas veces aislada por el efecto de las condiciones climáticas sobre los caminos.
La región está empotrada entre la cordillera del Indukush, del Karakoram y la parte occidental del Himalaya, en valles destacadamente cerrados y fácilmente erosionables; un territorio de una ecología frágil afectada por el indiscutible aumento de las temperaturas del planeta, sobre todo en las áreas montañosas de gran altitud como es el caso.
Un aumento que afecta en dos ramas: por una parte la aceleración de la fusión de los glaciares (54.000 en las tres cordilleras en Gilgit-Baltistán) que liberan en las cuencas fluviales un volumen de agua que prácticamente no pueden absorber sin hacer pagar el peaje de arrasar cualquier construcción humana; y por otra, y que en combinación con la disminución de las perturbaciones atmosféricas en las partes occidentales, producen aumentos de la frecuencia e intensidad de precipitaciones extremas que desencadenan flujos de desechos a gran escala en la región, en forma de potentes desprendimientos. Y el verano de 2025 ha sido testigo especial de unos monzones intensos.
Todo ello ha hecho que la escasa y mal mantenida infraestructura vial sufriera un severo ataque, que hacía desaparecer puentes y carreteras repentinamente, como el caso de la carretera nacional que une los dos principales núcleos urbanos del territorio, Gilgit y Skardo. Una destrucción acompañada de pérdidas humanas, como el caso de las riadas sucedidas a mediados de agosto en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa con 321 fallecidos en 48 horas.
En algunos análisis se afirma que el país, más allá de las grandes ciudades del centro y sur, vive en una especie de colapso crónico mantenido que mantiene al país en niveles de precariedad y pobreza perennes. Una potencia nuclear con pies de barro.
Análisis
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