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El año 2008 supuso el estallido de uno de los procesos de recomposición del capital más cruentos en la historia del capitalismo. Este vino después del pinchazo de las burbujas especulativas construidas durante décadas en torno a la vivienda y las finanzas en las sociedades denominadas postindustriales (o desindustrializadas), entre ellas, España. Los impactos de esa crisis en Extremadura no tardaron en dejarse notar. Se concretaron en elevadas tasas de paro y temporalidad, que todavía son más altos que la media nacional, en una profunda economía sumergida y una destrucción de la riqueza social que hoy nos deja el panorama de cerca de un 40% de población en riesgo de pobreza en ambas provincias. El proceso de “recuperación” en los años posteriores vino marcado por recortes en todo el gasto público; bajadas de impuestos a las fortunas más grandes del país; y reformas laborales que sirvieron básicamente para devaluar los salarios, debilitar la negociación colectiva y facilitar los despidos.
La sociedad extremeña respondió contra la crisis y las medidas de ajuste en la región con movilizaciones y participación en las huelgas generales convocadas durante aquellos años (2010, 2012). Toda una generación luchó contra esa crueldad del capitalismo. Algunos de ellos, entre la juventud, aquí y por toda España dieron un paso adelante y acabaron integrándose en organizaciones como la UJCE. Esta siempre ha intentado dar lo mejor de sí para estar junto al pueblo trabajador, luchando por su futuro y por Extremadura, junto con el PCE, y otros movimientos sociales y políticos.
Todo el malestar generado se extendió en oleadas de manifestaciones durante todo el proceso de la crisis
Esta juventud luchadora procura recoger el testigo de las generaciones anteriores, de los que lucharon contra la Dictadura, de los que se dejaron la piel por la libertad y la vida del pueblo. Entonces, aquella juventud apenas se estaba adentrando en la adolescencia, los más jóvenes tendrían 8 años y los más mayores, unos 15. Quien más, quien menos estaría desarrollando su conciencia embrionaria de qué es y cómo se comporta el mundo que le rodea. Los efectos más lesivos de la crisis son conocidos: desahucios, despidos, reducción de recursos en los principales servicios públicos. Todo el malestar generado se extendió en oleadas de manifestaciones durante todo el proceso de la crisis.
No solo en esta organización, también aquella generación durante los años de la crisis se organizó en diferentes espacios, tanto nuevos como ya existentes. Algunos vecinales contra los desahucios y la solidaridad popular; otros de carácter ecologistas, antifascistas, solidaridad internacional, feministas, republicanos, asambleas estudiantiles y de trabajadores. Esta generación dio su respuesta a través de estos espacios como expresión del poder popular.
Todos estos espacios han puesto sobre la mesa una serie de problemas y alternativas que hay que afrontar desde la inteligencia colectiva. Algunos, dentro de los límites del sistema, proponen soluciones concretas ante problemas concretos. Por ejemplo, frente a la ejecución de un desahucio, alquiler social, dación en pago, apoyo público. O frente al despido, reparto del trabajo e igual salario. Sin embargo, una máxima que ha estado presente durante este proceso es que los límites del sistema imposibilitan una vida digna para toda la clase trabajadora. Todos los conflictos surgidos al calor de la crisis evidencian que solo las pérdidas se socializan, mientras que las ganancias se individualizan en las mismas manos.
En Extremadura los efectos inminentes de la descomposición y recomposición del mundo del trabajo son visibles
En Extremadura los efectos inminentes de la descomposición y recomposición del mundo del trabajo son visibles. La realidad de las trabajadoras ya era mutable e insegura, ahora se va a acentuar más. Una cuarta parte de la masa trabajadora del territorio está en riesgo de pobreza, más vulnerable que nunca. Todo ese proceso de lucha contra la crisis sigue vivo, pues aún se mantienen sus efectos y otros nuevos. Hoy se abre un escenario producido por la pandemia y su impacto sobre la economía nacional y extremeña.
Hace falta un proyecto integral para la región, que piense en cuál va a ser el papel de la misma en el país y en el mundo. Hace falta un modelo que supere el expolio actual de materias primas en el campo, limitado al corto plazo. Un modelo que busque la integración de su juventud frente a la sangría anual que supone la emigración. Uno planteado también en torno a la sostenibilidad y el cuidado, crucial en una región donde el envejecimiento es tan acusado. Esto es necesario, y si las instituciones, dominadas por la élite del territorio, no plantean una solución real, tendrán enfrente al pueblo trabajador.
La pandemia nos trae también urgencias, como acondicionar las aulas ante el virus para el curso que viene. Frente a esto, la propuesta desde la administración autonómica es recortar en profesorado y aumentar las ratios de alumnos por aula. Ante los posibles rebrotes hace falta una sanidad fuerte, y para eso es necesario revertir procesos de privatización como el del transporte sanitario. Hace falta una planificación y reparto del trabajo, salvaguardando la salud y el interés colectivo. Es urgente poner fin al hostigamiento de los trabajadores en los sectores privados, desde el campo hasta las cadenas de distribución de alimentos y bienes de consumo. Sea donde sea, como decía la canción: “Somos las mismas que cuando empezamos”. Generación tras generación que sostiene las luchas de nuestras madres y padres, de nuestras abuelas y abuelos.
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