Autor de Enemigos del imperio.
En 1898 el problema de España era lo cubano. En el 36 lo vasco y lo catalán (además de los rojos). En los ochenta el problema vasco fue omnipresente solo para dar paso de nuevo a lo catalán. ¿Y si el problema de España no fuera ni lo cubano (que lejos queda ya) ni lo vasco ni lo catalán? ¿Y si el problema de España fuera lo español? Voy a tratar de responder brevemente a esa pregunta. Pero antes hay que advertir una cosa. Esta, no es desde luego una cuestión novedosa. Lo español como problema ha surgido reiteradas veces impulsado momentos estelares de nuestra cultura reciente. Fue eje en la generación del 98. Impulsó a la del 27. Dolió como una herida en la generación del exilio para luego ser sometida en la transición. Desde entonces la pregunta se ha mantenido subterránea. Oculta, perseguida. Herética, aplastada bajo el régimen del constitucionalismo. Preguntarse acerca de ello le sitúa uno al borde de la traición, del exilio, de la censura (que le pregunten a San Juan) o de la apología del terrorismo.
Plantearnos lo español como problema nos ayuda a despejar algunos errores de bulto, vilmente aprovechados por los políticos del nacionalismo español mas casposo.
Habitualmente se confunden tres cosas: Lo hispano como elemento cultural transhistorico. España como estado y lo español como sustancia de la nación española en la actualidad. Son tres elementos diferenciados, que desde luego confluyen en algunos puntos pero que ni mucho menos comparten identidad o esencia.
Cuando el político de turno dice “España es la nación más antigua de Europa” miente, o tergiversa. La nación española surge en 1812 con particularidades muy claras con respecto a España como aparato de gobierno y lo hispano. Lo hispano como elemento cultural transhistórico se forja con la conquista romana de la Península Ibérica. Los romanos identificaron bajo una misma identidad pueblos muy diferentes a los que denominaron hispanos, los cuales una vez romanizados y latinizados asumieron la identidad que les impuso el conquistador. Lo hispano no se reducía ni a un idioma, ni a una cultura, ni a una religión. Era una denominación vaga, mutable y fácilmente adaptable a las circunstancias. Esto ha hecho que a día de hoy conceptos como lo hispano o lo latino sigan siendo empleados como identidad de una enorme variedad de pueblos y de culturas a lo largo de todo el mundo.
La idea de España como estado surge en el siglo XVI, vinculado a la autoridad de los monarcas. De nuevo entre la España como estado y la España como nación hay poco en común. La España como estado no era homogénea, ni monolingüe. Un heterogéneo y variopinto conjunto de reinos debía lealtad a una misma corona. Napolitanos, sicilianos, gentes de Flandes, vascos… Formaban parte de la corona que era más pragmática que pretenciosa en cuanto a lo cultural y lo diverso. No había sustancia aglutinante más allá del cristianismo y la omnipresente inquisición. Ni identidad, ni valores compartidos. Al menos no mas que los que mantenía un castellano con un borgoñés o un Aragonés con alguien de Bohemia.
Lo español surge de la mano de la construcción nacional de España, que como otros proyectos constitucionales es un producto tanto de la ilustración absolutista como del romanticismo liberal y capitalista. Este proyecto iniciado por los monarcas borbones verá su existo de la mano de la burguesía a la que debe su existencia, su éxito y su vigencia Del absolutismo heredó el método violento e impositivo, el afán homogeneizador. El sometimiento a una autoridad centralizada. Un gobierno, una lengua, un pueblo. El romanticismo hizo poesía con la triada anterior y le confirió un viso vagamente progresista. El carácter ilustrado lo dotó de una sistematización legal que confluyó en lo que conocemos como constituciones.
Lo español es por lo tanto un invento construido en el siglo XIX que persigue unificar lo que nunca había estado unido y homogeneizar lo que siempre había sido diverso.
Para ello no dudará en aplastar el pasado, quemar las tradiciones, pisotear las lenguas y acabar con culturas materiales e inmateriales. Bajo toda la retórica romántica de lo español subyace el interés de la clase burguesa por construir un estado nación allanado a los intereses del capitalismo dominante.
La nación española, esto es, lo español (no lo hispano ni España como estado como ahora volveremos a ver), se construye sobre el despojo de los bienes comunes que busca proletarizar a las masas campesinas. La erección de un aparato de estado plegado al capital. Una articulación territorial pensada para el transito de bienes y servicios. Todo esto en un esquema centralista que persigue unificar cultural y políticamente un conjunto de territorios extraordinariamente diversos.
La idea de lo español como proyecto patrimonial de la burguesía capitalista es la idea que prevalece hoy idea, y que es ejercida sin tapujos por la revolución conservadora hoy en el poder.
Lo español como idea burguesa patrimonial ha pasado a suplantar a la España como estado pragmático diverso y a lo hispano como elemento cultural transhistorico. La Revolución conservadora pretende hacer pasar España y lo Hispano por su idea de lo Español. Lo español en manos de la revolución conservadora ha sido un discurso útil que les ha permitido expoliar sin tapujos y sin miramientos contado con el aplauso de quienes más perjudica (piénsese en castellanos, andaluces y extremeños), disfrazando de interés púbico lo que no eran si no intereses privados. La corrupción política endémica de nuestro sistema actual es el síntoma mas evidente de que lo español es el problema fundamental de España. Lo español si bien construido en el XIX cobró su forma actual corrupta durante el tardofranquismo. Lo español cimentó las bases de su continuidad configurando una cleptocracia respalda por el régimen constitucional del 78. Instauró una ideología poderosa mediante la cual asociaba cualquier crítica a lo español como régimen de dominación con España como Estado o lo hispano como elemento cultural. Un movimiento inteligente que les ha dado inmensa riqueza y poder.
Lo hispano, como elemento cultural transhistórico no solo no fue negado si no revindicado por la mayor parte de los independentistas latinoamericanos y los intelectuales revolucionarios de todo signo hasta prácticamente la actualidad. Cuestionado, revisado, ha pasado de denominarse hispano, idea asociada a lo imperial colonial, a configurarse como lo latino, actualización de un término plural y vagamente concreto, que sin embargo captura una identidad compartida. Lo latino goza de enorme salud, y es concepto transversal que permite el dialogo sin renunciar a un enorme potencial emancipatorio.
La idea de España concebida como organización política no centralizada, España como estado diverso. Como herramienta útil para la coexistencia de diferentes pueblos ha venido siendo revindicado por fuerzas progresistas desde su propia existencia como estado. Al estado español (no confundir con el Estado Español de la actualidad que se corresponde con lo español patrimonial burgués) apelaron tanto los luego independentistas latinoamericanos como los pueblos indígenas y mestizos. Al estado español como instrumento de construcción colectiva apelaron también los luego independentistas cubanos. A el apelarían los confederales y los cantonalistas. Mas tarde comunistas libertarios y republicanos.
Hoy el mayor peligro para convivencia en España es lo español.
España como estado debe ser disociado de lo español como proyecto burgués patrimonial. Descolonizado, depatriarcalizado. Comunalizado. Este instrumento podría ser de utilidad para la construcción de un espacio político de convivencia entre los diferentes pueblos ibéricos. Un espacio político que con altas cotas de pragmatismo donde tengan cabida pueblos y nacionalidades que aún con altas demandas de soberanía, comparten sin embargo un innegable campo simbólico con el resto de los pueblos ibéricos.
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