Opinión
¿Por qué los hombres cisheterosexuales no tienen ídolas?

Resulta necesario que nos paremos a reflexionar sobre por qué aquello que crean y protagonizan las mujeres no tiene suficiente legitimidad social a pesar de que el consumo, la producción y la participación de estas en las industrias culturales han aumentado notablemente.

Idolas y heteros
Imagen del post de Instagram de @culomala que inspiró este artículo.
Periodista y fotógrafa especializada en género e industrias culturales
13 dic 2020 06:00

Es tan probable que la mayoría de hombres cisheterosexuales se sientan ofendidos al leer este titular como que esos mismos hombres no tengan ídolas. Y quizá se pregunten: “¿Y qué tendrá que ver ser cishetero con unos gustos personales determinados?”.

Para empezar, aquello a lo que llamamos “gustos personales” no es una cuestión azarosa ni totalmente individual, sino algo que se enmarca en contextos socioculturales e históricos específicos y que también se aprehende. Por otro lado, la orientación sexual, así como la identidad de género, constituye una parte esencial en la construcción tanto de la identidad individual como colectiva. En otras palabras: ser un hombre cisheterosexual implica construirse en base a la llamada masculinidad hegemónica.

Esta, si bien no es una ‘característica’ exclusiva de los hombres heterosexuales, resulta clave para su aceptación social y se basa, entre otras cosas, en la contraposición y el rechazo a lo que socialmente se considera ‘femenino’, tanto en sí mismos como en las demás personas —como explica muy bien @ivan_gombel en este vídeo—.

Desde pequeños, los niños aprenden a decir y a sentir que su ídolo es Spiderman y no Elsa de Frozen para ser aceptados entre su grupo de iguales

Esto significa que, desde pequeños, los niños aprenden a decir y a sentir que su ídolo es Spiderman y no Elsa de Frozen para ser aceptados entre su grupo de iguales. De lo contrario, los tacharán de ‘calzonazos’ o maricones. Hablamos de una especie de mecanismo de supervivencia más o menos inconsciente mediante el cual bloquean la posibilidad de tener ídolas. A partir de dicho mecanismo empiezan también a desarrollarse el sexismo y la homofobia, configurándose así la masculinidad hegemónica como un dispositivo de poder de la dominación heteropatriarcal.

Si bien no estamos asegurando que los hombres cisheterosexuales no consuman bienes producidos o protagonizados por mujeres —ya que no debemos confundir ‘fan’ con ‘consumidor’—, difícilmente encontraremos un fenómeno fan como el de Justin Bieber o el de los grupos de K-pop a la inversa en lo que a género/orientación sexual se refiere. Esto es, a hombres cishetero petando salas de conciertos o de cine para ver a una mujer protagonizando el cotarro, a no ser que esta esté hipersexualizada y se relacione con una temática tradicionalmente masculina, como podría ser el caso de Superwoman.

Y, aun estando en el siglo en el que estamos, podrían darnos las siguientes razones: que las mujeres somos unas histéricas y que no hay tantas mujeres en las industrias culturales como para que haya un fandom destacable siguiéndolas. O, simplemente, negar el asunto y decir que es casualidad.

Fangirls sí, fanboys no

No debemos caer en el error de pensar que el concepto ‘histeria femenina’ está superado —la RAE tiene aquí otra acepción que revisar—. A día de hoy, se sigue asociando ‘mujer’ a ‘feminidad’ y ‘feminidad’ a superficialidad, infantilismo y a una menor racionalidad —e, incluso, locura—, algo que los medios contribuyen a perpetuar de forma exhaustiva. Por ello, desde la época de los Beatles hasta ahora, no hemos dejado de oír hablar de “fans histéricas”. 

Sin embargo, un fenómeno que a priori podría pensarse como consecuencia de la pasividad, la vulnerabilidad o la entrega supuestamente propias de las mujeres, se explica en estudios como el de Montserrat Salazar Rodríguez, autora de Las llamaban histéricas: movimiento fan desde una perspectiva de género (2015), como algo que, por el contrario, se desarrolla como forma de subversión para hacer frente a la llamada ‘mirada masculina’.

La actitud de las mujeres fans es sinónimo de irracionalidad, mientras que en el caso de ellos puede entenderse simplemente como ‘alboroto’

Ocurriría que, en la posición de fans, las mujeres encontramos un lugar desde el que tener agencia para mirar y desear, algo que se nos ha negado a lo largo de los siglos. Asimismo, nos habríamos visto ‘forzadas’ en muchos casos a identificarnos con los personajes masculinos, ya que son ellos los que se han situado históricamente en el centro de las narrativas, relegándonos a nosotras a los márgenes. Y esto sucede desde el principio, pues incluso en las películas de animación nos encontramos frecuentemente con una gran mayoría de protagonistas no-humanos cuyo género puede leerse sin mucho esfuerzo como ‘masculino’ (recuérdense Toy Story, Los Minions, Buscando a Nemo, Ice Age, Madagascar, Cars, Kung Fu Panda, Wall-E y un largo etcétera).

Si aludimos a la dimensión identitaria del asunto, también podemos hablar de la necesidad de pertenencia y de la construcción de una identidad propia en base a los referentes culturales que nos acompañan a lo largo de la vida. Podemos ver a los hombres cishetero haciendo gala de dichas necesidades en los estadios de fútbol, por ejemplo, pero jamás relacionaremos sus actitudes en la grada con la misma ‘histeria’ a la que hacemos alusión cuando pensamos en mujeres fans pues esta, como decíamos, es sinónimo de irracionalidad en el caso de ellas, mientras que en el de ellos puede entenderse simplemente como ‘alboroto’. 

El no círculo vicioso

Cuando hablamos de mujeres en las industrias culturales, nos encontramos ante un panorama desolador. No es que no haya mujeres creando y produciendo, es que estas ni llegan a obtener remuneración y reconocimiento por su trabajo ni llegan a ocupar espacios de poder —entre los que también se encuentran los carteles de los festivales de música más alternativos, por cierto—. 

Como asegura Cristina Guirao en Mujeres en las industrias culturales y creativas (2019), “a pesar de la feminización de los procesos de consumo y producción, no se ha producido la igualdad en el reconocimiento social”. Según la Encuesta de Población Activa del 2018 que la misma autora menciona, las mujeres ocupan el 39,1% de los empleos del ámbito cultural y los hombres el 60,9%. Además, las mujeres ocupan fundamentalmente empleos relacionados con las bibliotecas, los archivos y la edición, mientras que los hombres ocupan aquellos relacionados con los procesos creativos. Por otro lado, ellos registran más sus producciones culturales que ellas, aunque por ejemplo en el sector literario encontremos que son las mujeres las que escriben más. Y así, podríamos seguir enumerando un sinfín de estadísticas que claramente se relacionan con una educación sexista, con el techo de cristal y con el síndrome de la impostora. 

Solo hay que examinar el panorama para echar de más a broncanos, buenafuentes y pablomotos y de menos a mujeres como Victoria Martín, Susi Caramelo e Inés Hernand

Las más privilegiadas ya tenemos la bendita habitación propia y podría decirse que, cada vez más, aparecemos en los relatos culturales, pero solo hay que examinar el panorama del entretenimiento en el estado español para echar de más a broncanos, buenafuentes y pablomotos y de menos a mujeres como Victoria Martín, Susi Caramelo e Inés Hernand; o recordar cómo Breaking Bad, que no nos queda tan lejos, no supera siquiera el test de Bedchel.

Y es que el poder de creación —el cotarro, para entendernos— sigue perteneciéndoles, por lo que la experiencia universal sigue siendo masculina y las estructuras de conocimiento profundamente androcéntricas. ¿Cómo podemos contribuir a lo contrario? Escuchando a más mujeres artistas, yendo a sus conciertos, a sus exposiciones, viendo sus películas, leyendo sus libros y teniendo en cuenta, sobre todo, que para ello vamos a tener que rebuscar más, porque no nos va a llegar tan fácilmente.

Fútbol
Maradona, sin autoengañarnos

Huérfanos de jugadores rebeldes como seguimos estando, quienes reconocemos en el fútbol una manifestación fundamental de la cultura popular sujeta a un contexto socioeconómico del que no escapa, acogimos a Maradona como si fuera un revolucionario.

Cargando valoraciones...
Ver comentarios 113
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Cargando relacionadas...
Cargando portadilla...
Comentarios 113

Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.

Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!

Cargando comentarios...