Música
Olatz Salvador: “Negamos las emociones que no nos gustan, la tristeza o la rabia, porque tenemos que funcionar”

La cantautora Olatz Salvador ha publicado Zintzilik y Aho Uhal desde que, en 2018, comenzó su carrera en solitario. Dos discos con letras cargadas de sentimientos y emociones que le sirven a la artista como limpieza personal
Olatz Salvador
Olatz Salvador con su guitarra en el estudio de ensayo. Ander Balanzategi

Olatz Salvador (Donostia, 1990) es cantautora y teclista del grupo Skakeitan. En 2018 publicó su primer disco, Zintzilik, y este año, con influencia de la pandemia en su creación, ha visto la luz Aho Uhal. En este nuevo álbum la artista ha contado con la colaboración de Rozalen, que canta en euskera por primera vez. Olatz reconoce que sus últimas canciones han nacido de momentos difíciles, sentimientos no tan alegres, y que buscó un equilibrio para sus temas, pero, si no le han salido letras más luminosas, reconoce, lo más justo es que no estén.

Empezaste con el grupo Skakeitan. Vuestro estilo de música no tiene nada que ver con el de tu carrera en solitario.
Quizás fue el contraste lo que me llevó a crear mi propio proyecto. Había compuesto alguna canción para Skakeitan y era una persona activa en la creación, pero para mí me salió crear unas canciones en una atmósfera muy distinta. Cuando cree más canciones tampoco tenía muchas expectativas de hacer otro proyecto, simplemente quería presentarlas delante de un público y me surgió la oportunidad. Empezó como algo pequeño y un proceso personal.

Aún eres teclista del grupo.
Skakeitan está ahora en un stand by complicado porque cuando llegó la pandemia teníamos un disco recién salido del horno y habíamos hecho una especial inversión de energía y dinero. Durante el año 2020 teníamos planeada una gira por Asia, íbamos a estar en Mongolia, en Corea y en Japón, pero se cayó todo eso y hemos tenido un bache potente en el grupo. No tenemos ningún concierto a la vista, y no sabemos cuándo volverán. Los pocos que hemos tenido han sido muy raros porque el público está muy quieto para una situación tan estimulante.

Tu padre, Eduardo Salvador, es bajista y tu tío, Iñaki Salvador, pianista. ¿Había alguna forma de escapar de la música?
A medida que ha pasado el tiempo me he dado cuenta de que esto viene desde pequeña, que no se me ha inculcado, sino que lo he llevado dentro y es una forma de vida. Nunca me han incitado a aprender ningún instrumento ni me han intentado encaminar, pero a mí me salió elegirlo. Pedí recibir clases y empecé con el piano y el solfeo, luego me desarrollé como pude, empecé a aprender acordes de guitarra con mi padre, siendo cada vez más consciente de que hemos recibido la música como algo implícito en la familia.

Totalmente vocacional.
Sí, socialmente no está considerado como algo profesional y entonces creo que se me ha llevado a otro lugar. Cursé estudios de psicología, que no cambiaría por nada, pero si la cultura no fuese algo que hicieses en tu tiempo libre, igual, puede que orientara mi vida de otra manera. Como nunca es tarde, ahora ha llegado el momento de apostar por la música.

“Si socialmente la cultura no fuese algo que haces en tu tiempo libre, puede que orientara mi vida de otra manera”

Tu primer disco fue Zarautz Zuzenean. ¿Lo recuerdas con especial cariño?
Sí, para mí no era ni siquiera un disco. Acabé el concierto y el técnico me dijo que acababa de grabarlo y que me lo pasaba. Entonces pensé en separar las canciones y subirlo, para que pudiese enseñárselo a quien preguntase qué hago.

¿Fue un punto de inflexión para dirigir tu carrera en solitario?
He tenido varios puntos de inflexión. Cuando presenté las canciones delante de un público por primera vez, no contaba con que eso tuviera mucho tirón. Pero la realidad es que me llamaron de muchos sitios y no dejaba de fliparlo, entonces pensé que podría hacer algo sola. Quizás la primera vez que me lo tomé como tal es cuando decidí grabar un disco de estudio. Llevó mucho trabajo, fue con una banda, un proceso largo, y me mentalicé de que algo se estaba cociendo.

Ese primer disco de estudio es Zintzilik. Nueve canciones cargadas de emoción.
A mí esas canciones me han acompañado durante años y, simplemente, era una necesidad el grabarlas con una calidad decente y con una producción musical cuidada. Recuerdo el proceso de forma muy bonita porque fue con Borja y con Julen, mis compañeros de Skakeitan. Yo les enseñaba las canciones con una guitarra y una voz, y ellos tenían la capacidad de llevarlas a otra dimensión.

Es difícil que tus canciones no remuevan los sentimientos. ¿Te dejas llevar?
No es fácil. Pensaba que una vez que ya he superado el proceso de creación y grabación, y que las canciones están en la calle, ya no las percibo de la misma forma, porque igual las he escuchado cien veces. Pierdo un poco la perspectiva, pero confieso que hace poco, en el concierto de Ondarroa, en una canción y en una situación muy concreta, me emocioné. Fue difícil porque no te lo puedes permitir en directo. Tienes que comportarte y canalizarlo. En parte fue bonito porque me di cuenta de que todavía estoy sintiendo esas canciones, pero también complicado porque necesito desconectarme un poco de esos sentimientos a la hora de exponerlos en directo. Cuando todo el mundo te está mirando no es muy cómodo empezar a llorar [Ríe].

¿Olatz Salvador es tan emocional y sentimental como sus canciones?
Sí, cien por cien. Si algo tengo y expreso es mi propia verdad. Siento que el mayor ejercicio de honestidad es hacer las canciones desde lo que siento. Aunque a veces no sea lo que me gustaría. En este disco en concreto he tenido muchos sentimientos difíciles y no muy alegres. Recuerdo ese momento en el que decía que tenía que equilibrar un poco el disco y crear canciones más alegres, pero es que no me salieron. Y si no han salido, lo más justo es que no estén.

En enero, has sacado Aho Uhal, en el que colabora Rozalen y, además, en euskera.
Creo que es uno de los motivos por los que Rozalen accedió a colaborar. Tuve la oportunidad de coincidir con ella en un festival en Albacete y estuvimos hablando un momento. Ella no me conocía y le expliqué que era una cantautora vasca y que tenía un primer disco que le quería dar, aunque seguramente no entendiese nada. Ella me dijo que le haría mucha ilusión cantar en euskera alguna vez, y yo me quedé con esa frase. Cuando pasaron unos meses, se me ocurrió que podría ser una opción real, aunque es una persona poco accesible por la cantidad de colaboraciones que le piden. Para mí es algo milagroso que ella accediera a colaborar y muy especial que fuera en euskera porque eso fue el valor añadido para ella.

Has hablado de que en este último disco tenías miedo de sacar tu lado más oscuro.
Creo que hay dos cosas y que se unen. Por una parte, gran parte de las canciones de este disco están compuestas de noche, que es cuando me viene la tranquilidad y la inspiración. Durante el día siento que tengo demasiados estímulos y que no tengo tiempo para escucharme a mí misma. Este disco está situado en un contexto muy nocturno. Por una parte, está esa oscuridad física de la noche y, luego, está la oscuridad que puedes tener dentro y que al cabo del día no conectas con ella. Negamos las emociones que no nos gustan, la tristeza o la rabia, porque simplemente tenemos que funcionar y no hay espacio para eso que, creo, es necesario. He hecho el ejercicio de ver donde estaban mis oscuridades y mis fantasmas y reconciliarme con ellas.

“He hecho el ejercicio de ver dónde estaban mis oscuridades y reconciliarme con ellas”

¿En tus canciones necesitas expresar lo que vives en cada momento?
Sí. También lo usamos como limpieza personal. Creo que es un tópico, pero crear canciones es terapéutico. En mi caso escribo una canción y hay cosas que las pongo porque algo me decía que las tenía que poner ahí, pero todavía no estaba conectando con lo que estaba pasando. Al cabo de unos meses veo la letra de la canción y entiendo lo que estaba sintiendo en ese momento. Es una forma de escucharme a mí misma, aun cuando no sé lo que quiero decir. Reposarlo y entenderme. 

Estuviste con Iñaki Salvador en Late Motiv con motivo del Día Internacional del Euskera. ¿Cantar en euskera es parte de tu esencia?
Es mi lengua materna, como me expreso y como me gustaría vivir. Me acuerdo que Pau, que fue manager de Berri Txarrak, decía que tienes que cantar en el idioma en el que dices te quiero. No tendría sentido que yo cantara en inglés porque no sentiría de la misma forma las canciones.

Tienes unos 25.000 oyentes mensuales en Spotify. Una plataforma que paga muy mal a los artistas.
Para mí es un caballo de troya. Es una pasada que puedas escuchar lo que quieras, pero es una trampa del sistema. Tanto Youtube como Spotify son las plataformas donde más se consume la música y son muy poco éticas lucrándose de los artistas, que tendríamos que ser los más beneficiados. Que se lucren de la música me parece trágico. Se han generado otras alternativas, como la plataforma Tidal, donde hay artistas que están militando en favor de otras formas de consumir la música que nos beneficien más.

“Es una pasada escuchar lo que quieras en Spotify, pero es una trampa del sistema”

Nuevas maneras de consumir y también, cada vez, más mujeres en ámbitos de la cultura vasca hasta hace poco solo de hombres.
Ver la historia de la música vasca es duro en ese aspecto porque no es tan fácil encontrar referentes. Por suerte, el panorama está cambiando y ya hay muchas referentes femeninas. Creo que nos faltan referentes bateristas, instrumentistas, técnicas de sonidos… Existe una esfera masculinizada cuando vas a tocar un concierto. Hay mucha gente trabajando a la sombra y hay muy pocas mujeres que son managers, nos falta todavía un poco eso. Las estadísticas de los festivales son lamentables, porque la presencia de las mujeres llega de media a menos del 20%, es un poco desalentador. Sí, creo que los futuros pasos serán ver a mujeres instrumentistas y ni fijarnos de que son mujeres, porque lo tendremos normalizado.


 



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