Opinión
Influencers de extrema derecha y las cíclicas polémicas en redes sociales

Las rutinarias polémicas en Twitter iniciadas por youtubers y streamers que oscilan entono a la llamada alt right se están convirtiendo en parte del ambiente de las redes sociales. Tanto que el resto de los actores parecen estar asumiendo las mismas lógicas.
7 jun 2021 06:00

Todas las semanas suele haber un incendio en Twitter, cada día que uno se conecta a las redes sociales existe una probabilidad relativamente alta de que algún influencer de extrema derecha/alt right haya dicho algo polémico que a veces rozando lo ridículo, incite un largo debate, en el que todo el mundo gaste energías opinando mientras el iniciador de la movida esté contento porque ha conseguido las interacciones que buscaba.

La novedad no es tanto la búsqueda de la polémica, al fin del al cabo, la idea de ser “políticamente incorrecto” no se inventó hace 5 años. Pero lo que sí nos puede generar más inquietud es la capacidad que las redes sociales tienen de potenciar estos fenómenos. Estos nuevos medios de comunicación que hasta hace nada se negaban y en gran parte se siguen negando a regular el discurso que se reproduce en sus espacios y que cuando lo hacen siguen más la lógica de no perder inversores que una verdadera preocupación por los llamados valores democráticos. 

La falta de normas en Internet siempre fue uno de los principios fundacionales de las redes sociales, lugares como Facebook, Twitter o Reddit se colocaron como oasis de la libertad de expresión frente a un mundo real cada vez más regulado y burocratizado. El atractivo de estos espacios residía precisamente en la libertad que uno tenía de decir lo que quería, bromear con lo que fuese y compartir lo que quisiese, ya que siquiera en los primeros años uno interactuaba usando su identidad real. Como comentaban hace un tiempo en YoInterneto (podcasts de creadores de contenido), existía una alta libertad creativa resultado en parte de que se trataba un hobby no una profesión como ocurre ahora con streamers y youtubers, no eras tu persona real, sino otro que sí se podía permitir lanzar determinados mensajes a la red. Actualmente, en cambio, sí somos nosotros mismos en redes sociales, cada día compartiendo más sobre nosotros y dando más datos a las grandes empresas que manejan estos espacios, una tendencia impulsada por dichos gigantes de Silicon Valley.

Lo cual no ha quitado que sigan existiendo comunidades donde se sigue defendiendo en teoría una “versión más clásica” de Internet, donde bajo el anonimato y la excusa de una “absoluta defensa de la libertad de expresión”, la cultura del troleo dio paso o se conformó como parte de una cultura del odio. Sectores de usuarios entraron cada vez más en esta lógica de lo “políticamente incorrecto”, de ver hasta qué punto se puede desquiciar a los demás (al “normie) riéndose de sus condenados consensos sociales, qué bromas podían generar más ira y qué memes más bilis. 

Pero pasa el tiempo y de repente lo que eran bromas, terminan siendo mensajes de odio y posteriormente acciones físicas en contra de determinados colectivos e incluso el impulso a un candidato populista reaccionario que habla de muros en fronteras. De bromear y trolear en redes a apoyar la candidatura de un presidente al que llamas el Dios-Emperador Trump, en una referencia al clásico de ciencia ficción Dune, hay quizás un par de pasos, pero gracias a la magia de Internet no has tenido ni que levantarte de la silla, siquiera cambiar de web.

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Una guerra, la de las redes sociales, no se acaba porque uno abandone la batalla.

Investigaciones a la alt right desde 2016

El ejemplo de la alt right en Estados Unidos con la victoria de Trump en 2016 impulsó una serie de investigaciones al respecto de qué comunidades y perfiles habían articulado el llamado “ejercito digital” del en ese momento presidente de la primera potencia del mundo. Obras como Muerte a los normies de Angela Nagle lanzó una primera aproximación del origen de esta corriente política, alguno de sus referentes y la relación con webs como 4chan o Reddit, incluso el vínculo con fenómenos anteriores como el GamerGate en 2014.  Comunidades que afirman librar una guerra cultural en contra de enemigos externos como el feminismo o la “dictadura progre”, con la que quieren disputar el sentido común sobre casi cualquier tema, en una salida reaccionaria a la actual crisis capitalista. Curiosamente para estos grupos lo “políticamente incorrecto”, lo rebelde, el nuevo punk es defender la propiedad privada, la familia, la patria y una visión étnica de las naciones, es decir los pilares básicos del sistema estadounidense, y en general del mundo capitalista. 

Nuevas explicaciones se sucederían con los años como el excelente libro de Andrew Marantz, Antisocial: la extrema derecha y la “libertad de expresión“ en Internet en el que el autor tras pasarse una gran cantidad de tiempo estudiando a las figuras de la alt right estadounidense, acaba poniendo el foco en el papel que han tenido los gigantes de Silicon Valley en la existencia de estos individuos. Siguiendo su exposición, vemos el debate interno de un periodista de un medio tradicional planteándose como la aparente falta de ética de los influencers de la alt right, el fenómeno de las fakes news, no responde más que a las lógicas permitidas por las plataformas sociales. A fin de cuentas ¿qué importa si es verdad o no que estén diciendo mientras sea viral? Aunque el autor lo enfoca entorno al riesgo que corren los medios tradicionales de quedar arrasados debido a que compiten con un rival que no debe más lealtad que a los likes en Facebook, en realidad la clave está en el papel que están jugando los dueños de estos espacios, como unos “guardianes” en términos de Marantz que se negaban hasta hace poco en ejercer su rol, más interesados en mantener una agradable imagen de individuos desinteresados y enfocados en el bienestar humano. Ellos podrían tratar de evitar que sus espacios funcionen de esta forma y no lo hacen, lo cual significa que tienen un interés mas allá de unos principios abstractos en que sigan siendo así. Ese interés se revela posteriormente que es que el usuario pasa más tiempo conectado, generando más beneficio si se mantiene esta lógica de los likes. 

El texto a mitad de su recorrido reflexiona sobre cómo tanto Facebook, como Twitter o Reddit tan solo empezaron a regular su contenido tras los primeros escándalos, el hecho de que atentados terroristas estuviesen promocionándose en sus espacios, los ponía en el punto de mira de las autoridades. Una vez tuvieron que tirar de la manta, personas como Steve Huffman, fundador de Reddit, debían decidir si su concepto de libertad de expresión incluía comunidades dedicadas al odio hacia minorías o a la misoginia. Huffman se enfrentó a su fiel base de usuarios que habían acudido a su web y lo habían elevado a la cumbre bajo la promesa de que podían compartir lo que quisiesen en ella. Aunque Marantz detalla las acciones que las diferentes plataformas tomaron para acallar las quejas, eliminando comunidades y usuarios que atentaban contras las nuevas normas implementadas para dar apariencia de que sí estaban asumiendo el rol que la sociedad esperaba de ellos, el autor termina el libro con un capítulo donde da a pie a dudar de esta nueva “ética”. 

El periodista señala que los influencers de esta nueva derecha parten de un marco distinto al de los medios tradicionales, lo cual es en un principio rupturista con el imaginario del 4º poder en Estados Unidos, pero se revela efectivo en tanto que permite a determinados individuos convertir la construcción de fake news en una profesión. Individuos capaces de introducir lemas, mensajes e incluso temas de debate en la agenda pública sin que estén sujetos a las normas de la ética periodística supusieron un golpe sorpresa en 2016. 5 años después hemos visto como de izquierda a derecha, se ha tratado de replicar el fenómeno de forma global, con ejércitos de trols y bots batallando en redes sociales. Sin embargo, lo que también se ha replicado de cierta forma es esta forma de entender las redes.

El influencer y los opinadores profesionales

Esta idea de unos individuos con acceso a ser comunicadores, pero sin las reglas clásicas de la comunicación tradicional es muy interesante para estudiar el perfil que mencionábamos al inicio del articulo: el influencer de extrema derecha. Según Marantz lo más importante de estos individuos no reside en su capacidad intelectual o sus méritos académicos, lugares donde muchas veces los escritores se apoyan para buscar la legitimidad ante sus lectores (sea esto o no un método valido de legitimación) sino que la legitimidad se la ganan a golpe de like. Algo será cierto si es viral, si no fuese verdad, no se habría hecho viral, puede ser la forma de resumirlo. Debido a que estos son los criterios de la competición para erigirse en referente (y cobrar de ello), el perfil de estos opinadores profesionales responde a su capacidad para incidir en la agenda pública. 

No es que lo que digan sea necesariamente interesante, es que saben de una forma u otra, colar su mensaje en las redes y hacerse tendencia. “Han venido a hablar de su libro” y saben hacer que nos fijemos en su libro, aunque en condiciones normales a nadie le interesaría su contenido, quizás ni siquiera lo han escrito, pero ya tienen la atención de las redes sociales. Individuos que construyen su legitimidad en tanto que minan la de los medios tradicionales a los que acusan de censurar voces discordantes, mientras usan las mismas plataformas que en teoría deberían acallarles para promocionar sus mensajes. Mientras a los dueños de estos espacios dan carta blanca a estos individuos a pesar de sus polémicas, ellos consiguen erigirse en irreverentes a pesar de lo reaccionario de sus ideas en base a que afirman ser los últimos defensores de la libertad de expresión. En definitiva, una capacidad de aparecer indefinidamente como una víctima de un sistema que paradójicamente se beneficia precisamente de la extensión de las ideas de estas figuras. 

Ejemplos de esto podemos encontrarlos a patadas en Twitter España, desde quejas por si un personaje de dibujo animados es suficientemente “sexy”, fakes news sobre partidos de izquierdas, ataques a feministas, fake news sobre inmigración… La clave es que independientemente de si son verdad o no, la gente habla de ello y vuelve lo que debería ser ignorado, la noticia de la semana. Mientras las figuras más relevantes de estos grupos siguen sumando dinero y usuarios a sus canales. Una situación cíclica en la que nada avanza, pero cargos públicos de izquierda dejan redes sociales, mientras la gente se pregunta qué importancia real hay que darles a estos espacios. ¿Si estamos en una guerra cultural quién va ganando si vemos el crecimiento de los populismos reaccionarios? ¿De verdad tienen tanta importancia esta gente? La situación ha generado a lo largo de los años múltiples respuestas, según la sensación de que las redes sociales tengan cada vez más peso en la política (sea esto verdad o no).

Hemos visto diferentes iniciativas, desde la propuesta de construir una respuesta de “influencers de izquierda” que tratan de disputar espacios como Twitch, Instagram o Twitter a estos enemigos, a iniciativas como la de “no les hagas caso”

Hemos visto diferentes iniciativas, desde la propuesta de construir una respuesta de “influencers de izquierda” que tratan de disputar espacios como Twitch, Instagram o Twitter a estos enemigos, a iniciativas como la de “no les hagas caso”, con la idea de que aumentar el número de interacciones de estas cuentas, aunque sea para criticarles, es en parte seguirles el juego. No mirar lo que hacen esperando que se ahoguen en su bilis o combatir el fuego con el fuego, parecen ser las dos respuestas que se han encontrado a este problema, a veces sobredimensionado de Twitter. 

Ambas soluciones que parten de la propia lógica de las plataformas en las que se configuran (reducir el número de interacciones o competir en el mercado de los likes) no terminan de casar y parecen más bien asumir el marco en el que nos encontramos. Respuestas coherentes con la sociedad cada vez más mediatizada a través de las redes sociales, donde la identidad online se está comiendo a la real, o donde más bien ya no hay diferencia, pero donde siguen sacando tajada las grandes empresas, a las que les da igual que salida tomemos mientras la hagamos dentro de sus espacios. El resultado de ambas iniciativas parece a priori un fracaso, ni los influencers han dejado de crecer porque un sector de los usuarios no les demos interacciones, es más ahora acuden a programas de televisión como Cuarto Milenio, ni la aparición de oponentes progresistas les ha disputado realmente un público. Más bien parece que un micro ecosistema de creadores de contenido a derecha e izquierda conviven y subsisten a base de pegarse palos, sin realmente llegar a nada. 

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Visceralidad

Parecería que, dejados a su aire, la forma de funcionar de estos espacios da una ventaja de partida a la extrema derecha, en tanto que visceralidad de sus formas coincide mejor con el cómo se vuelven viral los contenidos en la red. Esa capacidad de soltar “bombas” que generen odio y rechazo por parte de los enemigos, como parte de una estrategia para crecer sigue siendo una apuesta acertada para muchos influencers. Vivir de la repercusión del odio ajeno es un buen plan, si la propia plataforma en la que compartes tu mensaje premia el hecho de que aumentes tus interacciones, independientemente de si la gente solo te etiqueta para insultarte. 

Tampoco es alentador que la respuesta por izquierda a estos fenómenos sea pedir al Estado capitalista que regule y censure las redes sociales, apelando a qué puede o no ser “libertad de expresión”, ya que esto abre las puertas a que dicho Estado se de las herramientas de forma legítima para censurar fuerzas emancipadoras que pongan en disputa el marco político. Vivimos en un país que encarcela raperos de izquierda al fin del al cabo. 

Por otro lado, como denunciaba Noelia Adánez en un artículo llamado “Violencia Intelectual”, tertulianos y periodistas, ante el debate interno que afrontaba Andrew Marantz, han adoptado la premisa de “si no puedes con ellos, únete” ya que parecería que la economía de los likes estaría triunfando también en los representantes de los medios tradicionales. Porque si uno lo piensa, la definición dada por Marantz no dista tanto de los perfiles de los columnistas que tanto público reciben en los últimos años, esos que a pesar de estar perseguidos por “políticamente incorrectos” y estar censurados, disponen de voz en los grandes medios de comunicación. 

Quizás nos hemos acostumbrado a un cómodo ciclo de no hacer nada salvo escandalizarnos

Por ello nos encontramos con que el debate público se ve viciado porque en cualquier espacio político se configura una competición por likes y por seguidores, en la que la legitimidad no se está ganando por la utilidad de las propuestas políticas sino por su capacidad de generar la suficiente polémica para aplastar al oponente. Esto responde a la premisa que mencionábamos antes de que una idea vale en tanto que consiga generar likes e interacciones, independientemente de que su aplicación en la vida real sea absurda. Esto permite que haya gente haciendo carrera “intelectual” siguiendo esta premisa, una suerte de columnista que siempre escribe la misma columna, pero consigue vendérsela a sus seguidores constantemente. 

De mientras, se sigue sin resolver exactamente qué hacer para salir de esta eterna rutina de Twitter, en la que cada semana un nuevo personaje de Internet nos revela hasta qué punto uno puede inventar polémica por fines monetarios y cómo les damos pie a que sigan haciéndolo, porque quizás nos hemos acostumbrado a un cómodo ciclo de no hacer nada salvo escandalizarnos. 

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#92289
11/6/2021 17:11

¿Cuales son esos youtubers del "Team Facha"? REcuerdo algo sobre un "Frente Mediático Popular" aka Team Progre. Todavía estamos esperando ese directo de inaguración y empaparnos de esos maravillosos argumentos progres.

Esto es lo que pasa cuando le dais la espalda a la realidad. Que no se la podéis dar a sus consecuencias. La gente se ha dado cuenta de que dependiendo del Estado están perdidos. La gente no quiere paguitas, no quiere politicos salvapatrias lo que queremos es que nos dejen en paz. Que dejen de robarnos mas de 50% del salario anual vía impuestos, que no nos digan como tenemos que relacionarnos ni lo que tenemos que comer ni lo que tenemos que pensar. Las relaciones humanas deben nacer de la voluntad individual de forma descentralizada y espontanea porque no se pueden planificar.

Al final la Verdad se impone sola, porque solo las mentiras necesitan subvención estatal.

Capitalismo, ahorro y trabajo DURU. No hay otra cosa.

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#92287
11/6/2021 17:11

¿Cuales son esos youtubers del "Team Facha"? REcuerdo algo sobre un "Frente Mediático Popular" aka Team Progre. Todavía estamos esperando ese directo de inaguración y empaparnos de esos maravillosos argumentos progres.

Esto es lo que pasa cuando le dais la espalda a la realidad. Que no se la podéis dar a sus consecuencias. La gente se ha dado cuenta de que dependiendo del Estado están perdidos. La gente no quiere paguitas, no quiere politicos salvapatrias lo que queremos es que nos dejen en paz. Que dejen de robarnos mas de 50% del salario anual vía impuestos, que no nos digan como tenemos que relacionarnos ni lo que tenemos que comer ni lo que tenemos que pensar. Las relaciones humanas deben nacer de la voluntad individual de forma descentralizada y espontanea porque no se pueden planificar.

Al final la Verdad se impone sola, porque solo las mentiras necesitan subvención estatal.

Capitalismo, ahorro y trabajo DURU. No hay otra cosa.

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#92077
9/6/2021 15:59

El diario de los influencers es El Salto

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#91931
8/6/2021 7:44

Twiter a sustituido a las paredes del retrete con el mismo material :bulos y chascarrillos mezclando materia fecal con subidon hormonal idoneo para infrahumanos ......

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#91826
7/6/2021 9:26

La izquierda lo intenta pero la derecha tiene mas tirón porque actualmente es lo que va contra lo impuesto

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#92153
10/6/2021 10:41

No sé cómo lo habrán hecho. Pero que en medio de una vorágine capitalista mundial, de contratos precarios, de repartidores de glovo, de reforma laboral del PP, de fotos de Colon, de sindicatos verticales alguien piense que la izquierda es lo impuesto es algo mágico. Es increíble cómo a la gente la escupen en la cara y ni se entera.

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#92185
10/6/2021 14:22

Nos imponen gastar dinero en cosas que no tenemos porque financiar, la deuda que estamos acumulando nos pasara factura en el futuro y ese aire de superioridad moral no la aguantara ni quien les vota cuando se dejen de subvencionar sus chiringuitos

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#92146
10/6/2021 10:03

si, se nota que lamen bien las botas de empresarios y corruPPtos a gusto, supongo que lameran a la contra

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#91974
8/6/2021 14:02

ajajajajajajajajajjajajajajja ¿¿¿Qué la derecha va contra que???? Amigo, un poco de dignidad.

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