Música
Sara Curruchich: porque fueron somos, porque somos serán

La cantante Sara Curruchich cree “totalmente” que la música y las artes pueden transformar un país y hasta el mundo entero para que sea más igualitario, equitativo y con mayor justicia social. Su disco Somos es un canto a los pueblos originarios de Guatemala, una llamada a abolir las fronteras y un manifiesto a favor de la tierra, “dadora de vida”.

La cantante indígena maya Sara Curruchich
‘Somos’ es el primer disco de la cantante indígena maya Sara Curruchich. Foto: Xun Ciin.

Sara Curruchich responde al teléfono desde San Juan Comalapa, el municipio del departamento de Chimaltenango (Guatemala) en el que está pasando el confinamiento parcial por la pandemia del covid-19. Los casos en su país van aumentando y, con voz suave pero firme, ella recuerda que con esta crisis “han salido a relucir todas las decadencias que el sistema de salud tiene aquí en Guatemala”. A 8.600 kilómetros de distancia, esa afirmación suena a verdad universal.

San Juan Comalapa es el pueblo de Sara Curruchich, donde tiene sus raíces. Allí nació en 1993, creció y ha pasado la mayor parte de su vida. Hija de campesinos, de trabajadores, con 15 años tuvo que partir a la ciudad para hacer lo que deseaba desde niña: estudiar música.

En Somos, su primer disco recién licenciado para Europa por Mamita Records, Curruchich celebra la vida y hace música con la intención de sanar. Que las canciones curan lo vio cuando su padre y su madre participaban en un grupo que visitaba a personas enfermas y las alegraba con guitarras y panderetas. Ya de mayor, lo ha comprobado in situ en las comunidades indígenas, donde las heridas se cierran colectivamente mediante la música.

¿Quién es Sara Curruchich?
Es una mujer indígena maya kaqchiquel de 26 años, soñadora, que quizá de alguna manera cree totalmente que la música y las artes pueden transformar un país, pueden transformar el mundo para que sea más igualitario y más equitativo y que tenga mucha más justicia social. Soy hija de campesinos, soy hija de un carpintero. Y creo en la palabra, que está acompañada por la fuerza de nuestras abuelas y nuestros ancestros.

¿Qué quieres contar con el disco Somos?
Somos
ha nacido desde la colectividad, es decir, ha sido inspirado a través de los pueblos, por sus luchas, resistencias, alegrías, historias. Con Somos quiero contar que los pueblos originarios existimos, que somos culturas vivas, que traemos consigo la fuerza de una cultura milenaria y la sabiduría ancestral, que los pueblos originarios estamos en resistencia y revitalización, en protección de la tierra y la comunidad. Con Somos también quiero compartir el exigir ese derecho de ser libres caminantes, porque la canción “Somos” ha nacido como una manera de decir no a los muros, a  las fronteras y a la criminalización de las personas migrantes. Con Somos quiero compartir estas canciones para que podamos reencontrarnos con la tierra, que es nuestra dadora de vida y es muy importante que la podamos cuidar.

¿Se puede conocer a Sara Curruchich escuchando este disco?
Pienso que sí. Es una manera de conocer las vivencias de los pueblos de Guatemala, sus luchas en defensa de la tierra, y también de muchas mujeres indígenas que luchan contra el racismo y la discriminación.


¿Se puede decir que tu música tiene relación con la canción protesta de los años 60?

Hasta el momento, investigando un poco y escuchando las palabras de algunas maestras musicales, no la catalogaría específicamente como canción protesta, quizá porque no he sido demasiado explícita. No sé exactamente en qué grupo entraría porque sí abordo temas de resistencia pero de una manera de denuncia no tan explícita como algunas canciones de protesta.

Música
¿Dónde se escucha la canción protesta del siglo XXI?
Ya no se escriben con chaqueta de pana y guitarra al hombro, pero en 2020 sigue habiendo canciones que protestan contra el orden establecido desde una voz personal. Y menos mal.

De niña y adolescente trabajaste en el campo. ¿Qué recuerdas de esa niñez?
Sí, yo viví toda mi vida en el pueblo, hasta los 15 años. Teníamos mucha cercanía con las cosechas, con el campo. Es algo que agradezco mucho porque trabajar en el campo es entrar en una dinámica de comprender los ciclos de la tierra, de la Luna, de las plantas. Es algo hermoso que me ha permitido poder sentir mi vida en equilibrio, por decirlo de alguna manera. Trabajar en el campo también nos permite tener mucho más conocimiento de nuestros pueblos, en mi caso de mi mamá y mi papá. Es una experiencia hermosa porque es un trabajo que nos conecta con la historia de los pueblos. Esa relación con el campo, con la tierra, tiene que ver con nuestra cosmovisión y nuestra forma de vida como pueblos originarios. Me ha enseñado mucho sobre la vida.

Cuando era niña tuve algunos procesos difíciles pero la música siempre estuvo presente como una manera de darme fortaleza
Con 19 años te graduaste en la Escuela Normal para Maestros de Música Jesús María Alvarado. ¿Cómo entró la música en tu vida?

Cuando era niña tuve algunos procesos difíciles pero la música siempre estuvo presente como una manera de darme fortaleza, que en ese momento no lo tenía tan claro como ahora, me hacía sentir segura y sin miedo. Recuerdo que cuando tenía seis o siete años, mi mamá y mi papá formaron un grupo con amigas y amigos que se dedicaban a visitar a personas que estaban enfermas. Cuando el grupo llegaba a la casa, siempre había música. En el grupo había gente que tocaba la guitarra, la pandereta, otros instrumentos... Me gustó mucho estar allí porque me gustó ver el semblante de las personas enfermas, que cambiaba cuando escuchaban la música. Se les veía más plenos, más felices. De esa manera fue que empecé a sentir un gusto muy grande por la música. Mi papá se dio cuenta de ese interés e hizo que yo empezara a cantar con él en casa, también escuchaba a mi mamá cantar. Cuando tenía 15 años decidí estudiar música, a los 19 me gradué. Eso significó también migrar, una migración interna del pueblo a la ciudad. Fue un proceso bastante complicado porque era un sitio donde nunca había estado. En 2014 comencé a cantar mis primeras canciones y desde entonces comencé a compartirlas y a seguir escribiendo.

¿Ese grupo de acompañamiento a personas enfermas es tu primer recuerdo relacionado con la música?

Sí, exactamente.

¿Qué música ha sido importante en tu vida?

Acá en mi pueblo hay un señor, había porque ya no vive, que fue uno de los primeros en reivindicar la cosmovisión maya y su práctica. Eso le significó mucho estigma, pero empezó a escribir sus canciones en kaqchiquel, en ellas cuenta historias del pueblo, de las abuelas y abuelos, canta a la tierra y las energías de los ancestros. Esto me marcó mucho, aprendí sobre la importancia de cantar en kaqchiquel. En el pueblo también hay mujeres cantoras, compositoras, creadoras, que luchan para encontrar justicia por las miles de desapariciones por la guerra en Guatemala, como Carmen Cumes o Rosalina Tuyuc, que son bastante conocidas en las luchas sociales. En Guatemala hay un grupo que canta en su idioma, Sobrevivencia, y también me gustó desde niña el Dúo Guardabarranco, de Nicaragua, porque una de mis hermanas tenía sus casetes, y Mercedes Sosa.

¿Cuándo fue la primera vez que cantaste con público?

El 16 de febrero de 2013, aquí en mi pueblo.

Acá no hay ninguna escuela de música e irme a la ciudad lo veía muy lejano porque las condiciones económicas no lo permitían
¿Cuándo decidiste que te querías dedicar a la música?

Cuando estaba estudiando en la Secundaria y hablábamos de qué queríamos hacer, pensaba que quería estudiar música. Pero acá no hay ninguna escuela de música e irme a la ciudad lo veía muy lejano porque las condiciones económicas no lo permitían. Pero yo quería estudiar música y, cuando se lo comenté a mi familia, me apoyó mucho y se sacrificó bastante para que yo pudiera ir a estudiar a una escuela que no está cerca del pueblo. Ahí lo decidí. Hice la prueba de ingreso, aprobé el examen y de allí nacen los cuatro años de educación musical en mi vida.


Cantas en español y en kaqchiquel, uno de los idiomas indígenas que se hablan en Guatemala. ¿En qué situación se encuentran estos idiomas?

Hay más de 30 idiomas en Guatemala. El quiché es el más hablado, el segundo es el kaqchiquel. No sé cuántas personas hablantes existen, no me atrevería a decirlo, pero son miles. Pero también hay algunos otros idiomas que solamente los hablan siete personas, por ejemplo. Y suelen ser personas muy mayores. Esto nos muestra que la juventud ha desistido de aprender el idioma, no precisamente como una decisión propia sino más bien es el resultado del sistema racista en el que vivimos que nos hace creer que hablar nuestros idiomas o vestir nuestras indumentarias es algo no desarrollado, que debe cambiar.

Muchas veces, nuestras mamás y nuestros papás optan por no enseñarnos el idioma justamente porque no quieren que sus hijas e hijos atraviesen las mismas situaciones racistas, de exclusión y de violencia que ellas y ellos pasaron. Es una de las razones por las que se ha perdido un poco el idioma. Pero por supuesto que hay muchos esfuerzos dentro de las comunidades y los pueblos para revitalizar nuestros idiomas como una manera también de conectar con la sabiduría de nuestros pueblos y familias. También a través de la música han surgido proyectos para seguir hablando nuestro idioma con la juventud.

La música ha jugado un papel muy importante en la historia de Guatemala como una manera de denuncia y comunidad, pero también como una manera de sanación y de guardar la memoria y la historia
¿Qué presencia tiene la música en las comunidades indígenas de Guatemala?

La música ha estado presente siempre en todas las comunidades. Es bastante interesante y hermoso cómo la música ha jugado un papel muy importante en la historia de Guatemala como una manera de denuncia y comunidad, pero también como una manera de sanación y de guardar la memoria y la historia.

Guatemala vivió 36 años de guerra, con más de 200.000 personas desaparecidas por el conflicto armado, la mayoría de los pueblos originarios. Muchas de las personas que vivieron en los años 80, los años más graves, se refugiaron en las montañas con sus familias y comunidades para poder sobrevivir. La música que se creó guarda muchas de las vivencias de los pueblos en esos momentos. Al hablar e investigar sobre la presencia de la música, se ve que en los pueblos la seguían haciendo como una manera de poder sanar y poder llorar lo que estaba pasando. Y esta música nos permite a nosotras entender y tener más claridad de las cosas que pasaron en esos años. La música en los pueblos existe desde siempre y permite conectar con pueblos y comunidades no solo de ahora.

La música nos permite sanar muchas de estas heridas individuales y colectivas que tenemos, por eso cumple una función muy importante y por eso también existen muchas personas que tratan de borrar la existencia de la música y las artes en Guatemala, por ejemplo desde el Ministerio de Educación han tratado de suprimir todas las clases que tienen que ver con el arte
Hace dos años publicamos una entrevista a Rebeca Lane en la que decía justamente que la sanación a través de la música no era solo para estar bien ella sino las mujeres que están a su alrededor.

Sí, exactamente. La música también nos permite sanar las violencias que nos atraviesan como mujeres y como mujeres indígenas, puesto que la violencia se incrementa por el hecho de ser mujeres indígenas. La música nos permite articular esa red entre nosotras y poder acompañarnos. Algo que me parece muy importante es que la música, así como puede ser de denuncia, puede ser de acompañamiento entre nosotras, de abrazarnos, saber que estamos allí y nos damos fuerza, nos animamos a través de ella. La música nos permite sanar muchas de estas heridas individuales y colectivas que tenemos, por eso cumple una función muy importante y por eso también existen muchas personas que tratan de borrar la existencia de la música y las artes en Guatemala, por ejemplo desde el Ministerio de Educación han tratado de suprimir todas las clases que tienen que ver con el arte, porque saben que el arte es una manera de sanación y transformación. Pero la música ha tenido una fuerte presencia en las colectivas, con las mujeres. He trabajado música para la memoria con un grupo de mujeres de mi pueblo, víctimas de violencia sexual desde el conflicto armado.

En España tampoco se enseña música en los programas educativos.

Es algo que debería cambiar en todos lados. El arte ha de ser visto como algo importante en la educación integral.

¿Te consideras portavoz de esas comunidades indígenas a través de tu música?
Yo quiero cantar y compartir mis canciones, a mí me alegra y es un regalo muy grande saber que otras personas se identifican con ellas, pero no podría autonombrarme como la portavoz o la líder de un movimiento porque esto es algo que debe surgir desde los propios pueblos. Yo, simplemente, me defino como alguien que sueña con la música para poder acercar a todo el mundo las vivencias de nuestros pueblos, estoy enfocada en esto. Si hay personas que se sienten identificadas con mi música, mis letras y mis palabras, son para ellas y podemos caminar juntas, pero no me podría autodenominar yo como tal porque me parece que ese título y esa responsabilidad ha de ser delegada por los pueblos.

¿Qué puede hacer la música para mejorar la vida en estas comunidades?

En las comunidades hay una inmensidad de talentos y creación que viene desde la niñez. Nos dimos cuenta por una gira que hicimos a nivel comunitario. Mientras se fortalecen individualmente y sanan mediante la música, también lo hacen colectivamente. Toda esta creación musical puede aportar y ayudar incluso a que haya justicia. A muchas personas supervivientes, que han sido víctimas de masacres o de violencias estructurales, la música les puede ayudar a visibilizar su situación y que pueda tener más impacto a nivel social.

Hay un Estado ausente, pero las comunidades, como siempre, han mantenido una organización comunitaria política muy grande, se han organizado con las curanderas, guías espirituales, comadronas, personas muy importantes para poder encontrar no solo un equilibrio físico, sino espiritual
¿Cómo están ahora las comunidades?

En estos momentos están luchando contra la epidemia que estamos viviendo pero ha sucedido algo, que es la visibilización de la desigualdad, de la pobreza que siempre ha existido y nunca se ha querido atender. Las comunidades y pueblos originarios siempre han sido las más afectadas por todas las injusticias. No solo se lucha contra un sistema racista sino que se lucha contra un sistema que sigue explotando, exprimiendo y desalojando.

En este tiempo de pandemia siguen trabajando muchas empresas extractivistas, se sigue violentando a las mujeres, que no han dejado de trabajar en el confinamiento, sigue habiendo desalojos, no hay acceso a hospitales… Hay un Estado ausente, pero las comunidades, como siempre, han mantenido una organización comunitaria política muy grande, se han organizado con las curanderas, guías espirituales, comadronas, personas muy importantes para poder encontrar no solo un equilibrio físico, sino espiritual. También han dado una muestra muy grande de solidaridad, algo que el Gobierno no ha hecho. Las comunidades son el camino.

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