Obituario
Muere Robe Iniesta, el Jesucristo García del rock español
Ante la noticia del fallecimiento a los 63 años de Roberto Iniesta, Robe, líder del grupo de rock transgresivo Extremoduro y figura insoslayable de la música en España en las tres últimas décadas, resulta inevitable husmear, cribar, entre las letras de sus canciones para encontrar pistas acerca de la personalidad de un autor contradictorio y polémico que, sin embargo, logró el reconocimiento multitudinario cuando su juego aparentaba ser otro. Al fin y al cabo, en “Jesucristo García”, una de sus mejores composiciones, seguramente por la que será recordado, aseguraba haber concretado con Satán la fecha de su muerte. Esta ha llegado el 10 de diciembre de 2025, por causas aún desconocidas. Hace un año, Iniesta suspendió unos conciertos en Madrid tras ser diagnosticado de un “tromboembolismo pulmonar”.
La carrera de Iniesta estuvo acompañada por dos adjetivos que él mismo se adjudicó y que el público y los medios aceptaron como válidos para describir su propuesta artística: transgresivo y poético
Líder carismático de Extremoduro —banda de pueblo que, contra todo pronóstico, alcanzó audiencias masivas—, creador de un rock atávico que fue mutando hacia formas más refinadas —digamos, de sonar a La Banda Trapera del Río a querer ser Led Zeppelin—, la carrera de Iniesta estuvo acompañada por dos adjetivos que él mismo se adjudicó y que el público y los medios aceptaron como válidos para describir su propuesta artística: transgresivo y poético. En sus letras y en sus modos de actuar, Iniesta se presentó como un profeta de los márgenes que acabaría siendo el rey de la baraja.
Hay una fecha que el periodista Rubén González señala en su ensayo Piedra contra tijera (La Oveja Roja, 2023) como la última sacudida en los cimientos del rock en España: el 23 de febrero de 1996, cuando el disco Agila de Extremoduro llegó a las tiendas. En los meses posteriores, las canciones de ese álbum —especialmente “So payaso”— sonaron en lugares vetados hasta entonces para una propuesta como la suya: música agreste y poco comedida que ya llevaba unos cuantos años haciendo ruido bajo la etiqueta de rock transgresivo. Una suerte de emuladores de Eskorbuto pero con acento extremeño que contaban con algunos himnos en su morral: “Decidí”, “Deltoya”, “La hoguera”, “Extremaydura”, “Ama, ama, ama y ensancha el alma” o “Pepe Botika”. Con ese disco, la banda liderada por Roberto Iniesta accedió al dominio público y los suplementos culturales de los grandes diarios alabaron una lírica furibunda que congraciaba poesía y exabruptos. En Agila, Iniesta citó a Miguel Hernández, Antonio Machado y Pablo Neruda, pero también grabó una versión de Tabletom, la popular “Me estoy quitando”. Las copias del disco volaron de los expositores en cantidades industriales.
El éxito de Extremoduro abrió la puerta al conocimiento (y reconocimiento) mayoritario de una cultura que había permanecido a la sombra de la oficial
Antes de Agila, su sexto disco de estudio, Extremoduro era un grupo de carretera secundaria y manta; de cambiantes formaciones desde que Iniesta hiciera una especie de crowdfunding analógico en Plasencia, donde había nacido en 1962, para sufragar la grabación de sus primeras canciones; de cintas de casete grabadas que circulaban de mano en mano y cimentaron la comunidad de seguidores de la banda, aunque Iniesta denostase posteriormente esa distribución no oficial; de historias truculentas tal vez fomentadas por él mismo que hacían crecer la leyenda del grupo como si se tratara de una cuerda de forajidos. Curtida, como tantas otras bandas, en conciertos en salas pequeñas y escuchada previamente solo en emisoras especializadas en rock duro y derivados, el éxito de Extremoduro abrió la puerta al conocimiento (y reconocimiento) mayoritario de una cultura que había permanecido a la sombra de la oficial. Pero el músico era ambicioso como había demostrado en Pedrá, un disco lanzado en 1995 y compuesto por una única pieza de media hora de duración.
Jesús Casañas, autor de la biografía no autorizada de Extremoduro Talento innato (Alianza editorial, 2023), aseguraba en una entrevista a El Salto que el grupo consiguió algo muy difícil como es innovar en el rock, y mencionaba los discos Pedrá y La ley innata como ejemplos. También por la evolución del grupo, “desde el rock urbano en el que empezaron de la quinta del 92, con Platero y Tú, Porretas, Reincidentes y tal, a terminar haciendo rock sinfónico y progresivo como grupos como Pink Floyd o Led Zeppelin”.
Platero y Tú es un nombre propio importante en el desarrollo de Extremoduro. El cuarteto bilbaíno compartió muchas noches con la banda de Iniesta y de su cercanía surgió la formación más estable y profesional de los extremeños. Iñaki Antón, ‘Uoho’, guitarrista de Platero y Tú, se convirtió en el productor y mentor musical de Extremoduro, el faro de los siguientes pasos que dio Iniesta. Juntos compusieron discos como Canciones prohibidas, Yo, minoría absoluta, La ley innata o Para todos los públicos, el último larga duración de la banda, grabado en 2013. El trabajo de ambos situó la música de Extremoduro en otra dimensión, con profusión de instrumentos y canciones con estructuras complejas. Las ventas siguieron alcanzando cifras muy considerables. El punto final de la banda fue agrio, con diferencias entre ambos aireadas en público, cancelación de giras y el inicio de la carrera de Iniesta en solitario, que le llevaría a escenarios no transitados previamente.
El rock sinfónico transgresivo entra en el museo
En febrero de 2024, El Museo del Prado difundió un vídeo en el que se ponían imágenes a la canción “El poder del arte” de Robe Iniesta, un tema de nueve minutos de duración incluido en Se nos lleva el aire, el disco que el músico extremeño publicó en diciembre de 2023. Un total de 27 obras aparecían en el vídeo —cuadros de Tiziano, Rubens, Velázquez o Brueghel el Viejo—, mientras se escuchaba la letra de la canción, en la que Iniesta canta que el arte “bien nos pudiera salvar de una vida inerte, de una vida triste, de una mala muerte”.
Esta colaboración, calificada por el propio museo como inesperada alianza entre el rock sinfónico transgresivo y el arte clásico, era presentada la institución dirigida por Miguel Falomir como una manera de reivindicar “el poder evocador de las imágenes y las posibilidades de combinación de las diferentes expresiones artísticas”.
Por su parte, Iniesta explicaba que la palabra “inerte (sin vida) procede del latín iners inertis, que está formada por el prefijo in (sin) y la raíz ars artis (arte). ¿Es casualidad o es que en algún momento nos dimos cuenta de que sin arte es lo mismo que sin vida? La pintura no necesita música, ya tiene. Y la música no necesita imágenes, ya tiene. Somos nosotros los que necesitamos que alguien nos salve de una vida inerte”.
Aunque resulta sorprendente, teniendo en cuenta la actitud del músico al respecto durante los años en los que estuvo al frente de Extremoduro y las propias letras de sus canciones, no era la primera vez que Iniesta colaboraba con instituciones públicas. En 2020 puso la banda sonora a una campaña de la Junta de Extremadura para fomentar el turismo hacia la región.
Y en 2014, Iniesta recibió la Medalla de Extremadura. Antes de la ceremonia de entrega, entre los seguidores del artista corría la duda de si finalmente iba a acceder a recoger el galardón de manos del presidente autonómico, José Antonio Monago, del Partido Popular. Como él mismo reconoció entonces, era poco amigo de participar en este tipo de actos institucionales y cuando le notificaron el premio, buscó razones para no asistir. “Pero no las encontré, al contrario. Aquí estoy”, aseguró.
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