Derechos Humanos
La primavera Catalana y la cristalización fascista
La izquierda española debe alinearse políticamente con la Primavera Catalana. Debe tomar partido. Debe asumir sus responsabilidades. Puede y debe hacer pueblo.

Autor de Enemigos del imperio.
Este es el momento histórico de la derecha populista. Su ventana de oportunidad está abierta
Las condiciones están dadas. Algo se activó en decenas, sino centenas de miles de españoles/as. Algo a la vez se derrumbó. Lo que cobró vida es una pulsión de poder, estaba ahí, enclaustrada, retenida. Mientras sociólogos y analistas se satisfacían del milagro español, donde la extrema derecha no tiene lugar, el deseo, la voluntad de poder crecía. Ese monstruo podría haberse quedado ahí, en las entrañas, mezclado con la bilis y el resentimiento, pero la frontera ética que definía lo fascista y lo racista como algo imposible también se ha derrumbado. Podemos corrió a señalar medio asustado, medio confundido, al independentismo catalán como cómplices de la revolución conservadora que se ha desatado en el Estado Español. No se si harán lo mismo con los manteros. En cualquier caso, no quieren darse cuenta de que las reacciones desmesuradas ante estos eventos no forman parte de la inocente, aunque cabreada opinión pública. Son el síntoma de un fascismo que crece. Un fascismo que se multiplica. Un fascismo que no es de conspiranoia, ni de neonazis. Es un fascismo popular, de masas, un fascismo de hegemonía. Un fascismo que se vislumbra en los gestos cómplices ante comentarios que hasta hace bien poco eran objeto de reproche. Un fascismo que se regocija ante el despliegue del aparato policial y judicial contra cargos electos.
Un fascismo con ansias y vocación de Estado.
El penúltimo episodio de racismo institucional sucedido en Madrid, junto con el asesinato de un niño en Almería ha servido como detonador de un racismo popular. Ha roto la barrera de lo políticamente correcto. Ha abierto las puertas de las complicidades abiertas, de los flujos de comunicación fluidos basados en el racismo. Ya no se trata de bromas en wasap, los comentarios abiertamente nazis se postean públicamente. En los bares se menciona de manera explícita lo que hay que hacer con las migrantes, no hablo de las de Pozuelo si no de las de Vallecas o Moratalaz.
En definitiva: ¿Es posible hacer pueblo abanderando causas progresistas, transversales, revolucionarias, feministas, antifascistas e internacionalistas? Es posible.
Los Comités de Defensa de la República son la muestra de que la potencia sigue presente, la llama viva. Las izquierdas del resto del Estado no deben mirar con resquemor, tampoco para otro lado. Deben apoyar, deben tomar nota, deben hacer una lectura política adecuada y autocrítica. Es desde luego dificil. La trampa en la que la izquierda española se ha metido es compleja. Por un lado, defendía la idea de plurinacionalidad. Por el otro la negaba. Por un lado, tendía puentes, por el otro los quemaba. Faltaba algo que valora ese pueblo esquizoide que es el español. Coherencia. Coherencia ya sea en la locura o la lucidez. Coherencia y vehemencia. Decidieron no tomar partido, que es la mejor forma de hacerlo por el dominante, y ha salido mal. Sigue saliendo mal. Ya lo decía Solón “Quien en la guerra civil no tome partido será golpeado por la infamia y perderá todo derecho político”.
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