Durante la Guerra Civil se hicieron numerosas fotografías de pelotones fusilando a uno o varios individuos. Sin embargo, muchas de ellas fueron meras composiciones artificiales. Una de las pocas fotografías –de todo el Estado– que retrata un fusilamiento real, es esta que vemos en el Fortí d’Illetes, Calvià –cortesía de Bartomeu Garí Salleras–. El lugar se encuentra situado a escasos minutos del instituto público IES Bendinat, por esa razón, los estudiantes acudíamos con frecuencia a ese lugar para investigar los oscuros túneles y estancias. Por entonces, no sabía que fusilaban a personas.
El Fortí se encuentra, como hemos dicho, muy cerca de un instituto, de ahí que los alumnos lo visitáramos con total ignorancia –qué daño hace le desmemoria, ¿verdad?–. Se construyó a principios del S.XIX, junto a Cap Enderrocat, para proteger el puerto de Palma.
Cap Enderrocat se ha convertido en un hotel de cinco estrellas. De combatir al extranjero ha pasado a servirlos, ya vengan en barco o en avión. Por suerte algunas cosas cambian.
En rojo, las posiciones de ambos fuertes para proteger la bahía.
El Fortí d’Illetes, pasados 100 años, debía volver a sus propietarios –la familia Delgado– que justo coincidió con el mandato de Carlos Delgado como alcalde del municipio de Calvià por el Partido Popular. Más allá de las islas, se le conoce por una fotografía donde posa durante una cacería en la que se le veía con la cara ensangrentada y los testículos de un ciervo sobre la cabeza.
El caso es que la familia Delgado decidió vender el Fortí y los terrenos adyacentes a un fondo de inversión de capital británico y alemán por unos 3,9 millones de euros. Lo más curioso fue que, una vez intentaron realizar las obras –para convertirse en una urbanización u hotel, como pasó con Cap Enderrocat–, los nuevos propietarios carecían de permisos, ya que todo el complejo es un Bien de Interés Cultural y, por ello, el terreno quedó y sigue abandonado.
El periodista de El Mundo Baleares Manuel Aguilera documentó en 2015 a través de su blog el estado de deterioro en el que se encuentra el lugar. La puerta principal siempre ha permanecido abierta y no existen medidas para impedir la entrada a los terrenos. De hecho, hace unos años apareció un hombre muerto que vivía allí. Una muestra más de cómo se encuentra el Fortí.
El último PGOU contempla reconvertirlo en un “parque litoral de características naturales y patrimoniales únicas”, pero es un tema que requiere una inversión muy grande y no se ha vuelto a hablar sobre ello.
Memoria Histórica olvidada
Regresando al tema central del artículo, es curioso que la prensa y ciertas entidades o foros quieran recuperar el lugar, pero por sus cualidades arquitectónicas o por lo bien que se lo pasaron muchos durante el servicio militar, sin embargo, apenas existe documentación que trate su uso como prisión durante la Guerra Civil.
El único libro reciente que conozco que detalle los fusilamientos es del Manel Suárez Salvà titulado La Història Silenciada, Calvià i Es Capdellà, 1936. Su portada está ilustrada con el fusilamiento en el descampado del fuerte. Es un libro que recomiendo encarecidamente para conocer la brutal represión en el municipio y que, además, nos habla sobre la fosa común situada en el cementerio de la villa de Calvià, que durante el presente año será exhumada gracias a la labor desempeñada por Memòria Històrica de Mallorca, la del propio autor del libro y el actual Govern balear.
“Normalmente, al oscurecer, se llamaba a los condenados a muerte para «entrenarlos» en capilla y a la mañana siguiente fusilarlos. Al clarear el día se oían gritos de ¡Viva la República! ¡Viva el socialismo! ¡Viva la Democracia! Y, casi al momento, una detonación cerrada… Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve… En el Pabellón Grande –imagen–, a pesar de haber más de cien hombres, no se oía ni el susurro de una mosca. Quedaba paralizada hasta la respiración de sus ocupantes (…) Después me enteré de que guardaban aquél silencio para poder contar los tiros de gracia disparados por el oficial. Cada tiro pertenecía a un caído, salvo, en algún caso, que disparaban dos veces sobre la misma persona”, relataba Josep Pons Bestard en su libro Memòria de Mallorca, 1936.
Los presos permanecían recluidos en este edificio a la espera de ser ejecutados. En la actualidad presente este estado de deterioro. Fuente: Manuel Aguilera
Para evitar hablar de fusilamientos, el régimen fascista, lo hacía de “una extraña enfermedad” que mataba a sus prisioneros –hasta 10 en un día–. Incluso se atrevieron a decir que encontraron a un hombre muerto en la explanada del fuerte por “hemorragia interna”. Cinismo y espanto, escribe Suárez.
Unas 400 personas pasaron por ahí, desde el 21 de noviembre de 1936 hasta el último fusilado –el menorquín Avelino Sotes López– el 27 de enero de 1941, mataron a 51 personas en total y 4 murieron de enfermedad –de verdad–. Todos están enterrados en la fosa común de Palma, donde puede haber unos 1.500 asesinados, procedentes de todos los rincones de la isla.
El 5 de junio de 1937 fue más cruel, fusilaron a cinco, entre ellos, dos soldados calvianers. Hicieron esperas entre cada asesinado. Su crimen, no haber saludado a la bandera española durante un desfile de Falange por las calles de Calvià. En principio les iban a caer seis años, pero el vocal auditorio del consejo de guerra, Antonio de la Rosa, emitió un voto particular y los condenó a pena de muerte. Y, así fue. Además, en el fuerte, Guillem Alcover no pudo más y se suicidó, Francesc Ramis murió de infarto y Miquel Carbonell de una infección gástrica.
Este lugar me ha mostrado la necesidad de recordar y no olvidar ese pasado que tanto interesa borrar. No debería convertirse –exclusivamente– en un lugar de ocio. Por la Memoria se plantaron árboles con el nombre de cada víctima y una placa les recuerda junto al instituto, en lo que se conoce como el Bosc de la Memòria. Pese a ello, la inmensa mayoría de aquellos alumnos terminaron los estudios sin conocer los crímenes que se cometieron en aquél sitio, donde jugábamos inocentemente. Es por ello que la desmemoria debe ser erradicada a través del conocimiento, el recuerdo y la dignidad.
Texto: Kike Oñate
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