Opinión
Un plan de pega para una Gaza imposible

Trump Netanyahu han presentado un plan que, aseguraron, “traerá la paz para la franja de Gaza” y que supone dar carta blanca a su amigo en Tel Aviv para decidir cómo y en qué se cumple el acuerdo.
Trump Netanyahu
Donald Trump y Benjamin Netanyahu durante la presentación de su plan de paz para Gaza. Foto: The White House.

Arabista en la Universidad Autónoma de Madrid.

2 oct 2025 17:55

La Administración de Donald Trump en Estados Unidos se ha convertido en un problema de difícil solución incluso para sus propios ciudadanos, que ya suspenden su gestión en las encuestas. Los amigos de fuera, como Javier Milei, deben de estar preguntándose si las promesas de ayuda desde Washington, incluida la compra de bonos argentinos en dólares, terminará sirviendo de algo. Argentina, en lugar de repuntar, sigue consumiéndose poco a poco entre las soflamas cretinas de su presidente y la pervivencia de la corrupción, de primer grado ahora si tenemos en cuenta las andanzas de su propia hermana.

Algo parecido pensarán los amigos árabes y musulmanes de Tump, quienes anunciaron con gran pompa que este les había escuchado hace semanas en torno a un nuevo, cuántos van ya, plan para Gaza con el que terminar la “difícil situación allí”, como suelen decir de forma eufemística los gobiernos aliados de Israel. Pero es que los nuevos gobernantes estadounidenses han pervertido tanto el significado de “negociaciones” y “acuerdo” que ya pocas cosas deberían extrañarnos.

Los “compadres” árabes de Trump siguen ansiando la derrota final de Hamás y la “pacificación” de la Franja para calmar a sus poblaciones, y volver a los grandes proyectos económicos con Israel

Los “compadres” árabes de Trump siguen ansiando la derrota final de Hamás y la “pacificación” de la Franja para calmar a sus poblaciones, y volver a los grandes proyectos económicos con Israel. Los portavoces saudíes anunciaron la semana pasada una negociación “histórica” con sus patrones estadounidenses para convencerlos de una propuesta de paz que, consideraban, era justa y equilibrada. Hamás deja las armas, se va o se reconvierte, la sección civil o la dedicada a la administración local al menos, en una especie de agrupación social y una entidad internacional se haría cargo de gestionar el erial-fosa común en que el régimen de Tel Aviv ha convertido Gaza, a la espera de que la Autoridad Nacional Palestina se haga cargo del gobierno. A cambio, la ocupación abandona la Franja de manera inmediata y una fuerza árabe e internacional se encarga del desarme de las milicias palestinas y  aplicar un plan de reconstrucción.

Estaban muy contentos los saudíes con su gran movimiento diplomático: se rebaja la tensión en Oriente Medio y adiós a su gran rival islámico, Hamás, y en general a todo lo que huela a Hermanos Musulmanes. Los países árabes y musulmanes aliados de Estados Unidos, que son muchísimos aunque ustedes no se lo crean, bendijeron el acuerdo y aseguraron que, por fin, el mundo araboislámico se había unido para contrarrestar los excesos israelíes. Se lo debieron de mostrar a Trump en uno de esos encuentros en los que él les pide dinero y ellos, pues ellos se lo dan. Y dijo que le gustaba, que cuando viniera a verlo su amigo Mileykowski alias Netanyahu, con quien había tenido algunos roces últimamente y de quien estaba empezando a cansarse según repetían sus colaboradores y prensa entregada en EE UU y exteriores, se lo iba a enseñar y que mejor le valdría aceptarlo.

Qué alegría de saudíes y compañía, la paz en Gaza estaba cerca, el gran padrino iba a obligar a uno de sus esbirros a aceptar su propuesta y de este modo podían salvar la cara ante la opinión pública musulmana, que se pregunta si sus dirigentes no se habrán vuelto más partidarios de Israel que una parte misma de la militancia sionista. Se lo preguntan, nada más, porque o no les dejan o no saben hacer algo más. Por ejemplo, salir a las calles para demandar a sus gobiernos que hagan algo más, corten relaciones con el régimen de Tel Aviv si las tienen o compongan un frente común para forzar a la comunidad internacional a hacer algo más que emitir condenas huecas.

El gran amigo israelí de Trump llegó a la Casa Blanca y, en cuestión de horas, el plan pasó a ser otra cosa, la culminación de una opereta mediática en la que los actores habían interpretado un papel muy bien definido

Pero el gran amigo israelí de Trump llegó a la Casa Blanca, los últimos días de septiembre y comenzó el acto final de esta diplomacia de postín. En cuestión de horas, el plan pasó a ser otra cosa, distinta y mucho más confusa, la culminación de una opereta mediática en la que los actores habían interpretado un papel muy bien definido. Los sainetes con Putin, Zelensk y compañía sobre Ucrania, las palabras de tranquilidad sobre una escalada bélica israelí-iraní —“No habrá ataque contra Irán” y a los pocos días, zas, bombardeos israelíes con cobertura logística de Washington—, las cosas que te digo y no te digo sobre la OTAN, la Unión Europea, las relaciones con China… Buena parte de lo que viene haciendo EE UU a favor de su servicial cliente israelí se ha vestido de mentiras, ficciones, desmentidos y burdas actuaciones teatrales. El “plan de Trump” no deja de ser una de ellas.

Para ¿sorpresa? de los aliados árabes, entre Trump y Netanyahu, que por supuesto habían pactado ya esta nueva escenificación en la Casa Blanca, cambiaron el espíritu y la letra del acuerdo en función del precedente del acuerdo de noviembre de 2024 en Líbano. Pon lo que quieras en los acuerdos pero asegúrate de que siempre hay un artículo que permite a Israel “tomar medidas” o volver a los bombardeos si la otra parte no hace lo que Israel considera que debe hacer. La trampa israelí en Líbano consistía, concretamente, en decir que seguirían bombardeando si “consideraban” que la otra parte no se retiraba de determinados territorios. Y así llevan haciendo todo 2025; y desean reeditarlo en sus negociaciones de paz con el nuevo gobierno sirio (desde diciembre pasado) y es la base de cualquier solución propuesta para Gaza.

Aquí, en concreto, se podrá señalar que las tropas de ocupación “saldrán” o que las ayudas humanitarias “entrarán” pero todo supeditado a que el régimen de Tel Aviv dé el visto bueno a lo que la otra parte hace. Conclusión: las tropas ocupantes abandonarán el lugar cuando les convenga, no cuando diga el acuerdo, y los países o representantes garantes del acuerdo, aliados del firmante israelí, están para validar la postura israelí.

Lo que propone Trump para Gaza es dar carta blanca a su amigo en Tel Aviv para decidir cómo y en qué se cumple el acuerdo 

Lo que propone Trump para Gaza es dar carta blanca a su amigo en Tel Aviv para decidir cómo y en qué se cumple el acuerdo. La salida inmediata que proponían los aliados árabes está ahora vinculada a la valoración que puedan hacer los israelíes, lo mismo que la composición de la nueva administración, presidida por un Toni Blair que, supuestamente, residirá en territorio israelí y hará de trasmisor de sus puntos de vista. Lo demás es una sucesión de ambigüedades y futuribles que no dejan de desembocar en la gran realidad: es Israel quien calibra cómo y cuándo se llevan a cabo los contenidos. Tampoco está claro que se vaya a respetar la única gran concesión que parece arrancarse al régimen israelí, a saber, que no habrá una expulsión masiva de palestino. No se sabe cómo habrá de evitarse si ya apenas quedan edificios habitables en la mayor parte del territorio.

Los dirigentes árabes dicen, entre bastidores, sentirse decepcionados; sin embargo, han dado el visto bueno a este nuevo esperpento, lo mismo que buena parte de la comunidad internacional, deseosa de que esto acabe de una vez (no necesariamente para salvaguardar la integridad de los palestinos) y podamos rehabilitar al compañero sionista que tantos quebraderos de cabeza nos está dando.

Por lo pronto, ya podemos decir que las cosas están cambiando y no hay por qué expulsar a nadie de las competiciones deportivas internacionales, los foros sociales del mundo o Eurovisión. Es llamativa la campaña de blanqueamiento generada por este supuesto plan de paz, que, sin haber sido debatido con una de las partes implicadas, Hamás, se le está imponiendo por tierra, mar y aire. Los islamistas palestinos tienen una papeleta complicada: la trampa que les han tendido los estadounidenses, con la connivencia —o la ignorancia supina— de los aliados árabes y musulmanes es mayúscula. Si no aceptan, todo el planeta pensará que ellos tienen la culpa de que sigan muriendo palestinos; si aceptan, cualquier atisbo de soberanía política de Gaza se perderá quizás para siempre y nadie asegura, además, que no vayan a seguir los bombardeos. Porque las masacres de civiles palestinos, esas sí, continúan.

Los artículos de opinión no reflejan necesariamente la visión del medio.

Cargando valoraciones...
Comentar
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Cargando...
Cargando...
Comentarios

Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.

Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!

Cargando comentarios...