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Opinión
La fuerza superadora
Parece que nada vale en Madrid, nada funciona. Centrarse frente a polarizarse; intentar proponer discursos más transversales frente a más radicales; oponer la doctrina progresista al conservadurismo; evidenciar la necesidad de la universalidad de los derechos frente a la arbitrariedad de los privilegios; mostrar la desigualdad territorial del eje norte-sur; contraponer al interés privado la defensa de lo público; abundar en la cuestión de clase del eje arriba-abajo; confrontar ideológicamente el eje derecha-izquierda; distinguir el modelo de sociedad capitalismo/neoliberalismo del socialismo/comunismo; luchar contra el fascismo oponiendo democracia; acompasar la lucha institucional con la movilización desde el afuera; cuestionar el poder político, económico y mediático reflejándolo en su espejo…
Se ha probado con todo. Con independencia del porcentaje de participación, se haga lo que se haga, la derecha se presenta invencible. Derrota tras derrota, año tras año, lustro tras lustro, década tras década. Toda una vida. Las lógicas integradoras y colaborativas que se dieron durante El corto verano del municipalismo en la legislatura de 2015- 2019 no son más que un recuerdo y la excepción que confirma la regla.
La gente no parece sentirse amenazada por la desprotección que la izquierda reprende, más bien parece haber asumido sobrevivir en estas condiciones
El pueblo es soberano y las urnas han hablado. Arropada por los poderes fácticos, la derecha ha planteado una campaña agresiva y provocadora, asentada sobre un concepto, ‘Libertad’, que ha conectado con un electorado amplio de forma indiscutible. Esa conexión no se ha establecido en base a hechos o propuestas, sino en función de aspiraciones y motivaciones. El significante atribuido ha sido clave. La gente no parece sentirse amenazada por la desprotección que la izquierda reprende, más bien parece haber asumido sobrevivir en estas condiciones, haciendo equilibrios en un escenario en el que la inclusión y la exclusión del sistema se convierten en dos polos de un continuo sin delimitaciones claras.
Esta ley de la selva, este sálvese quien pueda, este fascismo en última instancia, no son un riesgo potencial sino una realidad hace tiempo inoculada en la ciudadanía en forma de capitalismo insolidario y atroz, que hace que se niegue la vulnerabilidad de las personas apelando al darwinismo social, la competencia, la autosuficiencia, la segmentación y la atomización; que hace que la mejora de las condiciones materiales sea la comparación odiosa y el sueño perseguido; que hace que el despojo de derechos no se viva como una afrenta sino como una ilusión de ascensor social; que hace que el miedo a un cambio sea mayor que la sola imaginación de su posibilidad; que hace que los estilos de vida actuales sean sólo cuestionables cuando ya sea demasiado tarde.
Ese es el problema real de la izquierda. De poco sirve echar balones fuera y mucho menos insultar al electorado. ‘Madrid es de derechas’ es un mantra manido que acompaña, justifica y dilapida, pero no es real. Según el CIS, 6 de cada 10 madrileñas y madrileños se declara de izquierdas. Cierto es que en la cita electoral actual ha habido una movilización récord que debería haber favorecido a las fuerzas progresistas que la impulsaban, pero no ha sido así. Sin embargo, no hay que precipitarse en las conclusiones, los datos indican que la configuración urbana y la renta son elementos determinantes, también que el margen abstencionista en pueblos y barrios populares sigue siendo mayor que los que se dan en los feudos clásicos de la derecha. Queda trabajo por hacer para llegar a capas de población cuyo desafecto es tan constante como variado en las razones que lo explican.
Para Salvar Madrid, se debe avanzar de forma consciente hacia una propuesta que supere el desencanto, la desafección, el aislamiento y la derrota asegurada, transformándolos en motivación, ilusión, trabajo conjunto y opciones de victoria. El momento para cavilar es oportuno, las tres fuerzas apeladas se hallan en revisión de sus opciones.
De asaltar los cielos a casi rozar el suelo en Madrid, UP ha salvado el partido y mejorado ligeramente su escenario de partida, pero ha quedado muy lejos de las expectativas creadas. Las consecuencias las asumió su candidato en primera persona la noche electoral, con valentía y sin escurrir bultos. La trayectoria de este partido y lo acaecido en torno a la figura de su líder, ha sido determinante. Se abre una nueva etapa que hay que ver cómo se proyecta y qué protagonismo otorga a sus bases y a sus socios de coalición.
El PSM está en caída libre desde hace tiempo por acción u omisión de Ferraz que no tiene en cuenta a unas bases que, por baja autoestima o miedo mediante, tampoco se mueven no sea que queden fuera de la foto
Más Madrid ha obtenido unos buenos resultados, fruto de su cosecha y de la oportunidad que le ha brindado la debilidad de otros. Sin que imponga ni penalice el legado del que es origen, ha sabido explotar los beneficios de un contexto que le era propicio y al que le es simpático, consolidando su espacio y legitimando a su candidata como cabeza de la oposición a Ayuso. Está por ver cómo ejerce su nueva condición y si su modelo de corte regionalista es consistente o de nuevo un exportable traspié en otros lares y niveles.
La izquierda suele perder por defecto, pero en esta ocasión y cada uno en su rol, ambas fuerzas han hecho buenas campañas y han ampliado sus márgenes, cosa buena pero insuficiente pues esto va de bloque.
El crecimiento de la alternativa a su izquierda y la importante transferencia de voto antes socialista al PP, señalan al PSOE como el gran culpable de la pérdida de peso del bloque progresista. Lo peor no ha sido que lo haya intentado y no lo haya logrado, sino la sensación que ha dejado. Parezca que el PSOE no quiera ganar Madrid. El PSM está en caída libre desde hace tiempo por acción u omisión de Ferraz que no tiene en cuenta a unas bases que, por baja autoestima o miedo mediante, tampoco se mueven no sea que queden fuera de la foto. Habrá que ver cómo reaccionan ante las dimisiones de sus primeros espadas territoriales, si aprovechando la oportunidad para vincularse a la realidad madrileña o la de seguir jugando con Madrid como moneda de cambio en la partida estatal.
En todo caso, la nueva derrota de las fuerzas políticas progresistas madrileñas el 4 de mayo debe dar paso a una reflexión profunda que, al contrario de cómo cada fuerza la está planteando, debe ser compartida. El 2023 está a la vuelta de la esquina y precisa más, exige adoptar decisiones extraordinarias. La izquierda no sólo debe buscar respuestas que expliquen lo pasado o su propia reafirmación, debe buscar hipótesis viables que se concreten en mensajes certeros que le permita tener opciones en el futuro inmediato y para el siguiente ciclo.
Se hace cada vez más imprescindible un espacio de reflexión conjunta, que facilite las relaciones, refuerce los vínculos y los procesos de afección entre los distintos contextos en los que nos desenvolvemos
¿Qué ocurre en Madrid? ¿Qué realidades atraviesan las vidas de su gente? ¿Es posible operar sobre ellas? ¿Cómo trabajar en los barrios y pueblos? ¿Qué satisfactores ofrecer para cubrir sus necesidades? ¿Qué motivaciones de fondo determinan el voto? ¿Cómo influir en ellas? ¿Por qué no gana la izquierda? ¿Qué va a pasar en UP? ¿Qué hará Más Madrid? ¿Hacia qué lado pivotará el PSOE? ¿Puede la izquierda no contar con el PSOE si quiere ganar? ¿Puede un único partido apropiarse del feminismo? ¿Cómo encarar la crisis económica que se viene? ¿Damos importancia al colapso ecosocial o corremos un tupido velo? ¿Se está a tiempo?
La próxima cita electoral es dentro de dos años, ¿nos resignamos a la derrota o anticipamos algo? ¿Cocina lenta o comida rápida? ¿Se establecerá un dialogo entre las fuerzas de izquierda o irá de nuevo cada una a lo suyo? ¿Tres marcas, dos o una? ¿Frente amplio? ¿Campaña coordinada? ¿Programa común? ¿Con qué medidas concretas? ¿Con qué modelo fiscal? ¿Sobre qué prioridades de gasto? ¿Es Madrid moneda de cambio o le damos valor de uso? ¿Es la institución la herramienta sine qua non para la transformación social? ¿Es la vía institucional la única a transitar?
Son sólo algunas preguntas que rondan, hay más que todas y todos nos estamos haciendo. Se trata de responderlas en un marco de cooperación, en un proceso que potencie la inteligencia colectiva que en su momento nos hizo fuertes y sin la cual no somos nada. Recuperar esta seña de identidad perdida entre rupturas y jerarquías es un elemento clave como primer paso de cualquier ‘cómo’. Se hace cada vez más imprescindible un espacio de reflexión conjunta, que facilite las relaciones, refuerce los vínculos y los procesos de afección entre los distintos contextos en los que nos desenvolvemos; que articule espacios de participación política que superen toda sigla; que apueste por la interdependencia y no por el aislamiento; que llame al apoyo mutuo entre comunidades políticas; que empodere para poder resistir y potenciar el cambio que se anhela.
Habrá quien baje los brazos, quien vea en esto un imposible, es comprensible, aunque toda tristeza debe ser una fase efímera. La autocritica solo es útil si provoca cambios reales y la política es algo que haces o que te hacen. La única solución válida pasa por lamerse las heridas, levantarse y seguir luchando. Como ocurre en lo personal cuando se es presa de un problema, en lo político hay que reunir fuerzas para superar esta situación. La fuerza superadora no es sólo la energía que impulsa, es en sí misma un norte, una utopía.
Esto no va de victorias parciales sino de suma del conjunto. Se conmina a pensar juntas porque la solución apela a todas. Dos años pasan rápido, aprovechémoslos o perdamos de nuevo.
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