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Opinión
El FMI insta a no alinearse en la segunda Guerra Fría
La First Managing Deputy Director del Fondo Monetario Internacional (FMI) Gita Gopinath recomienda en el 20º Congreso mundial de la International Economic Association la no alineación como la mejor opción para los países en vías de desarrollo en la segunda Guerra Fría, ya que la geopolítica amenaza las ya sombrías perspectivas para la economía y el bienestar mundiales.
La advertencia del FMI
En este encuentro Gita Gopinath, número dos del FMI, ha advertido: «Con las perspectivas de crecimiento mundial más débiles en décadas y […] con la pandemia y la guerra ralentizando la convergencia de ingresos entre las naciones ricas y pobres no nos podemos permitir en absoluto el lujo de otra Guerra Fría». Aunque reconoce que la globalización ha terminado, hace un llamamiento a los gobiernos para que «preserven la cooperación económica en medio de la fragmentación geoeconómica» debida a la segunda Guerra Fría. Las crecientes tensiones surgidas entre Estados Unidos y China, la pandemia y la guerra han cambiado las relaciones internacionales. Estados Unidos aboga por la «relocalización amiga», mientras que sus aliados europeos afirman que quieren «reducir riesgos». China, que sigue abogando por la «globalización», insiste con realismo en la «autosuficiencia». Las normas multilaterales rara vez se diseñaron para abordar estos conflictos internacionales, ya que las preocupaciones ostensibles de la «seguridad nacional» reescriben las políticas económicas de las grandes potencias. ¡De ahí que los conflictos geoeconómicos tengan pocas reglas y ningún árbitro!
Perspectiva histórica
Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la URSS pronto lideraron bloques rivales en un nuevo mundo bipolar. Tras Bandung (1955) y Belgrado (1961), los países no alineados rechazaron ambos bandos. Esta era duró cuatro décadas. La relación comercio/PIB mundial aumentó con la recuperación de la posguerra y, más tarde, con la liberalización del comercio. Con la primera Guerra Fría, las consideraciones geopolíticas determinaron los flujos comerciales y de inversión, al tiempo que se redujeron las relaciones económicas entre los bloques. En opinión de Gopinath, tales flujos aumentaron tras la Guerra Fría, «alcanzando casi una cuarta parte del comercio mundial» durante la «hiperglobalización» de las décadas de 1990 y 2000. Sin embargo, la globalización se ha estancado desde 2008. Posteriormente, en 2022 se han impuesto aproximadamente «tres mil medidas restrictivas del comercio», ¡casi el triple de las impuestas en 2019!
La economía de la Guerra Fría
Gopinath considera que «la rivalidad ideológica y económica entre las dos superpotencias» impulsó las dos Guerras Frías. Ahora, China y no la Unión Soviética es el rival de Estados Unidos, pero las cosas también son diferentes en otros aspectos. En 1950 los dos bloques representaban el 85 por 100 de la producción mundial. Ahora, el Norte global, China y Rusia controlan el 70 por 100 de la producción mundial, pero únicamente cuentan con un tercio de su población. La interdependencia económica creció entre los países a medida que se «incrementaba de modo creciente su integración». La relación entre comercio internacional y producción es ahora del 60 por 100 frente al 24 por 100 registrado durante la Guerra Fría. Esto aumenta inevitablemente los costes de lo que Gopinath denomina «fragmentación» económica debida a la geopolítica. ¡Tras el estallido de la guerra de Ucrania, el comercio entre bloques cayó del 3 al -1,9 por 100! Incluso el crecimiento del comercio dentro de los bloques cayó del 2,2 al 1,7 por 100 como consecuencia de la guerra. Del mismo modo, las propuestas de inversión extranjera directa entre bloques disminuyeron más que las verificadas «intrabloques [...] mientras que la inversión extranjera directa hacia los países no alineados aumentó bruscamente».
Afortunadamente, sugiere Gopinath, «a pesar de los esfuerzos de las dos mayores economías por cortar lazos entre ellas, aún no está claro hasta qué punto lograrán hacerlo»
China ya no es el mayor socio comercial de Estados Unidos, dado que «su participación en las importaciones estadounidenses ha caído» del 22 al 13 por 100 entre 2018 y principios de 2023. Las restricciones comerciales impuestas desde 2018 han recortado «las importaciones chinas de productos arancelados», ya que la inversión extranjera directa estadounidense en China ha caído bruscamente. Sin embargo, los vínculos indirectos están sustituyendo a los directos entre Estados Unidos y China. «Los países que más han ganado en cuotas de importación por parte de Estados Unidos [...] también han ganado más en cuotas de exportación efectuadas desde China» y en inversión extranjera directa.
De acuerdo con un estudio del Bank International of Settlements, «las cadenas de suministro se han alargado en los dos últimos años», especialmente entre «proveedores chinos y clientes estadounidenses». Afortunadamente, sugiere Gopinath, «a pesar de los esfuerzos de las dos mayores economías por cortar lazos entre ellas, aún no está claro hasta qué punto lograrán hacerlo». Para Gopinath, las restricciones comerciales «disminuyen las ganancias de eficiencia derivadas de la especialización, limitan las economías de escala debido a la reducción de los mercados y reducen las presiones competitivas». Según un estudio del FMI, «los costes económicos de la fragmentación [...] podrían ser significativos y pesar desproporcionadamente sobre los países en vías de desarrollo», acarreando pérdidas de en torno al 2,5 por 100 de la producción mundial. Las pérdidas podrían alcanzar el 7 por 100 del PIB, dependiendo de la resistencia de la economía, «siendo especialmente elevadas para las economías de renta más baja y los mercados emergentes». Mucho dependerá de cómo se desarrollen los acontecimientos. Y advierte: «La fragmentación también inhibiría nuestros esfuerzos para abordar otros retos globales que exigen la cooperación internacional».
Opciones políticas
Los responsables políticos se enfrentan a la difícil disyuntiva de minimizar los costes de la fragmentación y las vulnerabilidades, así como de maximizar la seguridad y la resiliencia. Gopinath reconoce que su «primera mejor solución» –evitar las hostilidades geoeconómicas– es, en el mejor de los casos, remota, dadas las actuales hostilidades geopolíticas y las probables tendencias futuras. En su lugar, insta a evitar «el peor escenario posible» y a proteger la «cooperación económica» a pesar de la polarización. Desea que los adversarios «se centren únicamente en un conjunto limitado de productos y tecnologías, que justifiquen su intervención por motivos de seguridad económica». Por lo demás, aboga por un «enfoque plurilateral no discriminatorio» para «profundizar en la integración, para diversificar y para mitigar los riesgos de resiliencia».
A pesar de las adversidades, Gopinath aboga por un «enfoque multilateral [...] en áreas de interés común» para «salvaguardar los objetivos globales de evitar la devastación causada por el cambio climático, la inseguridad alimentaria y los desastres humanitarios relacionados con las pandemias». Por último, quiere restringir «las acciones políticas unilaterales, como las políticas industriales». Estas sólo deberían abordar «los fallos del mercado, preservando las fuerzas del mercado», que, insiste, siempre «asigna los recursos de la manera más eficiente». Sin reconocer el doble rasero que ello implica, quiere que los responsables políticos «evalúen cuidadosamente las políticas industriales en términos de su eficacia». Sin embargo, es menos cauta y acrítica al insistir en la sabiduría convencional neoliberal a pesar de su dudoso historial.
Como era de esperar, dos funcionarios del FMI se sintieron obligados a escribir en 2019 «The Return of the Policy That Shall Not Be Named» sobre este retorno de la política industrial. A pesar del uso extensivo de la misma efectuado mucho antes en Europa y Japón y la reciente adopción de la política industrial por parte del presidente estadounidense Biden, el FMI parece atrapado en una trampa ideológica y en una distorsión espacio-temporal producto de su propia creación. Aunque afirma reiteradamente los beneficios de la globalización, Gopinath reconoce que «la integración económica no ha beneficiado a todos». Afortunadamente, insta a los países en vías de desarrollo a mantenerse no alineados y a «desplegar su peso económico y diplomático para mantener el mundo integrado», porque la nueva Guerra Fría lo hace retroceder.
De forma pragmática, Gopinath observa: «Si algunas economías permanecen no alineadas y siguen comprometiéndose con todos los socios, podrían beneficiarse del desvío del comercio y la inversión». En 2022 «más de la mitad del comercio mundial implicaba a un país no alineado [...]. Los países no alineados pueden beneficiarse directamente de la desviación del comercio y la inversión», reduciendo los elevados costes de la Guerra Fría.