Opinión
Cien años del asesinato del Noi de Sucre

Cuando la burguesía organizó y pagó en Cataluña a los pistoleros de los “sindicatos libres”, con la ayuda y connivencia del gobernador Martínez Anido, la sentencia de muerte de Salvador Seguí estaba firmada, y fue ejecutada en aquella esquina del barrio del Raval el 10 de marzo de 1923.
Salvador Seguí
La plana mayor del anarcosindicalismo español de principios del XX. Entre ellos, Seguí, Pestaña, Bajatierra, Piera o Gironella. Archivo de la FAL Álvaro Minguito

El 10 de marzo de 1923 era asesinado en una esquina del barrio del Raval de Barcelona el Secretario General de la CNT de Cataluña, Salvador Seguí, medio año antes de la proclamación de la dictadura de Primo de Rivera, aquel último intento para echar tierra sobre el largo camino de corrupción y desgobierno que había conducido del desastre de Cuba y Filipinas, en 1898, al de Annual en 1921, en el que murieron más de 10.000 soldados españoles.

El clima se había ido caldeando y el rey estaba en el centro de las responsabilidades sobre la corrupción que devoraba al ejército y a la política española. Tal vez por ello, algún estamento militar, como el encabezado por el general Martínez Anido en Cataluña, en connivencia con la burguesía catalanista, dio rienda suelta al pistolerismo que asoló Barcelona a comienzos de los años 20, una de cuyas víctimas más destacadas fue Salvador Seguí. 

No era un extremista violento el Noi del Sucre, el Niño del Azúcar, así llamado por su costumbre de comerse los terrones que le servían con el café. Un tipo elegante, atento a las circunstancias cambiantes, partidario del diálogo y con un único objetivo en su cabeza: ver avanzar a la clase trabajadora, con esfuerzo, con firmeza, hacia la revolución, pero sin derramar sangre innecesaria, sin jugar con las vidas de las familias obreras.

Por eso, para él, era muy importante que el conflicto nacionalista desencadenado por la burguesía liderada por la Liga Regionalista, fuera sustituido por el conflicto de clase, situando las condiciones de vida y de trabajo en el primer plano. La Guerra Mundial en Europa y su destrozo de la producción y del comercio, el aumento del paro y la subida de los precios, produjo las condiciones para que esto ocurriera. 

Las pasiones nacionalistas al servicio del negocio se vieron sometidas al conflicto social y la burguesía catalana hizo lo que siempre había hecho: intentar contener los avances laborales y sociales, aliándose con los sectores más reaccionarios y llamando en su ayuda al Gobierno central y al ejército. Así, a base de bombardeos callejeros, habían sofocado la Semana Trágica en 1909, así contuvieron las Huelgas Generales de 1916 y de 1917, convocadas por un Comité Conjunto de UGT y CNT, en el que no podían faltar Besteiro, Largo Caballero, Pestaña y Seguí. 

Dos años después, CNT se vio embarcada en una de las huelgas más estudiadas en las universidades, como conflicto social y como modelo de solución sensata: la huelga de la Compañía Eléctrica de Riegos y Fuerzas del Ebro, conocida popularmente como La Canadiense, al haber sido comprada por el Canadian Bank of Commerce of Toronto.

La huelga se inició a principios de febrero de 1919 en solidaridad con ocho despedidos en oficinas. Pronto, toda la plantilla se declaraba en huelga y el conflicto se extiendió al sector eléctrico y textil. La huelga paralizó los tranvías, los diarios, la distribución de aguas, etc.

La militarización decretada por el capitán general Milans del Bosch sólo consigue encarcelar en Montjuich a 3.000 trabajadores. La huelga es casi general en Cataluña y se va extendiendo hacia Aragón, Valencia, Andalucía y UGT amenaza con solidarizarse con el conflicto en toda España. 

El final de la huelga se produce tras un acuerdo que supone la libertad de los presos, la readmisión de los despedidos, la jornada de ocho horas, el aumento de salarios y el pago de la mitad de los días perdidos en la huelga

La declaración, a mediados de marzo, del estado de guerra y el control de los medios de comunicación, sirven de poco. El final de la huelga se produce tras un acuerdo que supone la libertad de los presos, la readmisión de los despedidos, la jornada de ocho horas, el aumento de salarios y el pago de la mitad de los días perdidos en la huelga. 

Previamente, los trabajadores deben aceptar el acuerdo, lo cual no será nada fácil. Es Salvador Seguí quien tiene que explicar el acuerdo y la necesidad de finalizar la huelga, en un mitin ante 20.000 trabajadores, en la plaza de toros de Las Arenas. Tras la intervención del Noi del Sucre, los asistentes deciden la desconvocatoria.

La huelga de La Canadiense será recordada como un gran triunfo de la clase trabajadora, de su autodisciplina, que permitió el control de los desmanes que momentos tan complicados pueden generar y que condujo a alcanzar los objetivos que se planteaban. Un triunfo, un ejemplo y un modelo de organización del sindicalismo. 

Pese a todo, a su rechazo frontal de la violencia, incluida la de algunos grupos que se hacen llamar anarquistas, Seguí se atrevió a mirar de frente y sin miedo a la burguesía catalana, al gobierno de corruptos llegados de todos los rincones asentado en Madrid, a los cuerpos policiales y militares acostumbrados a perder guerras coloniales, pero entrenados para tapar sus miserias reprimiendo a los obreros.

Pistoleros

Por eso, cuando la burguesía organiza y paga en Cataluña a los pistoleros de los “sindicatos libres”, con la ayuda y connivencia del gobernador Martínez Anido, la sentencia de muerte de Salvador Seguí está firmada y fue ejecutada en aquella esquina del barrio del Raval el 10 de marzo de 1923.

La España del general Martínez Anido, que llegó a ser Ministro de Orden Público en plena Guerra Civil, la España de todos los demonios, empezaba a dar rienda suelta a sus peores pasiones y comenzaba a devorar a sus hijos, a los mejores, a los que, como Salvador Seguí, creían en la única patria de la vida, de la libertad, el trabajo y la solidaridad. 

Cien años se cumplen y un nombre que no debemos olvidar, el de aquel joven alegre que comía terrones de azúcar mientras pensaba en nosotros, en los que fuimos y soñaba con los que quería que llegáramos a ser.

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RamonA
10/3/2023 11:39

El anarcosindicalismo ha sido y es una de las mejores opciones sindicalistas para la clase trabajadora. Y creciendo.

La Historia y la Academia tienen una gran deuda con el mayor sindicato habido en este país, la CNT.

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djcesarrubio
10/3/2023 10:52

Excelente artículo. Parte fundamental de la historia de Españistán que se ha omitido del discurso oficial, pero que hay que saber.

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